Buenas buenaaaaas... zaaa... aquí vengo a dejar el aporte de hoy... quiero explicarles que ésto tiene que ver con los aportes de "ME EQUIVOQUÉ" del año pasado... no pude realizar la historia como quería, pero finalmente llegó. espero que sigan disfrutando el fic que ya pronto llega a su fin.
Att: Aitné Sadaltager.
CAPÍTULO 26
De sus ojos brotan lágrimas mientras que sus manos intentan revisar las lesiones en el cuerpo, intenta no moverlo mucho para no agravar más alguna lesión. Pasado un tiempo llega una ambulancia y se llevan a Grandchester al hospital, cuando Candy comprueba que él se encuentra en manos de profesionales es cuando finalmente puede darse el lujo de desplomarse.
No era fácil estar en esa situación, ver a su ser querido desvanecido, desangrándose y su vida corriendo peligro doblegaba los nervios de hierro de cualquiera. Cuando ella recupera el conocimiento se encuentra en una habitación en el centro, rápidamente recuerda lo que había sucedido y lo primero que hace es levantarse e ir en busca de él.
-¿En dónde está? ¿En dónde está?
Una enfermera le sigue los pasos, era quien estaba al cuidado de ella. Le explica que Grandchester había sido intervenido quirúrgicamente de emergencia y que estaba en observación hasta que esté fuera de peligro. La llevan hasta el lugar donde Terry está.
Su corazón se estruja al ver el cuerpo inconsciente del joven, un atril contiene una bolsa con líquido que suministra los calmantes. Ella quería que despertase, oír su voz, apreciar su mirada azur, darle un abrazo para que él le diga que está bien y que todo ha sido simplemente un sueño. Más no hubo reacción alguna.
Las agujas del reloj se mueven lenta y dolorosamente, y los signos vitales del caballero no varían en lo más mínimo. Ella siente que su mundo está perdiendo algo, se queda sin brillo, un aire espeso la rodea y que, si las cosas no mejoran, se vería absorbida por la tristeza y desesperación irremediablemente. De presto un médico con su enfermera entra en la habitación y se encuentra a la joven observando detenidamente al paciente.
-Buenas tardes.
-Buenas tarde doctor… dígame ¿Cómo se encuentra él?
-Debemos esperar a que reaccione. Y aunque el golpe ha sido muy estrepitoso, solamente la voluntad de él puede sacarlo de su estado.
Finaliza, mientras observa los apuntes que han hecho las enfermeras en el informe a la vez que escucha como ella contiene un gemido mientras que su cabeza piensa.
-Debí buscarte antes y decirte que te equivocabas, que separarnos no era la mejor. Sólo deseo escuchar tu voz que pronuncia mi nombre una y otra vez… deseo perderme en tu mirada y amarrarte con un abrazo para siempre. Terry tienes que despertar.
Desde el primer momento que lo vio fue impactante encontrarlo postrado en una cama sin mayor reacción debido a que entró en coma. La enfermera le comentó que los doctores habían logrado atender sus heridas satisfactoriamente, pero que había recibido un impacto en la cabeza y que debido a ello...
-Posiblemente esa sea la razón por la cual entró en coma. Debemos esperar a que disminuya la contusión para ver si no hay daños severos en el cerebro.
-¿Esperar? ¿Están seguros?
-Sí, no se preocupe... suele suceder en éstos casos, pero no tema, todo el equipo está pendiente de sus signos por cualquier incidente que pueda pasar...
No había terminado de decir esas palabras el médico cuando se percata que al paciente le estaba costando respirar por lo que da la voz de alarma. El especialista le pidió dentro de lo amablemente posible que abandonara la habitación mientras lo atendían; la enfermera le pide que rellenara los formularios con los datos del paciente, intentando de esa manera poder distraerla.
Candy quería leer lo que el papel decía más no lograba concentrarse, estaba atenta a cualquier movimiento que se daba en la habitación, de las exclamaciones y maniobras que hacían.
-¡Enfermera, rápido! Que preparen un quirófano, que lo llevamos enseguida.
-Sí doctor.
Respondía la sanitaria y se encargaba de transmitir la orden. Era más que evidente el desconcierto en el rostro de la rubia quien inevitablemente tomó la manga de la bata del doctor para solicitar una explicación.
-Tranquila, no es nada grave... suele suceder en éstos caso, tiene una hemorragia interna, por lo que debemos intervenirle ¡ya!
-Por favor...
Logró a duras penas pronunciar, como una súplica tácita que no lo fuera a perder. El médico hizo una mueca de su cabeza dándole a entender que sabía a lo que se refería.
La lluvia cae con intensidad ese día mientras tanto en el interior del edificio mientras Candy está sentada en la sala de espera, con los nervios a flor de piel, hasta que finalmente vuelve a ver al doctor.
-Su marido ya ha salido del peligro, está todo bien. Sólo falta esperar que reaccione...
-Mi... gra... doctor... ¡Qué alivio!
Logró pronunciar atropelladamente... el hombre sabía que ella estaba devastada todavía por las emociones, por lo que intenta consolarla.
-Tranquila, verá que pronto volverá a ser el hombre con quien se casó...
La rubia niega con un movimiento de cabeza y aclara.
-No doctor... él no es mi marido... es sólo... es... un...
-Bueno, no se preocupe, su familiar se pondrá bien.
-Amigo... él es sólo un amigo.
Aclara atropelladamente, él la comprende y dice.
-Está bien. Entonces, espero que usted pueda ponerse en contacto con la familia de su amigo y explicarle en dónde está. De no ser así nosotros podemos avisar a la policía para que se haga cargo.
-De acuerdo. No se preocupe, sé con quién debo hablar.
-Muy bien. Si me disculpa, debo seguir con mi trabajo. Me temo que hasta mañana no lo podrá ver, ya es tarde y se ha terminado la hora de las visitas.
-Muchas gracias doctor.
Y sin más el caballero se aleja, Candy por su parte no le quedó más remedio que ir a buscar al señor Charles Whitman para explicarle lo que había sucedido. Él es el asistente personal de Grandchester; le agradecía por darle la noticia y sabiendo que ella era alguien de sumo aprecio de su jefe se ofreció a llevarla a su casa para que descanse y que al día siguiente pasaría por ella para ir juntos al hospital.
El caballero se presentó puntualmente y emprenden el camino. Los dos entran en el cuarto donde está el hombre de cabellos castaños dormido; su rostro medio pálido, respiración acompasada. Con pasos pesado ella se terminó de acercar hasta la cama e instintivamente le tomó de la mano, su corazón atolondrado se lo pedía.
Sintió la piel fría... pudo percibir claramente la vía que tenía puesta en el cuello, estos provenían de un gotero donde contenía un analgésico fuerte.
Candy siente una mezcla entre alegría y dolor por saberlo con vida, pero seguro teniendo que sufrir al encontrarse en tal situación. De presto la enfermera entra en la estancia y el par de recién llegados la observan.
-Enfermera... dígame ¿Cómo se encuentra el señor Grandchester?
Pidió el caballero, la practicante los mira de soslayo.
-¿Ustedes son familiares?
-Así es.
La rubia se queda a media palabra para luego ver al caballero a su lado, está atónita por tal afirmación, simplemente no daba crédito que se atreviera a decir eso.
-Él se encuentra bien. Ha despertado en la madrugada, pero se mantiene anestesiado debido a la intensidad del dolor. Puede que en éste momento no puedan hablar con él, pero seguro que les escucha.
-Entiendo... muchas gracias.
La enfermera termina de checar el estado de las bolsas de suero que cuelgan e introducen los medicamentos en el cuerpo del hombre que duerme para finalmente abandonar la estancia sin añadir más. Candy está aliviada de saber que ha salido del coma, de presto el Charles dice:
-Bueno, creo que lo mejor será que usted se quede con él, señora.
-Oh no. Por favor, señor Whitman, no hace falta. Yo me retiro ahora pues ya lo vi y...
-Por favor señora, no se preocupe. Además, debo comunicarme con el señor Grandchester padre, para informarle sobre el estado de su hijo, está esperando noticias mías.
-Pero...
-No se preocupe, sé que lo dejo en buena compañía. Si me disculpa.
Agradece el caballero hasta finalmente dejar a la mujer sola con su jefe.
El silencio se hizo por varias horas sin que nadie dijera nada. De vez en cuando Grandchester se removía en su sitio mientras que Candy pensaba:
-Quiero ya no sentir nada... no amarte, quiero ser fuerte. ¿Por qué mi corazón tiene que sufrir tal mala suerte? Caí en tu juego y creció en mí una tonta ilusión... Ya no quiero sentir nada, que mi corazón te olvide.
Se repetía de una y otra forma a la vez, pero era incapaz de separarse de su lado, no podía. Lloraba internamente por verlo en ese estado, mientras que su mente consideraba que era la mejor situación para salir de todo ese embrollo y hacer su vida como le diera en gana. Sabía perfectamente que se había equivocado desde un principio, hasta la médula. Pero lo pasado hecho estaba, no se podía borrar. No le quedaba más remedio que aceptar.
Llegada la hora de las nueve, la mayoría de los visitantes se van retirando, la rubia estaba dudosa de lo que debía hacer... pronunciar un último adiós o esperar a que él pudiese reaccionar, hasta que escucha una voz carrasposa pronunciar:
-Mañana...
-¿Qué?
-Mañana ven a la misma hora...
Como única respuesta hizo un apretón en la mano que todavía sujetaba, pero a la vez se queda pensando ¿Por qué le había dicho eso?
-¿Será porque alguien más viene a verlo y no quiere que vaya a coincidir?
Esa inquietud sólo hizo que su corazón le doliera y los celos aparecer.
Así hizo toda la semana pues había accedido a presentarse sobre la misma hora. Siempre lo encontraba adormecido por la morfina, y si despertaba a duras penas balbuceaba alguna palabra y volvía a caer dormido debido al esfuerzo que hacía.
Poco podía hacer Candy más que sentarse al lado de la camilla y observar... observar pasar las horas... observar el parsimonioso goteo de los sueros que están conectados a su cuello y mano. De presto una enfermera entra para controlar cambiar la bolsa de la sonda vesical, o para tomarle la temperatura y presión. Todo ello se realizaba en silencio.
Cada día Candy siempre se encuentra con el señor Charles Whitman, con el cual cruzaba unas palabras de cortesía y luego éste le decía sobre el estado de su jefe, para luego dejarla que le haga compañía. Ese día en particular Charles parecía un poco nervioso, sin embargo, la rubia no prestó demasiada atención en ello.
-Señora Candice.
-Buenas tardes señor Whitman.
-De nuevo aquí, no debería preocuparse tanto. El joven amo se encuentra estable y las enfermeras están pendiente de su estado en todo momento.
-Lo sé... pero me es imposible quedarme en casa sabiendo que Terrence está ingresado, no... no puedo evitarlo, quiero estar a su lado... hasta donde me sea posible.
-Se lo agradezco mi señora, pero se le nota cansada, muy demacrada. Debería tomarse el día libre.
-Estoy bien, no es para tanto.
-Muy bien... ya sabe, cualquier cosa no dude en avisarme.
-Por cierto, señor Whitman... ¿Los padres de él saben lo que le ha pasado?
-Sí señora, llegaron de Italia ayer por la tarde y ya estuvieron aquí visitando al señor.
-Me alegro tanto.
Expresó aliviada, pero a la vez le dio la sensación de que muy pronto ya no sería necesaria su presencia en ese lugar.
Al día siguiente que llega para hacer compañía al enfermo se encuentra con la grata sorpresa de que Terry estaba más despierto y consciente, al percatarse de la presencia de la recién llegada una enorme sonrisa se dibuja en su rostro. Candy también está feliz por ver cómo va mejorando y piensa:
-¡Está bien! Finalmente ha despertado... Es un alivio... Seguro que se recuperará y saldrá pronto de éste lugar.
Sentía que todo su cuerpo le dolía horrores de tanto tiempo estar acostado sin moverse. La enfermera estaba preparando al paciente para poder dar un paseo. Terry muestra inconformidad por tal idea y por tener que llevar tantos cables todavía pegados a su acuerpo.
-Ya cuando me quiten la sonda voy a dar el paseo, enfermera. No antes.
-Eso no es excusa joven. Usted puede perfectamente hacerlo, de lo contrario tendrá que pasar mucho tiempo en el hospital y haciendo rehabilitación como no empiece a mover sus piernas.
-¡¿Qué?! ¡Más tiempo! Ni en sueños.
A la rubia se le escapó una dulce sonrisa, ese era él quejándose por todo. Ve como hace el esfuerzo por levantarse y cumplir con la tarea que se le ha dejado. Candy le saluda y cuelga su bolso para acompañarle, la enfermera les sigue con una silla de ruedas por si le llegasen a fallar las piernas.
Nuevamente ellos siguen sin tener esa conversación importante que se deben, no tienen el valor suficiente por lo que simplemente se limitan en disfrutar de su compañía en ese pequeño paseo, luego regresan a la habitación para que pueda descansar. Cuando se llegó la hora de la cena le traen una crema de verduras que para el gusto de Terry tenía una dudosa apariencia. No le apetecía en lo más mínimo probar esa "bazofia" como lo llamó él.
No era fácil estar en esa situación, ver a su ser querido desvanecido, desangrándose y su vida corriendo peligro doblegaba los nervios de hierro de cualquiera. Cuando ella recupera el conocimiento se encuentra en una habitación en el centro, rápidamente recuerda lo que había sucedido y lo primero que hace es levantarse e ir en busca de él.
-¿En dónde está? ¿En dónde está?
Una enfermera le sigue los pasos, era quien estaba al cuidado de ella. Le explica que Grandchester había sido intervenido quirúrgicamente de emergencia y que estaba en observación hasta que esté fuera de peligro. La llevan hasta el lugar donde Terry está.
Su corazón se estruja al ver el cuerpo inconsciente del joven, un atril contiene una bolsa con líquido que suministra los calmantes. Ella quería que despertase, oír su voz, apreciar su mirada azur, darle un abrazo para que él le diga que está bien y que todo ha sido simplemente un sueño. Más no hubo reacción alguna.
Las agujas del reloj se mueven lenta y dolorosamente, y los signos vitales del caballero no varían en lo más mínimo. Ella siente que su mundo está perdiendo algo, se queda sin brillo, un aire espeso la rodea y que, si las cosas no mejoran, se vería absorbida por la tristeza y desesperación irremediablemente. De presto un médico con su enfermera entra en la habitación y se encuentra a la joven observando detenidamente al paciente.
-Buenas tardes.
-Buenas tarde doctor… dígame ¿Cómo se encuentra él?
-Debemos esperar a que reaccione. Y aunque el golpe ha sido muy estrepitoso, solamente la voluntad de él puede sacarlo de su estado.
Finaliza, mientras observa los apuntes que han hecho las enfermeras en el informe a la vez que escucha como ella contiene un gemido mientras que su cabeza piensa.
-Debí buscarte antes y decirte que te equivocabas, que separarnos no era la mejor. Sólo deseo escuchar tu voz que pronuncia mi nombre una y otra vez… deseo perderme en tu mirada y amarrarte con un abrazo para siempre. Terry tienes que despertar.
Desde el primer momento que lo vio fue impactante encontrarlo postrado en una cama sin mayor reacción debido a que entró en coma. La enfermera le comentó que los doctores habían logrado atender sus heridas satisfactoriamente, pero que había recibido un impacto en la cabeza y que debido a ello...
-Posiblemente esa sea la razón por la cual entró en coma. Debemos esperar a que disminuya la contusión para ver si no hay daños severos en el cerebro.
-¿Esperar? ¿Están seguros?
-Sí, no se preocupe... suele suceder en éstos casos, pero no tema, todo el equipo está pendiente de sus signos por cualquier incidente que pueda pasar...
No había terminado de decir esas palabras el médico cuando se percata que al paciente le estaba costando respirar por lo que da la voz de alarma. El especialista le pidió dentro de lo amablemente posible que abandonara la habitación mientras lo atendían; la enfermera le pide que rellenara los formularios con los datos del paciente, intentando de esa manera poder distraerla.
Candy quería leer lo que el papel decía más no lograba concentrarse, estaba atenta a cualquier movimiento que se daba en la habitación, de las exclamaciones y maniobras que hacían.
-¡Enfermera, rápido! Que preparen un quirófano, que lo llevamos enseguida.
-Sí doctor.
Respondía la sanitaria y se encargaba de transmitir la orden. Era más que evidente el desconcierto en el rostro de la rubia quien inevitablemente tomó la manga de la bata del doctor para solicitar una explicación.
-Tranquila, no es nada grave... suele suceder en éstos caso, tiene una hemorragia interna, por lo que debemos intervenirle ¡ya!
-Por favor...
Logró a duras penas pronunciar, como una súplica tácita que no lo fuera a perder. El médico hizo una mueca de su cabeza dándole a entender que sabía a lo que se refería.
La lluvia cae con intensidad ese día mientras tanto en el interior del edificio mientras Candy está sentada en la sala de espera, con los nervios a flor de piel, hasta que finalmente vuelve a ver al doctor.
-Su marido ya ha salido del peligro, está todo bien. Sólo falta esperar que reaccione...
-Mi... gra... doctor... ¡Qué alivio!
Logró pronunciar atropelladamente... el hombre sabía que ella estaba devastada todavía por las emociones, por lo que intenta consolarla.
-Tranquila, verá que pronto volverá a ser el hombre con quien se casó...
La rubia niega con un movimiento de cabeza y aclara.
-No doctor... él no es mi marido... es sólo... es... un...
-Bueno, no se preocupe, su familiar se pondrá bien.
-Amigo... él es sólo un amigo.
Aclara atropelladamente, él la comprende y dice.
-Está bien. Entonces, espero que usted pueda ponerse en contacto con la familia de su amigo y explicarle en dónde está. De no ser así nosotros podemos avisar a la policía para que se haga cargo.
-De acuerdo. No se preocupe, sé con quién debo hablar.
-Muy bien. Si me disculpa, debo seguir con mi trabajo. Me temo que hasta mañana no lo podrá ver, ya es tarde y se ha terminado la hora de las visitas.
-Muchas gracias doctor.
Y sin más el caballero se aleja, Candy por su parte no le quedó más remedio que ir a buscar al señor Charles Whitman para explicarle lo que había sucedido. Él es el asistente personal de Grandchester; le agradecía por darle la noticia y sabiendo que ella era alguien de sumo aprecio de su jefe se ofreció a llevarla a su casa para que descanse y que al día siguiente pasaría por ella para ir juntos al hospital.
El caballero se presentó puntualmente y emprenden el camino. Los dos entran en el cuarto donde está el hombre de cabellos castaños dormido; su rostro medio pálido, respiración acompasada. Con pasos pesado ella se terminó de acercar hasta la cama e instintivamente le tomó de la mano, su corazón atolondrado se lo pedía.
Sintió la piel fría... pudo percibir claramente la vía que tenía puesta en el cuello, estos provenían de un gotero donde contenía un analgésico fuerte.
Candy siente una mezcla entre alegría y dolor por saberlo con vida, pero seguro teniendo que sufrir al encontrarse en tal situación. De presto la enfermera entra en la estancia y el par de recién llegados la observan.
-Enfermera... dígame ¿Cómo se encuentra el señor Grandchester?
Pidió el caballero, la practicante los mira de soslayo.
-¿Ustedes son familiares?
-Así es.
La rubia se queda a media palabra para luego ver al caballero a su lado, está atónita por tal afirmación, simplemente no daba crédito que se atreviera a decir eso.
-Él se encuentra bien. Ha despertado en la madrugada, pero se mantiene anestesiado debido a la intensidad del dolor. Puede que en éste momento no puedan hablar con él, pero seguro que les escucha.
-Entiendo... muchas gracias.
La enfermera termina de checar el estado de las bolsas de suero que cuelgan e introducen los medicamentos en el cuerpo del hombre que duerme para finalmente abandonar la estancia sin añadir más. Candy está aliviada de saber que ha salido del coma, de presto el Charles dice:
-Bueno, creo que lo mejor será que usted se quede con él, señora.
-Oh no. Por favor, señor Whitman, no hace falta. Yo me retiro ahora pues ya lo vi y...
-Por favor señora, no se preocupe. Además, debo comunicarme con el señor Grandchester padre, para informarle sobre el estado de su hijo, está esperando noticias mías.
-Pero...
-No se preocupe, sé que lo dejo en buena compañía. Si me disculpa.
Agradece el caballero hasta finalmente dejar a la mujer sola con su jefe.
El silencio se hizo por varias horas sin que nadie dijera nada. De vez en cuando Grandchester se removía en su sitio mientras que Candy pensaba:
-Quiero ya no sentir nada... no amarte, quiero ser fuerte. ¿Por qué mi corazón tiene que sufrir tal mala suerte? Caí en tu juego y creció en mí una tonta ilusión... Ya no quiero sentir nada, que mi corazón te olvide.
Se repetía de una y otra forma a la vez, pero era incapaz de separarse de su lado, no podía. Lloraba internamente por verlo en ese estado, mientras que su mente consideraba que era la mejor situación para salir de todo ese embrollo y hacer su vida como le diera en gana. Sabía perfectamente que se había equivocado desde un principio, hasta la médula. Pero lo pasado hecho estaba, no se podía borrar. No le quedaba más remedio que aceptar.
Llegada la hora de las nueve, la mayoría de los visitantes se van retirando, la rubia estaba dudosa de lo que debía hacer... pronunciar un último adiós o esperar a que él pudiese reaccionar, hasta que escucha una voz carrasposa pronunciar:
-Mañana...
-¿Qué?
-Mañana ven a la misma hora...
Como única respuesta hizo un apretón en la mano que todavía sujetaba, pero a la vez se queda pensando ¿Por qué le había dicho eso?
-¿Será porque alguien más viene a verlo y no quiere que vaya a coincidir?
Esa inquietud sólo hizo que su corazón le doliera y los celos aparecer.
Así hizo toda la semana pues había accedido a presentarse sobre la misma hora. Siempre lo encontraba adormecido por la morfina, y si despertaba a duras penas balbuceaba alguna palabra y volvía a caer dormido debido al esfuerzo que hacía.
Poco podía hacer Candy más que sentarse al lado de la camilla y observar... observar pasar las horas... observar el parsimonioso goteo de los sueros que están conectados a su cuello y mano. De presto una enfermera entra para controlar cambiar la bolsa de la sonda vesical, o para tomarle la temperatura y presión. Todo ello se realizaba en silencio.
Cada día Candy siempre se encuentra con el señor Charles Whitman, con el cual cruzaba unas palabras de cortesía y luego éste le decía sobre el estado de su jefe, para luego dejarla que le haga compañía. Ese día en particular Charles parecía un poco nervioso, sin embargo, la rubia no prestó demasiada atención en ello.
-Señora Candice.
-Buenas tardes señor Whitman.
-De nuevo aquí, no debería preocuparse tanto. El joven amo se encuentra estable y las enfermeras están pendiente de su estado en todo momento.
-Lo sé... pero me es imposible quedarme en casa sabiendo que Terrence está ingresado, no... no puedo evitarlo, quiero estar a su lado... hasta donde me sea posible.
-Se lo agradezco mi señora, pero se le nota cansada, muy demacrada. Debería tomarse el día libre.
-Estoy bien, no es para tanto.
-Muy bien... ya sabe, cualquier cosa no dude en avisarme.
-Por cierto, señor Whitman... ¿Los padres de él saben lo que le ha pasado?
-Sí señora, llegaron de Italia ayer por la tarde y ya estuvieron aquí visitando al señor.
-Me alegro tanto.
Expresó aliviada, pero a la vez le dio la sensación de que muy pronto ya no sería necesaria su presencia en ese lugar.
Al día siguiente que llega para hacer compañía al enfermo se encuentra con la grata sorpresa de que Terry estaba más despierto y consciente, al percatarse de la presencia de la recién llegada una enorme sonrisa se dibuja en su rostro. Candy también está feliz por ver cómo va mejorando y piensa:
-¡Está bien! Finalmente ha despertado... Es un alivio... Seguro que se recuperará y saldrá pronto de éste lugar.
Sentía que todo su cuerpo le dolía horrores de tanto tiempo estar acostado sin moverse. La enfermera estaba preparando al paciente para poder dar un paseo. Terry muestra inconformidad por tal idea y por tener que llevar tantos cables todavía pegados a su acuerpo.
-Ya cuando me quiten la sonda voy a dar el paseo, enfermera. No antes.
-Eso no es excusa joven. Usted puede perfectamente hacerlo, de lo contrario tendrá que pasar mucho tiempo en el hospital y haciendo rehabilitación como no empiece a mover sus piernas.
-¡¿Qué?! ¡Más tiempo! Ni en sueños.
A la rubia se le escapó una dulce sonrisa, ese era él quejándose por todo. Ve como hace el esfuerzo por levantarse y cumplir con la tarea que se le ha dejado. Candy le saluda y cuelga su bolso para acompañarle, la enfermera les sigue con una silla de ruedas por si le llegasen a fallar las piernas.
Nuevamente ellos siguen sin tener esa conversación importante que se deben, no tienen el valor suficiente por lo que simplemente se limitan en disfrutar de su compañía en ese pequeño paseo, luego regresan a la habitación para que pueda descansar. Cuando se llegó la hora de la cena le traen una crema de verduras que para el gusto de Terry tenía una dudosa apariencia. No le apetecía en lo más mínimo probar esa "bazofia" como lo llamó él.