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CAPÍTULO 29
En la habitación de Grandchester los doctores le explican cuáles deben ser los cuidados y la dieta a seguir ahora que se marcha a casa. Candy escucha atentamente los detalles y recibe los papeles donde afirman el alta de Terry.
Una enfermera empuja la silla de ruedas hasta la salida donde espera el señor Whitman, éste abre la puerta del coche para que puedan subir y llevarlos a la residencia de su jefe. Esa era la primera vez que ella visitaba ese lugar, el cual no es que tuviese demasiados lujos pues debido a los negocios suele pasar mucho tiempo fuera.
Ahora las cosas se estaban dando de una manera diferente; mientras estuvo ingresado eran las enfermeras quienes se encargaban de casi todo lo concerniente a cuidados y atenciones para con el paciente, por lo que Candy siempre se había limitado en hacerle compañía y ayudarle con los alimentos; sin embargo, ahora él le pedía ayuda para todo. Para levantarse, sentarse o cambiarle la ropa.
Simplemente era su estrategia para poder acercarse a su cuerpo, disimuladamente rozar sus pechos o tocarle las caderas desvergonzadamente. Ella no se atrevía a reprocharle nada porque Terry se excusaba que era un simple accidente o ponía su cara de convaleciente. Sin embargo, Candy era muy estricta con respecto a su horario de medicación.
Ese día debía ayudarle a tomar una ducha, por lo que con presteza lo despoja de sus ropas, le sujeta de las manos para que entre en la bañera para luego enjuagar poco a poco su piel. Sus dedos le rozan cada centímetro para quitar el jabón, después con una toalla da suaves palmaditas para secar. Candy procura comportarse profesionalmente, algo había aprendido en sus días de voluntaria en el hospital.
A Terry se le erizan los bellos cuando siente como desliza sus dedos para cerciorarse que el vendaje este bien puesto una vez que logró limpiar y desinfectar la herida para que no se vayan a infectar. Luego le coloca una camisa y el pantalón del pijama para dejarlo cómodo en la cama. Candy le dice que espere un momento mientras va a traerle la merienda, cuando de presto escucha que grita su nombre, ella vuelve sobre sus pasos corriendo preocupada de que algo haya salido mal.
-¿Qué sucede Terry?
-Mira…
Dice a la vez que señala una protuberancia muy grande en su entrepierna.
-… necesito que me ayudes con esto…
-¿Cómo?
Más que no saber por cómo hacerlo, lo pregunta por la sorpresa, casi se ríe ante su actuar medio infantil.
-Ven aquí…
Le pide a la vez que se coloca en pie para bajarse el pantalón y dejar expuesto su pene todo erecto, Candy traga grueso ante la apreciación de su miembro; luego él la toma del brazo para ponerla delante suyo y subirle los vuelos de su vestido, bajarle la ropa interior para seguidamente penetrarla.
Ambos habían estado extrañándose desde que decidieron separarse hace casi dos meses, y aunque el doctor le comentó que podía pasar un buen tiempo antes de que lograse tener una erección, no tenía de qué preocuparse porque su vida sexual no se vería afectada.
Y ahí estaba su miembro dándole a entender que estaba vivo, que estaban bien y que se necesitaban.
Al introducirse sin preámbulos sintió una resistencia que lo excitaba. Deseaba poder embestirla con tanta fuerza, pero no quería exceder y terminar lastimándose. Sus movimientos eran suaves, tiernos y apasionados. Candy se humedeció rápidamente al percibir ese miembro en su interior, aunque no estaba en todo su esplendor, y que sus embestidas no eran tan intensas estaba feliz de volverlo a sentir.
Ella tiene su torso inclinado hacia adelante para apoyarse en la cama y elevar su trasero para dejarlo cerca su falo, la vista de ese terso trasero blanco es apretujado por sus manos excita al hombre; un calor empieza a recorrer de cuerpo Candy dándole a entender que quiere más, pero sus ansias quedaron frustradas cuando escucha gemir a Terry por haber alcanzado su éxtasis, seguidamente el líquido seminal con el que fue llenada se escurre por sus muslos.
No había sido devorada por el deseo, calcinada por la lujuria ni devastada por la pasión, cuando él ya se ha corrido… cierto sentimiento de frustración le pinchó en el pecho, pues se había acostumbrado a esos largos e intensos encuentros fogosos en donde terminaba casi partida en dos, con dificultades hasta para caminar; por uno tan efímero como cuando su exesposo se animaba a tocarla.
Candy termina por recostarse en la cama para hundir su rostro en ella, no se atrevía a quejarse o pedir más porque recuerda que Terry aún está recuperándose de la operación tras el accidente. Él igualmente se postra a su lado también sintiendo la misma frustración por lo que como forma de disculpa la abraza y la prodiga de besos. El ambiente se torna en uno dulce y cariñoso del cual deseaban empaparse sus almas.
Estuvieron así por un largo tiempo hasta que la ama de llaves llama a la puerta para hacerle saber que tenía visitas. La joven se asusta porque no quiere que la encuentren en una situación deshonrosa y él porque no tiene ni idea de quién se trata. Candy arregla sus ropas para parecer presentable ante los recién llegados y luego le ayuda a él colocarse la bata; salen de la habitación para ir al salón donde les esperan.
Terry evita mostrar emoción alguna al reconocer a sus hermanos Ayers y Estela, también sus padres Eloisa y Richard, y Susana. Él toma asiento y le pide a Candy que no se retire.
-“Hijo”, no hace falta que tu enfermera esté presente en una conversación familiar muy importante.
-Lamento no poder complacerte en ello “madre”, pero su presencia es muy importante para mí.
Contesta a la mujer que se había atrevido a llamarlo hijo con cierto tono de desprecio, estaba claro que esa reunión era obra y arte de ella.
-Bueno, si es porque debe estar pendiente de tus cuidados lo acepto.
-Te lo agradezco.
-Espero que no te molestes porque le he pedido a tu sirvienta que nos prepare el té.
-Por supuesto que no “madre” puede sentirse como en su casa. Ahora bien, me pueden decir a qué se debe el honor de vuestra visita.
Solicita él mientras los invitados van recibiendo su bebida, Eloisa espera a que la mujer del servicio se retire para finalmente hablar.
-Estamos aquí porque hay algo muy importante que debes saber. Me temo que la cámara de los lores ha decidido que el heredero de los Grandchester tome su lugar en la sala y los negocios debido a que tu padre no se encuentra bien de salud. Es un hombre mayor que ha trabajado duro por su país y su familia que ya es hora que pueda retirarse y descansar.
-¿Está usted bien padre?
-Sí, no te preocupes.
Responde el hombre despreocupadamente, siendo el primer gesto que emite desde que habían llegado.
-¿Hay algo que yo deba o tenga que hacer?
Pregunta con un aire inocente Terry como queriendo dar a entender que no sabía nada de lo que ya habían tramado, por lo que su madrastra le contesta muy orgullosa.
-Me temo que eso no es posible debido a tu estado actual, aún tienes que recuperarte de tus lesiones por lo que no podrías estar al frente y a la altura que se requiere en tal posición.
-¿Entonces?
-Tu padre cree que es mejor que sea tu hermano Ayers quien ocupe tu lugar.
Terry abre sus ojos más de lo normal para fingir sorpresa y desconcierto.
-Espero que no te molestes “hijo”, lo hacemos por el honor de la familia, el bien de la corona inglesa. Tu padre está muy cansado y merece jubilarse. Lastimosamente vemos que no has podido cumplir con las pocas responsabilidades que te fueron encomendadas como prueba para que fueras considerado un digno sucesor, por lo que Ayers se encuentra en mejores condiciones para ocupar el lugar de tu padre.
-Comprendo.
-Como ves hermanito, ahora me toca hacerme cargo de todo, prometo que daré lo mejor de mí para no decepcionarte, ni a nuestros padres.
-Muy considerado de tu parte. ¿Hay algo más que deba saber?
-La verdad es que sí; como has estado comprometido con Susana por tres años, hemos hablado con ella y su madre para explicarle la situación ya que ahora es mi hijo el heredero. Y ambas han aceptado que el compromiso siga adelante y contraer nupcias muy pronto.
-Perdona "madre", pero no entiendo qué es lo que quieres decir… ¿Debo casarme pronto?
-No Terry, quien se casa soy yo con tu prometida.
Ahora era el turno de Candy de abrir los ojos desmesuradamente al haber escuchado tal barbaridad. Inmediatamente recupera la compostura y desvía su mirada a otro lado para disimular, mientras Eloisa se digna a continuar.
-La madre de Susana y yo estamos cansadas de esperar a que te decidieras a fijar una fecha para la boda, todos los preparativos hechos están cogiendo polvo. Además, es muy cruel por tu parte tener en zozobra a la pobre sólo porque no estás seguro del paso que debes dar.
-Oh.
-Por lo que la próxima semana realizaremos un banquete en la mansión para oficializar el compromiso y anunciar la fecha de la boda. Estaría bien que pudieses asistir para mostrar el apoyo a tu hermano, “hijo”, pero si por tu estado delicado de salud no puedes créeme que no te lo reprocharemos y comprendemos perfectamente.
Intenta esclarecer la señora para que Terry entienda entre líneas que su presencia no era necesaria ni deseada. Él sólo se limita a asentir con la cabeza como respuesta. Su hermano como estocada final le dice:
-Sé que ahora te enfrentarás a una situación muy precaria en términos económicos, pero debes saber que estaré muy encantado de poder ayudarte, así que puedes buscarme cada vez que necesites.
-Oh Ayers, qué hijo tan compasivo tengo. No puedes tener una madre más orgullosa; aunque estoy segura que Terry podrá apañarse perfectamente, ya que no está acostumbrado a tantos lujos y comodidades. Nada más tienes que ver la forma tan sobria en que está decorado éste lugar, ni un cuadro de algún famoso pintor ni siquiera el jarrón chino que le regalaste el año pasado lo tiene expuesto. ¿No lo habrás vendido porque estabas necesitado de dinero, verdad “hijo”?
-Por supuesto que no “madre” es que es un tesoro que tengo tanto aprecio porque me lo dio mi “queridísimo hermano” que lo tengo en mi habitación para poder verlo todos los días.
-Qué tierno por tu parte. Pero si necesitas dinero sabes que puedes decírnoslo, somos tu familia. Incluso podemos ayudarte con el gasto que requiere tener una enfermera a tiempo completo a tu lado.
-Ah, ¿Lo dices por Candy?
-Oh no… no, señora yo…
-Tranquila Candy…
Le dice Terry mientras posa una mano sobre las suyas que reposan en su regazo a la vez que le guiña un ojo para darle a entender que le siga la corriente, al final de cuenta esa era la forma que había encontrado para mantener la paz entre ellos.
-No se preocupe señorita, le pagaré muy bien, después de todo está cuidando de uno de los miembros de los Grandchester. Es lo menos que podemos hacer.
-Sí, porque venir y hacerme compañía es algo muy descabellado.
-No estarás reprochándonos sólo porque estuvimos dos veces contigo en el hospital. Debes comprender que fue muy duro verte ahí postrado en la cama todo débil, mi corazón se moría de dolor al verte así “hijo”. Estaba tan acongojada que había días que no podía ni levantarme de la cama. Tu padre estaba muy cargado de trabajo y tu hermano estaba fuera del país, Estela en el internado sin posibilidad de salir. No puedes culparnos.
-Por supuesto que no, perdón si eso fue lo que se dio a entender. Ahora si me disculpan, me retiro a descansar, debo tomar mí medicación y mi “enfermera” es muy estricta con el horario. Candy, por favor.
-Oh sí, claro. Si me disculpan.
Accede la joven a la petición de Terry, se pone en pie al lado de él para despedirse de los asistentes e ir en busca de las pastillas. Es entonces que los presentes también proceden a retirarse; Richard le da un abrazo a su hijo y le desea que se recupere pronto, Eloisa lo imita, pero su gesto fue fugas para evitar el contacto, Ayers le estrecha la mano y le da una palmada para desearle suerte, Susana decide también abrazarlo y al darle un beso en la mejilla le confiesa:
-Que sepas que lo hice sólo para poder estar cerca de ti.
Terry sólo entorna los ojos al escuchar tal absurdo para luego tomarla por los hombros y alejarla.
-No es necesario que hagas ésto.
Luego se dirige a su pequeña hermana quien siempre le ha mostrado un cariño sincero y le desea lo mejor.
-Pórtate bien y no te metas en líos con esas monjas.
-Por supuesto que no, sólo sigo los pasos de mi querido hermano.
-Ya, por eso lo digo.
-Por cierto, que sepas que no estoy de acuerdo con todo éste circo que se han montado.
-Te lo agradezco mucho, pequeña.
Asevera a la vez que la vuelve a abrazar.
Finalmente vuelven a estar solos y Terry agradece esa paz y la agradable compañía de Candy. Ambos se ríen al recordar la peculiar reunión que se había dado, luego él aprovecha para contarle cómo había sido su vida.
Su padre siempre había sido poco elocuente y muy escueto a la hora de mostrar su afecto. Eloisa por su parte fue muy mezquina y estricta para con él, sin embargo, no le importaba demostrar su afecto y predilección para con sus propios hijos. Lastimosamente eso hizo que empezara una rivalidad entre los hermanos porque Terry quería un poco de ese amor y se esforzaba por conseguirlo, pero Ayers procuraba entorpecer todos sus esfuerzos.
Hasta que finalmente se enteró de la verdad sobre su origen y que esto lo llevó a una temporada muy lúgubre llena de tristeza, hasta que un día tomó la determinación que demostraría su verdadera valía y sería quien se determinaría y forjaría su propio camino.
-Lamento tanto que hayas tenido una infancia tan terrible.
-No tienes que sentirte mal, tú no tuviste la culpa. Ahora estoy bien, soy fuerte y gracias a ello te he conocido, estoy muy satisfecho con mi vida.
-Me alegra oír eso. Por un momento temí que fueras a hacer alguna locura cuando te enteraste que tu prometida pasaba a manos de tu hermano.
-Por supuesto que me parece algo desagradable, pero Susana podría haberse liberado perfectamente de ese compromiso más no fue así. Por lo que es una decisión muy suya y puede hacer como le dé en gana. Otra cosa habría sido si me dijesen que eras tú quien se casaría con Ayers. Le habría roto las piernas, arrancado los ojos y cortado la lengua por atrever a fijarse en ti.
Asevera a la vez que empieza a besar su cuello, ella a duras penas logra balbucear su nombre ante la sensación que se despierta ante tal caricia. Sus piernas se debilitan, la piel se eriza al sentir que él la desprende de su ropa, se vuelve dócil ante la petición del castaño y terminan recostándose en la cama. Terry le confiesa con voz ronca:
-Creo que fui un poco egoísta en la tarde.
-Qué… ¿A qué te refieres?
-No pude proporcionarte el placer que te mereces.
Concluye para luego dirigirse a su pecho y besarlo, esto se endurecen al sentir su lengua rozándolos o por ser succionados. Con mano diestra baja por su abdomen, vientre hasta llegar a su sexo y acariciar esos labios íntimos; introduce un par de dedos para estimularla mientras siente la humedad de su deseo.
Candy deja que él la masturbe, le acaricie y bese como le dé en gana, pues Terry sabe muy bien como encender su deseo y también apagarlo. Un calor inunda su cuerpo y ahoga sus gemidos en la boca de él; se retuerce del placer, quisiera que la penetrara con su verga hasta el fondo, más debe conformarse con eso, de momento.
Entonces sujeta el brazo del castaño con fuerza al sentir que la está estimulando en ese punto exacto que la eleva al cielo, una sensación de corriente empieza acentuarse hasta que siente explotar como una bomba al alcanzar el orgasmo. Sus piernas convulsionan y su respiración es entrecortada; Terry sonríe maliciosamente satisfecho por haber conseguido que ella se corriera en su mano, observa la humedad en sus dedos y se los introduce en la boca para poder saborear la mies de su sexo; luego le susurra al oído mientras pega el cuerpo desnudo al suyo.
-Me encantas Candy… me tienes completamente enamorado. Te quiero… mucho.
-Yo… yo también te quiero Terry.
Confiesa finalmente con el rubor hasta en las orejas, tras besarlo oculta su rostro en el pecho masculino y puede oír claramente como ese corazón late intenso por la felicidad de haber escuchado esas palabras.
Una enfermera empuja la silla de ruedas hasta la salida donde espera el señor Whitman, éste abre la puerta del coche para que puedan subir y llevarlos a la residencia de su jefe. Esa era la primera vez que ella visitaba ese lugar, el cual no es que tuviese demasiados lujos pues debido a los negocios suele pasar mucho tiempo fuera.
Ahora las cosas se estaban dando de una manera diferente; mientras estuvo ingresado eran las enfermeras quienes se encargaban de casi todo lo concerniente a cuidados y atenciones para con el paciente, por lo que Candy siempre se había limitado en hacerle compañía y ayudarle con los alimentos; sin embargo, ahora él le pedía ayuda para todo. Para levantarse, sentarse o cambiarle la ropa.
Simplemente era su estrategia para poder acercarse a su cuerpo, disimuladamente rozar sus pechos o tocarle las caderas desvergonzadamente. Ella no se atrevía a reprocharle nada porque Terry se excusaba que era un simple accidente o ponía su cara de convaleciente. Sin embargo, Candy era muy estricta con respecto a su horario de medicación.
Ese día debía ayudarle a tomar una ducha, por lo que con presteza lo despoja de sus ropas, le sujeta de las manos para que entre en la bañera para luego enjuagar poco a poco su piel. Sus dedos le rozan cada centímetro para quitar el jabón, después con una toalla da suaves palmaditas para secar. Candy procura comportarse profesionalmente, algo había aprendido en sus días de voluntaria en el hospital.
A Terry se le erizan los bellos cuando siente como desliza sus dedos para cerciorarse que el vendaje este bien puesto una vez que logró limpiar y desinfectar la herida para que no se vayan a infectar. Luego le coloca una camisa y el pantalón del pijama para dejarlo cómodo en la cama. Candy le dice que espere un momento mientras va a traerle la merienda, cuando de presto escucha que grita su nombre, ella vuelve sobre sus pasos corriendo preocupada de que algo haya salido mal.
-¿Qué sucede Terry?
-Mira…
Dice a la vez que señala una protuberancia muy grande en su entrepierna.
-… necesito que me ayudes con esto…
-¿Cómo?
Más que no saber por cómo hacerlo, lo pregunta por la sorpresa, casi se ríe ante su actuar medio infantil.
-Ven aquí…
Le pide a la vez que se coloca en pie para bajarse el pantalón y dejar expuesto su pene todo erecto, Candy traga grueso ante la apreciación de su miembro; luego él la toma del brazo para ponerla delante suyo y subirle los vuelos de su vestido, bajarle la ropa interior para seguidamente penetrarla.
Ambos habían estado extrañándose desde que decidieron separarse hace casi dos meses, y aunque el doctor le comentó que podía pasar un buen tiempo antes de que lograse tener una erección, no tenía de qué preocuparse porque su vida sexual no se vería afectada.
Y ahí estaba su miembro dándole a entender que estaba vivo, que estaban bien y que se necesitaban.
Al introducirse sin preámbulos sintió una resistencia que lo excitaba. Deseaba poder embestirla con tanta fuerza, pero no quería exceder y terminar lastimándose. Sus movimientos eran suaves, tiernos y apasionados. Candy se humedeció rápidamente al percibir ese miembro en su interior, aunque no estaba en todo su esplendor, y que sus embestidas no eran tan intensas estaba feliz de volverlo a sentir.
Ella tiene su torso inclinado hacia adelante para apoyarse en la cama y elevar su trasero para dejarlo cerca su falo, la vista de ese terso trasero blanco es apretujado por sus manos excita al hombre; un calor empieza a recorrer de cuerpo Candy dándole a entender que quiere más, pero sus ansias quedaron frustradas cuando escucha gemir a Terry por haber alcanzado su éxtasis, seguidamente el líquido seminal con el que fue llenada se escurre por sus muslos.
No había sido devorada por el deseo, calcinada por la lujuria ni devastada por la pasión, cuando él ya se ha corrido… cierto sentimiento de frustración le pinchó en el pecho, pues se había acostumbrado a esos largos e intensos encuentros fogosos en donde terminaba casi partida en dos, con dificultades hasta para caminar; por uno tan efímero como cuando su exesposo se animaba a tocarla.
Candy termina por recostarse en la cama para hundir su rostro en ella, no se atrevía a quejarse o pedir más porque recuerda que Terry aún está recuperándose de la operación tras el accidente. Él igualmente se postra a su lado también sintiendo la misma frustración por lo que como forma de disculpa la abraza y la prodiga de besos. El ambiente se torna en uno dulce y cariñoso del cual deseaban empaparse sus almas.
Estuvieron así por un largo tiempo hasta que la ama de llaves llama a la puerta para hacerle saber que tenía visitas. La joven se asusta porque no quiere que la encuentren en una situación deshonrosa y él porque no tiene ni idea de quién se trata. Candy arregla sus ropas para parecer presentable ante los recién llegados y luego le ayuda a él colocarse la bata; salen de la habitación para ir al salón donde les esperan.
Terry evita mostrar emoción alguna al reconocer a sus hermanos Ayers y Estela, también sus padres Eloisa y Richard, y Susana. Él toma asiento y le pide a Candy que no se retire.
-“Hijo”, no hace falta que tu enfermera esté presente en una conversación familiar muy importante.
-Lamento no poder complacerte en ello “madre”, pero su presencia es muy importante para mí.
Contesta a la mujer que se había atrevido a llamarlo hijo con cierto tono de desprecio, estaba claro que esa reunión era obra y arte de ella.
-Bueno, si es porque debe estar pendiente de tus cuidados lo acepto.
-Te lo agradezco.
-Espero que no te molestes porque le he pedido a tu sirvienta que nos prepare el té.
-Por supuesto que no “madre” puede sentirse como en su casa. Ahora bien, me pueden decir a qué se debe el honor de vuestra visita.
Solicita él mientras los invitados van recibiendo su bebida, Eloisa espera a que la mujer del servicio se retire para finalmente hablar.
-Estamos aquí porque hay algo muy importante que debes saber. Me temo que la cámara de los lores ha decidido que el heredero de los Grandchester tome su lugar en la sala y los negocios debido a que tu padre no se encuentra bien de salud. Es un hombre mayor que ha trabajado duro por su país y su familia que ya es hora que pueda retirarse y descansar.
-¿Está usted bien padre?
-Sí, no te preocupes.
Responde el hombre despreocupadamente, siendo el primer gesto que emite desde que habían llegado.
-¿Hay algo que yo deba o tenga que hacer?
Pregunta con un aire inocente Terry como queriendo dar a entender que no sabía nada de lo que ya habían tramado, por lo que su madrastra le contesta muy orgullosa.
-Me temo que eso no es posible debido a tu estado actual, aún tienes que recuperarte de tus lesiones por lo que no podrías estar al frente y a la altura que se requiere en tal posición.
-¿Entonces?
-Tu padre cree que es mejor que sea tu hermano Ayers quien ocupe tu lugar.
Terry abre sus ojos más de lo normal para fingir sorpresa y desconcierto.
-Espero que no te molestes “hijo”, lo hacemos por el honor de la familia, el bien de la corona inglesa. Tu padre está muy cansado y merece jubilarse. Lastimosamente vemos que no has podido cumplir con las pocas responsabilidades que te fueron encomendadas como prueba para que fueras considerado un digno sucesor, por lo que Ayers se encuentra en mejores condiciones para ocupar el lugar de tu padre.
-Comprendo.
-Como ves hermanito, ahora me toca hacerme cargo de todo, prometo que daré lo mejor de mí para no decepcionarte, ni a nuestros padres.
-Muy considerado de tu parte. ¿Hay algo más que deba saber?
-La verdad es que sí; como has estado comprometido con Susana por tres años, hemos hablado con ella y su madre para explicarle la situación ya que ahora es mi hijo el heredero. Y ambas han aceptado que el compromiso siga adelante y contraer nupcias muy pronto.
-Perdona "madre", pero no entiendo qué es lo que quieres decir… ¿Debo casarme pronto?
-No Terry, quien se casa soy yo con tu prometida.
Ahora era el turno de Candy de abrir los ojos desmesuradamente al haber escuchado tal barbaridad. Inmediatamente recupera la compostura y desvía su mirada a otro lado para disimular, mientras Eloisa se digna a continuar.
-La madre de Susana y yo estamos cansadas de esperar a que te decidieras a fijar una fecha para la boda, todos los preparativos hechos están cogiendo polvo. Además, es muy cruel por tu parte tener en zozobra a la pobre sólo porque no estás seguro del paso que debes dar.
-Oh.
-Por lo que la próxima semana realizaremos un banquete en la mansión para oficializar el compromiso y anunciar la fecha de la boda. Estaría bien que pudieses asistir para mostrar el apoyo a tu hermano, “hijo”, pero si por tu estado delicado de salud no puedes créeme que no te lo reprocharemos y comprendemos perfectamente.
Intenta esclarecer la señora para que Terry entienda entre líneas que su presencia no era necesaria ni deseada. Él sólo se limita a asentir con la cabeza como respuesta. Su hermano como estocada final le dice:
-Sé que ahora te enfrentarás a una situación muy precaria en términos económicos, pero debes saber que estaré muy encantado de poder ayudarte, así que puedes buscarme cada vez que necesites.
-Oh Ayers, qué hijo tan compasivo tengo. No puedes tener una madre más orgullosa; aunque estoy segura que Terry podrá apañarse perfectamente, ya que no está acostumbrado a tantos lujos y comodidades. Nada más tienes que ver la forma tan sobria en que está decorado éste lugar, ni un cuadro de algún famoso pintor ni siquiera el jarrón chino que le regalaste el año pasado lo tiene expuesto. ¿No lo habrás vendido porque estabas necesitado de dinero, verdad “hijo”?
-Por supuesto que no “madre” es que es un tesoro que tengo tanto aprecio porque me lo dio mi “queridísimo hermano” que lo tengo en mi habitación para poder verlo todos los días.
-Qué tierno por tu parte. Pero si necesitas dinero sabes que puedes decírnoslo, somos tu familia. Incluso podemos ayudarte con el gasto que requiere tener una enfermera a tiempo completo a tu lado.
-Ah, ¿Lo dices por Candy?
-Oh no… no, señora yo…
-Tranquila Candy…
Le dice Terry mientras posa una mano sobre las suyas que reposan en su regazo a la vez que le guiña un ojo para darle a entender que le siga la corriente, al final de cuenta esa era la forma que había encontrado para mantener la paz entre ellos.
-No se preocupe señorita, le pagaré muy bien, después de todo está cuidando de uno de los miembros de los Grandchester. Es lo menos que podemos hacer.
-Sí, porque venir y hacerme compañía es algo muy descabellado.
-No estarás reprochándonos sólo porque estuvimos dos veces contigo en el hospital. Debes comprender que fue muy duro verte ahí postrado en la cama todo débil, mi corazón se moría de dolor al verte así “hijo”. Estaba tan acongojada que había días que no podía ni levantarme de la cama. Tu padre estaba muy cargado de trabajo y tu hermano estaba fuera del país, Estela en el internado sin posibilidad de salir. No puedes culparnos.
-Por supuesto que no, perdón si eso fue lo que se dio a entender. Ahora si me disculpan, me retiro a descansar, debo tomar mí medicación y mi “enfermera” es muy estricta con el horario. Candy, por favor.
-Oh sí, claro. Si me disculpan.
Accede la joven a la petición de Terry, se pone en pie al lado de él para despedirse de los asistentes e ir en busca de las pastillas. Es entonces que los presentes también proceden a retirarse; Richard le da un abrazo a su hijo y le desea que se recupere pronto, Eloisa lo imita, pero su gesto fue fugas para evitar el contacto, Ayers le estrecha la mano y le da una palmada para desearle suerte, Susana decide también abrazarlo y al darle un beso en la mejilla le confiesa:
-Que sepas que lo hice sólo para poder estar cerca de ti.
Terry sólo entorna los ojos al escuchar tal absurdo para luego tomarla por los hombros y alejarla.
-No es necesario que hagas ésto.
Luego se dirige a su pequeña hermana quien siempre le ha mostrado un cariño sincero y le desea lo mejor.
-Pórtate bien y no te metas en líos con esas monjas.
-Por supuesto que no, sólo sigo los pasos de mi querido hermano.
-Ya, por eso lo digo.
-Por cierto, que sepas que no estoy de acuerdo con todo éste circo que se han montado.
-Te lo agradezco mucho, pequeña.
Asevera a la vez que la vuelve a abrazar.
Finalmente vuelven a estar solos y Terry agradece esa paz y la agradable compañía de Candy. Ambos se ríen al recordar la peculiar reunión que se había dado, luego él aprovecha para contarle cómo había sido su vida.
Su padre siempre había sido poco elocuente y muy escueto a la hora de mostrar su afecto. Eloisa por su parte fue muy mezquina y estricta para con él, sin embargo, no le importaba demostrar su afecto y predilección para con sus propios hijos. Lastimosamente eso hizo que empezara una rivalidad entre los hermanos porque Terry quería un poco de ese amor y se esforzaba por conseguirlo, pero Ayers procuraba entorpecer todos sus esfuerzos.
Hasta que finalmente se enteró de la verdad sobre su origen y que esto lo llevó a una temporada muy lúgubre llena de tristeza, hasta que un día tomó la determinación que demostraría su verdadera valía y sería quien se determinaría y forjaría su propio camino.
-Lamento tanto que hayas tenido una infancia tan terrible.
-No tienes que sentirte mal, tú no tuviste la culpa. Ahora estoy bien, soy fuerte y gracias a ello te he conocido, estoy muy satisfecho con mi vida.
-Me alegra oír eso. Por un momento temí que fueras a hacer alguna locura cuando te enteraste que tu prometida pasaba a manos de tu hermano.
-Por supuesto que me parece algo desagradable, pero Susana podría haberse liberado perfectamente de ese compromiso más no fue así. Por lo que es una decisión muy suya y puede hacer como le dé en gana. Otra cosa habría sido si me dijesen que eras tú quien se casaría con Ayers. Le habría roto las piernas, arrancado los ojos y cortado la lengua por atrever a fijarse en ti.
Asevera a la vez que empieza a besar su cuello, ella a duras penas logra balbucear su nombre ante la sensación que se despierta ante tal caricia. Sus piernas se debilitan, la piel se eriza al sentir que él la desprende de su ropa, se vuelve dócil ante la petición del castaño y terminan recostándose en la cama. Terry le confiesa con voz ronca:
-Creo que fui un poco egoísta en la tarde.
-Qué… ¿A qué te refieres?
-No pude proporcionarte el placer que te mereces.
Concluye para luego dirigirse a su pecho y besarlo, esto se endurecen al sentir su lengua rozándolos o por ser succionados. Con mano diestra baja por su abdomen, vientre hasta llegar a su sexo y acariciar esos labios íntimos; introduce un par de dedos para estimularla mientras siente la humedad de su deseo.
Candy deja que él la masturbe, le acaricie y bese como le dé en gana, pues Terry sabe muy bien como encender su deseo y también apagarlo. Un calor inunda su cuerpo y ahoga sus gemidos en la boca de él; se retuerce del placer, quisiera que la penetrara con su verga hasta el fondo, más debe conformarse con eso, de momento.
Entonces sujeta el brazo del castaño con fuerza al sentir que la está estimulando en ese punto exacto que la eleva al cielo, una sensación de corriente empieza acentuarse hasta que siente explotar como una bomba al alcanzar el orgasmo. Sus piernas convulsionan y su respiración es entrecortada; Terry sonríe maliciosamente satisfecho por haber conseguido que ella se corriera en su mano, observa la humedad en sus dedos y se los introduce en la boca para poder saborear la mies de su sexo; luego le susurra al oído mientras pega el cuerpo desnudo al suyo.
-Me encantas Candy… me tienes completamente enamorado. Te quiero… mucho.
-Yo… yo también te quiero Terry.
Confiesa finalmente con el rubor hasta en las orejas, tras besarlo oculta su rostro en el pecho masculino y puede oír claramente como ese corazón late intenso por la felicidad de haber escuchado esas palabras.
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