Consecuencias de un engaño
Capítulo II
Capítulo II
Sin esperar corrió hasta la oficina del director, no podia creer que Candy, su amada Candy se hubiese casado y lo hubiera olvidado tan fácilmente…
- Sr. Hataway podría darme unos días, debo arreglar un asunto en Chicago – solicitó Terry profusamente enojado.
- ¡Pero Terry, el estreno está demasiado cerca como para ir a Chicago! – refunfuñó el Sr. Hataway.
- Lo siento, pero debo estar allá lo más rápido posible, por favor… - dijo con una mirada suplicante…
Hattaway supo de inmediato que igual si no le daba permiso él se iría y perderia a su estelar… suspiro antes de contestarle…
- Está bien Terruce, pero ¡sólo unos días!
- Gracias – suspiró aliviado el castaño.
- Tárdate lo menos posible, la obra no puede cambiar la fecha sólo porque no estás… - le advirtió el director.
- Por supuesto… - constesto Terry con desgana, pero no estaba seguro que pudiera volver rápido, tenia que hablar con Candy y ese matrimonio, sin saber que el esposo de Candy era su mejor amigo.
Chicago
Todo era una confusión, debía ser una confusión. Al llegar al hospital parecía no ocurrir nada o eso pensaba ella, las miradas se enfocaron en su persona cuando caminaba por los pasillos, las enfermeras cuchicheaban a escondidas y ella se sintió un poco preocupada, hasta que se topó con el Dr. Lenard.
- Candice sígame, la están esperando – le informó no dándole oportunidad de interactuar con ella.
- Pero Dr. Lenard, iba con Albert – ella señaló con su mano el cuarto cero.
- Tiene una visita importante, sígame – el médico atinó a no darle la cara, pero la preocupacion se escuchaba en su voz.
- De acuerdo… - Candy se rindió siguiéndolo.
Seguramente era la tía abuela que ya se habia enterado de esto, tenía que enfrentar lo que su mentira había ocasionado y si era George, a él podría contarle que no estaba casada con un criminal sino con Albert, su mejor amigo, el que la salvó en innumerables ocasiones. Albert no era un criminal, pero no le podía decir eso a la tía abuela, para ella sería un vagabundo y nada más… - Candy iba pensando, llegaron a la oficina… y temía demasiado, esperaba lo peor….
- Señorita Candy – George la saludó.
- G…eorge – Candy apenas y pudo articular palabra.
- Los dejo solos – el Dr. Lenard saludó con la cabeza y se retiró de ahí, cerrando la puerta suavemente.
- Gracias Dr. Lenard - George la invitó a sentarse y tomó la palabra lo más tranquilo que podía…Podría explicarme ¿qué sucede? ¿Cómo es que se ha casado? ¿Con permiso de quién se ha casado, señorita Candy? ¡¿Sabe lo que ha hecho?! – las preguntas más lógicas eran preguntadas por George, aunque un poco confundido.
- ¡Hola george! Me da gusto saludarlo – se mofó Candy.
- Lo siento, ésto es increíble – gritó George.
- ¿Lo es? Supe lo que hacía – se puso en jarras ante las preguntas de George, de todos menos de él, lo hubiese creído. La tía abuela ¿lo sabe? – preguntó indiferente.
- Por supuesto, lo ha leído esta mañana – aseguró el fiel compañero de William.
- Y ¿cómo ha reaccionado? – cuestionó ella hecha una furia.
- Se desmayó, pero era importante que hablara con usted antes de que ella lo hiciera – resolvió George un poco más calmado.
- ¿La dejaste ahí sin que nadie la auxiliara? – Candy lo reprendió.
- Los chicos lo hicieron, no se preocupe, ¿quién es el hombre con el que usted se casó? ¿Cómo se llama? ¿Hace cuánto? – comenzó el interrogatorio nuevamente.
- Un amigo mío, Albert White, hace unas semanas apenas – decidió contar la rubia, pero solo lo que George le preguntaba.
- ¿Lo conozco? – cuestionó George indagando un poco.
- No lo creo, George – se mofó de él. ¿Lo sabrá el tío abuelo William? – cuestionó ella rápidamente.
- No lo sé, señorita Candy o debo decir ¿señora? – refirio George comenzando a molestar a Candy.
- Señorita aún, gracias por preguntar, Dios me siento como si fuera otra persona – murmuró dándose la vuelta y sentandose en el sillon que se encontraba a su derecha.
- Lo siento, es que…bueno ¿me lo va a presentar? Digo el Sr. William no se ha comunicado conmigo últimamente – refirió Geroge cabizbajo.
- No sabes ¿dónde se encuentra? – preguntó ella volteando a verlo.
- No – susurró Geroge.
- Bueno, uno menos que me reprenderá – la rubia atinó a sonreír un poco.
- Los chicos se han enterado, lo sabrán los señoritos Leagan – refirió George recordándolos.
- Cierto, ¿cómo pudo olvidarlos? No tengo tiempo para esas preguntas George – comentó la rubia.
- ¡Estoy alterado! ¿Me lo presentará? – pidió George.
- ¡Claro, qué remedio! Vamos George, sígame – pidió Candy irónicamente.
A Candy ya no le preocupaba nada, la conversacion con George había sido incómoda, demasiado para su gusto; por otro lado, el largo camino al cuarto cero parecía interminable. Cuando llegaron, Candice respiró lentamente y abrió la puerta sin tocar.
- ¡Buenos días! – saludó Candy cuando entró hasta la cama de Albert.
- ¡Candy, qué sorpresa! ¡No esperaba verte tan temprano! – exclamó Albert contento.
- Vengo a visitarte y traje a un amigo – Candy le contó tratando de ocultar su preocupación.
- ¿En serio? Ven Puppet, ¿estamos presentables? – el rubio le sonrió a Candy ante tal pregunta.
- Sí, vamos George, pasa. Te presento a Albert White. Albert, él es George Johnson – Candy hizo las presentaciones pertinentes.
- Albert White, ¿Puppet? ¿Qué haces aquí? ¡Oh Dios mío! ¡Señor Andley! – George había cometido un error muy grande, sorprendiendose y no atinar a preguntarle antes a Candy.
- ¿Cómo ha dicho usted? – el rubio lo miró raramente.
- ¡George…! ¿Qué sucede? ¿Por qué le has llamado señor Andley? Su nombres es Albert White… - candy le informó a George.
- ¡Candy…! ¡William! ¿Qué está sucediendo? ¡Diganme que es una broma! ¿Cómo es que ustedes dos están casados? – preguntó ante la mirada atónita de ambos rubios, uno porque candy no sabía que contar y otro porque no lo reconocía.
- ¡Casados! ¿Qué es lo que quiere decir Candy? Candy, ¿eres mi esposa? – cuestionó Albert un tanto asustado.
- Yo… este no entiendo, ¿de que hablas? Él es…Albert, mi amigo, ¿cómo es un Andley? – preguntó lo primero que no entendía.
- Candy él…su nombre verdadero es…, tú tío Abuelo William Albert Andley…tu esposo.
Continuará…
- Sr. Hataway podría darme unos días, debo arreglar un asunto en Chicago – solicitó Terry profusamente enojado.
- ¡Pero Terry, el estreno está demasiado cerca como para ir a Chicago! – refunfuñó el Sr. Hataway.
- Lo siento, pero debo estar allá lo más rápido posible, por favor… - dijo con una mirada suplicante…
Hattaway supo de inmediato que igual si no le daba permiso él se iría y perderia a su estelar… suspiro antes de contestarle…
- Está bien Terruce, pero ¡sólo unos días!
- Gracias – suspiró aliviado el castaño.
- Tárdate lo menos posible, la obra no puede cambiar la fecha sólo porque no estás… - le advirtió el director.
- Por supuesto… - constesto Terry con desgana, pero no estaba seguro que pudiera volver rápido, tenia que hablar con Candy y ese matrimonio, sin saber que el esposo de Candy era su mejor amigo.
Chicago
Todo era una confusión, debía ser una confusión. Al llegar al hospital parecía no ocurrir nada o eso pensaba ella, las miradas se enfocaron en su persona cuando caminaba por los pasillos, las enfermeras cuchicheaban a escondidas y ella se sintió un poco preocupada, hasta que se topó con el Dr. Lenard.
- Candice sígame, la están esperando – le informó no dándole oportunidad de interactuar con ella.
- Pero Dr. Lenard, iba con Albert – ella señaló con su mano el cuarto cero.
- Tiene una visita importante, sígame – el médico atinó a no darle la cara, pero la preocupacion se escuchaba en su voz.
- De acuerdo… - Candy se rindió siguiéndolo.
Seguramente era la tía abuela que ya se habia enterado de esto, tenía que enfrentar lo que su mentira había ocasionado y si era George, a él podría contarle que no estaba casada con un criminal sino con Albert, su mejor amigo, el que la salvó en innumerables ocasiones. Albert no era un criminal, pero no le podía decir eso a la tía abuela, para ella sería un vagabundo y nada más… - Candy iba pensando, llegaron a la oficina… y temía demasiado, esperaba lo peor….
- Señorita Candy – George la saludó.
- G…eorge – Candy apenas y pudo articular palabra.
- Los dejo solos – el Dr. Lenard saludó con la cabeza y se retiró de ahí, cerrando la puerta suavemente.
- Gracias Dr. Lenard - George la invitó a sentarse y tomó la palabra lo más tranquilo que podía…Podría explicarme ¿qué sucede? ¿Cómo es que se ha casado? ¿Con permiso de quién se ha casado, señorita Candy? ¡¿Sabe lo que ha hecho?! – las preguntas más lógicas eran preguntadas por George, aunque un poco confundido.
- ¡Hola george! Me da gusto saludarlo – se mofó Candy.
- Lo siento, ésto es increíble – gritó George.
- ¿Lo es? Supe lo que hacía – se puso en jarras ante las preguntas de George, de todos menos de él, lo hubiese creído. La tía abuela ¿lo sabe? – preguntó indiferente.
- Por supuesto, lo ha leído esta mañana – aseguró el fiel compañero de William.
- Y ¿cómo ha reaccionado? – cuestionó ella hecha una furia.
- Se desmayó, pero era importante que hablara con usted antes de que ella lo hiciera – resolvió George un poco más calmado.
- ¿La dejaste ahí sin que nadie la auxiliara? – Candy lo reprendió.
- Los chicos lo hicieron, no se preocupe, ¿quién es el hombre con el que usted se casó? ¿Cómo se llama? ¿Hace cuánto? – comenzó el interrogatorio nuevamente.
- Un amigo mío, Albert White, hace unas semanas apenas – decidió contar la rubia, pero solo lo que George le preguntaba.
- ¿Lo conozco? – cuestionó George indagando un poco.
- No lo creo, George – se mofó de él. ¿Lo sabrá el tío abuelo William? – cuestionó ella rápidamente.
- No lo sé, señorita Candy o debo decir ¿señora? – refirio George comenzando a molestar a Candy.
- Señorita aún, gracias por preguntar, Dios me siento como si fuera otra persona – murmuró dándose la vuelta y sentandose en el sillon que se encontraba a su derecha.
- Lo siento, es que…bueno ¿me lo va a presentar? Digo el Sr. William no se ha comunicado conmigo últimamente – refirió Geroge cabizbajo.
- No sabes ¿dónde se encuentra? – preguntó ella volteando a verlo.
- No – susurró Geroge.
- Bueno, uno menos que me reprenderá – la rubia atinó a sonreír un poco.
- Los chicos se han enterado, lo sabrán los señoritos Leagan – refirió George recordándolos.
- Cierto, ¿cómo pudo olvidarlos? No tengo tiempo para esas preguntas George – comentó la rubia.
- ¡Estoy alterado! ¿Me lo presentará? – pidió George.
- ¡Claro, qué remedio! Vamos George, sígame – pidió Candy irónicamente.
A Candy ya no le preocupaba nada, la conversacion con George había sido incómoda, demasiado para su gusto; por otro lado, el largo camino al cuarto cero parecía interminable. Cuando llegaron, Candice respiró lentamente y abrió la puerta sin tocar.
- ¡Buenos días! – saludó Candy cuando entró hasta la cama de Albert.
- ¡Candy, qué sorpresa! ¡No esperaba verte tan temprano! – exclamó Albert contento.
- Vengo a visitarte y traje a un amigo – Candy le contó tratando de ocultar su preocupación.
- ¿En serio? Ven Puppet, ¿estamos presentables? – el rubio le sonrió a Candy ante tal pregunta.
- Sí, vamos George, pasa. Te presento a Albert White. Albert, él es George Johnson – Candy hizo las presentaciones pertinentes.
- Albert White, ¿Puppet? ¿Qué haces aquí? ¡Oh Dios mío! ¡Señor Andley! – George había cometido un error muy grande, sorprendiendose y no atinar a preguntarle antes a Candy.
- ¿Cómo ha dicho usted? – el rubio lo miró raramente.
- ¡George…! ¿Qué sucede? ¿Por qué le has llamado señor Andley? Su nombres es Albert White… - candy le informó a George.
- ¡Candy…! ¡William! ¿Qué está sucediendo? ¡Diganme que es una broma! ¿Cómo es que ustedes dos están casados? – preguntó ante la mirada atónita de ambos rubios, uno porque candy no sabía que contar y otro porque no lo reconocía.
- ¡Casados! ¿Qué es lo que quiere decir Candy? Candy, ¿eres mi esposa? – cuestionó Albert un tanto asustado.
- Yo… este no entiendo, ¿de que hablas? Él es…Albert, mi amigo, ¿cómo es un Andley? – preguntó lo primero que no entendía.
- Candy él…su nombre verdadero es…, tú tío Abuelo William Albert Andley…tu esposo.
Continuará…