Capítulo 6
Cuando llamé a George la mañana siguiente, puesto que pensábamos salir del hotel para ir a la estación, me causó sorpresa que me pidiera que no lo hiciera. Había localizado los papeles donde habían dado la noticia a mi familia de la supuesta muerte de Stear.
Fueron entregados de propia mano por el General Harrison, quien había sido el que se hizo cargo de toda la flota que marchó el día que Stear se enlistó, pero estaba firmada por el presidente de nuestro país.
En ella, se hacía un breve reporte de los hechos que ellos conocían, pero ahondaban en el hecho de que había sido imposible recuperar el cuerpo.
Lo que yo entendí por Seymour, se complementó con lo que supe después: Hacía poco tiempo se había ganado una batalla de parte de los franceses en Champagne, pero pensaban que el avión había caído directo en el lago y todo era un embrollo puesto que a pesar de estar en territorio francés, el militar encargado de la flota de aviadores era británico, propias normas, propio sistema de información y reconocimiento.
Hubo voluntarios de varios países, americanos en su mayoría. Habían muerto tantos, que se tenía registro de los que podían pilotear todavía, mientras se entregaba los de aquellos que ya habían fallecido a los lugares donde residían. Por eso ni Dominic Lefranc ni Alistear Cornwell Andrew aparecían en los papeles que ellos aún poseían; y con la locura que fue enlistar a tantos nuevos, los pocos que habían sobrevivido para aquel entonces no los habían conocido.
Para eso tomamos en cuenta que había pasado un tiempo antes de que Stear estuviera lúcido y se hicieran las preguntas correspondientes.
Stear se puso triste cuando le dijimos sobre sus compañeros acaecidos en combate, pero lo tomó con entereza. También comprendió que no pudiera ir a resolver los asuntos por sí mismo debido al caos legal, pero sobre todo teniendo a su hijo que atender ahora que se empeñaba en dar sus primeros pasos.
Y la razón por la cual no nos permitió George volver, fue debido a que el General Harrison se encontraba en Nueva York precisamente. Desde el primer día me informó donde encontrarlo y al inicio solamente Archie me acompañó.
George tomó el tren esa misma mañana, trayendo consigo varios trajes porque le dije que sólo me había traído una mochila. Archie se compró dos trajes y otro par extra de camisas mientras yo hacía las averiguaciones sobre los lugares que George me había indicado.
Las mañanas en Nueva York al parecer eran demasiado ajetreadas para mí. Lo descubrí desde el primer día, pero ya han pasado seis y hemos dado tantas vueltas Archie, George y yo que seguramente tendremos que ir a comprar zapatos nuevos.
Estos seis días he llegado a charlar con Candy un poco, pero Dorothy no se le despega (a excepción de anoche) y Diane se nota acongojada porque se siente fuera de lugar (o eso me supongo). No habíamos desayunado juntos porque yo he salido temprano, pero la comida sí la hemos compartido en dos ocasiones y también todas las cenas. Ellas ahogan las horas del día quedando de verse con Stear y atendiendo al pequeño, pero lo han hecho exclusivamente en el hotel donde él está hospedado como si fuesen su madre y sus dos hermanas. No imagino que el Gerente del hotel les haya creído mucho, pero se queda tranquilo al saber que hay un pequeño de por medio y que las damas no pasan la noche en la misma suite. Dice Candy que para distraerlo lo han paseado por la planta del hotel varias veces y que efectivamente, Diane sabe francés pero que no le ha dicho de donde lo ha aprendido.
- Me siento increíblemente agotado -le dije a Candy anoche cuando me senté para cenar, Candy ya había ordenado por ambos. Diane estaba algo indispuesta en su habitación, y Dorothy no tenía apetito, así que se sentó a esperarnos justo en la antesala donde me habían esperado la primera noche a pesar de que le insistimos en que se sentara con nosotros-. El General mandó pedir unos papeles que suponemos llegarán en el próximo barco, pero mientras tanto nos ha permitido inspeccionar entre sus informes personales con ayuda de uno de los cabos. Están llenos de incongruencias, firmados por mucha gente distinta. Algunos no tienen datos completos. Un caos.
«Pero por otro lado, al parecer hemos localizado a uno de los médicos que atendió a Stear y vive en Ontario. Investigar las brigadas encargadas de los servicios médicos voluntarios de donde hemos encontrado esa información, ha sido una labor titánica. »
«Estuvimos tentados a ir por el médico personalmente, pero afortunadamente hay un registro que trata sobre su caso y que ya tenemos en nuestro poder. Le mandarán llamar para que firme una declaración jurada y habrá probablemente una audiencia militar y otra civil para resolver la situación de Stear.»
- Tú crees que sea suficiente con su testimonio? -me preguntó. Yo deseaba que así fuese.
- Hay un reporte médico que el Dr. Seymour nos ha entregado de su colega. Habla detalladamente sobre su caso y cómo fue que durante ese tiempo se creyó Dominic Lefranc. Hace notar que en el momento del viaje no había pruebas de las sospechas de que fuese una persona distinta a la de los papeles que portaba, pero que esperaba que reencontrarse con algún conocido fuese definitivo para comprobarlo.
- Entonces ha dejado en duda su opinión de que el golpe le hubiere devuelto la memoria.
- Lo que ha dicho es que podía haberle hecho desarrollar una identidad extra, cosa que jamás se me hubiera ocurrido, pero que había que confirmarlo como tal. Por eso no se pidió que se solucionara lo de su documentación. Hasta que hubieran pruebas de que realmente era otra persona, no podían pedir a la embajada ayuda en su caso. Lo habrían tomado por loco.
- Me lo supongo. No es algo común, sabes? Perder la memoria.
- Pues entonces digamos que es una maldición. Que tío y sobrino la perdieran en la misma guerra es casi insólito.
- Probablemente sin el choque jamás la hubiera recuperado. Lo has pensado?
Y lo había hecho, así que asentí.
- Y seguramente sería un hombre relativamente feliz, con una familia en crecimiento, pero se habría preguntado si alguien de su familia podía haber sobrevivido que Giselle no conociera o si era tan buen hombre como ella lo mencionaba(...). Es que yo lo entiendo. Cuando yo perdí la memoria me atormentaban demasiadas cosas y me llegué a preguntar si era tal como tú me habías dicho que era. Me endilgabas demasiadas virtudes.
- Dudabas de mí? -preguntó incrédula. Yo me reí.
- No puedo decir eso, pero me ruborizaba que dijeras solo cosas buenas sobre mí -entonces ella se ruborizó-. Ya no puedo decir que sea completamente de ese modo. Desde entonces me miraba los defectos, pero no entendía...
Y me detuve. Ella seguía con ese rubor y parecía que se acentuaba por momentos. No se atrevía a mirarme. Tragué. Quería decirle cosas que nunca le había dicho.
- Creo que era tu manera para que no me diese cuenta lo especial que eras tú.
Ella levantó su cara y me miró a los ojos. Yo proseguí.
- Te empeñadas en hacerte ver como una chica normal y no eras una chica como todas. Eras dulce y divertida, sincera y atrevida. Me encantaban tus berrinches y las travesuras que hacías a veces. Tu nobleza y generosidad. Tu confianza.
La vi tragar. Supongo que pensó que me refería sólo al pasado, así que me apresuré para corregir eso.
- Y con el paso del tiempo sigues siendo todas esas cosas, pero has mejorado y también en otras -y traté de aligerar el ambiente pues sus ojos se estaban poniendo brillantes, como en el preludio de las lágrimas-, ahora ya sabes cocinar y no te metes en líos con máquinas extrañas.
Se rió pero hizo un hipido al final. La había conmovido. Tenía sus ojos con lágrimas casi desbordadas.
- Seguro que eso cambia ahora que Stear ha vuelto. Dudo que su afición por crear inventos haya cesado y yo suelo ser su conejillo de indias.
Le tomé la mano en un arranque de valor y sentí como si eso la hubiese sorprendido pero no desagradablemente.
- Eso no, que Stear siga inventando cosas no significa que seas tú quien se atreva a probarlas, aunque reconozco que eso también admiro de ti.
«Tengo tantos años conociéndote, admirandote, aprendiendo contigo... Lo único que lamento es no haber podido arreglar mis asuntos mucho antes para poder estar cerca de nuevo -y lo dije con el corazón en la mano-. Tengo meses luchando para lograr eso y quería que lo supieras, por eso estoy insistiendo tanto sobre tus estudios. Quiero que lo entiendas, no estoy en contra de ellos, sólo te pido que reconsideres el lugar. Si no es posible, soy capaz de instalar las oficinas en Ithaca aunque eso me signifique viajar para acá varias veces a la semana.»
Y tener que discutirlo con el Consejo, pensé, pero eso no se lo dije.
- Cual ciudad sería la mejor opción para tus negocios? -preguntó, pero su voz tembló.
- Ser mejor, te diría que aquí mismo. Aquí esta el Distrito Financiero más importante, la bolsa de valores y muchas de las empresas más importantes del país tienen también aquí sus oficinas, pero para tus estudios, quizá no sea tanto, puesto que las mejores universidades están principalmente en Boston.
- Si te refieres a Harvard, es demasiado difícil ingresar ahí y más siendo yo mujer.
- Fuiste aceptada en Cornell, que junto a Yale y otras pocas es de sus principales rivales, pero no necesariamente me refiero a ella, aunque podría ser -y no me iba a desviar de mis intenciones de hablar claro con ella, así que respiré profundo-. El asunto aquí es que quiero que estemos cerca el uno del otro, poder vernos, salir a cenar o a pasear no sólo de vez en cuando (...). Te extraño Candy, me hacen falta muchas cosas, pero ninguna como tu compañía, ninguna como tu risa, tus miradas, la forma tan maravillosa que tienes de llenar de luz mi vida y darle sentido. He vivido estos años anhelando retomar todo lo que tuvimos cuando vivimos juntos, sabiendo que por muy lejos que me encuentre no has dejado de considerarme importante así como lo eres tú para mí, pero saberlo no basta. Enviarnos cartas no basta y mucho menos vernos tan pocas horas y en contadas ocasiones.
Ella agachó la mirada un segundo pero volvió a verme, sus ojos reflejaban esperanza, pero también estar profundamente conmovida. No supe si otra cosa.
- Sé que ha pasado tiempo desde que hacíamos todas esas cosas de antes, pero en tus manos pongo el tomar una decisión. Si no es Boston o Nueva York, o siquiera Filadelfia y piensas en otra escuela mejor, necesito saberlo. No me importa si escoges volver a Londres o ir hasta la Patagonia, quiero que estemos juntos.
Y lo dije en serio. Sentía latir acelerado el corazón, estaba seguro de que mi voz, mi expresión y el agarre de mi mano en la suya estaba manifestando la importancia que tenía esto para mí.
No sabía si lo iba a tomar como una súplica de un amigo o si lo interpretaría como realmente era, pero me daba miedo que me rechazara.
Tuve pánico cuando la vi ponerse roja y comenzar a derramar lágrimas copiosamente. No me importó lo que la gente pensara, me puse de pie, inclinándome hacia ella, deseando abrazarla con todas mis fuerzas. Qué había hecho?!?!
- Cielo santo, Candy... Qué pasa? Qué malo he dicho?
Ella negaba con la cabeza con la otra mano sobre su boca, pero no dejaba de llorar y no pude evitarlo, puse una rodilla en el suelo, tenía todavía agarrada su mano y sabía que si la gente me miraba hincado iban a pensar que estaba pidiendo su mano. Ojalá hubiese sido eso, pero estaba demasiado aterrado como para pensar en bromear al respecto.
- Candy, abre los ojos, mirame, dime algo. Te he ofendido, te he hecho sentir mal?
Seguro que mis emociones se traslucieron a través de mis palabras, porque ella abrió sus ojos y negó nuevamente.
- Nunca pensé que me dirías eso... -dijo apenas y yo sentía latir mi corazón como si fuese un bodrham, pero entonces sonrió en medio de las lágrimas-. Creí que solamente lo anhelaba yo.
Sentí que por fin pude respirar hasta que dijo eso y no la abracé delante de todos por pura prudencia, ella se trataba de recomponer y yo seguía con mi rodilla tocando el suelo.
- Van a pensar que estás pidiendo mi mano... -me dijo casi sin aire, limpiandose las lágrimas con la misma servilleta que usaría durante el servicio de la cena.
- Entonces será mejor que digas sí bastante fuerte para que no piensen que me has rechazado -le respondí todavía con el corazón acelerado.
Ella se rió, todavía llorosa.
- Lo digo en serio.. -le dije, y que no me preguntase nadie por qué se me ocurrió decirlo. El día que yo me atreva a pedirle que se case conmigo(e hice una pausa en mis pensamientos)... porque espero llegar a ese día y que no me deje de rodillas tanto tiempo.
Ella me miró por un segundo con leve incredulidad, pero tragó saliva en lugar de preguntar. Yo levanté una ceja, en espera y ella sonrió en ese momento, pero lo hizo de una forma que nunca le había visto.
- Puedo decir que acepto tu proposición?
- Puedes decir que aceptas un poco más alto?
Ella rió por fin, un poco más fuerte. El alma me volvió realmente al cuerpo con oír su risa.
- "Acepto" -dijo bastante alto, lo suficiente como para que medio restaurant se pusiera de pie y comenzaran a aplaudirnos.
Yo la miré ponerse roja volteando a todos lados, y le besé el dorso de la mano que todavía tenía agarrada con la mía, sentándome de inmediato y sonriendole con toda la alegría que estaba experimentando. Me sentía como si me hubiese dicho que sí se casaba conmigo.
Fue en ese momento que me dije que el día que le pidiera matrimonio (porque iba a hacerlo, de eso estaba seguro), iba a ser mucho mejor que la propuesta de volver a estar muy cerca el uno del otro, pero quería llegar a ello paso a paso.
Entonces el mesero llegó con nuestra comida, con una expresión entre apenada (por interrumpir, supongo) y de genuina felicitación seguidamente.
Ahí me di cuenta que los demás se comenzaron a sentar y que el plato que originalmente venía bastante caliente, ya no lo estaba tanto. No nos habían querido interrumpir, pero estaban esperando desde el momento que cogí la mano de Candy, pero al ser yo quien era, no se atrevieron a acercarse hasta que llegara al final.
El solo hecho de que lo hubieran pensado me dijo mucho sobre mis expresiones, quizá sobre las de ella.
Miraron ellos algo en nosotros que les hiciera creer que era una pedida de mano? Quizá. A mí cada vez me resultaba más difícil ocultar mis sentimientos, y eso era algo que el día menos pensado hasta Candy lo iba a notar.
Yo deseaba que fuese con todas sus letras. Yo he soñado con demostrarle todo lo que me importa y no quiero que sea como pudo ser con quienes ella quiso primero, quiero que sea con detalles, con respeto, llenándola de atenciones. Todo lo que siempre he querido para ella aún desde antes de haberme enamorado.
Y hoy... Hoy me he levantado con una sonrisa en la cara que ha hecho que Archie me mire con sospecha en cuanto nos hemos encontrado, y hace más de una hora que estoy en pie. Desayunaremos antes de volver a ver al General y quizá pueda incluso ir a ver a Stear.
Me ha dicho George que si no será conveniente para mi sobrino rentar una casa y quizá sea lo mejor, pero Candy no querrá marcharse sin Stear y su hijo por un lado.
Yo he estado algo preocupado por la forma en que se lo diré a la familia. Lo que sí no me había enterado sino hasta que George se sentó frente a mí hoy, es que Stear ha llamado a la casa de Paty y pudo hablar con su padre o su tío (la verdad no tengo idea. Yo a la única que conocí fue a Martha). Según Archie, se alteró bastante. Creo que en su discusión ha aparecido el nombre de Adam, pero Archie no me lo dijo directamente. Lo que es cierto, es que hoy mismo deberé hablar con él sobre nuestro parentesco, porque en lo que llevamos aquí no he podido.
No sé si será lo mejor, debido a lo alterado que pareció ponerse, pero callarme no nos hará bien a ninguno.
Si las cosas se retrasan más, deberé llamar a lo menos a mi prima Janis, ella sabrá de qué modo informarle a mi tía Elroy. Por el momento, siendo sábado ya, sé que debo ir a buscarlo y plantearle toda la situación. Quizá lo tome mejor de lo que espero. Quizá no.
Continuará....