GUERRA FLORIDA 2016
CLASE ESPECIAL AQUELARRE ANDREW
"AMOR PERDIDO"
Disclaimer: Los personajes de Candy Candy pertenecen a la novelista Kyoko Mizuki, la mangaka Yumiko Igarashi y/o Toei Animación.
Esta historia es de mi autoría, producto de mi imaginación. El uso de los personajes y sus nombres pueden contener variaciones en sus caracteres y/o similitudes. Así como también partes del manga han sido tomadas para fines de la historia que ha sido escrita sin fines de lucro y sólo para entretenimiento.
CAPÍTULO 6 : "SWEETNESS"
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Chicago, 1916
La salida de la duquesa arrogante había dejado un tenso silencio en el interior de la tienda. La incomodidad era palpable, pero no porque Lady Kinkaid se sintiese amedrantada por las amenazas infantiles contra su persona, no, la razón de su vergüenza y remordimiento se debía a la presencia de su invitada y todo lo que aquello había generado.
-Te pido me disculpes por semejante atrocidad querida.- comenzó a decir lady Edna con el rostro preocupado, mientras madame Lucy ingresaba a la habitación de costura a dejar la muestra de tela sobre la mesa de diseño.
- Todo está bien lady Kinkaid.- aseguró la blonda chica realmente apenada por distintos motivos. – La que lo lamenta soy yo, mi lady. Si no hubiese venido en el momento equivocado, entonces no habría creado este fastidio a usted y su amiga.
- No, no, mi querida Candy.- objetó lady Kinkaid mortificada. -¡Ni siquiera te atrevas a pensar de esa manera! De haber sabido que clase de cliente es la duquesa, no habría aceptado diseñar para ella cariño.- comentó Lady Edna con evidente signo de molestia.- ¿Segura que todo bien?
- Sí, estoy bien...-le tranquilizó la rubia.- Ya estoy acostumbrada a ese tipo de cosas.- y como quien hubiese hablado de más desvió la mirada un momento antes de proseguir. – Además no es como si tuviese otra opción ¿verdad? La duquesa debe tener muchas influencias por estos lados para amenazar arruinar su negocio.
-Esa niña solo habla porque tiene boca, te lo aseguro Candy.- respondió lady Kinkaid con una sonrisa amable. –No hay nada por qué preocuparse.
-Pero si algo llegase pasar a usted o su negocio por mi causa, Lady Kinkaid, yo… no podría estar tranquila. –admitió Candy genuinamente consternada ante la idea.
-Cariño, estamos gastando palabras en vano. –adujo la dama mientras servía una taza con té caliente. –Esa señorita, si es que se le puede llamar de esa manera, no merece nuestra atención.
-Lo sé…- dijo Candy.
-Qué bueno que estemos de acuerdo en eso, corazón. Así que… ¿por qué no tomas un poco de té que he preparado y descansas un momento? Luces pálida.
-Oh… no es nada. –Se apresuró Candy a responder.- Solo es un poco de cansancio, hoy ha sido un día de muchos pacientes en la clínica.
-Ya veo.- respondió Lady Edna mientras acomodaba su taza de té en la mesita de centro que tenía, intrigada por la resignación de la muchacha frente a ella.
- Eso me recuerda el motivo de mi visita...- prosiguió Candy con una sonrisa jovial.-Creo que es momento de revisar sus heridas, lady Kinkaid.
-Por supuesto, querida.- respondió la aludida.- Sígueme por favor. El mostrador no es lugar para revisiones médicas ¿verdad? – musitó guiñando un ojo mientras seguía su camino hacia una pequeña pero lujosa salita en el interior.
-Tiene razón, milady.- comentó Candy conviniendo con la dama.
-Muy bien, cielo.- señaló lady Kinkaid a una mesita color beige con incrustaciones doradas. –Puedes dejar tu bolso allí, y tomar asiento, mientras yo voy al vestidor y me aflojo un momento el vestido para que me revises.
-Oh, gracias lady Kinkaid.- expresó Candy mientras se acomodaba en un blando y acolchado sillón unipersonal. ¡Se sentía tan suave! - Pero… ¿no necesita ayuda con el vestido, milady?-musitó de pronto consciente que debía sentir molestia y dolor debido al golpe.
-Te agradecería corazón tu ayuda.-admitió la dama levemente avergonzada de tener que pedir apoyo pero aliviada de no tener que forzar su hombro.
- No es ningún problema, milady. – respondió levantándose de su asiento Candy, desapareciendo por el mismo lugar donde había ido la mujer.
- Puedes aprovechar a revisarme aquí mismo si gustas, Candy.
- Por supuesto.- respondió la chica quien se hallaba concentrada en su labor.- Pero primero debo asegurarme que usted se encuentre cómoda con la menor molestia posible.
La dama asintió con ternura mientras dejaba que la joven enfermera inspeccionase sus lesiones debido al accidente.
-¿Ha sentido dolor milady?- preguntó Candy concentrada en lo que mejor sabía hacer de su profesión.
- Ligeramente una incomodidad, pero no es nada que me impida hacer las cosas.-admitió la dama con sinceridad.
-Entonces, puedo asegurarle que con la medicación que le dio el médico de la “Clínica Feliz”, usted pronto dejará de sentir las molestias y estará como nueva.
-Te lo agradezco corazón, es bueno oír excelentes noticias, pero te recuerdo que puedes llamarme Edna. –corrigió suavemente la dama a la rubia.
-Gracias lady Edna…
Instantes después mientras ellas retornaban hacia el salón principal, madame Lucy salía del cuarto de costura y prestó atención a su querida amiga quien después de mucho tiempo sonreía con el alma.
Al sentirse observada Lady Edna, se encontró con la mirada de madame Lucy y le hizo un gesto dándole a entender que se uniese a ellas.
-Permíteme presentarte a mi fiel amiga, Candy.-pidió Lady Edna mientras madame Lucy se acomodaba en el sillón de enfrente.
-Por supuesto.-respondió Candy acercándose con una cálida sonrisa a la dama que le estaba siendo presentada.
- Candy, ella es madame Lucy Gabriele’s.- introdujo lady Edna gratamente complacida con la actitud de la joven enfermera.
Candy quien para esas alturas estaba de pie con una sencilla pero natural venia, saludó a madame Lucy.
-Encantada de conocerla madame Gabriele’s.
- El gusto es mío, pequeña.- respondió la mencionada con genuina sinceridad.
La piel de Candy se tornó pálida.
-¿Cómo… me… ha…llamado? –susurró con el corazón de pronto bombeando a mil por hora, sintiendo un frío estremecedor en espalda.
Lady Gabriele’s miró confundida a su interlocutora al no saber el motivo por el cual la joven rubia había reaccionado de esa manera.
-Eh... ¿Pequeña?- Preguntó con cautela la aludida- ¿supone algún problema?- preguntó confusa, pero aquel rostro se tornó alarmado al ver como el color del rostro de la joven se había tornado más blanco que un papel.-.... ¡Oh, pero qué pálida te has puesto Candy! –comentó mientras indicaba a su amiga con rapidez.-… Edna, trae un poco de sales…
- No será necesario madame Gabriele’s. Estoy bien.- se apresuró a decir Candy tratando de recuperarse por una nimiedad y no llamar más la atención. Sólo Albert la había llamado de esa manera, escucharlos de otros labios, hacían más latente y real su ausencia.
- ¿Cómo puedes decir eso?- preguntó con una genuina ansiedad la dama.- ¡Tu rostro de pronto ha perdido color!
-Os aseguro que no hay de qué preocuparse.-explicó Candy con una sonrisa forzada.- Es solo que de pronto recordé algo. Pero no…. es nada.
- Creo que trabajas mucho hija.- terció lady Edna colocando las sales a un costado de su mesa. -¿Tu familia vive aquí?
- Bueno… mis madres se encuentran en el Hogar de Ponny a unos kilómetros de Lakewood.- contestó ella con orgullo y ternura.- Las veo cada cierto tiempo cuando tengo días libres en la clínica.
- ¿Madres?- curiosa como era madame Gabriele’s no iba dejar pasar aquella inusual forma de referirse a alguien.
-Sí. La Srta. Ponny y la hermana María me acogieron cuando era bebé. –Explicó con naturalidad bebiendo un poco de esa bebida caliente que le estaba ayudando a no perder el control.-Y por ello, desde siempre han sido mis madres.
-Oh, ya veo.- respondió Lady Edna sintiendo simpatía por la pequeña rubia que apenas había conocido pero con la cual sentía una conexión inexplicable.- Dime, Candy… ¿Entonces nos puedes decir que hace una hermosa muchacha como tú sola, trabajando en Chicago?
-Oh bueno, yo… es algo que decidí hacer hace un tiempo. – confesó Candy tratando de evitar la razón por la que había decidido ser enfermera y quedarse en Chicago.
-¿Las extrañas?- inquirió madame Lucy.
- ¡Por supuesto! ¡Sí! Todo el tiempo. –Admitió la rubia con melancolía.-Sin embargo, ellas entendieron que debía seguir mi camino.
- Y por la manera que lo dices, no ha sido nada fácil ¿verdad? – convino madame Lucy.
- No, no lo fue pero no me arrepiento de nada. Pronto iré a visitar a mis madres y pasaré una temporada con ellas.
- Que bueno Candy. Siempre es bueno ver a la familia.-comentó pensativa lady Edna.- Mientras tanto… ¿lista?
-¿Eh? ¿Lista para qué?- confundida Candy miró a ambas con recelo.
-Ya verás… - le dijo la dama con una amplia sonrisa, mientras tomaba una de las manos de la joven rubia y la guiaba de regreso al interior. - Tenemos una sorpresa para ti…
El ambiente en el exterior era ligeramente templado, las hojas de los árboles iban al vaivén del viento fresco que acariciaba todo a su paso.
¿Cómo era posible entonces que el interior de sala de la mansión se sentía como si se hubiese congelado a 5 grados?
Niel sabía muy bien las implicancias de su petición, pero sus decisiones no se habían basado en un mero deseo. No. Él sabía que si quería conseguir el amor de Candy, primero debía asegurarse un lugar al lado de ella. ¿Y qué mejor que un matrimonio arreglado? Aunque ella no le aceptase desde un principio, finalmente terminaría cediendo y aceptándolo. Justamente como debía ser.
Por otro lado, supo que su tía abuela le observaba como si, a él le hubiesen salido tres ojos y una pierna en el brazo.
-Debo suponer que esto es una broma, Neil.- espetó la anciana apretando los labios y agitando su abanico en un vaivén descoordinado.
Exactamente como lo esperaba el joven irguió su espalda y le miró a los ojos con seriedad.
-Nunca he hablado con más formalidad que ahora, tía abuela.- respondió él con tranquilidad. – Es a ella a quien deseo como esposa.
- ¿Y has pensado en los deseos de tu padre, tu madre y míos que hemos planeado casarte con una dama de sociedad, con todo lo mejor que te mereces?-rebatió con voz calmada pero filosa.
Niel sonrió satisfecho y preparado.
- Estoy seguro que la Srta. Dillman hallará algún mejor partido, tía abuela. Yo no estoy interesado en otra mujer que no sea Candice.
- ¿Estas planificando humillarnos, acaso?
- ¡Por supuesto que no!- respondió frunciendo el ceño. Jamás había pasado ese pensamiento por su mente.
- ¿Es porque a Elisa le hemos concedido cada uno de sus caprichos y a ti te hemos exigido más?
Neil resopló a punto de rolar los ojos. Pero no era tan estúpido como para entender la implicancia de la observación de la tía.
- Candice no es ningún ca-pri-cho tía abuela.- enfatizó lo más lento que pudo. Respiró hondo y se atrevió a decir lo que sentía-… Yo la amo.
Un grito ahogado se escuchó a través de las puertas, los que estaban en el interior miraron en esa dirección, pero la puerta seguía inamovible y al parecer quien sea que haya sido la persona que había escuchado, no se atrevía a ingresar.
-Voy a ausentarme por un largo tiempo, tía abuela. Ya tengo decidido lo que quiero hacer y por ello quiero casarme lo más pronto posible antes de mi partida.
-¿De qué viaje estás hablando Niel?- espetó la anciana. -¿Y qué tiene que ver Candice en toda esta situación?
- Tiene que ver todo, tía abuela. – Mencionó Niel con los ojos brillantes de la expectación.- No estoy dispuesto a dejar que pase el tiempo, venga algún oportunista y le ofrezca matrimonio a ella.
El silencio reinó por unos instantes, ambos sabían a la perfección que cuando de intereses se trataba, la tía Elroy haría lo mejor por el bien de la familia. Si Niel estaba proponiendo que el patrimonio de Candice quedase con alguno de los muchachos de la familia, significaba que más allá del amor que él profesaba por la huérfana, brillaba más la ambición por el poder.
Elroy consideró las opciones por un momento, aunque no podía revelar la información y dar el permiso que se le estaba pidiendo, al menos debía ver el lado bueno de las circunstancias para hallar una salida. Si Candy desaparecía de la vista de Albert, entonces su sobrino bien podría concentrarse mejor en las ocupaciones del clan y finalmente casarse con la señorita Devons heredera de un ducado y con quien estaba comprometido desde su nacimiento.
Sí, sería un excelente plan. Aunque no estaba segura el porqué de los intentos repentinos de Niel, ni porqué el afán de casarse cuanto antes, al menos podía hallar una salida diplomática y sin tanto escándalo.
Pero ¿qué diría Albert a esta petición? Él había dejado muy en claro que todas las decisiones concernientes a la muchacha serían evaluadas por él. Por lo tanto no podía arriesgar a dar una respuesta apresurada cuando lo primero que había que hacer era observar a detalle sus reacciones e ir tanteando el terreno.
- Aunque yo desease darte la mano de Candice, no está en mí poder otorgártela, hijo.- indicó la matriarca
Aquello tomó desprevenido al muchacho Leagan. ¿No estaba en su poder? ¿Qué quería decir con ello?
- No lo entiendo, tía abuela.- comentó Niel claramente sorprendido.- ¿Quien, además de usted podría darme el permiso para casarme con ella?
- El tío abuelo, por supuesto.
-¡Pero si el anciano no es capaz de ponerse en pie! Menos estará en condiciones de decidir por el futuro de su protegida.- aseveró él acercándose hacia su tía. - Estoy seguro que si usted se lo pide al tío abuelo, no va a negarse.
- Es ahí donde te equivocas hijo.- respondió la dama con un gesto de incomodidad y mirada misteriosa.- Yo ya no tengo injerencia en asuntos que competen directamente a Will...al Sr. Ardley.
Para Niel no pasó desapercibido, como la anciana omitía información adrede. Así que a él no le quedó de otra que preguntar.
- ¿Dónde lo puedo ubicar para hablar con él tía abuela?
- No esperarás mucho Niel.- admitió madame Elroy con un aire de seguridad.- Porque le podrás conocer en el gran baile que se dará en su presentación en tres días.
CONTINUARÁ....
La salida de la duquesa arrogante había dejado un tenso silencio en el interior de la tienda. La incomodidad era palpable, pero no porque Lady Kinkaid se sintiese amedrantada por las amenazas infantiles contra su persona, no, la razón de su vergüenza y remordimiento se debía a la presencia de su invitada y todo lo que aquello había generado.
-Te pido me disculpes por semejante atrocidad querida.- comenzó a decir lady Edna con el rostro preocupado, mientras madame Lucy ingresaba a la habitación de costura a dejar la muestra de tela sobre la mesa de diseño.
- Todo está bien lady Kinkaid.- aseguró la blonda chica realmente apenada por distintos motivos. – La que lo lamenta soy yo, mi lady. Si no hubiese venido en el momento equivocado, entonces no habría creado este fastidio a usted y su amiga.
- No, no, mi querida Candy.- objetó lady Kinkaid mortificada. -¡Ni siquiera te atrevas a pensar de esa manera! De haber sabido que clase de cliente es la duquesa, no habría aceptado diseñar para ella cariño.- comentó Lady Edna con evidente signo de molestia.- ¿Segura que todo bien?
- Sí, estoy bien...-le tranquilizó la rubia.- Ya estoy acostumbrada a ese tipo de cosas.- y como quien hubiese hablado de más desvió la mirada un momento antes de proseguir. – Además no es como si tuviese otra opción ¿verdad? La duquesa debe tener muchas influencias por estos lados para amenazar arruinar su negocio.
-Esa niña solo habla porque tiene boca, te lo aseguro Candy.- respondió lady Kinkaid con una sonrisa amable. –No hay nada por qué preocuparse.
-Pero si algo llegase pasar a usted o su negocio por mi causa, Lady Kinkaid, yo… no podría estar tranquila. –admitió Candy genuinamente consternada ante la idea.
-Cariño, estamos gastando palabras en vano. –adujo la dama mientras servía una taza con té caliente. –Esa señorita, si es que se le puede llamar de esa manera, no merece nuestra atención.
-Lo sé…- dijo Candy.
-Qué bueno que estemos de acuerdo en eso, corazón. Así que… ¿por qué no tomas un poco de té que he preparado y descansas un momento? Luces pálida.
-Oh… no es nada. –Se apresuró Candy a responder.- Solo es un poco de cansancio, hoy ha sido un día de muchos pacientes en la clínica.
-Ya veo.- respondió Lady Edna mientras acomodaba su taza de té en la mesita de centro que tenía, intrigada por la resignación de la muchacha frente a ella.
- Eso me recuerda el motivo de mi visita...- prosiguió Candy con una sonrisa jovial.-Creo que es momento de revisar sus heridas, lady Kinkaid.
-Por supuesto, querida.- respondió la aludida.- Sígueme por favor. El mostrador no es lugar para revisiones médicas ¿verdad? – musitó guiñando un ojo mientras seguía su camino hacia una pequeña pero lujosa salita en el interior.
-Tiene razón, milady.- comentó Candy conviniendo con la dama.
-Muy bien, cielo.- señaló lady Kinkaid a una mesita color beige con incrustaciones doradas. –Puedes dejar tu bolso allí, y tomar asiento, mientras yo voy al vestidor y me aflojo un momento el vestido para que me revises.
-Oh, gracias lady Kinkaid.- expresó Candy mientras se acomodaba en un blando y acolchado sillón unipersonal. ¡Se sentía tan suave! - Pero… ¿no necesita ayuda con el vestido, milady?-musitó de pronto consciente que debía sentir molestia y dolor debido al golpe.
-Te agradecería corazón tu ayuda.-admitió la dama levemente avergonzada de tener que pedir apoyo pero aliviada de no tener que forzar su hombro.
- No es ningún problema, milady. – respondió levantándose de su asiento Candy, desapareciendo por el mismo lugar donde había ido la mujer.
- Puedes aprovechar a revisarme aquí mismo si gustas, Candy.
- Por supuesto.- respondió la chica quien se hallaba concentrada en su labor.- Pero primero debo asegurarme que usted se encuentre cómoda con la menor molestia posible.
La dama asintió con ternura mientras dejaba que la joven enfermera inspeccionase sus lesiones debido al accidente.
-¿Ha sentido dolor milady?- preguntó Candy concentrada en lo que mejor sabía hacer de su profesión.
- Ligeramente una incomodidad, pero no es nada que me impida hacer las cosas.-admitió la dama con sinceridad.
-Entonces, puedo asegurarle que con la medicación que le dio el médico de la “Clínica Feliz”, usted pronto dejará de sentir las molestias y estará como nueva.
-Te lo agradezco corazón, es bueno oír excelentes noticias, pero te recuerdo que puedes llamarme Edna. –corrigió suavemente la dama a la rubia.
-Gracias lady Edna…
Instantes después mientras ellas retornaban hacia el salón principal, madame Lucy salía del cuarto de costura y prestó atención a su querida amiga quien después de mucho tiempo sonreía con el alma.
Al sentirse observada Lady Edna, se encontró con la mirada de madame Lucy y le hizo un gesto dándole a entender que se uniese a ellas.
-Permíteme presentarte a mi fiel amiga, Candy.-pidió Lady Edna mientras madame Lucy se acomodaba en el sillón de enfrente.
-Por supuesto.-respondió Candy acercándose con una cálida sonrisa a la dama que le estaba siendo presentada.
- Candy, ella es madame Lucy Gabriele’s.- introdujo lady Edna gratamente complacida con la actitud de la joven enfermera.
Candy quien para esas alturas estaba de pie con una sencilla pero natural venia, saludó a madame Lucy.
-Encantada de conocerla madame Gabriele’s.
- El gusto es mío, pequeña.- respondió la mencionada con genuina sinceridad.
La piel de Candy se tornó pálida.
-¿Cómo… me… ha…llamado? –susurró con el corazón de pronto bombeando a mil por hora, sintiendo un frío estremecedor en espalda.
Lady Gabriele’s miró confundida a su interlocutora al no saber el motivo por el cual la joven rubia había reaccionado de esa manera.
-Eh... ¿Pequeña?- Preguntó con cautela la aludida- ¿supone algún problema?- preguntó confusa, pero aquel rostro se tornó alarmado al ver como el color del rostro de la joven se había tornado más blanco que un papel.-.... ¡Oh, pero qué pálida te has puesto Candy! –comentó mientras indicaba a su amiga con rapidez.-… Edna, trae un poco de sales…
- No será necesario madame Gabriele’s. Estoy bien.- se apresuró a decir Candy tratando de recuperarse por una nimiedad y no llamar más la atención. Sólo Albert la había llamado de esa manera, escucharlos de otros labios, hacían más latente y real su ausencia.
- ¿Cómo puedes decir eso?- preguntó con una genuina ansiedad la dama.- ¡Tu rostro de pronto ha perdido color!
-Os aseguro que no hay de qué preocuparse.-explicó Candy con una sonrisa forzada.- Es solo que de pronto recordé algo. Pero no…. es nada.
- Creo que trabajas mucho hija.- terció lady Edna colocando las sales a un costado de su mesa. -¿Tu familia vive aquí?
- Bueno… mis madres se encuentran en el Hogar de Ponny a unos kilómetros de Lakewood.- contestó ella con orgullo y ternura.- Las veo cada cierto tiempo cuando tengo días libres en la clínica.
- ¿Madres?- curiosa como era madame Gabriele’s no iba dejar pasar aquella inusual forma de referirse a alguien.
-Sí. La Srta. Ponny y la hermana María me acogieron cuando era bebé. –Explicó con naturalidad bebiendo un poco de esa bebida caliente que le estaba ayudando a no perder el control.-Y por ello, desde siempre han sido mis madres.
-Oh, ya veo.- respondió Lady Edna sintiendo simpatía por la pequeña rubia que apenas había conocido pero con la cual sentía una conexión inexplicable.- Dime, Candy… ¿Entonces nos puedes decir que hace una hermosa muchacha como tú sola, trabajando en Chicago?
-Oh bueno, yo… es algo que decidí hacer hace un tiempo. – confesó Candy tratando de evitar la razón por la que había decidido ser enfermera y quedarse en Chicago.
-¿Las extrañas?- inquirió madame Lucy.
- ¡Por supuesto! ¡Sí! Todo el tiempo. –Admitió la rubia con melancolía.-Sin embargo, ellas entendieron que debía seguir mi camino.
- Y por la manera que lo dices, no ha sido nada fácil ¿verdad? – convino madame Lucy.
- No, no lo fue pero no me arrepiento de nada. Pronto iré a visitar a mis madres y pasaré una temporada con ellas.
- Que bueno Candy. Siempre es bueno ver a la familia.-comentó pensativa lady Edna.- Mientras tanto… ¿lista?
-¿Eh? ¿Lista para qué?- confundida Candy miró a ambas con recelo.
-Ya verás… - le dijo la dama con una amplia sonrisa, mientras tomaba una de las manos de la joven rubia y la guiaba de regreso al interior. - Tenemos una sorpresa para ti…
+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.+.
El ambiente en el exterior era ligeramente templado, las hojas de los árboles iban al vaivén del viento fresco que acariciaba todo a su paso.
¿Cómo era posible entonces que el interior de sala de la mansión se sentía como si se hubiese congelado a 5 grados?
Niel sabía muy bien las implicancias de su petición, pero sus decisiones no se habían basado en un mero deseo. No. Él sabía que si quería conseguir el amor de Candy, primero debía asegurarse un lugar al lado de ella. ¿Y qué mejor que un matrimonio arreglado? Aunque ella no le aceptase desde un principio, finalmente terminaría cediendo y aceptándolo. Justamente como debía ser.
Por otro lado, supo que su tía abuela le observaba como si, a él le hubiesen salido tres ojos y una pierna en el brazo.
-Debo suponer que esto es una broma, Neil.- espetó la anciana apretando los labios y agitando su abanico en un vaivén descoordinado.
Exactamente como lo esperaba el joven irguió su espalda y le miró a los ojos con seriedad.
-Nunca he hablado con más formalidad que ahora, tía abuela.- respondió él con tranquilidad. – Es a ella a quien deseo como esposa.
- ¿Y has pensado en los deseos de tu padre, tu madre y míos que hemos planeado casarte con una dama de sociedad, con todo lo mejor que te mereces?-rebatió con voz calmada pero filosa.
Niel sonrió satisfecho y preparado.
- Estoy seguro que la Srta. Dillman hallará algún mejor partido, tía abuela. Yo no estoy interesado en otra mujer que no sea Candice.
- ¿Estas planificando humillarnos, acaso?
- ¡Por supuesto que no!- respondió frunciendo el ceño. Jamás había pasado ese pensamiento por su mente.
- ¿Es porque a Elisa le hemos concedido cada uno de sus caprichos y a ti te hemos exigido más?
Neil resopló a punto de rolar los ojos. Pero no era tan estúpido como para entender la implicancia de la observación de la tía.
- Candice no es ningún ca-pri-cho tía abuela.- enfatizó lo más lento que pudo. Respiró hondo y se atrevió a decir lo que sentía-… Yo la amo.
Un grito ahogado se escuchó a través de las puertas, los que estaban en el interior miraron en esa dirección, pero la puerta seguía inamovible y al parecer quien sea que haya sido la persona que había escuchado, no se atrevía a ingresar.
-Voy a ausentarme por un largo tiempo, tía abuela. Ya tengo decidido lo que quiero hacer y por ello quiero casarme lo más pronto posible antes de mi partida.
-¿De qué viaje estás hablando Niel?- espetó la anciana. -¿Y qué tiene que ver Candice en toda esta situación?
- Tiene que ver todo, tía abuela. – Mencionó Niel con los ojos brillantes de la expectación.- No estoy dispuesto a dejar que pase el tiempo, venga algún oportunista y le ofrezca matrimonio a ella.
El silencio reinó por unos instantes, ambos sabían a la perfección que cuando de intereses se trataba, la tía Elroy haría lo mejor por el bien de la familia. Si Niel estaba proponiendo que el patrimonio de Candice quedase con alguno de los muchachos de la familia, significaba que más allá del amor que él profesaba por la huérfana, brillaba más la ambición por el poder.
Elroy consideró las opciones por un momento, aunque no podía revelar la información y dar el permiso que se le estaba pidiendo, al menos debía ver el lado bueno de las circunstancias para hallar una salida. Si Candy desaparecía de la vista de Albert, entonces su sobrino bien podría concentrarse mejor en las ocupaciones del clan y finalmente casarse con la señorita Devons heredera de un ducado y con quien estaba comprometido desde su nacimiento.
Sí, sería un excelente plan. Aunque no estaba segura el porqué de los intentos repentinos de Niel, ni porqué el afán de casarse cuanto antes, al menos podía hallar una salida diplomática y sin tanto escándalo.
Pero ¿qué diría Albert a esta petición? Él había dejado muy en claro que todas las decisiones concernientes a la muchacha serían evaluadas por él. Por lo tanto no podía arriesgar a dar una respuesta apresurada cuando lo primero que había que hacer era observar a detalle sus reacciones e ir tanteando el terreno.
- Aunque yo desease darte la mano de Candice, no está en mí poder otorgártela, hijo.- indicó la matriarca
Aquello tomó desprevenido al muchacho Leagan. ¿No estaba en su poder? ¿Qué quería decir con ello?
- No lo entiendo, tía abuela.- comentó Niel claramente sorprendido.- ¿Quien, además de usted podría darme el permiso para casarme con ella?
- El tío abuelo, por supuesto.
-¡Pero si el anciano no es capaz de ponerse en pie! Menos estará en condiciones de decidir por el futuro de su protegida.- aseveró él acercándose hacia su tía. - Estoy seguro que si usted se lo pide al tío abuelo, no va a negarse.
- Es ahí donde te equivocas hijo.- respondió la dama con un gesto de incomodidad y mirada misteriosa.- Yo ya no tengo injerencia en asuntos que competen directamente a Will...al Sr. Ardley.
Para Niel no pasó desapercibido, como la anciana omitía información adrede. Así que a él no le quedó de otra que preguntar.
- ¿Dónde lo puedo ubicar para hablar con él tía abuela?
- No esperarás mucho Niel.- admitió madame Elroy con un aire de seguridad.- Porque le podrás conocer en el gran baile que se dará en su presentación en tres días.
CONTINUARÁ....
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Holis... Saludo a cada una de vosotras. Aquí estamos nuevamente con una actualización más.
A quien desee la firma animada, dejar su nick por favor.
Gracias por leer y estar presente.
Que tengan un excelente fin de semana.
Arigato!
Lizvet Ardray-Kuran
Última edición por LizvetArdray el Lun Abr 11, 2016 10:46 pm, editado 1 vez