GUERRA FLORIDA 2016 CLASE ESPECIAL AQUELARRE ANDREW AMOR PERDIDO
Disclaimer: Los personajes de Candy Candy pertenecen a la novelista Kyoko Mizuki, la mangaka Yumiko Igarashi y/o Toei Animación.
Esta historia es de mi autoría, producto de mi imaginación. El uso de los personajes y sus nombres pueden contener variaciones en sus caracteres y/o similitudes. Así como también partes del manga han sido tomadas para fines de la historia que ha sido escrita sin fines de lucro y sólo para entretenimiento.
Previamente CAP.10.
Poco a poco, su visión fue aclarando la imagen del personaje que se hallaba paralizado observándola con fascinación y Candy sintió que se le iba el alma.
-¡Oh por todos los cielos!- gimió ella sin poder creer que él estuviese allí.- ¡Albert!
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La orquesta interpretaba con excelente maestría las notas musicales de la obra de Wieniawski cuya melodía resonaba a través de la mansión en tanto los invitados saludaban unos a otros, a la espera de que la matriarca apareciese para hacer el anuncio formal.
Los candelabros pulcramente pulidos, alumbraban el interior del salón que había sido construido de tal manera que todo aquel que ingresara podía ser visto descender por las escaleras.
La pista de baile, lustrosa y amplia, reflejaba la imagen glamorosa de sus asistentes mientras algunas parejas balanceaban sus pies disfrutando las notas del violín, y otras estaban en la zona del banquete degustando los manjares exquisitos exhibidos en las mesas.
El lujo y opulencia era estremecedora a la vista, no podía negarse que todo había sido planificado para que la velada resultase un éxito.
Y es que así lo había querido la matriarca Elroy, porque aunque no era de conocimiento de muchos, William Albert, no solo era el heredero del Consorcio y Clan Ardley, sino que además por su sangre fluía la nobleza de ser descendiente directo de un conde.
La prensa en el exterior, pugnaba un lugar dentro del salón, pues solo unos cuantos habían sido autorizados a ingresar y cubrir el evento.
La risa y la expectación crecía a medida que pasaban los minutos y ninguno de los Ardley se habían hecho presentes para recibirlos.
Madame Elroy había decidido hacer su aparición frente a los demás al estilo antiguo, donde solo la realeza se daba el lujo de hacer esperar a sus invitados, ya que de esa manera se evitaría las preguntas tan sosas sobre lo mismo.
Al pie del estrado una joven pelirroja no apartaba la vista de la entrada, tratando de adivinar el momento en que apareciese un excéntrico anciano y así poder ayudarle “desinteresadamente”.
Estaba casi segura que dada la cercanía que ellos poseían con la tía abuela, la gracia con el tío abuelo sería de la misma manera. Solo debía dar una buena impresión y esperar el momento indicado.
-¿Qué haces parada como una estatua Elisa?- preguntó Neil quien desde hacía varios minutos esperaba el ingreso de cierta rubia al salón.
Elisa al escuchar la voz de su hermano, le dio una sonrisa traviesa y susurró:
-Espero al tío abuelo, por supuesto.- pero al ver que Neil fruncía el ceño, ella resopló y le dijo más explícitamente.- Hay cosas que sólo una mujer puede hacer para asegurar el futuro de nuestra familia, hermanito. Por eso voy a mostrar mi mejor cara al tío abuelo y demostrar que los Leagan somos los más indicados en ayudarle a manejar el negocio de la familia y cuando lo logre, verás que nadie podrá atreverse a desafiarnos, incluyendo a esa mustia de la huérfana.- culminó con un gesto agrio.
Neil, observó a su hermana unos instantes y se sintió avergonzado por ella. No era su culpa después de todo, ya que su madre les había hecho creer que el poder se podía conseguir engañando a otros y que la astucia ganaba sobre el más débil.
-Un día de éstos te darás cuenta Elisa, que todo el mal que hagas se revertirá de la peor manera.- respondió Neil sorprendido consigo mismo por aquella respuesta.
-Debo suponer que te has golpeado la cabeza antes de venir ¿verdad?- musitó ella molesta.- De todos, tú deberías saber que no sabemos hacer otra cosa que manipular a los demás para conseguir lo que queremos, Neil. Así que no me vengas con idioteces y haz tu parte con la desabrida de la huérfana.
-Candy- espetó Neil a su hermana quien hizo un gesto de asco al oír el nombre de ella.- Su nombre es Candy, Elisa.-recalcó él. - Si va a ser mi esposa, deberás comenzar a llamarla por su nombre.
-¡Ja! Ya estoy esperando con ansias que se te caiga la venda de los ojos hermanito.- espetó Elisa con rabia.- Te darás cuenta lo insulsa que es y te aburrirás de ella como siempre lo has hecho con las demás noviecitas que te has levantado.
En el momento en que Neil iba a responder, madame Elroy apareció con el rostro inmutable acompañada del señor Jhonsson por lo que el hijo mayor de los Leagan se obligó a guardar la compostura.
-Es la hora- dijo Neil entre dientes preguntándose dónde diantres estaba Candy debido que a esas horas ya debería haber llegado a la mansión.
Elisa colocó sobre su rostro un gesto de fingida inocencia y se dispuso a poner en marcha lo que su madre le había pedido. Poco después, Ronald y Sara Leagan con un gesto rimbombante, se colocaron a la derecha de la matriarca mirando con superioridad a los demás invitados.
Los violinistas dejaron los arcos de sus instrumentos a un costado, y el silencio comenzó a adornar el salón mientras los asistentes se acomodaban en torno a la matriarca, quien supo que había llegado ese instante crucial de los Ardley.
-George.- susurró madame Elroy con diplomacia al fiel moreno, quien se limitó a inclinar un poco la cabeza para escuchar lo que la matriarca le ordenaría.- Ya es el momento. Llámalo.
Con una ligera venia, George sin decir palabras, se dio media vuelta y salió por un costado del estrado.
Neil, quien no había perdido detalle alguno del breve intercambio de palabras y gestos entre su tía y el mano derecha de los Ardley, disimuladamente siguió la senda que el moreno había elegido para salir del salón mientras la tía abuela, daba inicio con sus portentosas palabras a la fiesta más esperada de la temporada.
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Mientras tanto….
En el jardín, la respiración entrecortada de dos almas sumidas en el deleite de la observancia del ser amado fue tornándose más tranquila a medida que los segundos les proporcionaba la capacidad de asimilar el momento.
-Pequeña.- fue la única respuesta que pudo emitir la voz emocionada de Albert quien estaba deslumbrado por la belleza tan radiante de su amada rubia.
Candy por un breve lapso de tiempo se quedó estática creyendo que estaba ante un espejismo. Fueron solo unos segundos, donde pensó que los deseos profundos de su corazón le estaban jugando una mala pasada, pero al oír la cadencia única de su voz, no fue necesario que él dijese otra palabra, porque Candy no vaciló ni un instante en apresurar su marcha e ir hacia él con los ojos brillantes y el corazón agitado. ¡Él estaba allí!
Albert, vacilante y como si no quisiese romper el encanto, adelantó unos pasos hacia su encuentro, y ella no aguantó más e hizo lo que tanto había anhelado. Lo abrazó.
Él no tardó en corresponder la cercanía de su preciado tesoro y la aferró a él con intensidad, con el alma pidiendo a gritos que ella comprendiese todo lo que estaba a punto de decirle. El tiempo se hizo uno y ambos corazones sintieron el alivio de poder reconocer y sentir la presencia del otro sin palabras.
-Albert.- musitó Candy levantando su rostro hacia él, mirándolo por primera vez, sin el velo de la amistad y el cariño que alguna vez había creído abrigar por él, porque ahora que podía sentirlo, su corazón le confirmaba que ella solo podría pertenecer a él.
-Preciosa.- se limitó a responder Albert inclinándose a besar su cabello perfumado, su sien, sus mejillas.- Perdóname...
Candy no dijo más, no quería arruinar el momento con palabras vanas, entendía que él le estaba pidiendo perdón por la manera que se había ausentado del departamento. Los segundos pasaban y sintió que la noche no podía ser más perfecta. Él había regresado, estaba allí con ella. ¿Qué más podía pedir?
-Te he extrañado mucho, Albert.- expresó ella con nostalgia luego de unos momentos colocando su cabeza en el pecho de él aferrándose con fuerza.- Por favor, no vuelvas a irte de mi vida.
Albert ensanchó los ojos ante aquella revelación, y su corazón se derritió completamente ante su admisión tácita.
-No creo que pueda hacerlo Candy.- confesó él apartándose un poco para observarla con los ojos refulgentes y una sonrisa cálida mientras acariciaba su mejilla con adoración.
-Entonces… No lo hagas- se atrevió a decir ella.
Albert volvió a sonreír y acercó sus labios a los oídos de la damita y susurró:
- Estás muy hermosa, Candy.
-Albert- balbuceó sorprendida y ruborizada por el halago notando de pronto las ropas elegantes de él.- Te ves muy guapo con este traje… ¿Estás aquí… porque sabías que yo vendría a éste lugar?
- Bueno…-murmuró Albert un poco avergonzado.- La verdad es que yo…
-¿Sabes lo peligroso es que te escabullas en una fiesta sin ser invitado?- le recriminó Candy sin esperar una respuesta completa.- La tía abuela puede ser muy dura si llega a descubrir que no estás en lista y yo no quiero que se moleste contigo. Aunque si te expulsa me iré junto a ti, de todos modos solo estaba esperando el momento en el cual podría por fin agradecer al tío abuelo todo lo que hizo por mí. –indicó ella colocando una mano sobre el rostro de Albert. - ¿Podrás esperarme?
Albert, sonrió ante la sinceridad y confianza ciega de Candy hacia él. Aunque sus emociones no se translucieran completamente en su rostro, internamente sabía que si quería que las cosas funcionasen él debía ser honesto con ella y eso le aterraba.
-Debo confesarte algo, Candy.- susurró un poco nervioso preparándose para la noche que podría cambiar la vida de ambos.
Candy asintió a modo de respuesta esperando intrigada lo que él tuviese que decirle.
El silencio prosiguió…
-¿Albert?- preguntó sintiendo un poco de aprehensión en el rostro de él.- Puedes decirme lo que sea.-Le animó con una sonrisa amable.-
- Lo sé.- admitió él tomando valor colocando una mano bajo la barbilla y mirándola a los ojos.- Lo que voy a decirte a continuación, va a cambiar la manera como me has conocido todo éste tiempo Candy-comenzó diciendo él. - Sin embargo, quiero asegurarte que soy el mismo Albert de siempre y que nada debe cambiar entre nosotros. ¿Está bien?
-¿Es grave verdad?- soltó ella de pronto ansiosa.- Me dirás que te irás de aquí y volveré a estar sola.
-No, preciosa.- respondió él con una sonrisa atrayéndola hacia él, sin poder contenerse, en un abrazo.- Esta vez… solo tú podrás alejarme de tu lado Candy.- indicó el besando su frente.- ¿Confías en mí?
-Por supuesto que sí, Albert.- respondió ella sin dudar.- Pero… ¿Qué… estás tratando de decirme?
-Lo que debes saber Candy, es que yo soy…
-Señor William- se oyó la voz de un apurado George aliviado de haber encontrado a ambos en el mismo lugar.- Madame Elroy ya hizo el anuncio y lo espera en el salón.
Candy retrocedió unos instantes, creyendo haber escuchado mal y miró confusa a ambos caballeros.
-Gracias, George.- respondió Albert contrariado por la interrupción pero consciente de que no podía retrasar más ese asunto.- Ahora mismo iré.
-¿De dónde conoces a George, Albert?- preguntó la rubia sorprendida.- ¿Por qué te ha nombrado William?
-Candy.- respondió el rubio con la mirada llena de preocupación tomándola de la mano.- Prométeme que pase lo que pase esta noche, no te irás de mi lado.
-Albert.- susurró ella sorprendida por la intensidad de su mirada.- ¿Pero de qué se trata todo esto?
-Ahora mismo ya no hay tiempo, pequeña.- respondió suplicante.- Pero te diré todo lo que quieras saber después de esta noche. ¿Sí?
Candy asintió levemente y supo en su corazón por la manera que George y Albert la miraban, que algo grande se avecinaba. Tuvo miedo.
Albert no esperó más respuesta así que la comenzó a conducir hacia el interior cogida de la mano, en un gesto ligeramente posesivo y que mostraba determinación.
Candy, a medida que acompañaba en silencio a ambos hombres por los pasadizos secretos y habitaciones con puertas compartidas, supuso miles de situaciones en las que Albert podría estar involucrado y de los cuales, la tía abuela requiriese su presencia en una ocasión tan importante.
Caminaron unos cuantos pasillos más y casi a puertas del gran salón, Candy llegó a la conclusión de que Albert de seguro había conseguido un trabajo con los Ardley como asistente del tío abuelo, y por lo tanto, eso justificaba que tanto George como su querido rubio se conociesen.
Las puertas del salón fueron abiertas y ellos comenzaron a descender las escaleras, mientras los invitados observaban con curiosidad a aquella pareja de rubios que estaban unidos de la mano acompañados por el conocido Señor Jhonnsson.
-¿Cómo te atreves a traer a este vagabundo y mancillar la fiesta del tío abuelo?- espetó Niel furioso dirigiéndose hacia Candy tratando de zarandearla, pero Albert ágilmente la aferró hacia su cintura, sin importarle los murmullos y exclamaciones ahogadas de los concurrentes, protegiéndola de su agarre.
- Señor Leagan- advirtió George interponiéndose mientras indicaba a Albert que no hiciese nada imprudente.-Le aseguro que está cometiendo un error.
Niel quien había estado esperando por Candy durante la velada, se sentía un tonto burlado y no estaba dispuesto a dejarlo pasar.
-El error es nuestro por contratar incompetentes- espetó él mirándole con arrogancia.
-¡Basta Neil!- terció la tía abuela visiblemente disgustada, no solo por el comportamiento de su nieto, sino porque hasta esa noche, para ella era desconocida la cercanía entre Albert y la huérfana. – Un poco más de respeto y buenos modales es lo…
- ¡Tía abuela!- cortó Neil.- ¿Va a tolerar a este idiota que se fingió amnésico para que así pudiese vivir con Candy?
Elroy no pudo disimular su asombro ante la noticia y miró en dirección de Albert con la esperanza de que negase aquella afirmación. Albert ni siquiera se inmutó.
-¡Ohhhh!
-¡Que disoluta!
-¡Descarada!
-¡Que osadía!
-¡Es una vergüenza!
Los murmullos comenzaron a crecer y madame Elroy quiso que la tierra se la tragase u obrase un milagro en ese instante.
-Debes ordenar que él se retire de aquí, tía abuela- demandó Neil- O lo haré yo mismo…
-¡Calla Neil! – Exigió la matriarca recuperando la compostura.- No sabes a quién te refieres y a quién representa. Él es...
- Madame Elroy .- intervino Albert con entereza.- No es necesario que dé explicaciones a este muchacho. Yo mismo me presentaré.
El joven Ardley caminó entre los invitados aferrando a Candy de la mano para que fuese con él y no fue hasta que estuvo al pie del estrado que se giró hacia Candy y le indicó:
-Por favor espérame aquí, pequeña.
Candy, que no entendía muy bien que es lo estaba sucediendo vio sorprendida como Albert se dirigió muy seguro de sí mismo hacia los concurrentes no sin antes centrar la mirada en ella, tratando de que así leyera su sentir a través de sus ojos. Candy atónita, y con el aliento contenido creyó que se iba a desmayar cuando escuchó como su querido rubio habló con voz fuerte y clara:
- Muy buenas noches damas y caballeros, agradezco su gentil presencia esta noche. ¨Permítanme presentarme”-¡¡YO SOY WILLIAM ALBERT ARDLEY!!...Jefe del clan Ardley y desde hoy tomo públicamente las riendas del consorcio que mi padre y mis ancestros trabajaron arduamente en construir.
La exclamación se tornó generalizada, los invitados olvidaron la escena previa y comenzaron a hacer suposiciones sobre la novedad que había acaecido esa noche en la mansión.
Pronto, se hizo una larga fila de empresarios dispuestos a ser los primeros en felicitar al joven Ardley y ofrecer sus servicios como futuros socios, periodistas avezados a cruzar algunas palabras con el heredero Ardley, madres con agitadas señoritas en edad casadera pugnaban en ser presentadas ante el guapo millonario, quien a pesar de ser gentil con los invitados, no quitaba la vista preocupada de la rubia al pie del escenario, quien al parecer iba a desplomarse de la impresión.
Candy por otro lado se había quedado sin habla y helada.
“¿El tío abuelo William, era Albert? ¿Su benefactor, protector era Albert?”
Sus piernas temblaron, perdieron fuerzas y comenzaron a doblarse hacia el suelo como señal de una eminente caída. Habría logrado caerse de no ser porque Neil había llegado a tiempo y la estaba sosteniendo por la cintura.
En ese momento ella no se percató de la cercanía del pecho del muchacho a su rostro, ni tenía tino para darse cuenta que Neil la estaba llevando hacia una de las esquinas, apartados del tumulto, hacia las sillas que estaban dispuestas en esa zona del salón.
Todo lo que su mente en ese instante le gritaba, era que a través de los años había compartido con la persona a quien ella tanto ansiaba agradecer.
-Te traeré algo de beber, Candy.- anunció Neal mientras hacía señas a Archie para que se acercase y quien como todos los de la familia, se hallaba estupefacto con la noticia.
-Es el momento del primer baile, William.- comunicó la tía abuela a su sobrino, quien solo asintió con la cabeza en respuesta.
Momentos después dando una mirada rápida hacia una de las esquinas Albert se disculpó del grupo de invitados que se esforzaba por mantener una conversación con él para dirigirse al encuentro de Candy.
Las señoritas casaderas iban alumbrando sus rostros a medida que el joven patriarca pasaba por su lado con una determinación férrea esperando obtener el primer baile de tan apuesto prospecto de hombre. Pero así como sus rostros se ilusionaron, sus nerviosas, coquetas y tímidas sonrisas se fueron desencajando en gestos de desilusión y amargura al notar que él no tenía el mínimo interés en invitarlas.
Y no se equivocaban, porque a medida que la distancia entre Albert y Candy se acortaba, la mayoría de invitados siguió con ávido interés los pasos decididos del rubio hacia la preciosa señorita con quien había hecho acto de presencia esa noche.
Candy, por su lado, no sabía qué hacer en realidad. Verlo como el vagabundo Albert en la cabaña del bosque era una cosa, convivir con el vulnerable, adorable y risueño amnésico era otra, pero además de ello, debía añadirle la faceta de ¿millonario?
Era cierto que ella había prometido que a pesar de lo que sucediese esa noche, no se alejaría de él, pero así como estaban las cosas, su futuro se limitaba a ser vista como la huérfana recogida por un poderoso empresario escocés.
-¿Mi amor por qué no me dijiste que ibas a tomar las riendas del clan esta noche?- se escuchó la voz de una joven rubia ataviada de azul, colgándose del brazo de Albert y quien hasta ese momento había estado buscando la manera de llamar su atención. Era nada menos que Juliane Devons, la duquesa de Yorkshire.- ¿Bailamos?
-Lo siento Señorita Devons.- respondió Albert sacando la mano de ella de su brazo cortésmente.- Pero este baile lo he reservado para una persona muy importante en mi vida.- acotó él volviendo su atención hacia la rubia.
-¡Pero yo soy su prometida!-refutó Juliane, muy dispuesta a salirse con la suya.- Y no se ve bien que dejes plantada a tu futura esposa, por bailar con una de tus amantes.-susurró esto último de un tono más bajo e íntimo.- Debes ser discreto, creí que ya lo habíamos acordado cariño.
A Candy se le cayeron los colores del rostro y Albert supo que si no hacía algo enseguida, todo se saldría bajo control.
-Se lo advierto Señorita Devons- advirtió en un tono frío nunca antes escuchado por la rubia.- Si sigue empeñada a jugar un rol que no le pertenece, me veré obligado a tomar las medidas necesarias para que desaloje la mansión. ¿Quedó claro?
- Pero, cariño…-
-¿No fui claro?- espetó Albert harto del cinismo de aquella muchacha.
Juliane Devons humillada como nunca en su vida, apenas hizo una reverencia y se retiró lo más dignamente posible a armar una estrategia en venganza por lo ocurrido.
-Candy.- le llamó Albert con suavidad a la vez que extendía con gentileza una mano hacia ella.- Me debes un baile, preciosa.
La ojiverde sorprendida de que él se acordase de aquella conversación, sonrió y extendió la mano como respuesta, confiada en que siendo Albert, nada malo podría pasar. CONTINUARÁ.........
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Muy buenas horas... Hola!! hola!! A lo largo del mes... he disfrutado mucho leerlas y conocer sus distintas reacciones en torno a esta historia, es por ello que deseo agradecer a cada una de vosotras por pasar por aquí.
Ha sido bastante divertido convivir y poder disfrutar de sus preciosos aportes además. Lamentablemente el tiempo se ha agotado , así que las que deseéis podéis seguir leyendo este fic a través de mi cuenta en Wattpad donde iré subiendo los capítulos extendidos. Allí me podéis ubicar como : LizvetArdray-Kuran . . Es cierto que hay que inscribirse con una cuenta, pero de esa manera se puede interrelacionar directamente con los lectores y evitar los curiosos "guest". Además de tener una aplicación para móvil que a varias nos ha facilitado la vida, en cuanto a las notificaciones. ¿Cómo funciona? Si deseáis una notificación directa hay que "añadir a BIBLIOTECA la historia que estéis leyendo"
Por mi parte, os dejo este gift de regalo libre. Además ofrezco firma y portada personalizada de este capítulo, a quien se anote. Mis corazones, nos seguiremos viendo a través de las redes candymunderas, eso es seguro. Humildemente me despido y brindo por todas las chicas que se esfuerzan día a día para salir adelante sin importar el galán a defender.
¡Que viva el candymundo! ¡Que viva la Guerra Florida! Yujuuuuuuuuuuuuuuuuu!! |
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