Enlace al capítulo 4
Muchísimas gracias a todas las chicas que han seguido está historia, en especial porque la protagonista no es nada apreciada en el fandom. Cada comentario es muy valorado. Y cada lectura, también.
La señora Leagan
Capítulo 5
Capítulo 5
Sarah salió corriendo de la mansión. Ni siquiera le importó llevar a sus pequeños hijos consigo. Quería huír. Otro hombre que la traicionaba. Y por una rubia insípida, hasta su color de cabello era aburrido y soso; una mujer que con vulgaridad, se dedicaba a la jardinería; y que carente de valores, tenía fama de enfrentarse al Consejo expresando su opinión, incluso, imponiendo su voluntad como lo demostraba su boda con un marino.
¡Ciego! ¡Torpe! ¡Soez! ¡Maldito fuera George Johnson por traicionarla de esa manera tan vil! Y ella pensando en arriesgar su matrimonio… Se sintió ingenua y estúpida. En medio de sus divagaciones, el susodicho le dio alcance
-Sarah… Por favor, escúchame -rogó
-¡No tenemos nada de qué hablar!
-¡Nunca le he faltado! Ella no sabe nada. Por favor, guarda ese secreto. Olvida lo que has escuchado. Ha sido una imprudencia de mi parte…
-Me encuentro francamente horrorizada, George. No es buen momento para hablar.
-Entiendo. Pero ¿lloras, acaso?
-Estoy decepcionada de ti. Mucho.
-Lo comprendo –dijo sopesando sus palabras- Y lo lamento
-¿Lamentas estar enamorado de esa mujer? –preguntó con esperanza- ¡No, olvídalo! Solo… Dame tiempo porque justo ahora, estoy furiosa contigo
-No, por favor. Nunca quise decepcionarte. Sigo siendo el mismo George de cada día. Esto… Es un secreto y debe continuar así por el honor del matrimonio Brown.
-No quiero ni pensar en ello. Me asquea… Vete.
El joven Johnson permanecía impávido. Tanto tiempo guardando las apariencias y ahora por un simple descuido, su secreto podía salir a la luz. Y en el peor momento posible
-¡Ahora! –gritó Sarah sacándolo de su estupor
George hizo caso a la petición de su interlocutora. Los días pasaron sin saber nada sobre ella. Sin embargo, al poco tiempo, su preocupación cambió por una mucho más importante. Rosemary se encontraba cada vez peor. La vida de la joven mujer se extinguía con rapidez. George agradeció al Vincent el permitirle estar al lado de su esposa el mayor tiempo posible. Ella hablaba cada vez menos, pero cuando mencionaba el nombre de alguno de los caballeros, estos tomaban su mano, la reconfortaban y le contaban alguna de sus muchas anécdotas para recibir como recompensa, algunas débiles pero dulces palabras.
Un día, Sarah regresó. Había algo diferente en ella, George no supo dilucidar qué. No llevaba a los niños. Visitaba a Elroy y a Rosemary. En aquellas visitas, procuraba no entretenerse mucho, quizá por compromiso, quizá por no importunar. Cada vez que Sarah o Elroy entraban a la habitación de Rose, George salía para brindarle privacidad a la tía, con la paciente.
En una de aquellas visitas, Sarah lo buscó. George se mostró sorprendido pero esperanzado a que la molestia de la mujer hubiese quedado atrás.
-George, necesito pedirte un favor
-Por supuesto, estoy a tu servicio
-El auto parecía tener un problema, no entiendo bien de esas cosas… Y quiero que me lleves a casa. Quiero decir, podría pedirle a la tía abuela que me enviara con su chofer, pero no quiero importunar por si se requiere algún medicamento o algo así. Hay varios carros pero solo un chofer
-Sí, claro –razonó George- yo te llevo. Déjame avisarle a Vincent por si me necesita…
-¡No! No es necesario. No tardarás nada. Podría irme caminando, pero estos zapatos no son los adecuados, hay mucho lodo afuera. Ha llovido seguido estos días. Pero no te preocupes, en auto, en cambio, volverás en pocos minutos.
-No me entretendré, solo le aviso y listo
-Yo misma lo he comentado en voz alta. Vamos, no te extrañarán, te lo aseguro… -dijo entrelazando su brazo al suyo y guiándolo hacia afuera
George salió con Sarah sintiendo una opresión en el pecho por alejarse del sitio donde su amada se hallaba en un delicado estado. Sin embargo, trató de alejar esos pensamientos de su mente, repitiéndose que no pasaría nada por unos cuantos minutos, como bien había dicho Sarah. No contaba con que esos supuestos minutos, se convertirían en un par de horas al llegar a la residencia Leagan.
Apenas cruzó el umbral, Sarah se apresuró a abrir la correspondencia. George ni siquiera había entrado, dispuesto a despedirse desde la puerta, cuando Sarah comenzó a llorar histérica, una situación que la caballerosidad de George, no podía ignorar.
-¡Santo Dios! ¿Malas noticias? ¿Puedo ayudarte en algo?
-¡No es posible! ¡Otra vez no!
-¿Qué pasa?
-¿Podrías traerme un poco de agua, por favor? –solicitó entre hipidos
-Sí, sí, voy…
Sarah aprovechó la ausencia del muchacho, para guardar la carta no leída que tenía en las manos, proveniente de una amiga en la capital. Con agilidad, sacó de su bolso, otra carta que llevaba doblada. Una misiva real que había recibido hacía mucho tiempo y que hablaba con lujo de detalles sobre una de las infidelidades de Raymond con una tal Lucille.
George encontró a Sarah a punto del desmayo, pero para su mala suerte, las mucamas no parecían estar cerca.
-Sarah, me preocupas, ¡Intenta calmarte!
-Lee esto, George –pidió con dramatismo extendiendo el papel en su mano
El chico, leyó con avidez y su rostro mudó a un gesto evidente de indignación
-¡Pero tú no puedes creer esto! La vulgaridad de esta carta resulta repugnante. Solo buscan hacerte daño, no deberías darle importancia
- Es verdad. No es la primera vez.
-Entonces no deberías dejar que te afecte. Seguro no es nada importante para tu esposo
-Pero para mí sí
George en su inexperiencia en tales menesteres, no tenía idea de como actuar. Se limitó a escuchar la perorata de Sarah sobre sus tantos sufrimientos mientras el reloj corría.
-Soy horrible, que no le intereso como mujer
-Eres muy guapa, no digas tonterías. Es el dolor lo que habla, pero te aseguro que cualquier hombre se fascinaría con tu belleza y tu compañía
- Estoy destinada a vivir en soledad- expresó mucho más calmada, colocando el dorso de su mano en la frente en un fútil intento de expresar su sufrir.
-No digas eso, tienes a tus hijos, a la señora Elroy, a mí
-¿De verdad te tengo a ti, George?
-Somos amigos
-Yo no quiero que seamos amigos
-Lamento escuchar eso –declaró alzando las cejas
-Quiero lo mismo que tiene Raymond – afirmó sin recato
-¿Perdón?
Sarah se levantó de la silla donde se hallaba y con determinación se acercó a George
-Quiero que tú seas mi “Lucille”
George se levantó trastabillando con los ojos desmesuradamente abiertos
-No lo dices en serio
-Muy en serio –contestó pegando su cuerpo al de él
-Estás confundida. Es la impresión
-No, George. Sé lo que quiero y ese eres tú. Y lo sé desde hace mucho tiempo
-¿Mucho tiempo?
-Demasiado. Lo sé desde que recibí esa maldita carta
-Pero acabas de abrirla ¿O no?
-¡Eso no importa!
-¡Claro que importa! Significa que has entretenido aquí fingiendo llorar por tu esposo
-¡Mi esposo me importa un comino! Estamos aquí tú y yo. Es nuestro momento
-¡No! – exclamó dando un paso hacia atrás
-Vamos George, deseas esto tanto como yo. Dijiste que soy hermosa. Ahora no hay nadie del servicio, fueron al pueblo.
-¿Planeaste esto?- preguntó con horror
-No podía arriesgar mi reputación. En la mansión tampoco te esperan, Vincent fue por un sacerdote
-¿Qué? Entonces yo debería estar con Rose
-¡Otra vez esa mujer! Ella no te quiere.
-Debo irme –urgió
-¿Para ir de sirviente de los Brown? No significas otra cosa para ellos. –precisó tomándolo por la solapa
-¡No me importa lo que pienses! ¡Me mentiste! Creí que necesitabas consuelo pero estabas actuando. ¡Ella es mi familia!
-Pero no la ves como tal. Eres un pervertido. No debes estar a su lado aunque ella te llame
-¿Cómo sabes que ella..? ¿Me llamó, no es así? ¡Y me hiciste venir aquí a perder el tiempo como un vil títere!
-No, George, las cosas no son así- suplicó
George Johnson salió de la casa asqueado, sin mirar atrás alcanzó a escuchar los sollozos de Sarah Leagan. Algo en su interior le decía que se encontraba en el lugar equivocado. Manejó lo más rápido posible por el sendero, pero al llegar a la mansión Ardely, supo que había llegado tarde. El correr de la servidumbre, los sollozos, las miradas compugidas, y finalmente el rostro desencajado de Vincent, que abrazaba con fuerza a su hijo, le comunicó lo que en el fondo sabía. Rosemary había muerto. Y él, no había estado ahí.
Enlace al capítulo 6
Última edición por Friditas el Vie Abr 21, 2017 1:10 am, editado 2 veces