Capítulo 4
Nada. Candy no hizo nada.
En cuanto llegaron, víctima de una energía desbordante, la señorita Pony organizó las habitaciones para que Terrence pudiese dormir solo. No obstante, a ella le fue encomendada la tarea de prepararla, porque, extrañamente, luego de haber solucionado el problema del alojamiento, Pony volvió a sentirse agotada.
Entre tanto, Terrence espera en la sala.
Jimmy tuvo que irse a atender las responsabilidades de su rancho, lo que dejó a Terry rodeado de criaturas curiosas y alborotadoras. Él, reservado y parco en palabras por naturaleza, no hizo el menor intento por entablar ningún tipo de vínculo con los chiquillos.
Eso hasta que una pequeña castaña de mirada marrón y sonrisa traviesa se acercó a él.
—¿Eres médico? —preguntó la niña de apenas siete años, acercándose por el lado izquierdo del sillón en que Terry esperaba.
Terrence la miró, un tanto irritado de que hubiese interrumpido su pacífico descanso.
—No, soy actor. Y un invitado de la señorita Pony. —Quiso decir que lo era de Candy, pero dado que ella no se pronunció al respecto, prefirió ajustarse a la verdad.
—¡Qué bien! —La niña aplaudió y él tuvo el impulso de mirar al techo—. ¿Y tienes novia? —continuó la niña.
—No —respondió al pequeño incordio.
«A eso vengo», masculló en sus adentros.
Miró hacia un lado, evitando mirarla a propósito, a ver si así se desanimaba y terminaba yéndose a jugar con los demás niños.
—¡Yo tampoco! —exclamó sonriendo, y Terry tuvo la impresión de que ella esperaba una declaración de su parte—. Candy sí tiene —continuó la chiquilla—, creo que van a casarse. —Al decir esto último, bajó la voz al punto del susurro, como si lo dicho fuera secreto de estado.
Terrence, atraído por un imán, giró la cabeza hacia la niña. La revelación tuvo la capacidad de detenerle el corazón un microsegundo, pero ahora este bombeaba tanta sangre que su presión se estaba elevando con rapidez, haciendo que su respiración se tornara trabajosa.
—¡Te pusiste blanco! —La pequeña, ajena al efecto de la bomba que acababa de soltar, llamó a Candy a gritos—: ¡Candy! ¡Candy! ¡El señor se puso blanco!
Candice estaba sentada sobre la cama en la que Terrence dormiría esa noche. Su mente, al estar lejos del influjo Grandchester, comenzó a trabajar. Preguntándose qué estaba haciendo Terry ahí. ¿Habría ido a buscarla? ¿Su visita obedecía a la falta de respuesta de ella? Su corazón estaba dándole la obvia respuesta, la cual estaba escrita con tinta en la carta recibida un par de días atrás, cuando los gritos de Jasmine la hicieron correr a la sala.
—Jasmine, ¿qué sucede? —La enfermera llegó hasta la niña, que daba saltitos y abanicaba a Terrence con las manos.
Los otros niños habían detenido sus juegos para observar lo que sucedía con Jasmine y el extraño.
—No sé, yo solo… estaba siendo amable… pero entonces él se puso blanco y no respiraba. —Mientras la niña explicaba, Candice ya estaba justo a Terrence aflojándole el cuello de la camisa.
—Niños, vayan afuera. Jasmine, tráeme un vaso de agua —ordenó antes de comenzar a contar las pulsaciones de Terrence.
Todos obedecieron sin poner resistencia. Poco acostumbrados al tono angustiado de la dulce pecosa.
Como en una nebulosa, Terrence registró el movimiento a su alrededor. Poco a poco, fue enfocando su visión en el perfil que estaba inclinado sobre él. Las palabras de la niña volvieron a él, acelerándolo el pulso de golpe, otra vez.
—Terry, respira —sintió las manos femeninas sobre su rostro, y enseguida tuvo el de ella a pocos centímetros—. Eso es, despacio. Tranquilo.
Pero Terrence no estaba tranquilo. Y lo no estaría hasta asegurarse que esa mujer fuera suya. Con anillo y boda incluidos. No dejaría que se casara con nadie más que no sea él. Quizá por eso y porque el oxígeno le escaseaba en el cerebro, se vio pronunciando las siguientes palabras.
—Cásate conmigo.
Entonces, el tiempo se detuvo.
Continuará...
Capítulo 5
Última edición por Jari el Mar Abr 24, 2018 11:44 pm, editado 1 vez