Sacudida la falda de su vestido, una orgullosamente erguida chica emprendió la retirada hacia su escondite; un lugar de los más peligrosos de la ciudad neoyorkina, pero que ella lo andaba sin la más mínima de las preocupaciones, además, era lo ideal para no ser encontrada por su familia que llevaba días buscándola; hasta que uno de los agentes encargados de, pensó en merodear aquellos lares, en caso de que estuvieran frente a una trata de blancas.
Gracias a la fotografía que llevara consigo, no, no le fue fácil dar con ella quien vestía sencillamente, pero, había cambiado su peinado y hasta zapatillas usaba para representar a una joven de mayor edad cuando en sí, la buscada apenas había cumplido catorce años.
Bueno, para ese tiempo, justamente en 1932, la mentalidad de las chicas avanzaba conforme los días. Plus, si una pariente suya lo había logrado, es decir, escapar, viajar sola y ponerse en peligro, ¿ella por qué no? que demostraba poseer inteligencia y más habilidades para conseguir su objetivo.
Ese, —luego de descartados dos puntos—, lo visitaría una vez cayera la noche.
Durante lo que restaba del día, la jovencita lo aprovecharía para alimentarse, siendo en la posada elegida, donde quien la buscaba fuera a encontrarla.
Con suma cautela, el investigador no la perdería de vista, pudiendo así reportar una exacta ubicación.
La que tenía en mente, la jovencita, a determinada hora y muy bien vestida, se dispuso a ir.
Alrededor de las ocho de la noche, se le veía entrar al más prestigioso de los hoteles de la ciudad, y en donde Terruce Granchester temporalmente se hospedaba.
Debido a su verdadera posición social, la chica no tuvo problemas en ser admitida a uno de sus elegantes restaurantes; no obstante, una vez adentro, se las ingeniaría para colarse hasta una suite.
El hecho de hacerlo, es decir, de escabullirse sin ser atrapada, a la muchachita le provocaba mucha risa; y se lo agradecía a la genial sangre que le corría por las venas; y que lamentaba no haberle conocido en persona, sino a través de lo contado por su padre.
Este último, junto a una comitiva, se le veía manejar velozmente por las calles de la ciudad hacia la dirección dada.
La primera tuvo que ser descartada en el momento de que se viera a la jovencita abandonar la posada.
Nuevamente cauteloso, el agente la siguió hasta el hotel, donde después de investigar, aguardaba por los angustiantes familiares de la chica, la cual y disimuladamente, ya se paseaba por un pasillo.
Por suerte, las herramientas de trabajo de una mucama se observaban afuera de la suite requerida.
Eso hizo feliz a la traviesa joven. Aunque el divisar que la puerta yacía entre abierta, la haría exclamar fuertemente ¡aleluya! Por consiguiente, la llave maestra que llevara en las manos, la pudo guardar en su bolso lleno de otros utensilios encontrados en las pertenencias de su inventor pariente.
Porque otro le interesaba, la jovencita, sin ser vista, se dispuso a entrar a la suite.
Esa era de un tamaño inmenso, estando en el centro del lugar la sala donde el objetivo buscado y sentado estaba.
La pequeña intrusa, habiéndose escondido detrás de una columna cuadrada, desde ahí podía ver la masculina espalda y lo escuchaba disculpándose con la mucama que, agachada, limpiaba el suelo luego de haber recogido los pedazos de un jarrón que él accidentalmente tirara.
Por estar entretenidos ambos con lo suyo, no se percataron de la tercera presencia que, gracias a las demás columnas que decoraban la suite, cada vez y sigilosa, se iba acercando a ellos.
Terminado su trabajo de limpieza, la empleada emprendió retirada, cerrando la puerta detrás de ella.
Aun sabiéndose solos, la intrusa optaba por aguardar en su escondite. Sí, primero debía pensar en lo próximo a decir.
Minutos después y recapitulado, ella aparecía frente a Granchester, quien no evitaría despotricar al oírla al dedicarle un saludo y verla.
A él, imaginémoslo, debido al susto. Además, el recipiente de su tinta había tirado en el momento de ponerse bruscamente de pie.
— ¡Maldición! — espetaba Terry conforme alejaba los documentos que seguía revisando y firmando.
Obviamente la jovencita ante aquello se disculpaba y se disponía a ayudarlo; no obstante, Terruce no medía su enojo al cuestionar:
— ¡¿Qué diantres haces aquí?! ¡¿Cómo es que entraste?!
— Lo siento, señor Granchester.
— ¡Una simple disculpa no basta, jovencita! Así que, veme diciendo, ¡¿qué carajos quieres conmigo?! ¿Por qué tanta tu insistencia?!
— Lo siento — extendió aquella mirando los ojos que proyectaban furia.
Empleando la misma, Terruce se dirigió al teléfono; sin embargo…
— ¡No llame a la policía, por favor! Le aseguro que le interesará lo que tengo que decirle.
— ¡Entonces empieza! — gritó Granchester poniéndose en jarras y frente a ella.
Con la rígida orden, la jovencita, primeramente, suspiró hondo. Segundamente, se presentaba:
— Mi nombre es… Allyson Cornwell.
— ¡¡¿Quién?!! — espetó Terruce quien de la molestia pasaba a la palidez al saber lo siguiente:
— La sobrina de Candice White Andrew — dijo Allyson, viendo ella el impacto que el simple nombre había causado en el hombre.
Noble Responsability Capítulo 3
Última edición por Citlalli Quetzalli el Vie Abr 10, 2020 6:42 pm, editado 2 veces