Candy miraba por la proa del barco que zarpaba hacia tierras desconocidas para ella, su corazón iba dolido y envuelto en una densa neblina invernal que le calaba hasta los huesos. El recuerdo de Anthony y la forma como le fue arrebatada de su vida con esa muerte violenta y absurda la seguí a cada paso que daba. Fue como arrancar una flor que apenas despertaba a la primavera. Los meses que convivió con él y en los que germinó un amor inocente y puro, que anteriormente le llenaron el corazón de ilusiones y la hicieron soñar con un futuro luminoso y feliz, después de haber sido adoptada por la familia Andley y brindado la seguridad de una familia, ahora eran dolorosas espinas que le herían cada vez que los recuerdos venían a su mente. Alejarse de América y todo lo que Anthony representaba sin duda era una necesidad, si quería encontrarle significado a su existencia.
Ahora iría a Inglaterra a recibir la educación que necesitaba para convertirse en una dama de sociedad, y estaba decidida a lograrlo con la ayuda de sus primos Stear y Archie, y lejos quedarían las humillaciones y sinsabores que habían teñido de gris las estaciones de su vida desde el instante que Annie prefirió tener una familia antes que quedarse a su lado en el hogar de Pony. Pero la depresión con la que lidiaba desde el accidente fatal le hacía difícil creer que otra vez los días retomarían su sentido y su correr natural. Trataba de pensar en todas las cosas hermosas que Anthony le había enseñado en ese cálido verano en el que montaron juntos y sintió su corazón latir desbocadamente mientras él la sostenía haciéndola sentir segura y amada a pesar de su origen y sus circunstancias adversas.
¨Como he de superar esta amarga lección,Anthony? Como podré recobrar la fe que se fue contigo? a veces es muy duro sostener esta careta de valor y alegría para no preocupar a la gente que me quiere... pero, me cuesta trabajo cuando estoy sola y no hay nadie alrededor que le haga falta que yo sea la fuerte y salve el momento con alguna ocurrencia o un comentario gracioso... Hoy por hoy siento que todos los días son como este, gris, como uno de verano sin sol...¨
El sonido de la bocina del barco anunciando su zarpar del muelle la sacó de sus pensamientos. George se acercó a ella para llevarla a su camarote. Ahora debía seguir adelante y hacer de su vida algo que valiera la pena en honor de ese amor malogrado pero que le había dejado recuerdos imborrables y enseñanzas invaluables, mientras que el inmenso mar al frente era tan enigmático como ese futuro que ella no era capaz de predecir.