El desmayo de Candy no hubo durado ni cinco minutos; de hecho, la mujer reaccionó cuando la puerta de la suite era abierta para ella, la cual pidió de inmediato ser puesta en el suelo; una orden que, el hombre que la llevara en brazos ignoró por ir a dejarla sobre la cama.
Allí, Candy, ¡presta! se puso de pie para dirigirse adonde ellos e irse lo más rápido de ese lugar. ¿Por qué?
Increíblemente, un severo enojo se había apoderado de todo su ser; y no negó que quiso salir para ir a confrontarlo y sacarle las respuestas a las decenas de preguntas que según ella le haría si un día volvían a verse; pero durante el camino y el haberlos escuchado alegar, la hizo cambiar de opinión e hizo lo que presenciamos anteriormente.
Sí, irse era lo mejor en ese momento; y al estarlo haciendo, iba peleando con Allyson quien le pedía, a gritos, soltarla.
Candy, en sí, no lo hizo; sino que la sobrina, tuvo que emplear más fuerza con que la llevaran sujeta para liberarse del engrilletado amarre que traería consecuencias: unos obvios dedos marcados en la delgada muñeca que en ese instante lucían rojos y después amoratados debido a la blanca y delicada piel de la chica.
Por asegurarse que Terruce no los siguiera, Archie rezagó sus pasos. Pero, al verlas detenerse a mitad del corredor y envolverse en una discusión, Cornwell aceleró su andar para llamar una atención:
— ¡No voy a permitir que le faltes el respeto a Candy!
— ¡Como si me importara!
— Allyson, por Dios, ¿qué pasa contigo, criatura? Tú no eres así. Además… ¿qué hacías con ese hombre?
Uno que, por haber sido ignorado, no tuvo de otra más que darse la vuelta, salir de esa suite y dirigirse a la suya distinguiendo apenas en el trayecto a aquellas tres humanidades que se giraban a verlo conforme cruzaba el breve pasillo, y que, al hacerlo, llamaba discretamente al jefe de guardias para que lo siguiera.
Sabiéndose perdidos de unas vistas, Terry encargaba al guardia seguir a los visitantes al percatarse él de lo difícil que sería llegar a Candy.
Ella, por su parte, al verlo desaparecer buscó raudamente el camino de salida trayendo detrás a una molesta Allyson que la rebasaría y a Archie a lado de los agentes que seguirían trabajando para ellos al encargárseles estar al pendiente de la jovencita que de nuevo y frente a sus personas, astutamente se les escabulliría.
Lo bueno que, uno de los agentes ya sabía la ubicación de la posada donde ella se hospedaba. Por ende, allá se dirigirían.
Por otro lado, y a pocos minutos de haber ingresado al auto y emprendido la marcha, Archie preguntaba a su silente y nerviosa compañera de asiento:
— ¿Estás bien, Candy?
— Trato de — ella contestó con resignación, — pero no puedo —; por ende: — Archie… detén el auto.
— ¡¿Por qué?! —, él saltó en su asiento y se aferró al volante conforme decía: — ¡No pensarás regresar adonde él, ¿cierto?!
— Debo de — respondió la mujer. En tanto el hombre, entre voz trémula y enérgica, le llevaba la contraria:
— ¡No! ¡Tienes determinantemente prohibido hacerlo!
— ¡Es necesario! —, Candy giró el rostro para enfrentarlo. — Yo… ustedes… todos han estado conscientes de que…
— ¡No es justo! — se quejó Archie golpeando el volante con sus puños.
— Yo también digo lo mismo — replicó la rubia. — Sin embargo… ahora que ha aparecido, no podré estar tranquila.
— ¡Pues deberías estarlo! ¡Es evidente que Terruce nunca ha tenido las intenciones de buscarte! Tú no puedes hacerlo, y mucho menos… cambiar de parecer.
— Yo no he dicho eso. Es sólo que…
— ¡¿Qué?! — Archie la instó a hablar al saber de sobra los sentimientos de ella quien pedía una vez más:
— Detén el auto, por favor.
— Al menos, déjame llevarte.
— No, iré sola. Tú síguelos y lleva a Allyson a casa. Yo hallaré la forma de ir allá.
— Albert no me perdonaría si algo malo te pasara.
— Estoy segura que Allyson hizo todo esto guiada por lo que ustedes le han contado hice yo siendo joven, así que, no me subestimes, Archie.
— No lo hago, Candy. Pero los tiempos son otros; y mientras la situación de la economía no mejore, el peligro está por doquier, principalmente… ¡con el infeliz ese!
— No exageres, y ya… detén el auto.
Ante la firme petición de Candy, Archie no tuvo más que hacer tal cual se le solicitara.
Una vez estando el auto parado, la rubia descendió para retornar hacia el hotel donde…
Habiendo sido despachado el jefe de guardias, éste se encargó de cerrar la puerta de la suite ocupada por el hoy duque, el cual masajeándose las sienes se encaminó hacia el lugar que estuviera ocupando anteriormente a la llegada de Allyson, es decir, la sala para tratar de concentrarse nuevamente en lo que había estado haciendo desde su arribo a Nueva York: habíamos dicho, la revisión de muchos documentos para así estar al tanto de lo que conformaba su herencia dejada.
Hasta ese momento, todo tenía un orden; incluidas las deudas, que pronto debían ser saldadas. Entre esas, los salarios de los trabajadores teatrales que llevaban sin laborar el tiempo que redundantemente llevaba Hathaway de fallecido: seis meses.
Aunque Terruce hubo sido notificado dos meses atrás, tomándole uno en dejar temporalmente sus funciones ducales y, la mitad de otro en viajar a América, luego de diez años de haberla dejado con pocos deseos de volver a pisarla; y no lo hubiese hecho si de él hubiera sido la decisión.
No obstante, el ministro de hacienda, —que lo que llevaba en el cargo británico, llevaba implementando restringidas estrategias para afrontar así la crisis económica que se vivía—, no se lo permitió, sobre todo, el evitarle el descontento de los trabajadores.
Y justamente la carpeta con una enorme lista de ellos, Terry agarró; e impidiéndose, —como lo había venido haciendo—, no pensar más que en su actividad, en la cual enfocó su mirada. Una profundamente azulada que, a pesar de estar pasando línea por línea, ni idea tenía de lo que leía; lo que sí era una traicionera imagen que poco a poco se iba plasmando en la hoja sostenida.
Completada, Terry fijó sus ojos en ella; sin embargo, antes de dedicarle un pensamiento, cerró los párpados y sacudió la cabeza para borrarla.
Acto seguido, el duque dejó lo que sostenía para tomar otro documento. Ese ya lo había revisado y se había quedado pendiente una firma. Por consiguiente, con el resto de la tinta, él mojó la punta de la pluma y se dispuso a hacerlo, sorprendiéndole al finalizar, el nombre que había escrito.
— ¡Estás bromeando, Granchester! — espetó Terruce contra sí mismo; y apoderado de un enojo, así estallaba al decir: — ¡Pero no! ¡No permitiré que me atormentes de nuevo!
Finalizada su sentencia, el ahora empresario dejó caer ambos puños sobre lo que tenía en frente; posteriormente se puso de pie; y furioso, buscó una salida agarrando en el camino su chaqueta.
Sin usarla, él abrió la puerta; y con su acción, los guardias se pusieron alertas al verlo salir a toda prisa.
Por ser responsables de su seguridad, el resto de la guardia se dispuso a seguirlo. Pero un endemoniadamente poseído Terry, al notarlos, apenas se giró para advertirles no hacerlo, perdiéndose él, minutos después, por calles que años atrás, recorriera y también a solas.
Noble Responsability Capítulo 6
Última edición por Citlalli Quetzalli el Vie Abr 10, 2020 7:04 pm, editado 1 vez