Ignorando que era seguida, Candy, debido a su acelerado paso, cada vez se le veía más cerca de su objetivo. Uno, que sabemos, ya había dejado el hotel. Además, a ella, en cuanto la vieran por la puerta del majestuoso establecimiento, la apuntarían:
— ¡Ella es una de las personas de las que le acabo de comentar, Señor Spencer! — representante legal del hotel que preguntaría una vez que la rubia llegara al mostrador:
— ¿Es verdad, señorita…?
— Candice White — se presentó la rubia; — y necesito ver al duque de Granchester.
— Lo sentimos; además de tener usted impedido el paso a nuestro hotel, el señor Granchester salió.
— ¿Sabe adónde?
— No dejó dicho. Y en caso de que sí, no se lo diríamos — dijo el manager del lugar. Candy, por su parte:
— Escuche, señor…
— Ritman.
— Señor Ritman, lamento mucho lo sucedido, pero… me urge hablar con él.
— Sin embargo, yo vi todo lo contrario, señorita White. ¿Por qué el cambio?
— Porque es conocida de mi jefe — intervino el guardia a cargo de vigilarla y el cual corriera hasta ellos.
— Aunque lo fuera. La señorita infringió reglas que debe pagar. Además, su compañero me agredió físicamente al estar haciendo yo mi trabajo.
— Es verdad, señor Ritman, y de verdad lo sentimos — se excusó Candy una vez más. — Sin embargo, en una de sus suites ¡estaba mi sobrina! — ella lo recalcó un tanto enojada; molestia que le devolvieron al recordarle:
— ¡Chiquilla que también violó el reglamento! Ella había pedido el acceso al restaurante, no el colarse al área de habitaciones. Y a lo oído, ingresó a una, ¡sin invitación! poniendo así, en tela de juicio la honorabilidad de nuestro huésped.
— Precisamente por eso necesito hablar con él.
— Pues tendrá que hacerlo mañana. Ya le dije que salió y desconocemos su hora de regreso.
— ¿Es eso verdad? — cuestionó el jefe de seguridad de Terruce, replicando un irritado gerente:
— ¿Qué necesidad tendría yo de mentir?
— Bueno, si es así, ¿señorita White? —, llamaron su atención, diciendo ella:
— Candice, por favor.
— ¿Me concede unos momentos a solas?
Otorgados, la rubia y el guardia se alejaron de la recepción para dirigirse a la sala de espera y decirse privadamente:
— Si me lo permite, voy a subir para saber si efectivamente Su Gracia no está.
— Se lo agradeceré mucho, caballero.
— Entonces, con su permiso, ahora vuelvo a usted.
Autorizado lo solicitado, Candice vio partir a un elegante guardia, notando que a ella se acercaba otro, empleado del hotel para vigilarla.
Con su acercamiento, la rubia no dudó en molestarse más debido a la desconfianza; y al hacerlo, al que yacía en el mostrador, le mostró la lengua por pesado.
Cruzándose de brazos, la considerada no grata visita ocupó el sillón individual para aguardar ahí por una respuesta, que sería la confirmación de lo dicho por el gerente enemigo: Terruce había salido, y ninguno de sus guardias, inclusive, sabía de su paradero. No obstante, el guardia jefe diría:
— Yo tengo la ligera idea de saber en dónde está.
— ¿Puede decírmela? — ella hubo urgido el dato.
— Lo haría, por supuesto; sin embargo, también se me informó salió bastante molesto y pidió no ser acompañado.
— Entiendo — dijo Candy especulando saber la razón.
Y porque en el rostro de ella se reflejaba la frustración de su búsqueda, se sugería:
— ¿Por qué no regresa mañana? Quizá le tenga la ubicación exacta del señor Granchester y… hasta pueda recibirla.
— ¿Haría eso por mí? —, en la cara de la rubia destelló una chispa de esperanza que se afirmaría:
— Absolutamente, señorita White.
— Muy bien — exclamó ella pintando en su rostro una sonrisa, — entonces mañana regreso. ¿Cuál es su nombre?
— Rufus, señorita White.
— Rufus — repitió ella, — un gusto conocerle y muchas gracias por su atención.
— El gusto ha sido mío, mi lady — correspondió el hombre que aprovecharía la ocasión para ofrecer: — No me molestará llevarla a su domicilio. Es tarde, la ciudad se torna más peligrosa y…
— ¿No lo reprenderá su jefe si hace eso?
— Al contrario, estoy seguro lo apreciará.
— Siendo así, de nuevo muchas gracias.
Con suma galantería, el guardia cedió el paso a la rubia, ayudándola posteriormente con la puerta giratoria del hotel y más adelante con la del auto para llevarla hasta donde ella le indicara.
Pero, así como el nombrado Rufus lo había aprovechado para saber dónde localizarla en cuanto lo reportaran, Candy hizo lo mismo para saber de Terruce…
— El duque… ¿está casado?
— No, señorita
— ¿No?
Una negativa de cabeza lo reafirmó.
— ¿Lo conoce de mucho tiempo? — indagó Candice. Y como respuesta le darían:
— Conocerlo en sí, no. Llevamos tratándolo, un par de años.
— Oh claro. Y…
— No quisiera ser grosero, señorita White, pero tenemos prohibido dar informes de él.
— Pero… yo le conozco desde que era un adolescente. Solo que… por vicisitudes de la vida… dejamos de vernos y…
— Entiendo su interés por él, sin embargo…
— Está bien, Rufus. No insistiré.
— Lo lamento.
— Al contrario, discúlpeme. Ya es suficiente con lo que hizo por mí hoy y… mañana.
— Por supuesto. En cuanto la deje en su residencia, iré a buscarlo.
… hallándolo justamente en el teatro, mas no el heredado sino en donde se representaba la obra del señor Jones.
A éste, por suerte lo habían encontrado ahí; y debido a la única presentación a dar, Terruce pidió se reuniera con él: la actriz protagonista para comenzar a ensayar.
Pese a la hora, pero sabiendo de antemano era necesario debido al poco tiempo que tenían, se mandó en la búsqueda de la artista requerida.
Y en lo que ella llegaba, Terry se dispuso a pasear en el escenario, un lugar que, si en un pasado era en lo que más añoraba estar, ahora lo veía con una gran indiferencia, agregando que, la escenografía era muy simple y baja económicamente. Bueno, el señor Jones había advertido el mal resultado de la obra, y no era menester recordárselo.
Quien llegaría a recordarle lo que hacía ahí por habérselo preguntado Terruce, fue Rufus, quien no perdería el tiempo para enterarlo:
— Su… “encargo” regresó a buscarlo.
— ¿Ah sí? — sonó escuetamente Granchester conforme se sentaba en un diván de color café, parte de la escenografía.
— Sí, señor.
— ¿Hablaste con ella?
— Tuve que hacerlo.
— ¿Y eso? —, a Rufus le dedicaron una mirada acompañada de un gesto fruncido
— Le han impedido el ingreso al hotel.
— Me imagino por qué — dijo el ex actor, corroborando el guardia:
— Sí. El manager la acusó con el abogado y…
— ¿Tienes su dirección? — se optó por urgir el dato y negarse así a escuchar la razón.
— De hecho, sí. Hasta me tomé el atrevimiento de llevarla yo mismo al confirmarle su ausencia; aunque, también le dije que regresara mañana.
— ¿A qué hora?
— Eso… no lo acordamos.
— Siendo así, vas a tener que estar al pendiente. Yo no pienso moverme de aquí.
— ¿Es que acaso trabajará?
— He dado mi palabra para una última función. Necesito… hacer algo — consideró Terry de una manera despectiva, — así que, puedes irte al hotel.
— Como ordene, Excelencia.
Y mientras Rufus iba adonde lo habían mandado quedándose Terry en su lugar y mirándolo alejarse, Candy, por su parte y minutos previos, se le vio incrédula ante lo que un molesto Archie le contara a su llegada.
— ¡¿Cómo es que no dieron con ella?!
— Porque aparentemente no se dirigió a la posada que ocupaba.
— ¡¿Y entonces?!
— Volvemos a tener la más mínima de las ideas de dónde está.
— ¡No puedo creerlo!
— Así estábamos nosotros.
— Archie… — lo nombró Candy, — ¿y ahora qué haremos?!
— Seguir buscando. Lo malo que…
— ¿Te estás sintiendo mal? — preguntó la enfermera yendo a él que se sentaba pesadamente en el sillón sofá.
— Allyson terminará por matarme.
— No digas eso — ella recomendó al sentarse a su lado; un acercamiento que Cornwell no desaprovechó para recargarse en ella y esconder su rostro en el níveo cuello. — La vamos a encontrar.
— ¿Tú… a Granchester?
— No. Cuando llegué, había salido.
— Menos mal
— Pero mañana, iré a buscarlo nuevamente.
— ¡Jm! — pujó Archie a modo de desaprobación. — Yo que tú no insistía.
— No lo haré más, en caso de que él se negare a verme.
— Como tú digas — contestó Cornwell, quien, ante la aproximación, besaba delicadamente la yugular femenina, que carraspeó nerviosamente a señal de negativa, lo que hizo se dijera: — Dijiste que nada cambiaría.
— No, lo que pasa…
— Está bien — dijo Archie, y se enderezó indicando: — Puedes irte a descansar. Me quedaré a la espera de los agentes.
— En ese caso, ve tú a descansar. Yo los atiendo.
— Con la promesa que me informarás si tienes noticias pronto.
— Claro que sí, Archie.
— Bien — contestó él, — te estaré esperando.
Noble Responsability Capítulo 7
— ¡Ella es una de las personas de las que le acabo de comentar, Señor Spencer! — representante legal del hotel que preguntaría una vez que la rubia llegara al mostrador:
— ¿Es verdad, señorita…?
— Candice White — se presentó la rubia; — y necesito ver al duque de Granchester.
— Lo sentimos; además de tener usted impedido el paso a nuestro hotel, el señor Granchester salió.
— ¿Sabe adónde?
— No dejó dicho. Y en caso de que sí, no se lo diríamos — dijo el manager del lugar. Candy, por su parte:
— Escuche, señor…
— Ritman.
— Señor Ritman, lamento mucho lo sucedido, pero… me urge hablar con él.
— Sin embargo, yo vi todo lo contrario, señorita White. ¿Por qué el cambio?
— Porque es conocida de mi jefe — intervino el guardia a cargo de vigilarla y el cual corriera hasta ellos.
— Aunque lo fuera. La señorita infringió reglas que debe pagar. Además, su compañero me agredió físicamente al estar haciendo yo mi trabajo.
— Es verdad, señor Ritman, y de verdad lo sentimos — se excusó Candy una vez más. — Sin embargo, en una de sus suites ¡estaba mi sobrina! — ella lo recalcó un tanto enojada; molestia que le devolvieron al recordarle:
— ¡Chiquilla que también violó el reglamento! Ella había pedido el acceso al restaurante, no el colarse al área de habitaciones. Y a lo oído, ingresó a una, ¡sin invitación! poniendo así, en tela de juicio la honorabilidad de nuestro huésped.
— Precisamente por eso necesito hablar con él.
— Pues tendrá que hacerlo mañana. Ya le dije que salió y desconocemos su hora de regreso.
— ¿Es eso verdad? — cuestionó el jefe de seguridad de Terruce, replicando un irritado gerente:
— ¿Qué necesidad tendría yo de mentir?
— Bueno, si es así, ¿señorita White? —, llamaron su atención, diciendo ella:
— Candice, por favor.
— ¿Me concede unos momentos a solas?
Otorgados, la rubia y el guardia se alejaron de la recepción para dirigirse a la sala de espera y decirse privadamente:
— Si me lo permite, voy a subir para saber si efectivamente Su Gracia no está.
— Se lo agradeceré mucho, caballero.
— Entonces, con su permiso, ahora vuelvo a usted.
Autorizado lo solicitado, Candice vio partir a un elegante guardia, notando que a ella se acercaba otro, empleado del hotel para vigilarla.
Con su acercamiento, la rubia no dudó en molestarse más debido a la desconfianza; y al hacerlo, al que yacía en el mostrador, le mostró la lengua por pesado.
Cruzándose de brazos, la considerada no grata visita ocupó el sillón individual para aguardar ahí por una respuesta, que sería la confirmación de lo dicho por el gerente enemigo: Terruce había salido, y ninguno de sus guardias, inclusive, sabía de su paradero. No obstante, el guardia jefe diría:
— Yo tengo la ligera idea de saber en dónde está.
— ¿Puede decírmela? — ella hubo urgido el dato.
— Lo haría, por supuesto; sin embargo, también se me informó salió bastante molesto y pidió no ser acompañado.
— Entiendo — dijo Candy especulando saber la razón.
Y porque en el rostro de ella se reflejaba la frustración de su búsqueda, se sugería:
— ¿Por qué no regresa mañana? Quizá le tenga la ubicación exacta del señor Granchester y… hasta pueda recibirla.
— ¿Haría eso por mí? —, en la cara de la rubia destelló una chispa de esperanza que se afirmaría:
— Absolutamente, señorita White.
— Muy bien — exclamó ella pintando en su rostro una sonrisa, — entonces mañana regreso. ¿Cuál es su nombre?
— Rufus, señorita White.
— Rufus — repitió ella, — un gusto conocerle y muchas gracias por su atención.
— El gusto ha sido mío, mi lady — correspondió el hombre que aprovecharía la ocasión para ofrecer: — No me molestará llevarla a su domicilio. Es tarde, la ciudad se torna más peligrosa y…
— ¿No lo reprenderá su jefe si hace eso?
— Al contrario, estoy seguro lo apreciará.
— Siendo así, de nuevo muchas gracias.
Con suma galantería, el guardia cedió el paso a la rubia, ayudándola posteriormente con la puerta giratoria del hotel y más adelante con la del auto para llevarla hasta donde ella le indicara.
Pero, así como el nombrado Rufus lo había aprovechado para saber dónde localizarla en cuanto lo reportaran, Candy hizo lo mismo para saber de Terruce…
— El duque… ¿está casado?
— No, señorita
— ¿No?
Una negativa de cabeza lo reafirmó.
— ¿Lo conoce de mucho tiempo? — indagó Candice. Y como respuesta le darían:
— Conocerlo en sí, no. Llevamos tratándolo, un par de años.
— Oh claro. Y…
— No quisiera ser grosero, señorita White, pero tenemos prohibido dar informes de él.
— Pero… yo le conozco desde que era un adolescente. Solo que… por vicisitudes de la vida… dejamos de vernos y…
— Entiendo su interés por él, sin embargo…
— Está bien, Rufus. No insistiré.
— Lo lamento.
— Al contrario, discúlpeme. Ya es suficiente con lo que hizo por mí hoy y… mañana.
— Por supuesto. En cuanto la deje en su residencia, iré a buscarlo.
… hallándolo justamente en el teatro, mas no el heredado sino en donde se representaba la obra del señor Jones.
A éste, por suerte lo habían encontrado ahí; y debido a la única presentación a dar, Terruce pidió se reuniera con él: la actriz protagonista para comenzar a ensayar.
Pese a la hora, pero sabiendo de antemano era necesario debido al poco tiempo que tenían, se mandó en la búsqueda de la artista requerida.
Y en lo que ella llegaba, Terry se dispuso a pasear en el escenario, un lugar que, si en un pasado era en lo que más añoraba estar, ahora lo veía con una gran indiferencia, agregando que, la escenografía era muy simple y baja económicamente. Bueno, el señor Jones había advertido el mal resultado de la obra, y no era menester recordárselo.
Quien llegaría a recordarle lo que hacía ahí por habérselo preguntado Terruce, fue Rufus, quien no perdería el tiempo para enterarlo:
— Su… “encargo” regresó a buscarlo.
— ¿Ah sí? — sonó escuetamente Granchester conforme se sentaba en un diván de color café, parte de la escenografía.
— Sí, señor.
— ¿Hablaste con ella?
— Tuve que hacerlo.
— ¿Y eso? —, a Rufus le dedicaron una mirada acompañada de un gesto fruncido
— Le han impedido el ingreso al hotel.
— Me imagino por qué — dijo el ex actor, corroborando el guardia:
— Sí. El manager la acusó con el abogado y…
— ¿Tienes su dirección? — se optó por urgir el dato y negarse así a escuchar la razón.
— De hecho, sí. Hasta me tomé el atrevimiento de llevarla yo mismo al confirmarle su ausencia; aunque, también le dije que regresara mañana.
— ¿A qué hora?
— Eso… no lo acordamos.
— Siendo así, vas a tener que estar al pendiente. Yo no pienso moverme de aquí.
— ¿Es que acaso trabajará?
— He dado mi palabra para una última función. Necesito… hacer algo — consideró Terry de una manera despectiva, — así que, puedes irte al hotel.
— Como ordene, Excelencia.
Y mientras Rufus iba adonde lo habían mandado quedándose Terry en su lugar y mirándolo alejarse, Candy, por su parte y minutos previos, se le vio incrédula ante lo que un molesto Archie le contara a su llegada.
— ¡¿Cómo es que no dieron con ella?!
— Porque aparentemente no se dirigió a la posada que ocupaba.
— ¡¿Y entonces?!
— Volvemos a tener la más mínima de las ideas de dónde está.
— ¡No puedo creerlo!
— Así estábamos nosotros.
— Archie… — lo nombró Candy, — ¿y ahora qué haremos?!
— Seguir buscando. Lo malo que…
— ¿Te estás sintiendo mal? — preguntó la enfermera yendo a él que se sentaba pesadamente en el sillón sofá.
— Allyson terminará por matarme.
— No digas eso — ella recomendó al sentarse a su lado; un acercamiento que Cornwell no desaprovechó para recargarse en ella y esconder su rostro en el níveo cuello. — La vamos a encontrar.
— ¿Tú… a Granchester?
— No. Cuando llegué, había salido.
— Menos mal
— Pero mañana, iré a buscarlo nuevamente.
— ¡Jm! — pujó Archie a modo de desaprobación. — Yo que tú no insistía.
— No lo haré más, en caso de que él se negare a verme.
— Como tú digas — contestó Cornwell, quien, ante la aproximación, besaba delicadamente la yugular femenina, que carraspeó nerviosamente a señal de negativa, lo que hizo se dijera: — Dijiste que nada cambiaría.
— No, lo que pasa…
— Está bien — dijo Archie, y se enderezó indicando: — Puedes irte a descansar. Me quedaré a la espera de los agentes.
— En ese caso, ve tú a descansar. Yo los atiendo.
— Con la promesa que me informarás si tienes noticias pronto.
— Claro que sí, Archie.
— Bien — contestó él, — te estaré esperando.
Noble Responsability Capítulo 7
Última edición por Citlalli Quetzalli el Sáb Abr 11, 2020 12:09 pm, editado 2 veces