Hace frío, cruzo los brazos buscando calor. Observo a mi adorada mofeta, duerme encima de mis piernas, acurrucada se ve aún más pequeña. Tiembla la pobre, como todos los que viajamos a bordo de este tren.
Hambre, son muchos males que me aquejan para la poca distracción a bordo. Observo con pesar el paisaje africano que vuela frente a mis ojos. Comienza a amanecer y con ello mis esperanzas de sentir algo de abrigo. No quiero irme, el pecho comienza a punzar, más no tenemos alternativa, la guerra llegó, dividiendo el continente y a su gente, dejaron de ser africanos para convertirse en británicos, franceses, alemanes…
Para distraer la mente, y el estómago, tomó la guitarra que tengo en mi costado. Muevo las clavijas, tensó las cuerdas de mi instrumento y me pongo a tocar, Sarabande. Y mientras mis dedos vuelan comienzo a recordar a quien me enseñara a tocar. “Debes marcharte” las palabras de Sebastian eran duras, categóricas. “*Mein lieber freund Andrew, tu gentil ser no está hecho para soportar estas circunstancias” se reía de mí, sabia de mis orígenes, no había caso en ocultar algo como eso, menos aquí, no es que George supiera donde estaba, ni él ni la tía abuela podían darme caza. Por mucho tiempo me reusé a escucharle ¿cómo podía dejar este país, sus paisajes, los animales? ¿Mi libertad? En el fondo de mi mente se hallaba la verdad. Podía quedarme y luchar. “¿Y si mueres?” me preguntó “Me enterraras, un hoyo cavaras. Uno que mire al horizonte, sin cruces, ni flores. Que me cubra la tierra, el sol quemante, la noche fría y sus estrellas” volvió a reírse. “No estas listo ¿ves?”
Fuga, los acordes cambian como el escenario en mi mente. Recuerdo los bombazos, gente huyendo, gritando. Arranque, como muchos, tomé mi morral, mi mascota y una guitarra, único recuerdo de atardeceres en la sabana africana, mientras practicaba. Monté este tren, lleno de hombres que como yo cargan con remordimientos, odiándome a mi mismo. Alguna vez luche contra un león, sin temor a morir. Nunca temí a las bestias ¿Por qué al humano sí? Adagio, las cuerdas ordenan las líneas de mis pensamientos, son un cantó a la herida abierta que llevo. Mi querida amiga despierta, sobresaltada la veo. Huye asustada, oigo bombazos, logró alcanzarla mientras volamos.
No soy nadie, y no tengo a nadie a mi lado. Espía, eso dicen las habladurías, esa chica por mi se sacrifica. Pero algo en mi se niega, desprecio la caridad, por la vergüenza que encierra. Prefiero vivir y morir en soledad. Más ella insiste, me busca, mi alma inquieta. Algo más poderoso que yo se niega a verla llorar.
*Sarabande, Fuga, Adagio de Johann Sebastian Bach en guitarra*
*alemán: Mi querido amigo*
Última edición por cilenita79 el Sáb Abr 11, 2020 6:05 am, editado 1 vez