El sol poniente se extiende hasta el infinito en el atardecer, algún día te lo mostrare…
En sueños veo su figura, mirando a los cielos, pronunciando mi nombre. Trato de alcanzarla, camino sobre el yermo paraje. De pronto una copiosa lluvia cae nublando mi vista. Mientras me mojo le ruego; lava mis tristezas, llévate mis pecados, los muertos, los que cayeron por estas mis manos. Ellas ya no crean, destruyen en nombre de una paz que no ha llegado, que no sé si veré llegar.
El suelo se ha vuelto carmesí, miro a los cielos, todo se ha teñido de rojo. La sangre de mis amigos, las de mis enemigos. Quiero correr hacia ti, pero no puedo, me paraliza el miedo, el sonido de las armas, el estruendo del cañón. Estiro mis manos en tu busca con desesperación, ayúdame, llévame muy lejos de aquí. Me arrastro por el barro, que se han vuelto cadáveres, que claman por venganza, por descansar en otra morada.
El sol poniente se extiende hasta el infinito en el atardecer, algún día te lo mostrare…
Despierto sin aliento, el cuerpo húmedo, el alma inquieta. El capitán Bowman me busca, me encomienda batir al alemán que mató a mi amigo. De pronto el sueño comienza a cobrar sentido. El cielo se cubre, una brisa templada que huele a lluvia me asusta, la tormenta se avecina. Corro hacia las barracas, más me detengo cuando la veo. Una joven, en sus manos los efectos personales y las cenizas de Domy. Ella mira hacia el cielo, dice tu nombre.
Te lo prometo amigo, cuando acabe esta pesadilla, alzare el vuelo con Patricia, le mostrare el sol que se extiende en el poniente, más allá del infinito…