Bonsoir belles combatants! vengo a lanzar un nuevo ataque y...
-Hola, Bruja. -Terry interrumpe según su costumbre, mirándola desde el quicio de la puerta en donde está recargado mordiendo una manzana-. ¿Hoy no narrarás la presentación, como la vez pasada?
Andreia arquea la ceja y se cruza de brazos
-Non, ma vie... con una vez que hayan soportado mi mediodiosa voz, es suficiente
Él se ríe con ganas y le ofrece de su fruta. La amazona mira para todos lados antes de acercarse a él con mirada maliciosa
-Allez trèsor, eso se ve delicioso. -Y lo mira entero, pero él se aleja dos pasos
-No olvides a sus vigilantes, Bruja.
Con esto, ella se detiene en seco y recupera la compostura, provocando que Terry estalle en carcajadas antes de dejarla sola con su presentaciòn.
Va bien...
Sin más preámbulos, les dejo el segundo capítulo, espero que sea de su agrado mademoiselles
ECDS Capítulo 1
EL CANTO DE LA SIRENA
Por Andreia Letellier (Ayame DV)
Capìtulo 2
Sentado detrás de su escritorio pulcramente ordenado en su oficina con decoración burocrática pasada de moda, Terry cruzó los brazos y miró con cara de aburrido a la joven que tenía enfrente, mientras exhalaba el humo de su cigarrillo. Era la nueva reportera de la sección policiaca de quién sabe cuál periódico; sustituía a la que él ya conocía, Karen. Nunca le interesó saber de cuál tabloide era…
De estatura mediana, escultural figura envuelta en pantalón rojo de vestir de cintura alta y piernas anchas y blusa tipo camisera blanca, la reportera Candice White era absolutamente preciosa, eso no lo iba a negar; había que ser ciego o ser gay para no darse cuenta. Su espeso cabello rizado y rubio, recogido en una coleta alta, brillaba bajo los rayos del sol vespertino que se colaba entre las persianas de la oficina del segundo piso en la estación policial; confiriéndole un aire angelical a la chica.
Halo de dulzura que mantenía a pesar de su notable insistencia, por no decir cabezonería, de conseguir datos para su sección policiaca del día siguiente en el New York Post, donde trabajaba.
Ella clavó los ojos tan verdes como esmeraldas en los suyos azules. Sonreía y eso hacía que las diminutas pecas que salpicaban la nariz pequeña se notaran un poco más. Terrence arqueó la ceja dando una nueva calada al cigarro y se recargó sin cuidado alguno en el respaldo de su silla vieja, que chirrió en protesta.
‒Ya le he dicho lo que sabemos hasta el momento, señorita White; así que explíqueme por favor por qué sigue en mi despacho. ‒Ni siquiera la ternura de hada de la reportera impidió que Terry destilara su legendaria acidez.
Esto no amedrentó en lo más mínimo a Candice, que puso las manitas con las palmas extendidas sobre el vidrio esmerilado del escritorio del británico, y pegó los ojos verdes a los maravillosos zafiros de él.
‒Vamos detective, debe haber algo más que pueda decirme; ¿la señora Marlowe no dejó una nota póstuma explicando las razones de su decisión? ¿Están seguros de que fue suicidio? ¿Cuándo tendrán los resultados de la autopsia? Si el cuerpo fue encontrado por el personal de limpieza del teatro, ¿no habrán eliminado accidentalmente alguna prueba que ayudara, entorpeciendo así la investigación?
Grandchester cerró los ojos, fastidiado. No por la cantidad de preguntas, estaba más que acostumbrado a ello; sino porque la chica no parecía haber tomado aire en ningún momento y era bastante terca. Se frotó el rostro varonil con ambas manos luego de aplastar la colilla en el cenicero y antes de levantarse y sacar una lata de agua mineral de su mini bar, abrirla y darle un gran trago.
No, no le iba a ofrecer nada de beber a la chica. Le importaba una mierda ser un total descortés, no se iba a arriesgar a que la muy aferrada se pusiera cómoda y se quedara más tiempo ahí. Aparentemente la mujer moría de sed pues se lo quedó mirando beber y pasó saliva con dificultad. Terry pensó, divertido, que la rubia tenía su orgullo ya que resopló ofendida, pero no le pidió que le invitase nada.
‒Por tercera ocasión ‒dijo el castaño, controlando por los pelos la impaciencia‒; los resultados de la autopsia estarán listos después de 36 horas y apenas llevamos 5 desde que el cuerpo fue encontrado. No hay nota y sí, estamos seguros de que fue suicidio. Ahora, si me disculpa. ‒Se acercó a ella y la tomó del codo con firmeza “ayudándola” a levantarse, ante la mirada indignada de miss White‒. Tengo trabajo qué hacer y usted también, estoy seguro.
La instó a caminar hacia la puerta con más suavidad de la que pretendía, al tiempo que ella se inclinaba apurada a la silla donde había estado sentada para recuperar su bolso.
‒Es usted un impertinente, Grandchester ‒atacó ella, airada y levantando la nariz, digna‒. La gente merece tener conocimiento de los acontecimientos que se suscitan en la ciudad.
‒Vaya novedad ‒replicó Terrence y la terminó de sacar de la caja de zapatos que era su oficina, ignorando olímpicamente el último argumento.
La vio manotear furiosa tras el vidrio, así que con una mueca de fastidio fue y cerró las persianas, no sin antes dedicarle una sonrisa burlona a la pecosa, a quién alcanzó a ver abrir los ojos enormes y apretar los labios.
El detective negó un par de veces y volvió a su lugar. Reactivó el monitor de su computadora y se dedicó a escribir su reporte previo, tarea que le tomó aproximadamente 15 minutos. Una vez concluido se levantó de ahí y se fue directo a los dominios de Stear Cornwell.
No volvió a pensar en la rubia, suficiente tenía con la dichosa cena que organizaron sus padres para esa noche, a la cual lo estaban obligando a asistir.
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…
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‒Vamos Candy, tranquilízate.
Una linda joven de cabello castaño hasta los hombros y anteojos intentaba en vano calmar el arrebato de la rubia.
‒No Patty, ¡ese tipo de verdad es insoportable! No comprendo cómo Karen podía tratar con ese patán sarcástico y terco y… ¡Argh!
La risita suave de su amiga se escuchó, antes de que volviera a hablar.
‒Karen no es muy diferente de eso último, de hecho. ‒Patricia O’Brian recordó a la anterior encargada de la sección policiaca en el periódico, que había solicitado su transferencia a la sucursal de Los Ángeles, donde residía su recién estrenado esposo‒. Además alguna vez me contó que el tipo era muy huraño y que ella prefería indagar con los policías de a pie, que son bastante más comunicativos.
Candy rio con esto último. No era mala idea de hecho, al menos dos de ellos se la quedaron mirando un tanto embobados, ahora que lo recordaba. No es que ella fuera de esa clase de mujeres que se valen de su atractivo para conseguir información ni puestos, pero bueno, tal vez esos oficiales fuesen tan buena gente como parecían.
‒O también podría ir directamente con el forense, he escuchado decir que es muy amable. ‒Tuvo tal brillante idea‒. ¡Vamos Patty! Lo visitaremos ahora mismo.
‒¿Eh? Candy por Dios, a estas horas no te van a recibir, además la autopsia apenas habrá empezado. ¿En serio quieres ir a meter la nariz mientras tienen el cadáver expuesto y… abierto en canal? Yo paso, gracias. ‒Arrugó la nariz con la sola mención del macabro detalle.
Los verdes ojos de la rubia destellaron, y Patty al parecer se arrepintió de su selección de palabras cuando notó ese brillo emocionado.
Una de las razones por las que Candy había aceptado quedarse con el puesto de Karen, era justamente su naturaleza curiosa, enérgica y valiente por la que era capaz de ver sangre y vísceras desparramadas sin inmutarse. Otra cosa muy distinta para ella eran los motivos de semejantes escenas, por supuesto. Era algo peculiar, tenía un tierno y sensible corazón lleno de empatía por sus prójimos, capaz de sacrificar su propio bienestar de ser necesario, pero no se le arrugaban las faldas viendo esas cosas. Debería haber sido médico, le decía su abuela Pony.
…
Al día siguiente, una de las notas relevantes del NYP, hablaba sobre el suicidio con toxina botulínica de la experimentada actriz de teatro, Charlotte Marlowe, sin que se supiesen a ciencia cierta los motivos que la orillaron a tomar tal decisión; pues la mujer, viuda, contaba con suficientes recursos económicos, trabajo constante y tenía una hija de la que era muy cercana.
Se especulaban varias teorías, todas en el mundo de los espectáculos y sus reporteros fantasiosos, que decían que era amante de un conocido político que no había querido divorciarse de su actual esposa para casarse con ella. Otros afirmaban que la actriz había caído en depresión pues no soportaba muy estoicamente que digamos el paso del tiempo, y a sus 49 años quería seguir luciendo de la edad de su hija Susana y que por ello había utilizado esa toxina. Algunos más decían que había sido sobredosis de Botox por mero descuido, y así otras tantas hipótesis.
Candice White no especulaba, se había limitado a presentar los hechos que le había sonsacado al tal Grandchester y al forense. Por supuesto, en su afán de dar a conocer la verdad completa, no cejaría en sus pesquisas y estaba bien dispuesta a acosar al guapísimo detective para que le compartiera todo lo que averiguara al respecto.
Espera… “¿guapísimo detective?”. Candy se dio una palmada en la frente al darse cuenta de lo que había pensado. El tipo no le simpatizaba nada, era grosero y cerrado como ostra y… oh cielos… Sí… era increíblemente guapo, el infeliz.
La rubia no pudo evitar recordar al sujeto. Tan alto y atlético, esos ojos magníficos y su voz, profunda, seductora e hipnótica que sonaba todavía mejor con el acento británico que el muy desgraciado no disimulaba nada.
La pecosa dejó caer la cabeza toda dramática, ¡ahora resultaba que le parecía atractivo! No, no, para. Atractivo no cubría ni la mitad del tema. El hombre estaba para comérselo entero y de poquito.
Casi se reía de sus deducciones, si no fuera porque el condenado le caía tan mal. Obviamente ella no era ninguna adolescente hormonal, no se dejaría llevar por la apariencia de estrella de cine del detective y cuando lo volviera a ver, se limitaría a ser profesional y a hacer su trabajo.
Además ni que fuera el único chico guapo que conociera. Bueno… la verdad no conocía a nadie más bello que él, ¡pero era un insufrible! Y tan alto y…
‒¡Candice White, contrólate! ‒Se regañó a sí misma y finalmente, después de beber un vaso de leche tibia se fue a dormir, satisfecha con su día y con su travesura.
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...
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Continuará el próximo miércoles 15 de abril.
Merci mademoiselles! Po2 su tiempo para leer
Espero que se hayan divertido leyendo, tanto como yo escribiendo