PORTADA REALIZADA POR LA TALENTOSA LAURA BALDERAS
“ENTRE CARDOS Y NARCISOS”
CAPÍTULO VIII PARTE I
FAMILIA GRANCHESTER
POR YURIKO YOKINAWA
CON LA COLABORACIÓN DE SHEY MEOI
CAPÍTULO VIII PARTE I
FAMILIA GRANCHESTER
POR YURIKO YOKINAWA
CON LA COLABORACIÓN DE SHEY MEOI
Tres años sin conocer lo que era las mieles del amor, ella no podía medir el amor que su esposo le tenía, había hecho tanto, lo demostró desde que solían estudiar en el San Pablo, le ayudó a superar la muerte de Antony, mirar hacia adelante porque seguían vivos… luego, lo que sucedió, ese retroceso le afectó en mucho, ¡Cuánto tiempo perdido! Gracias a él lo volvió a superar, ya no había necesidad de tener guardaespaldas, Neal estaba lejos, Elisa parecía seguir con su vida, a Susana le habían rescindido su contrato, era muy obvia con sus acosos hacia con el actor. A pesar de que Candy y Terry vivían en apariencia felices nunca faltaba quien se interpusiera en sus vidas, sobre todo, con los comentarios mal intencionados que hacía Elisa, Susana e incluso la prensa.
Los amigos y familia del matrimonio Granchester ya estaban casados y con hijos. Nadie les cuestionaba nada, intuían qué sucedía, Candy no tenía esa chispa de esposa apasionada, se veían felices porque lo eran, el amor de ambos era genuino. Cada navidad los Andrew se reunían en Lakewood y pasaban la pascua con la tía abuela y los Leagan. Los Granchester al día siguiente partían para el hogar de Pony y ahí se quedaban hasta navidad para regresar a Nueva York a compartir el año nuevo con Eleonor Baker.
Candy amaba estar en el hogar de Pony, con sus madres, con los niños a los que les daba todo el amor que le hubiera dado a un hijo. Se sentía egoísta pedirle a Terry que adoptaran un niño, con seguridad él no se negaría, pero sin haber hecho el intento no se le hacía correcto. A todos atendía, escuchaba, jugaba, mimaba. El matrimonio Granchester realizaba una pastorela con teatro guiñol, era divertido, quizá debería dejar la enfermería y su carrera de medicina para dedicarse a la actuación, eso solía decirle a su esposo cuando le felicitaba por su trabajo. Terry la abrazaba y le decía que ni en sueños lo deseara, ella era solo para él.
Por supuesto que él se daba cuenta de sus deseos de ser madre, él también quería sentir la paternidad… En un futuro él mismo se lo propondría, todavía eran jóvenes y podrían disfrutarse como pareja. Una bola de nieve cayó sobre su pecho, miró a la causante de ese atrevimiento, le sonríe de manera vengativa para agacharse y hacer una bola más grande que el de su pecosa y aventárselo, ella no pierde el tiempo y corre despavorida hacia la colina, la rubia no llegó muy lejos, el impacto de la nieve la hizo caer de bruces. La carcajada de Terry no se hizo esperar ni la lluvia de proyectiles blancos que los niños del hogar le tiraban por haber derribado a su jefe.
Unas formidables vacaciones de navidad. Su hermanito era muy parecido al más querido de sus primos y paladines. William Antony Ardlay Castle, si por ella fuera no dejaría de mimarlo, pero la tía abuela también estaba encantada con el niño y cuando se le prestaba la oportunidad le pedía a Antony para jugar con él. La señora Elroy había cambiado en demasía, al menos con los que ahora eran sus bisnietos porque con Candy seguía siendo más hostil, la acusaba de ser la causante de las desgracias de la familia.
Archie y Annie vivían en Inglaterra, él estaba a cargo de las sucursales instalados en ese país. Cada año regresaban a América para visitar a la familia. Ellos se casaron poco tiempo después que Albert y Becky lo hicieran e inmediatamente viajaron hacia el otro continente. Ambos trabajaban. Annie ya no le daba el mismo tiempo que le dedicaba a la enseñanza como cuando era soltera, ahora, era miembro de las Damas de la Caridad, de lunes a viernes iba a un orfanato a dar clases por cuatro horas para luego regresar y atender su casa y familia. Ella quedó inmediatamente embarazada y se alivió a los siete meses, fue un momento difícil para los futuros padres ya que existía el pronóstico que el bebé no se salvara. Annie dejó de prestar servicio comunitario por un año, toda la atención la tenía la pequeña Stephanie, era una viva imagen de su padre con los ojos de su madre.
Alistear y Patty fueron los últimos en casarse, no tenían mucha prisa a pesar de que tenían años de conocerse y estar comprometidos. La residencia de ellos estaba en Chicago, él, al igual que George se hacían cargo de dirigir las empresas cuando William se encontraba fuera del país, sobre todo, la de hacer las mejoras correspondientes al sistema tecnológico que el corporativo Ardlay necesitaba para hacerlo más competitivo. Patty seguía dando clases en la Universidad. Su embarazo fue de lo más tranquilo, parece que no le había afectado la maternidad. No tuvo síntomas, ni siquiera dolores de parto. Su hijo Henry Raphael era todo lo contrario a sus padres cuando eran niños, demasiado travieso y lleno de vida.
Candy y Terry adoraban a la nueva generación Ardlay, igual que a los niños del Hogar de Pony los llenaban de mimos, regalos, también organizaban con antelación la obra de teatro que todos los mayores presentaban a los pequeños de la casa. En ocasiones estaba Elisa destilando veneno hasta que una navidad no pudo soportar la ausencia de su hermano y en plena escenificación se le fue encima a Albert que la hacía del Grinch. El patriarca de la familia solamente la abrazó para que se desahogara, ella solo deseaba que su hermano estuviera en casa, en familia, compartiendo con ellos. Con fuerza apartó a su tío, lo miró con desprecio. Ella no podía mostrarse débil. Ella era fuerte, decidida, rencorosa y vengativa…Era una Leagan y una huérfana con suerte no sería feliz.
Susana Marlowe había despreciado a varios pretendientes, se había encaprichado con el actor y parte de ello tenía que ver el mismo Terrence, y no porque la sedujera, sino porque la había puesto en su lugar cuando Susana fue al departamento de él con una canasta de alimentos, tuvo la paciencia de esperarlo y cuando llegó no venía solo, la actriz desconocía que ese día él pretendía proponerle matrimonio a la que era su novia, lo que si le quedaba claro era que Candy no se había ido feliz. Aunque bajó ofendida algo bueno había obtenido. En los ensayos teatrales ambos trabajaban bien, fuera de ahí, eran completos desconocidos. Candy solía asistir a los estrenos al que Terry participaba. Elisa le había dado las indicaciones a seguir. En el tercer acto, Susana lo besó agresivamente, parecía que lo quería devorar, Terry inmediatamente la separó e improvisó el vergonzoso momento. La actriz fue sustituida del protagónico por Karen Klaisse y Terry… ya le tenía varias ofensas guardadas y era tiempo de ajustar cuentas con su coprotagonista.
Susana alcanzó a Terry a su camerino toda llorosa, el actor estaba quitándose el maquillaje, se levantó en cuanto la vio, sus ojos parecían glaciares, jamás lo había visto tan enojado, paso a paso acorraló a la mujer que temblaba como papel.
-“¿Te has vuelto loca? ¿Sabes en los problemas que me has metido con mi novia y la prensa? ¿Quieres ponerme ahora en ridículo en el escenario? ¡Contesta!”-
-“¿Acaso no lo sabes o finges no saberlo? Me gustas desde la primera vez que te vi mirando la convocatoria para las audiciones de El rey Lear. A pesar de que en ese tiempo tenías otras labores no te había prestado la atención debida… esa vez estabas de perfil, una sonrisa muy discreta y un brillo en la mirada jamás vista en ti me enamoró, luego, tu arrogancia, como ignoraste a Karen y las veces que lo hiciste incluso conmigo, supe que eras para mí, eres una persona dedicada enfocada en tu trabajo, idealista… escuché que le decías a Robert que había tanta gente sin un lugar para vernos actuar cuando existía muchas butacas disponibles en el tercer piso… ¡Yo, te amo Terry! He intentado demostrártelo con hechos, pero me huyes como la peste. Mejor dime tú, ¿Quién es ella? ¿De dónde sacaste a esa simplona con dinero?”- Susana lloraba como mejor lo sabía hacer. Colocó sus manos en su pecho para poder llorar en él. Terry simplemente dio un paso hacia atrás, la tomó de su brazo con fuerza, estaba furioso todavía más por escuchar toda esa sarta de tonterías.
-“Susana, no es de tu incumbencia saber sobre mi vida personal y sentimental, mucho menos de ella, ¡No te atrevas acercártele ni mencionarla! No sé cómo le vayas a hacer, pero deja de meterme en tus chismes cuando te la das de diva con la prensa. ¿Ha quedado claro?”- El actor apretaba su agarre. Susana estaba por contestar, pero la puerta se abrió.
Candy entró sin tocar. Había escuchado la conversación. Sin decir nada y con el rostro fruncido por la molestia que tenía levantó su mano y plantó una bofetada a Susana Marlowe. La coprotagonista de Terry puso las manos a su mejilla enrojecida por el golpe y salió llorando del lugar. Ahora estaban solos, él la miraba sorprendido, admirado por lo que acaba de presenciar, ella, simplemente cerró la puerta del camerino y corrió a sus brazos en lágrimas para pedirle que le perdonara por su desconfianza.
Ya tendría Susana la oportunidad de cobrarse esa humillación y su aliada para acabar con la mustia de la novia de Graham sería Elisa Leagan. Elisa era muy discreta con sus fechorías, le favorecía el dinero cuando necesitaba de alguien para cometer las injurias de enviar anónimos. Conocía a Candy y estando casados sabía los movimientos de su esposa. Desde que Neal confesó su cobardía el actor se la llevó a Nueva York y le puso guardias de seguridad. Averiguó el remitente del destinatario y los resultados no le causó sorpresa alguna. La prima incómoda de su esposa. De manera simple se la quitó de encima: Albert. Parecía que no aprendía la lección. Todo lo que hacía tenía éxito en un inicio, luego, sufría las consecuencias y terminaba por echarle la culpa a la huérfana de establo. Elisa decidió por dejarla en paz, ya luego se las cobraría.
Tres años había pasado… La última carta se la jugaba Susana, el todo por el todo, ganar o perder, vivir o morir. Elisa y la actriz se reunieron en un café fuera de la zona de Broadway para que le ayudara a sobornar a la suplente de Karen Klaisse. La rubia por mucho que se esforzaba ya no obtenía los protagónicos, Karen solía tenerlos, pero con su segundo embarazo, le era imposible actuar teniendo un papel de ese tipo, estaba en días para aliviarse y se encontraba en casa para concluir la dulce espera. Marilyn Marshall sería su suplente hasta que Karen regresara a los escenarios. Con mentiras, engaños y dinero de por medio pudieron convencerla para seducir al actor.
Marilyn Marshall era una chica demasiado bella, su estatura de 1.78, piel apiñonada y ojos color avellana con sus atributos bien acomodados hacía suspirar a cuanto hombre la mirara, a sus veinte años, como todos los demás integrantes de la compañía había ingresado a Stratford, su talento y algunos favores dados le había permitido llegar rápidamente a ser la coprotagonista suplente de Karen Klaisse.
Elisa y Susana platicaron a su conveniencia algunas anécdotas de Terrence, sobre todo, el hastío de estar casado con una mujer infértil y no poder dejarla por tener una esposa rica, acomodada y poderosa que podría acabar con él con un chasquido de dedos. Elisa al ser confidente de su primo político había aceptado hacerle el favor de ser su cómplice en una infidelidad ya que él cuidaba su imagen ante los medios y su familia. A cambio, Marilyn recibiría una buena paga por tener algunos encuentros clandestinos con Graham.
Terry iba por Candy a la facultad de medicina, la pecosa había decidido estudiar esa noble profesión para apoyar en sus vacaciones al Hogar de Pony con los niños. Estando ella, todos tendrían un control médico y ya no gastarían en esos menesteres más que en lo urgente. Había acondicionado una pequeña clínica cerca del hogar que era dirigido por el doctor Martin. Terry y Albert nunca le negaban nada a la rubia, el fideicomiso que ambos depositaban en su cuenta era utilizado para beneficio del hogar.
Él la esperaba en la misma banca debajo de ese árbol testigo cuando la atrapaba entre sus brazos y se la comía a besos, nada había cambiado desde que estudiaba enfermería, él llegaba disfrazado de estudiante, aunque en ocasiones variaba el disfraz, desde muy nerd hasta muy rebelde. La primera ocasión la rubia se acercó sigilosamente tratando se no ser descubierta por el desconocido que ocupaba el lugar de su esposo. Un grito por el susto que le dio finalizó con un puntapié. Terry había olvidado ser golpeado por ella de esa forma. Su rostro escarlata por haber llamado la atención de los estudiantes que pasaban por el lugar le ocasionó una carcajada disculpándose con todos y con él. Y así, en ocasiones solían salir libremente disfrazados, incluso cuando Candy iba al teatro para ver a su esposo ya sea para actuar o en los ensayos cuando tenía tiempo libre.
El verano estaba cerca y las vacaciones también. Los Granchester planeaban ir a Escocia a disfrutar de su buen clima. Contaban los días para ir a disfrutar otra luna de miel, los billetes del viaje redondo estaban pagados, pasarían a visitar a Archie y Annie, estarían dos días disfrutando de su sobrina y luego marcharía al lugar donde pasaron los mejores momentos de su juventud.
La obra había terminado, los actores agradecían al público. Candy había asistido, acabando la función irían a cenar. Minutos antes el asistente personal del actor había ido por ella para dirigirla al camerino. Ella se detuvo, se acomodó la peluca castaña y se retocó el maquillaje, le regaló una sonrisa al muchacho, le agradeció y le dijo que ella llegaría sola.
Terry se había retrasado, Robert le había llamado para invitarlo a la audición de la siguiente obra, él era el candidato idóneo para el papel, pero primero tenía que hacer las pruebas pertinentes para la selección… Terry no sabía cómo cortarlo, tenía prisa por ver a Candy, así que se encaminó para buscarla. Robert le siguió para seguir parloteando sobre el proyecto que tenía en puerta.
Se quedaron en shock cuando abrieron la puerta del lugar. Candy tenía sometida a Susana mientras una espantada y golpeada Marilyn tapaba sus atributos con una desgarrada bata. La rubia se levantó estoicamente, sacudió su vestido, levantó su peluca. Sacó del cajón unos lentes oscuros y dignamente se marchó del lugar. Terry no entendía qué sucedía, tampoco comprendía qué hacían esas dos mujeres en su camerino. Tomó su chaqueta y fue tras su esposa no sin antes decirle a Robert qué solucionara lo que había sucedido.
Le dio alcance cuando estaba por arrancar el coche, ella no sabía conducir y no dudaba que lo manejara. Subió rápidamente, ella lloraba a raudales recargada en el volante de la unidad. Mil y un pensamientos atravesaban su mente. Ella dirigió su mirada hacia él. Él, lo entendió. Esto no podía suceder otra vez, ya no.
Llegaron a casa en completo silencio, intentó abrazarla para calmarla y darle seguridad, ella manoteó para que no se le acercara. Era la primera discusión fuerte en los años que llevaban de casados, antes de eso, resolvían sus diferencias mediante el diálogo, pero ahora no, los gritos y reproches hacían eco en la recámara de ellos…
-…“Qué no entiendes que yo te amo por lo que eres, por quién eres, por lo que tienes y representas. ¡Mi vida y mi alma es tuya desde el momento en que te conocí Candice! ¡Sabes a qué me dedico y no tienes idea de cuántas mujeres se me han ofrecido! He tenido la oportunidad de engañarte, no necesito de artimañas como las que te plantearon esas brujas, más, sin embargo, no lo he hecho y jamás lo haría porque te amo, entiéndelo por favor de una buena vez, deja tus inseguridades a un lado, yo siempre estaré a tu lado hasta que la muerte nos separe.”- El reproche de Terry se iba apagando hasta convertirse en lágrimas.
-“No les creí Terry, tus ojos me dicen que me amas, tus caricias me indican que me deseas, tus besos me regalan tu alma y tu voz, tu voz hace que mi corazón se acelere cuando te escucha hablar y siente tu cercanía. Despertar contigo y sentir tu cuerpo es el calor que yo necesito, la seguridad que me protege de mis demonios… Yo también te deseo mi amor, no sabes cuánto, mi cuerpo quiere sentirte, pero mi mente te rechaza. Me has tenido tanta paciencia que no sé si algún día podré corresponderte, necesitas a alguien completa, que te ame en cuerpo y alma, que no tenga problemas con su pasado…”- Un golpe en seco a la pared la hizo callar.
-“¡Maldita sea Candy! ¿Vas a empezar otra vez? ¡Ya no somos novios para que me pidas tiempo ni espacio, eres mi esposa caramba! Esperé ocho años para poder casarnos, llevamos tres de matrimonio y no he hecho nada que tú no quieras, no te he presionado, sigues sin entender, eres una egoísta. ¡Ya!... Quítate tus complejos, muda esa piel que carcome tu pasado, retira de tu mente que te haré daño cada vez que te toque, no soy él, ese bastardo está a miles de kilómetros de aquí… Me voy a la otra recámara antes que diga algo de lo cual me arrepienta más adelante. Te daré el espacio que necesitas.”- Con un portazo salió dejando a una Candy con las manos en el rostro llorando su dolor.
El castaño se levantó muy temprano, preparó el desayuno para los dos, comió y salió a caminar al Central Park, necesitaba despejar su mente, pensar y tomar decisiones. Candy no desayunó, se quedó en su recámara mirando fotografías, leyendo viejas cartas y llorando sus penas.
La tarde cayó, no fue a casa, decidió ir al teatro para hablar con Robert. Hattaway era el primero en llegar. Estaba en su oficina para cuando Terry llegó.
-“Buena tardes Robert, ¿Puedo pasar? –
-“Claro que sí muchacho. ¡Pero mira como vienes!, siéntate por favor. ¿Quieres algo de beber, de comer?”-
-“No, gracias, quería preguntarte de qué forma se procedió en contra de Susana y Marilyn.”-
-“Terry, no puedo mentirte, yo no puedo hacer nada si tú no interpones una denuncia en su contra por acoso. A la compañía no le conviene un escándalo, espero que puedas entenderlo. Lo único que pude hacer es despedir a Marilyn y rescindir el contrato de Susana a partir de que empiece la otra temporada. Bien sabes que ella es el sostén de su casa y es una pieza clave en el teatro ahorita que no está Karen ni Marilyn.”-
-“Entiendo, lo entiendo muy bien Robert, eres mi amigo y sabes que te aprecio, fuiste el único que me dio la oportunidad de trabajar aquí y quien creyó en mi talento. Te he agradecido con mi trabajo poniendo mi alma en el escenario… estaré eternamente muy agradecido…”-
-“¿Qué quieres decir Terry? Robert intuía a donde quería dirigirse su pupilo.
-“He decidido dejar el teatro, no voy a perder a mi esposa por algo que no le puedes dar solución, ya hemos tocado el tema en diferentes ocasiones, no es la primera vez que Susana intenta meterme en problemas, le he tolerado hasta sus falacias ante la prensa. No pienses que te estoy dando a elegir, es una decisión que tomo por convicción propia por la salud mental de mi matrimonio. No creas que dejo tirada la obra, termino la temporada y se acaba mi compromiso con la compañía”-
Robert le pidió que lo pensara, no podía dejar su futuro y éxito profesional a la deriva, sin embargo, el castaño lo dejó con la palabra en la boca. Con las manos en los bolsillos, se dirigió a su camerino topándose en el pasillo con Susana Marlowe, la rubia intentó dirigirle la palabra, pero la ignoró como era su costumbre azotando la puerta de su recinto sagrado. La actriz sonrió perversamente, lo había logrado, al fin se había vengado de la mojigata esposa de Graham. Ahora, tendría que hacer tiempo para consolarlo… Muy tarde se dio cuenta de su error. Terry no se presentaría en las audiciones, ensayos ni a la nueva temporada otoño invierno.
-“Candy, ¿Qué haces en la oscuridad?”- La rubia se levantó del sofá y corrió a sus brazos llorando, diciéndole “bienvenido a casa, me has hecho mucha falta el día de hoy.” Se abrazaron con tal fuerza como si alguien intentara separarlos. Lloraron, platicaron, abrieron sus almas nuevamente y curaron sus heridas. Todo iba a cambiar para bien. Ella aceptó la propuesta de Terry. La luna de miel que tenían planeado en sus vacaciones sería ahora la residencia de su nuevo hogar.
Sellaron la promesa con un beso. Beso que poco a poco fue aumentando de intensidad hasta que se hicieron presente las caricias. Candy le pidió ir a la recámara, Terry le preguntó si estaba segura, no quería aprovecharse de la vulnerabilidad de su esposa. Ella le respondió un sí mordiendo el labio inferior de él. Con todo el amor que le tenía la levantó para subir a la recámara de los dos. Caricias leves, muy suaves, como una pluma acariciándole la piel. Ella se detuvo para mirarlo a los ojos, sus delgados dedos se dirigieron al primer botón de su camisa, luego el segundo. Terry sentía que le quemaba la piel, sintió deshacerse cuando tuvo la osadía de besarle el cuello, él gimió y la abrazó, sus manos se dirigieron al cierre del vestido, lo deslizó lentamente, esperando la mínima reacción de su esposa para detener el encuentro amoroso. Ella seguía con lo suyo, le besó y mordió los labios, sentía desfallecer. Él iba a responder el beso, pero ella no se lo permitió , le pidió que la dejara. Continuó con su barbilla para nuevamente posarse al cuello y luego brincarse a su fuerte pecho.
Terminó de desabotonar la camisa, tomó cada muñeca para quitar los botones de la manga. Con mucho cuidado se la quitó mientras miraba su fuerte torso y brazos. Pequeños besos húmedos recorrieron su piel hasta la palma de sus manos, el corazón de ella latía rápidamente, faltaba la camiseta, con manos temblorosas tomó la pretina del pantalón y con sus dedos sacó paulatinamente la camiseta para luego deslizarla sobre su cabeza, iba dejarla caer al piso cuando sintió que le daba un ataque de ansiedad, su respiración se aceleró. Terry inmediatamente la sentó al diván y le dio un vaso con agua. Ella bebió, miró el rostro dulce y tierno de su esposo, en silencio se acercó, la abrazó y le dijo: -“Tranquila amor, tranquila, soy yo, tu esposo, no voy a hacerte daño”-
Candy lloraba, ya lo había decidido, ese día sacaría sus demonios, ella sentía amor, placer, deseo por su esposo, pero las sombras la perturbaban al igual que sus inseguridades, ella había sido testigo en muchas ocasiones los desplantes que le hacía a sus compañeras de tablas y a las acosadoras de sus fans, jamás le había sido infiel, aunque en algunas veces lo pensó porque ella no había cumplido como esposa… Pero cuando él llegaba del teatro y ella dormía, sentía una leve caricia y un breve beso en su mejilla, la tomaba en brazos para decirle que había llegado, entonces, es cuando cayó en la cuenta que sus caricias era de ella, su sonrisa, sus besos, su tiempo, las palabras que le decía, la vida de él era de ella así como el amor que le profesaba, tanto como ella lo amaba, como también que su vida era de él. Sus miedos desaparecían cuando él la abrazaba y la tranquilizaba. –“Hazme tuya mi amor, hazme tu mujer, hagamos el amor”- Y antes que su esposo dijera algo ella se sentó sobre su regazo y comenzó a besarlo como un sediento en el desierto.
Terry la deseaba, eran varios años de contenerse, de frenar para evitar que ella retornara a los recuerdos… Pero era un hombre, sano, fuerte, viril y que anhelaba el contacto con su esposa… Deseaba convertir en mujer a su pecosa.
Se levantó con ella en brazos, y la colocó suavemente en el suelo de la alcoba, una que era más de ella que de él, pues era ahí donde se encerraba cuando la ansiedad le ganaba y no quería compartir su espacio con nadie. Pero en ese instante, él sabía que le había permitido entrar a su refugio.
Él depositó tiernamente un beso en los delicados labios de su rubio amor, mientras deslizaba sus manos por los brazos de ella, hasta llegar a su estrecha cintura…La sintió temblar, no sabía si por miedo o por deseo, pero él haría que ella temblara de pasión.
Lentamente, acercó sus manos hasta su delicado vestido y fue desabotonándolo… Con cada contacto, ella temblaba y él creía que iba subiendo un escalón a la gloria. Su vestido cayó y ella quedó en ropa interior, Terry juró que su piel resplandecía, parecía un ángel cuya luz refulgía en la habitación.
Había evitado mirar su cuerpo ávidamente, para evitar que ella se incomodara, pero entonces la miró al rostro, sus ojos tan expresivos no mentían, pudo ver la pasión en ellos, no había miedo ni pena, sólo deseo.
Él se había recolocado la camisa cuando ella tuvo el ataque de ansiedad, así que tomó sus delicadas manos y la invitó a tocarlo. Con manos temblorosas, ella se deshizo de esa prenda mientras él la iba ayudando con el pantalón. Pronto, ambos estaban en ropa interior.
Era hermoso para él verla sonrojada, su respiración estaba agitada y sus ojos brillaban con intensidad… la recostó sobre la áspera cama, según su parecer y a pesar de tener sábanas de seda, pues el cuerpo aterciopelado de su pecosa era suave cual delicadas plumas. La reclinó de lado y acarició su rostro y sus labios con los suyos. Fue bajando poco a poco a sus turgentes senos, cuyos botones rosas se dejaban entrever detrás de su sostén de encaje blanco. Besó sus montañas por encima de la prenda, dejando humedad encima de ellas. Ella se removía, su cuerpo respondía con pasión cada que poseía sus tiernos botones, así que, para tener un contacto directo, Candy quitó, casi arrancó, su sostén y ofreció sus montículos mientras sus manos acercaban el bello rostro del actor a ellos y jaloneaban suavemente su cabello. El inglés los degustó con pasión, los lamió, succionó, mordió, y se aferró a ellos cual recién nacido a su madre.
Para este momento, su rubio tormento era ya un mar de sensaciones, por lo que el actor bajó su mano hasta el triángulo oculto entre sus piernas, Candy dio un respingo en respuesta a ello. Él introdujo un dedo entre sus pliegues, notando la humedad de su esposa, por lo que fue retirando la última prenda que cubría su escultural cuerpo. Se puso en pie y admiró su cuerpo desnudo, ella quiso cubrirse, pero él suplicó que no lo hiciera, que le regalara esa mágica visión que por años había imaginado. Terry también quitó su prenda interior y se mostró ante una sonrojada Candy que se deleitaba con el cuerpo de su esposo.
El castaño se acomodó sobre la figura de su amada y le regaló una serie de húmedos besos. Candy acariciaba la espalda de su amor y jadeaba en su oído. Terry fue descendiendo los besos, de sus senos a su plano vientre y, arriesgándose, abrió las piernas de la rubia y acercó su rostro al lugar secreto de ella…Inmediatamente Candy se resistió, pero el inglés la miró con una súplica y una promesa en sus bellos cobaltos y ella dejó de luchar.
Terry se perdió entre las piernas de su chica, y de un modo arrasador, le hizo el amor con la boca… Olió, lamió, succionó e introdujo su lengua entre la feminidad de su adorada Candy… Ella era tan apasionada, que tenía aprisionada la cabeza del actor y alzaba sus caderas al encuentro de los embates de su lengua. Candy creyó que explotaría en mil pedazos, algo se estaba formando en sus entrañas y ya no podía detenerlo, sin poder contenerse, estalló en la boca de su esposo mientras olas y olas de placer sacudían su cuerpo. Terry lamió hasta la última gota de lluvia de su amada, no queriendo perder nada de su deleitosa intimidad.
Sin perder más tiempo, Terry se posicionó entre las piernas de la rubia y la besó… Ella se probó a sí misma a través de los besos de su esposo… Él la miró indicándole que el momento había llegado, estaba tan lánguida, que pensó que ya no podía haber más para su cuerpo. Cuando sintió el miembro de su esposo cerca de su entrada, una sombra de miedo la inundó; Terry pudo verla, pero había tanto amor en sus bellos ojos azules, que eso la llenó de mucho valor. Él tomó su rostro para que ella tuviera la certeza de quién sería el dueño de su cuerpo desde ese instante y para la eternidad.
Lentamente, él se introdujo en la cavidad de ella… Estaba tan estrecha y, debido a los nervios, muy cerrada. Candy hizo una mueca de dolor al sentir la intromisión en su entrada, pero, cuando finalmente se relajó, se sintió completa, llena en todos los sentidos.
Terry se había quedado quieto, dejando que ella se acostumbrara a su longitud, al tiempo que él disfrutaba ese instante que le pareció sublime. Lenta y delicadamente él empezó a moverse, mientras oía como su mujer, porque ya era su mujer, gemía al sentirlo
completamente en su interior.
Los movimientos se hicieron más intensos, Candy no era una espectadora, era una participante activa en ellos. Sus cuerpos sudorosos se encontraban, su buscaban con desesperación, con anhelo y pasión.
Los embates fueron más fuertes, la espalda de Terry resentía los arañazos de su rubia, quien estaba fuera de sí; sus piernas alrededor de la cadera de su marido lo tenían apresado y lo empujaban hasta el fondo de su cavidad.
Algo se estaba formando en las entrañas de la pecosa, lo sentía, venía como cual avalancha arrasando con todo a su paso… Sus demonios y miedos se estaban desbaratando, la oscuridad se desvanecía y podía ver salir al sol ya no a la lejanía… Terry por su lado estaba en el mismo sentir e incluso podía oír el canto del ruiseñor, estaba ahí, claro y fuerte.
Las sensaciones se hicieron incontenibles… ya no podían detenerlas, hasta que se desbordaron; el clímax los alcanzó y los llevó directo a la gloria… Juntos tocaron el cielo, entre “te amos” y promesas eternas… Cuerpos temblorosos, sudados, extasiados, completos, saciados…
Dos almas que por fin se complementaban, formando un solo sentir y un mismo cuerpo desde ahora y para siempre.
Los amigos y familia del matrimonio Granchester ya estaban casados y con hijos. Nadie les cuestionaba nada, intuían qué sucedía, Candy no tenía esa chispa de esposa apasionada, se veían felices porque lo eran, el amor de ambos era genuino. Cada navidad los Andrew se reunían en Lakewood y pasaban la pascua con la tía abuela y los Leagan. Los Granchester al día siguiente partían para el hogar de Pony y ahí se quedaban hasta navidad para regresar a Nueva York a compartir el año nuevo con Eleonor Baker.
Candy amaba estar en el hogar de Pony, con sus madres, con los niños a los que les daba todo el amor que le hubiera dado a un hijo. Se sentía egoísta pedirle a Terry que adoptaran un niño, con seguridad él no se negaría, pero sin haber hecho el intento no se le hacía correcto. A todos atendía, escuchaba, jugaba, mimaba. El matrimonio Granchester realizaba una pastorela con teatro guiñol, era divertido, quizá debería dejar la enfermería y su carrera de medicina para dedicarse a la actuación, eso solía decirle a su esposo cuando le felicitaba por su trabajo. Terry la abrazaba y le decía que ni en sueños lo deseara, ella era solo para él.
Por supuesto que él se daba cuenta de sus deseos de ser madre, él también quería sentir la paternidad… En un futuro él mismo se lo propondría, todavía eran jóvenes y podrían disfrutarse como pareja. Una bola de nieve cayó sobre su pecho, miró a la causante de ese atrevimiento, le sonríe de manera vengativa para agacharse y hacer una bola más grande que el de su pecosa y aventárselo, ella no pierde el tiempo y corre despavorida hacia la colina, la rubia no llegó muy lejos, el impacto de la nieve la hizo caer de bruces. La carcajada de Terry no se hizo esperar ni la lluvia de proyectiles blancos que los niños del hogar le tiraban por haber derribado a su jefe.
Unas formidables vacaciones de navidad. Su hermanito era muy parecido al más querido de sus primos y paladines. William Antony Ardlay Castle, si por ella fuera no dejaría de mimarlo, pero la tía abuela también estaba encantada con el niño y cuando se le prestaba la oportunidad le pedía a Antony para jugar con él. La señora Elroy había cambiado en demasía, al menos con los que ahora eran sus bisnietos porque con Candy seguía siendo más hostil, la acusaba de ser la causante de las desgracias de la familia.
Archie y Annie vivían en Inglaterra, él estaba a cargo de las sucursales instalados en ese país. Cada año regresaban a América para visitar a la familia. Ellos se casaron poco tiempo después que Albert y Becky lo hicieran e inmediatamente viajaron hacia el otro continente. Ambos trabajaban. Annie ya no le daba el mismo tiempo que le dedicaba a la enseñanza como cuando era soltera, ahora, era miembro de las Damas de la Caridad, de lunes a viernes iba a un orfanato a dar clases por cuatro horas para luego regresar y atender su casa y familia. Ella quedó inmediatamente embarazada y se alivió a los siete meses, fue un momento difícil para los futuros padres ya que existía el pronóstico que el bebé no se salvara. Annie dejó de prestar servicio comunitario por un año, toda la atención la tenía la pequeña Stephanie, era una viva imagen de su padre con los ojos de su madre.
Alistear y Patty fueron los últimos en casarse, no tenían mucha prisa a pesar de que tenían años de conocerse y estar comprometidos. La residencia de ellos estaba en Chicago, él, al igual que George se hacían cargo de dirigir las empresas cuando William se encontraba fuera del país, sobre todo, la de hacer las mejoras correspondientes al sistema tecnológico que el corporativo Ardlay necesitaba para hacerlo más competitivo. Patty seguía dando clases en la Universidad. Su embarazo fue de lo más tranquilo, parece que no le había afectado la maternidad. No tuvo síntomas, ni siquiera dolores de parto. Su hijo Henry Raphael era todo lo contrario a sus padres cuando eran niños, demasiado travieso y lleno de vida.
Candy y Terry adoraban a la nueva generación Ardlay, igual que a los niños del Hogar de Pony los llenaban de mimos, regalos, también organizaban con antelación la obra de teatro que todos los mayores presentaban a los pequeños de la casa. En ocasiones estaba Elisa destilando veneno hasta que una navidad no pudo soportar la ausencia de su hermano y en plena escenificación se le fue encima a Albert que la hacía del Grinch. El patriarca de la familia solamente la abrazó para que se desahogara, ella solo deseaba que su hermano estuviera en casa, en familia, compartiendo con ellos. Con fuerza apartó a su tío, lo miró con desprecio. Ella no podía mostrarse débil. Ella era fuerte, decidida, rencorosa y vengativa…Era una Leagan y una huérfana con suerte no sería feliz.
Susana Marlowe había despreciado a varios pretendientes, se había encaprichado con el actor y parte de ello tenía que ver el mismo Terrence, y no porque la sedujera, sino porque la había puesto en su lugar cuando Susana fue al departamento de él con una canasta de alimentos, tuvo la paciencia de esperarlo y cuando llegó no venía solo, la actriz desconocía que ese día él pretendía proponerle matrimonio a la que era su novia, lo que si le quedaba claro era que Candy no se había ido feliz. Aunque bajó ofendida algo bueno había obtenido. En los ensayos teatrales ambos trabajaban bien, fuera de ahí, eran completos desconocidos. Candy solía asistir a los estrenos al que Terry participaba. Elisa le había dado las indicaciones a seguir. En el tercer acto, Susana lo besó agresivamente, parecía que lo quería devorar, Terry inmediatamente la separó e improvisó el vergonzoso momento. La actriz fue sustituida del protagónico por Karen Klaisse y Terry… ya le tenía varias ofensas guardadas y era tiempo de ajustar cuentas con su coprotagonista.
Susana alcanzó a Terry a su camerino toda llorosa, el actor estaba quitándose el maquillaje, se levantó en cuanto la vio, sus ojos parecían glaciares, jamás lo había visto tan enojado, paso a paso acorraló a la mujer que temblaba como papel.
-“¿Te has vuelto loca? ¿Sabes en los problemas que me has metido con mi novia y la prensa? ¿Quieres ponerme ahora en ridículo en el escenario? ¡Contesta!”-
-“¿Acaso no lo sabes o finges no saberlo? Me gustas desde la primera vez que te vi mirando la convocatoria para las audiciones de El rey Lear. A pesar de que en ese tiempo tenías otras labores no te había prestado la atención debida… esa vez estabas de perfil, una sonrisa muy discreta y un brillo en la mirada jamás vista en ti me enamoró, luego, tu arrogancia, como ignoraste a Karen y las veces que lo hiciste incluso conmigo, supe que eras para mí, eres una persona dedicada enfocada en tu trabajo, idealista… escuché que le decías a Robert que había tanta gente sin un lugar para vernos actuar cuando existía muchas butacas disponibles en el tercer piso… ¡Yo, te amo Terry! He intentado demostrártelo con hechos, pero me huyes como la peste. Mejor dime tú, ¿Quién es ella? ¿De dónde sacaste a esa simplona con dinero?”- Susana lloraba como mejor lo sabía hacer. Colocó sus manos en su pecho para poder llorar en él. Terry simplemente dio un paso hacia atrás, la tomó de su brazo con fuerza, estaba furioso todavía más por escuchar toda esa sarta de tonterías.
-“Susana, no es de tu incumbencia saber sobre mi vida personal y sentimental, mucho menos de ella, ¡No te atrevas acercártele ni mencionarla! No sé cómo le vayas a hacer, pero deja de meterme en tus chismes cuando te la das de diva con la prensa. ¿Ha quedado claro?”- El actor apretaba su agarre. Susana estaba por contestar, pero la puerta se abrió.
Candy entró sin tocar. Había escuchado la conversación. Sin decir nada y con el rostro fruncido por la molestia que tenía levantó su mano y plantó una bofetada a Susana Marlowe. La coprotagonista de Terry puso las manos a su mejilla enrojecida por el golpe y salió llorando del lugar. Ahora estaban solos, él la miraba sorprendido, admirado por lo que acaba de presenciar, ella, simplemente cerró la puerta del camerino y corrió a sus brazos en lágrimas para pedirle que le perdonara por su desconfianza.
Ya tendría Susana la oportunidad de cobrarse esa humillación y su aliada para acabar con la mustia de la novia de Graham sería Elisa Leagan. Elisa era muy discreta con sus fechorías, le favorecía el dinero cuando necesitaba de alguien para cometer las injurias de enviar anónimos. Conocía a Candy y estando casados sabía los movimientos de su esposa. Desde que Neal confesó su cobardía el actor se la llevó a Nueva York y le puso guardias de seguridad. Averiguó el remitente del destinatario y los resultados no le causó sorpresa alguna. La prima incómoda de su esposa. De manera simple se la quitó de encima: Albert. Parecía que no aprendía la lección. Todo lo que hacía tenía éxito en un inicio, luego, sufría las consecuencias y terminaba por echarle la culpa a la huérfana de establo. Elisa decidió por dejarla en paz, ya luego se las cobraría.
Tres años había pasado… La última carta se la jugaba Susana, el todo por el todo, ganar o perder, vivir o morir. Elisa y la actriz se reunieron en un café fuera de la zona de Broadway para que le ayudara a sobornar a la suplente de Karen Klaisse. La rubia por mucho que se esforzaba ya no obtenía los protagónicos, Karen solía tenerlos, pero con su segundo embarazo, le era imposible actuar teniendo un papel de ese tipo, estaba en días para aliviarse y se encontraba en casa para concluir la dulce espera. Marilyn Marshall sería su suplente hasta que Karen regresara a los escenarios. Con mentiras, engaños y dinero de por medio pudieron convencerla para seducir al actor.
Marilyn Marshall era una chica demasiado bella, su estatura de 1.78, piel apiñonada y ojos color avellana con sus atributos bien acomodados hacía suspirar a cuanto hombre la mirara, a sus veinte años, como todos los demás integrantes de la compañía había ingresado a Stratford, su talento y algunos favores dados le había permitido llegar rápidamente a ser la coprotagonista suplente de Karen Klaisse.
Elisa y Susana platicaron a su conveniencia algunas anécdotas de Terrence, sobre todo, el hastío de estar casado con una mujer infértil y no poder dejarla por tener una esposa rica, acomodada y poderosa que podría acabar con él con un chasquido de dedos. Elisa al ser confidente de su primo político había aceptado hacerle el favor de ser su cómplice en una infidelidad ya que él cuidaba su imagen ante los medios y su familia. A cambio, Marilyn recibiría una buena paga por tener algunos encuentros clandestinos con Graham.
Terry iba por Candy a la facultad de medicina, la pecosa había decidido estudiar esa noble profesión para apoyar en sus vacaciones al Hogar de Pony con los niños. Estando ella, todos tendrían un control médico y ya no gastarían en esos menesteres más que en lo urgente. Había acondicionado una pequeña clínica cerca del hogar que era dirigido por el doctor Martin. Terry y Albert nunca le negaban nada a la rubia, el fideicomiso que ambos depositaban en su cuenta era utilizado para beneficio del hogar.
Él la esperaba en la misma banca debajo de ese árbol testigo cuando la atrapaba entre sus brazos y se la comía a besos, nada había cambiado desde que estudiaba enfermería, él llegaba disfrazado de estudiante, aunque en ocasiones variaba el disfraz, desde muy nerd hasta muy rebelde. La primera ocasión la rubia se acercó sigilosamente tratando se no ser descubierta por el desconocido que ocupaba el lugar de su esposo. Un grito por el susto que le dio finalizó con un puntapié. Terry había olvidado ser golpeado por ella de esa forma. Su rostro escarlata por haber llamado la atención de los estudiantes que pasaban por el lugar le ocasionó una carcajada disculpándose con todos y con él. Y así, en ocasiones solían salir libremente disfrazados, incluso cuando Candy iba al teatro para ver a su esposo ya sea para actuar o en los ensayos cuando tenía tiempo libre.
El verano estaba cerca y las vacaciones también. Los Granchester planeaban ir a Escocia a disfrutar de su buen clima. Contaban los días para ir a disfrutar otra luna de miel, los billetes del viaje redondo estaban pagados, pasarían a visitar a Archie y Annie, estarían dos días disfrutando de su sobrina y luego marcharía al lugar donde pasaron los mejores momentos de su juventud.
La obra había terminado, los actores agradecían al público. Candy había asistido, acabando la función irían a cenar. Minutos antes el asistente personal del actor había ido por ella para dirigirla al camerino. Ella se detuvo, se acomodó la peluca castaña y se retocó el maquillaje, le regaló una sonrisa al muchacho, le agradeció y le dijo que ella llegaría sola.
Terry se había retrasado, Robert le había llamado para invitarlo a la audición de la siguiente obra, él era el candidato idóneo para el papel, pero primero tenía que hacer las pruebas pertinentes para la selección… Terry no sabía cómo cortarlo, tenía prisa por ver a Candy, así que se encaminó para buscarla. Robert le siguió para seguir parloteando sobre el proyecto que tenía en puerta.
Se quedaron en shock cuando abrieron la puerta del lugar. Candy tenía sometida a Susana mientras una espantada y golpeada Marilyn tapaba sus atributos con una desgarrada bata. La rubia se levantó estoicamente, sacudió su vestido, levantó su peluca. Sacó del cajón unos lentes oscuros y dignamente se marchó del lugar. Terry no entendía qué sucedía, tampoco comprendía qué hacían esas dos mujeres en su camerino. Tomó su chaqueta y fue tras su esposa no sin antes decirle a Robert qué solucionara lo que había sucedido.
Le dio alcance cuando estaba por arrancar el coche, ella no sabía conducir y no dudaba que lo manejara. Subió rápidamente, ella lloraba a raudales recargada en el volante de la unidad. Mil y un pensamientos atravesaban su mente. Ella dirigió su mirada hacia él. Él, lo entendió. Esto no podía suceder otra vez, ya no.
Llegaron a casa en completo silencio, intentó abrazarla para calmarla y darle seguridad, ella manoteó para que no se le acercara. Era la primera discusión fuerte en los años que llevaban de casados, antes de eso, resolvían sus diferencias mediante el diálogo, pero ahora no, los gritos y reproches hacían eco en la recámara de ellos…
-…“Qué no entiendes que yo te amo por lo que eres, por quién eres, por lo que tienes y representas. ¡Mi vida y mi alma es tuya desde el momento en que te conocí Candice! ¡Sabes a qué me dedico y no tienes idea de cuántas mujeres se me han ofrecido! He tenido la oportunidad de engañarte, no necesito de artimañas como las que te plantearon esas brujas, más, sin embargo, no lo he hecho y jamás lo haría porque te amo, entiéndelo por favor de una buena vez, deja tus inseguridades a un lado, yo siempre estaré a tu lado hasta que la muerte nos separe.”- El reproche de Terry se iba apagando hasta convertirse en lágrimas.
-“No les creí Terry, tus ojos me dicen que me amas, tus caricias me indican que me deseas, tus besos me regalan tu alma y tu voz, tu voz hace que mi corazón se acelere cuando te escucha hablar y siente tu cercanía. Despertar contigo y sentir tu cuerpo es el calor que yo necesito, la seguridad que me protege de mis demonios… Yo también te deseo mi amor, no sabes cuánto, mi cuerpo quiere sentirte, pero mi mente te rechaza. Me has tenido tanta paciencia que no sé si algún día podré corresponderte, necesitas a alguien completa, que te ame en cuerpo y alma, que no tenga problemas con su pasado…”- Un golpe en seco a la pared la hizo callar.
-“¡Maldita sea Candy! ¿Vas a empezar otra vez? ¡Ya no somos novios para que me pidas tiempo ni espacio, eres mi esposa caramba! Esperé ocho años para poder casarnos, llevamos tres de matrimonio y no he hecho nada que tú no quieras, no te he presionado, sigues sin entender, eres una egoísta. ¡Ya!... Quítate tus complejos, muda esa piel que carcome tu pasado, retira de tu mente que te haré daño cada vez que te toque, no soy él, ese bastardo está a miles de kilómetros de aquí… Me voy a la otra recámara antes que diga algo de lo cual me arrepienta más adelante. Te daré el espacio que necesitas.”- Con un portazo salió dejando a una Candy con las manos en el rostro llorando su dolor.
El castaño se levantó muy temprano, preparó el desayuno para los dos, comió y salió a caminar al Central Park, necesitaba despejar su mente, pensar y tomar decisiones. Candy no desayunó, se quedó en su recámara mirando fotografías, leyendo viejas cartas y llorando sus penas.
La tarde cayó, no fue a casa, decidió ir al teatro para hablar con Robert. Hattaway era el primero en llegar. Estaba en su oficina para cuando Terry llegó.
-“Buena tardes Robert, ¿Puedo pasar? –
-“Claro que sí muchacho. ¡Pero mira como vienes!, siéntate por favor. ¿Quieres algo de beber, de comer?”-
-“No, gracias, quería preguntarte de qué forma se procedió en contra de Susana y Marilyn.”-
-“Terry, no puedo mentirte, yo no puedo hacer nada si tú no interpones una denuncia en su contra por acoso. A la compañía no le conviene un escándalo, espero que puedas entenderlo. Lo único que pude hacer es despedir a Marilyn y rescindir el contrato de Susana a partir de que empiece la otra temporada. Bien sabes que ella es el sostén de su casa y es una pieza clave en el teatro ahorita que no está Karen ni Marilyn.”-
-“Entiendo, lo entiendo muy bien Robert, eres mi amigo y sabes que te aprecio, fuiste el único que me dio la oportunidad de trabajar aquí y quien creyó en mi talento. Te he agradecido con mi trabajo poniendo mi alma en el escenario… estaré eternamente muy agradecido…”-
-“¿Qué quieres decir Terry? Robert intuía a donde quería dirigirse su pupilo.
-“He decidido dejar el teatro, no voy a perder a mi esposa por algo que no le puedes dar solución, ya hemos tocado el tema en diferentes ocasiones, no es la primera vez que Susana intenta meterme en problemas, le he tolerado hasta sus falacias ante la prensa. No pienses que te estoy dando a elegir, es una decisión que tomo por convicción propia por la salud mental de mi matrimonio. No creas que dejo tirada la obra, termino la temporada y se acaba mi compromiso con la compañía”-
Robert le pidió que lo pensara, no podía dejar su futuro y éxito profesional a la deriva, sin embargo, el castaño lo dejó con la palabra en la boca. Con las manos en los bolsillos, se dirigió a su camerino topándose en el pasillo con Susana Marlowe, la rubia intentó dirigirle la palabra, pero la ignoró como era su costumbre azotando la puerta de su recinto sagrado. La actriz sonrió perversamente, lo había logrado, al fin se había vengado de la mojigata esposa de Graham. Ahora, tendría que hacer tiempo para consolarlo… Muy tarde se dio cuenta de su error. Terry no se presentaría en las audiciones, ensayos ni a la nueva temporada otoño invierno.
-“Candy, ¿Qué haces en la oscuridad?”- La rubia se levantó del sofá y corrió a sus brazos llorando, diciéndole “bienvenido a casa, me has hecho mucha falta el día de hoy.” Se abrazaron con tal fuerza como si alguien intentara separarlos. Lloraron, platicaron, abrieron sus almas nuevamente y curaron sus heridas. Todo iba a cambiar para bien. Ella aceptó la propuesta de Terry. La luna de miel que tenían planeado en sus vacaciones sería ahora la residencia de su nuevo hogar.
Sellaron la promesa con un beso. Beso que poco a poco fue aumentando de intensidad hasta que se hicieron presente las caricias. Candy le pidió ir a la recámara, Terry le preguntó si estaba segura, no quería aprovecharse de la vulnerabilidad de su esposa. Ella le respondió un sí mordiendo el labio inferior de él. Con todo el amor que le tenía la levantó para subir a la recámara de los dos. Caricias leves, muy suaves, como una pluma acariciándole la piel. Ella se detuvo para mirarlo a los ojos, sus delgados dedos se dirigieron al primer botón de su camisa, luego el segundo. Terry sentía que le quemaba la piel, sintió deshacerse cuando tuvo la osadía de besarle el cuello, él gimió y la abrazó, sus manos se dirigieron al cierre del vestido, lo deslizó lentamente, esperando la mínima reacción de su esposa para detener el encuentro amoroso. Ella seguía con lo suyo, le besó y mordió los labios, sentía desfallecer. Él iba a responder el beso, pero ella no se lo permitió , le pidió que la dejara. Continuó con su barbilla para nuevamente posarse al cuello y luego brincarse a su fuerte pecho.
Terminó de desabotonar la camisa, tomó cada muñeca para quitar los botones de la manga. Con mucho cuidado se la quitó mientras miraba su fuerte torso y brazos. Pequeños besos húmedos recorrieron su piel hasta la palma de sus manos, el corazón de ella latía rápidamente, faltaba la camiseta, con manos temblorosas tomó la pretina del pantalón y con sus dedos sacó paulatinamente la camiseta para luego deslizarla sobre su cabeza, iba dejarla caer al piso cuando sintió que le daba un ataque de ansiedad, su respiración se aceleró. Terry inmediatamente la sentó al diván y le dio un vaso con agua. Ella bebió, miró el rostro dulce y tierno de su esposo, en silencio se acercó, la abrazó y le dijo: -“Tranquila amor, tranquila, soy yo, tu esposo, no voy a hacerte daño”-
Candy lloraba, ya lo había decidido, ese día sacaría sus demonios, ella sentía amor, placer, deseo por su esposo, pero las sombras la perturbaban al igual que sus inseguridades, ella había sido testigo en muchas ocasiones los desplantes que le hacía a sus compañeras de tablas y a las acosadoras de sus fans, jamás le había sido infiel, aunque en algunas veces lo pensó porque ella no había cumplido como esposa… Pero cuando él llegaba del teatro y ella dormía, sentía una leve caricia y un breve beso en su mejilla, la tomaba en brazos para decirle que había llegado, entonces, es cuando cayó en la cuenta que sus caricias era de ella, su sonrisa, sus besos, su tiempo, las palabras que le decía, la vida de él era de ella así como el amor que le profesaba, tanto como ella lo amaba, como también que su vida era de él. Sus miedos desaparecían cuando él la abrazaba y la tranquilizaba. –“Hazme tuya mi amor, hazme tu mujer, hagamos el amor”- Y antes que su esposo dijera algo ella se sentó sobre su regazo y comenzó a besarlo como un sediento en el desierto.
Terry la deseaba, eran varios años de contenerse, de frenar para evitar que ella retornara a los recuerdos… Pero era un hombre, sano, fuerte, viril y que anhelaba el contacto con su esposa… Deseaba convertir en mujer a su pecosa.
Se levantó con ella en brazos, y la colocó suavemente en el suelo de la alcoba, una que era más de ella que de él, pues era ahí donde se encerraba cuando la ansiedad le ganaba y no quería compartir su espacio con nadie. Pero en ese instante, él sabía que le había permitido entrar a su refugio.
Él depositó tiernamente un beso en los delicados labios de su rubio amor, mientras deslizaba sus manos por los brazos de ella, hasta llegar a su estrecha cintura…La sintió temblar, no sabía si por miedo o por deseo, pero él haría que ella temblara de pasión.
Lentamente, acercó sus manos hasta su delicado vestido y fue desabotonándolo… Con cada contacto, ella temblaba y él creía que iba subiendo un escalón a la gloria. Su vestido cayó y ella quedó en ropa interior, Terry juró que su piel resplandecía, parecía un ángel cuya luz refulgía en la habitación.
Había evitado mirar su cuerpo ávidamente, para evitar que ella se incomodara, pero entonces la miró al rostro, sus ojos tan expresivos no mentían, pudo ver la pasión en ellos, no había miedo ni pena, sólo deseo.
Él se había recolocado la camisa cuando ella tuvo el ataque de ansiedad, así que tomó sus delicadas manos y la invitó a tocarlo. Con manos temblorosas, ella se deshizo de esa prenda mientras él la iba ayudando con el pantalón. Pronto, ambos estaban en ropa interior.
Era hermoso para él verla sonrojada, su respiración estaba agitada y sus ojos brillaban con intensidad… la recostó sobre la áspera cama, según su parecer y a pesar de tener sábanas de seda, pues el cuerpo aterciopelado de su pecosa era suave cual delicadas plumas. La reclinó de lado y acarició su rostro y sus labios con los suyos. Fue bajando poco a poco a sus turgentes senos, cuyos botones rosas se dejaban entrever detrás de su sostén de encaje blanco. Besó sus montañas por encima de la prenda, dejando humedad encima de ellas. Ella se removía, su cuerpo respondía con pasión cada que poseía sus tiernos botones, así que, para tener un contacto directo, Candy quitó, casi arrancó, su sostén y ofreció sus montículos mientras sus manos acercaban el bello rostro del actor a ellos y jaloneaban suavemente su cabello. El inglés los degustó con pasión, los lamió, succionó, mordió, y se aferró a ellos cual recién nacido a su madre.
Para este momento, su rubio tormento era ya un mar de sensaciones, por lo que el actor bajó su mano hasta el triángulo oculto entre sus piernas, Candy dio un respingo en respuesta a ello. Él introdujo un dedo entre sus pliegues, notando la humedad de su esposa, por lo que fue retirando la última prenda que cubría su escultural cuerpo. Se puso en pie y admiró su cuerpo desnudo, ella quiso cubrirse, pero él suplicó que no lo hiciera, que le regalara esa mágica visión que por años había imaginado. Terry también quitó su prenda interior y se mostró ante una sonrojada Candy que se deleitaba con el cuerpo de su esposo.
El castaño se acomodó sobre la figura de su amada y le regaló una serie de húmedos besos. Candy acariciaba la espalda de su amor y jadeaba en su oído. Terry fue descendiendo los besos, de sus senos a su plano vientre y, arriesgándose, abrió las piernas de la rubia y acercó su rostro al lugar secreto de ella…Inmediatamente Candy se resistió, pero el inglés la miró con una súplica y una promesa en sus bellos cobaltos y ella dejó de luchar.
Terry se perdió entre las piernas de su chica, y de un modo arrasador, le hizo el amor con la boca… Olió, lamió, succionó e introdujo su lengua entre la feminidad de su adorada Candy… Ella era tan apasionada, que tenía aprisionada la cabeza del actor y alzaba sus caderas al encuentro de los embates de su lengua. Candy creyó que explotaría en mil pedazos, algo se estaba formando en sus entrañas y ya no podía detenerlo, sin poder contenerse, estalló en la boca de su esposo mientras olas y olas de placer sacudían su cuerpo. Terry lamió hasta la última gota de lluvia de su amada, no queriendo perder nada de su deleitosa intimidad.
Sin perder más tiempo, Terry se posicionó entre las piernas de la rubia y la besó… Ella se probó a sí misma a través de los besos de su esposo… Él la miró indicándole que el momento había llegado, estaba tan lánguida, que pensó que ya no podía haber más para su cuerpo. Cuando sintió el miembro de su esposo cerca de su entrada, una sombra de miedo la inundó; Terry pudo verla, pero había tanto amor en sus bellos ojos azules, que eso la llenó de mucho valor. Él tomó su rostro para que ella tuviera la certeza de quién sería el dueño de su cuerpo desde ese instante y para la eternidad.
Lentamente, él se introdujo en la cavidad de ella… Estaba tan estrecha y, debido a los nervios, muy cerrada. Candy hizo una mueca de dolor al sentir la intromisión en su entrada, pero, cuando finalmente se relajó, se sintió completa, llena en todos los sentidos.
Terry se había quedado quieto, dejando que ella se acostumbrara a su longitud, al tiempo que él disfrutaba ese instante que le pareció sublime. Lenta y delicadamente él empezó a moverse, mientras oía como su mujer, porque ya era su mujer, gemía al sentirlo
completamente en su interior.
Los movimientos se hicieron más intensos, Candy no era una espectadora, era una participante activa en ellos. Sus cuerpos sudorosos se encontraban, su buscaban con desesperación, con anhelo y pasión.
Los embates fueron más fuertes, la espalda de Terry resentía los arañazos de su rubia, quien estaba fuera de sí; sus piernas alrededor de la cadera de su marido lo tenían apresado y lo empujaban hasta el fondo de su cavidad.
Algo se estaba formando en las entrañas de la pecosa, lo sentía, venía como cual avalancha arrasando con todo a su paso… Sus demonios y miedos se estaban desbaratando, la oscuridad se desvanecía y podía ver salir al sol ya no a la lejanía… Terry por su lado estaba en el mismo sentir e incluso podía oír el canto del ruiseñor, estaba ahí, claro y fuerte.
Las sensaciones se hicieron incontenibles… ya no podían detenerlas, hasta que se desbordaron; el clímax los alcanzó y los llevó directo a la gloria… Juntos tocaron el cielo, entre “te amos” y promesas eternas… Cuerpos temblorosos, sudados, extasiados, completos, saciados…
Dos almas que por fin se complementaban, formando un solo sentir y un mismo cuerpo desde ahora y para siempre.
CONTINUARÁ
Gracias Shey por apoyarme en la redacción de la consumación del matrimonio Granchester. ¡Mil gracias nuevamente!
Última edición por Yuriko Yokinawa el Miér Jun 03, 2020 8:05 am, editado 1 vez