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GUERRA DE GUERRILLAS. "ENTRE CARDOS Y NARCISOS" CAPÍTULO VIII, PARTE III

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Yuriko Yokinawa

Yuriko Yokinawa
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

GUERRA DE GUERRILLAS. "ENTRE CARDOS Y NARCISOS" CAPÍTULO VIII, PARTE III Portad52


Portada realizada por mi estimada Laura Balderas

ENTRE CARDOS Y NARCISOS
CAPÍTULO VIII PARTE III
FAMILIA GRANCHESTER
POR YURIKO YOKINAWA


-Terry, desde que llegamos a Londres me tienes vendada de los ojos, dime cuál es la sorpresa, no aguanto la curiosidad.-


- Pecosa, si te digo ya no será sorpresa, deja de ser tan curiosita, por eso luego te metes en problemas amor-


-¿Yo? ¡No es cierto!, si te refieres al hecho de querer salvar a la oveja que estaba perdida no me hace curiosa. Fue culpa tuya que no me advirtieras que su mamá estuviera cerca y que fuera brava- Candy recordaba el momento mientras su esposo reía recordando lo mismo. La rubia había aprendido a manejar muy rápido, ella tenía el volante, su esposo alarmado le decía que había tomado otro camino para el lago, sabía a donde se dirigían, le pedía que regresaran, pero su esposa hizo caso omiso.


-Baja Terry, no te va a pasar nada. ¿Crees que no me doy cuenta de que miras en ocasiones la Villa que te regaló tu padre? ¡Baja! Bueno, no lo hagas, espérame en lo que regreso. Candy trepó la reja de entrada. Terry no daba crédito a lo que veía, estaba creído que esas viejas costumbres las había olvidado. No era lo mismo perseguirse… de haber sabido la hubiera invitado a subir los árboles para apreciar el amanecer o el atardecer. Entonces, recordó que ella llevaba consigo a su hijo y que no estaba midiendo los riesgos de hacer algo así. Inmediatamente bajó del vehículo para darle alcance, pero no lo logró, ella ya estaba del otro lado, sacando la lengua y frunciendo la nariz lo retó a seguirla. Esa mujer era todo un estuche de monerías, a la que amaba con todo su ser.


Terry arremangó la manga de su camisa y cruzó la reja. Le gritó que corriera todo lo que pudiera, ella se detuvo, se dio la vuelta y volvió a sacar la lengua para posteriormente seguir corriendo a las risas. Terry no tardó en alcanzarla, la tomó de la cintura, la giró e inmediatamente la colocó en su hombro, le dio una nalgada y así la subió hasta llegar a la villa mientras le daba las letanías de no medir el peligro de lastimarse o poner en riesgo al bebé. Candy se justificaba. Terry lo entendió. La muy entrometida había enviado al capataz de los Ardlay a averiguar si algún miembro de la familia Granchester se encontraba ahí. Al confirmar que solo estaban los empleados de la Villa y entre ellos la madre de Marck, se aventuró a ir sin previo aviso. Un joven caballerango se veía a lo lejos con escopeta en mano. Ambos no se detuvieron.


-Propiedad privada, haga el favor de regresar- Terry sonrió e hizo una negación con la cabeza. Candy se quedó estática, pidió bajar, pero él la ignoró, el muchacho detuvo el galope, esa sonrisa cínica la reconocería en cualquier lado. Tenían años de no verse, ambos habían cambiado físicamente, incluso en el cabello, Terry tenía el cabello corto mientras Marck todo lo contrario. -¡Hermano!, hubieras avisado que vendrías para prepararte una bienvenida, mínimo para abrirte la reja ¡jajaja!- Marck bajó del equino para saludar a su amigo, Candy se acomodaba la falda del vestido mientras ellos se daban un abrazo. Su amigo desvió la atención hacia la rubia. -¿Candy?- Miraba a uno y a otro. -Pensé que ella estaba en peligro, por eso bajé rápidamente…-


-Marck, te presento a mi esposa, Candy Granchester, ella me invitó a venir, por eso no avisamos, recuerda que le gusta venir de incógnita- Candy saludaba al hermano de Terry mientras se sonrojaba, su intuición le decía que Marck no había perdido lo impertinente.


-¡Jajaja! ¿Ahora sí vas a aceptar que venías a la villa a buscar a Terry porque te gustaba?- Candy se puso del color de un jitomate maduro. Las carcajadas de Terry no se hicieron esperar.


-Una dama no contesta ese tipo de preguntas ¡um!- Levantando la nariz y fingiendo indignación dejó a los dos hombres parados en el lugar. Terry le pidió a Marck que prepararan limonada. Los dos llegaron corriendo, Candy nunca le dio alcance, parecía que Terry disfrutaba embromándola. Candy apoyó sus brazos en las rodillas para jalar aire. Sintió que la presión le bajaba, intentó incorporarse, pero no pudo. Terry la sostuvo y la levantó en vilo, la llevó a su habitación en lo que le gritaba a Marck que consiguiera las sales.


-Candy, voy a tener que amarrarte. Me has hecho pasar un susto. Evitarás de ahora en adelante agitarte como el día de hoy, no quiero que estés brincando rejas, ventanas, árboles ni nada que te haga recordar a tus antiguos parientes- La futura mamá se sentía apenada por lo sucedido, reconocía que se había sido muy negligente el actuar de esa forma, pero consideraba que Terry debía también cerrar círculos y reconciliarse con su pasado. El primer paso era visitar la Villa. Iba a disculparse nuevamente, rara vez él la retaba, pero cuando terminó de decir sus últimas palabras ella lo miró fijamente recodando que eso mismo le había dicho en el Blue River la primera vez que coincidieron en ese lugar cuando visitaban a Albert. En venganza, le dio un golpe en el hombro por la osadía de recordarle que era una mona pecas. Estar en Escocia era revivir su adolescencia, volver a declarar su amor, pero ahora abiertamente y reconocer que sí, buscaba a Terry porque le gustaba.


Bajaron de la mano rumbo a la cocina, comieron caldo de gallina, platicaron con la madre y familia de Marck, él se había casado muy joven y tenía cuatro hijos. Eran una familia unida lleno de valores y amor, no necesitaban de grandes riquezas para ser felices. Al igual que Terry y ella, nunca necesitaron de tanto y a pesar de todo, había quienes deseaban estar en el lugar de los dos.


La tarde se dedicaron a trasquilar ovejas. Terry le había advertido que solo se limitara a levantar la lana y ponerlo en el contenedor que le había indicado. Todo estaba bien en ese momento hasta que Candy escuchó el balido desesperado de una pequeña oveja que buscaba a su madre fuera del corral. El instinto de la rubia fue ayudar al pequeño desvalido regresándolo con el resto de las crías, pero no contaba con que la madre estaba cerca. Estaba a punto de colocarle la cuerda al cordero cuando Terry le gritó que tuviera cuidado mientras él corría tras la oveja que tenía toda la intención de lastimar a la rubia.  Candy necesitaba tiempo para poder lazar al animal y como no lo tenía optó por correr para salvarse. Logró cruzar la cerca, se sentía aliviada, pero de Terry, no, esta vez no le iba a perdonar el hecho de no hacerle caso a sus indicaciones. Volteó para ver qué había sucedido con la oveja. Marck la estaba amarrando de las patas junto con Terry. El rostro de su esposo no era de felicidad.


Terry tomó la mano a su esposa con aprehensión. -Tengo miedo de perderte Candy, si por mí fuera, te tuviera a piedra y lodo cuidando de ti y de nuestro hijo, ese día sentí que los perdía, si no fuera por Marck…- Ella no podía verle el rostro, pero sentía su dolor. Lo que restó de esa tarde no le dirigió la palabra hasta el día siguiente que habló con ella… ahora eran dos y debía cuidarse por los dos. Ya no volvería a hacer algo estúpido.


Candy entrelazó su mano con la de él, la levantó y se la besó. -Te prometo que jamás volveré a hacer algo así- Promesa que en un futuro muy lejano sería rota y que pondría en un hilo el alma de Terry.


-Bueno pecosa, eso ya pasó, ahora me da risa recordar como corrías despavorida- El vehículo se detuvo. -Hemos llegado mi pequeña curiosa, todavía no puedes quitarte la venda.- La ayudó a bajar, escuchó cuando el vehículo se marchó. Él la dirigió y la posicionó estratégicamente para que pudiera apreciar la sorpresa. Se colocó detrás de ella, le dio un beso en el cuello y la abrazó por la cintura. -Puedes quitarte la venda mi amor- Se lo dijo en el oído con una descarga erótica que no le fue indiferente a su esposa. El pañuelo cayó al suelo. La casa estaba terminada. -Lo menos que puedo merecer es un beso- Terry volvió sobre su cuello, Candy se fue sobre los labios de su amado, el calor de la pasión se incrementaba, la rubia metió las manos en el saco de él y antes de hacer algo más que besarse, Terry suavemente se separó de ella, le dio las llaves de la casa y la cargo para entrar como en la vieja costumbre de recién casados que entran por vez primera a su casa para habitarla.


-¿Te gusta mi amor?- No pudo evitar hacerle esa pregunta, su rostro y mirada chispeante le indicaba que así era.


-Terry, es igual a como la diseñamos, muchas gracias, me haces muy feliz… ¡Oh! ¿Cómo quien dice nos mudaremos pronto?- Candy se sentía como niña en navidad, quería ver toda la casa, arreglar el jardín, acondicionar la casa, cocinar para su esposo, sentir nuevamente la privacidad de estar solamente ellos dos.


-No mi amor, a partir de hoy será nuestro hogar, en el transcurso de la semana nos traen nuestras cosas y antes que me digas que no tenemos ropa para cambiarnos, te diré que en la cajuela venía la maleta que yo mismo arreglé mientras estabas en la cocina y si hace falta o quieres otras prendas, vamos a comprarlo, es lo de menos, así aprovechamos a ver los muebles que se necesite para la casa y las recámaras-


-Sí, sí, claro que sí me gustaría. Todavía es temprano amor, ¿podemos ver la casa de mientras?


-¡Claro que sí, es tuya, si crees que necesite algún cambio podemos hacerlo antes de adquirir los muebles, ven vamos, te sigo, ¿Por dónde quieres empezar?-


-¿Por dónde será bueno? ¿Te parece las recámaras?- Candy se sonrojó cuando vio que su esposo se relamió los labios. -¡No!, mejor no, empecemos por la cocina. ¡Vamos Terry!- Candy giraba sobre su propio eje observando el lugar donde todos los días cocinaría para su esposo hasta que chocó con su mirada azul zafiro oscurecido por la pasión, ella se sintió hipnotizada por su embrujo y el deseo terminó por invadirla, y como dos imanes que se atraen se fusionaron en un solo ser.


-¿Te he dicho que te amo? Esa fue la pregunta que le hizo cuando llegaron al climax luego de besarle el hombro bañado de pecas.


-Señor Graham, había tardado en decírmelo, déjeme recordarle que yo lo amo mucho más- Terry la hacía vibrar, la volvía loca de amor, no se cansaba de él. Le dio un beso en el pecho. Continuaron abrazados hasta que terminaron de relajarse. Era probable que ese día estrenaran la casa. Las hormonas de su embarazo la tenían sexualmente demasiado activa y él no se quedaba atrás.


Recorrieron cada centímetro de la casa hasta que llegaron a la cochera. Candy se quedó sin habla. Dos vehículos nuevos del mismo modelo se encontraban estacionados en el lugar. -Escoge el tuyo mi amor, es un regalo por ser una chica aplicada- Candy frunció las cejas, no entendía que le quería decir. Terry abrió la puerta del vehículo y sacó un sobre tamaño carta con el sello de la Universidad de Cambridge. -Ábrelo, dime qué dice, si te das cuenta, no lo he abierto, solo intuyo que son buenas noticias.-


Con manos temblorosas abrió el sobre, tres hojas formateadas con el logo de la Universidad resaltaba con las palabras en negrilla del segundo párrafo: “Ha cumplido con los requisitos para ser miembro de esta magna casa de estudios.” -Terry, ¡me aceptaron, me aceptaron!- Ella saltó sobre él abrazándolo con los brazos y piernas para darle un beso lleno de lágrimas de felicidad. Ahora, fue Candy la que inició el rito del amor para acabar dentro del coche. Estaba feliz, se sentía realizada. Muchas emociones en un solo día. Sí, comenzaba su vida nuevamente en su nuevo hogar con el hombre que amaba y con un hijo en camino, ¿Qué más podía pedirle a la vida? En cuanto tuviera un ratito libre les escribiría a sus madres, a Albert, Patty, Annie y Eleonor. Les compartiría las buenas nuevas y les daría el número telefónico para estar comunicados. Y con eso en mente durmió en los brazos de su esposo sobre una colchoneta, la más cómoda y suave del mundo.


Despertaron temprano, se arreglaron, fueron a un sencillo restaurante a desayunar y de ahí a la universidad a entregar la documentación requerida para ser miembro de la carrera de medicina. Le tomaron fotografías para su expediente, realizó el pago semestral e hicieron un recorrido por el campus. La futura doctora estaba maravillada. Estaba lista, una semana e iniciaría clases, sería un semestre complicado, pero no difícil, todo estaba planificado. Solo faltaba que a Terry le dieran resultado de las audiciones.


-Eleonor se ha ofrecido a acondicionar el cuarto de nuestro hijo, dice que se tomará un años sabático para apoyarnos con el cuidado del bebé, llegaría dos meses antes de tu alumbramiento ¿Qué opinas?-


-Mi suegra es un amor, me encantaría Terry, ella es como una madre para mí y qué mejor que ella esté con nosotros. Mis madres no pueden dejar el hogar de Pony. En cuánto el arreglo de la recámara estaría bien, ella tiene mejor gusto, sería un regalo y recuerdo emotivo para todos. Todavía faltan los demás… ¡Oh, Terry, soy muy feliz, me haces muy feliz mi amor!- Detuvo su camino para ponerse frente a él para levantarse de puntitas y darle un beso fugaz en los labios para luego tomarle la mano y seguir con el recorrido.


Almorzaron cerca de ahí, repasaban el itinerario del día, la rubia aseguraba que se encontraba bien, tenían un listado de varias mueblerías recomendadas por el matrimonio Conrwell y otra lista de lo que adquirirían. Terry había optado por el crédito respaldado por su familia política. Les llevarían sus muebles en el transcurso de la semana en la mañana. Había sido un día cansado, pero valía la pena, estando juntos el tiempo pasaba muy rápido y cada minuto era vivido al máximo ya que pronto volverían a sus actividades laborales.


-Le he pedido a Archie que nos recomiende a un jardinero, vendría cada semana y una mucama que nos ayude con las labores de la casa, llegan mañana temprano, sirve para que los conozcamos y demos el visto bueno, dice tu primo que son de confianza.


-Me parece perfecto, podré sembrar las dulce Candy, yo me encargaré de su cuidado al igual que de los narcisos…- Candy recordaba cuando cayó encima de Terry confundiéndolo con una piedra, los narcisos estaban en flor, para ella, Terry las representaba. Terry la escuchaba con una gran sonrisa, esperaba el momento de sembrar los preciados tesoros de su esposa, siempre era partícipe en las actividades de la casa, sobre todo, la cocina y el jardín, esos dos lugares la mantenía muy cerca de ella, pero lo que más le encantaba era la habitación, el ritual de su arreglo personal para dormir, para empezar el día, para salir, estese como estuviese ella era hermosa, incluso al despertar o como cuando la desnudaba lentamente para hacerle el amor, simplemente, era perfecta, un ángel que Dios le había regalado y que debía cuidar como el más preciado de sus tesoros. Otro día había terminado, cansados pero contentos, un baño relajante, un buen masaje, y el beso de las buenas noches, el matrimonio Graham o Granchester dormiría plácidamente para comenzar en unas horas el siguiente día.


Terry leía las referencias del matrimonio Smith, de acuerdo con la carta de recomendación de Archie, ellos tenían años trabajando para los Ardlay, primero en la villa de Escocia y luego en la residencia Conrwell.


-Señores Smith, agradezco que hayan aceptado en venir, usted apoyará con las actividades de la casa y la cocina, usted, con el jardín hasta que esté terminado, después de eso, vendrá cada semana, laborarán de siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde de lunes a viernes, en caso de requerirlos por más tiempo les notificaremos con antelación… Candy y Terry por separado les dieron un recorrido a lo que sería su ocupación laboral.


Otra semana transcurrida entre recibir muebles, instalar la línea telefónica, comprar uniformes, libros, plantas y recorridos en coche para que Candy se familiarizara a las calles de la ciudad, concluyó en una reunión con la familia Conrwell. Los felicitaron por el bebé que venía en camino, Annie había gritado de la felicidad en cuanto Terry les dio la noticia, corrió hacia su hermana y la abrazó efusivamente. “-La señorita Pony y la hermana María se pondrán muy contentas, aunque ellas ya intuían algo, solo era cuestión de que tú lo supieras…”- Las dos chicas se dirigieron a la cocina para preparar el comedor mientras Archie y Terry fueron al despacho.


-No cabe duda de que un actor y una médico viven en esta casa- Archie observaba la biblioteca, los libros de Shakespeare forrados en cuero marrón que Terry trajo de la Villa Granchester y los libros de medicina se encontraban acomodados en el mismo lugar, una foto de boda, otra en el hogar de Pony y otra con la familia adoptiva de su esposa en una navidad. Un cuadro pintoresco capturó su atención. Terry le contó cómo había adquirido esa pintura del hogar de Pony. El escritorio había sido hecho bajo diseño, otra de las tantas sorpresas del castaño para la rubia. Ahí podían realizar sus actividades laborales o escolares sin dejar de verse de vez en cuando sin perder concentración.


Terry tomó dos vasos, sirvió whisky, brindaron por las dos buenas mujeres que tenían como esposas y por los éxitos personales como profesionales, luego, la conversación giró en torno a los Leagan, en particular, de Neal. Archie le platicó el desenlace del hermano de Elisa, así como el producto de las emociones de su prima al gritar como posesa el odio que sentía por William y Candy después de los funerales, así como el cambio de residencia de los Leagan a la Florida. Terry agradecía estar muy lejos de esa víbora, conocía perfectamente el alcance de esa mujer y no quería ni imaginar qué más podía hacer en contra de Candy.


Tocaron dos veces la puerta para luego abrirse, Candy y Annie con mandil en la cintura y pañuelo en la cabeza los invitaban a pasar a la mesa. La velada fue agradable, degustaron los alimentos con la vacilación de que algo les fuera a caer mal. Platicaron de todo un poco e hicieron planes para verse más adelante. Lavaron la loza y se acostaron temprano a dormir.


Terry fue a dejarla a la universidad, un beso casto y un abrazo fue su despedida, él pasaría por ella en la salida, de mientras, mataría el tiempo dando una vuelta por la ciudad, luego, iría al teatro por los resultados de las audiciones. No pudo evitar pasar por el Castillo Granchester, en el fondo aceptaba que Candy tenía razón, debía reconciliarse con su padre, solo que su orgullo no le perdonaba la vida que le dio y el hecho de no apoyarlo cuando le pidió ayuda con el escándalo del San Pablo. Se estacionó cerca de ahí a fin de no levantar sospechas con los guardias de seguridad. Tenía presente las palabras de la hermana Margaret… Él no se había preguntado cómo es que el duque nunca había ido a buscarlo y entorpecer sus planes. Conocía perfectamente el alcance de él. Incluso limpió el nombre de los dos… Era extraño. Su padre no mostraba muestras de afecto, siempre siguiendo las reglas de una vida manipulada. “Fue una buena decisión dejar esa jaula de oro.” Lo dijo en voz baja, hacía una recapitulación de su vida, no se arrepentía, él era feliz a pesar de todo, ella lo había cambiado desde que se conocieron. Quizás, algún día se encontrarían o, quizás, lo buscaría. Miró el reloj de bolsillo que su padre le regaló en uno de sus tantos cumpleaños, era el momento de regresar e ir al teatro.


-Señor Graham, no cabe duda de que es un actor profesional, hemos sabido de usted porque hasta aquí llegaron los éxitos de sus presentaciones desde que era un actor nobel. Tenerlo aquí y se presentara como uno más habla bien de la humildad que posee, pero, no pudimos pasar por alto la leyenda negra que se tejió acerca de su persona, es por ello, que nos tomamos el atrevimiento de pedir referencias. El director de la compañía Stratford y algunos compañeros con los que colaboró han desmentido lo dicho, incluso, mencionaron que peca de arrogancia y que no tiende a relacionarse. Pienso que eso es mejor que un escándalo, pero debe estar consciente que habrá ocasiones que tendrá que presentarse en los eventos sociales que nos inviten y para su buena fortuna, no hacemos giras artísticas salvo el caso que nuestro Rey nos lo ordene. Señor Graham, lo queremos en nuestro equipo de trabajo con el protagónico de Macbeth. Falta mucho para el estreno, pero eso no significa que no empecemos con los ensayos, de mientras, realizará algún personaje secundario para que se vaya familiarizando con el elenco.-


Terry analizaba las palabras del director David Webster, la mala imagen que le había creado la prensa americana lo había seguido hasta Inglaterra. -Las habladurías siempre van a existir, todo dependerá de la fuente, quien lo propague y como lo difundan. Si se dio cuenta, no tiendo a dar entrevistas, aclaraciones ni explicaciones acerca de mi vida personal, es por ello por lo que siempre han hecho especulaciones… Siempre he cuidado mi imagen y es por eso por lo que soy como soy y a pesar de ello no falta la gente mal intencionada que intenta sacar algún beneficio. Me interesa trabajar en su empresa, pero no para realizar giras fuera de la ciudad o del país, eso es algo que decidí dejar de hacer, en cuanto a las actividades sociales, todo dependerá de dónde sea y de qué se trate, no suelo realizar ese tipo de actividades salvo que el caso lo requiera. Comprenderé que después de lo que le he dicho le haga cambiar de opinión en aceptarme en el grupo, pero esa es mi forma de trabajar.- Terry había sido claro, el trasfondo de poner condicionantes a su trabajo tenía un nombre. Candice e hijo, ellos estaban antes que su amor al teatro, si no lograba llegar a algún acuerdo con alguna compañía le pediría a Albert empleo en el corporativo Ardlay. El actor iba a retirarse, pero David Webster lo detuvo.


-Espere señor Graham, debemos reconsiderar y llegar a un acuerdo en donde ambos nos veamos beneficiados, envíe en la semana a su representante legal para que analice el contrato junto con el de la compañía y se elabore uno acorde a sus necesidades y las nuestras, así, todos ganamos. ¡No lo piense mucho!- Terry lo miró de soslayo, asintió con la cabeza y se retiró. Y él que había creído que su esposa tendría problemas de género para ingresar a la universidad. El actor no pasó por desapercibido ante las miradas curiosas que se encontraba en su paso y al igual como en todos lados, pasó como si no los hubiera visto. Los cuchicheos no se hicieron esperar, era evidente que lo habían reconocido desde que se presentó en las audiciones, pero verlo salir como si nada era de asombrarse ya que esperaban que se quedara, ya que la lista de admisión se encontraba puesta en la pizarra y Terry Graham encabezaba el elenco como el protagonista de la obra.


Terry llegó con media hora de antelación a la universidad, esperaba a su esposa en el lugar que habían acordado, en lo que salía la rubia pensaba lo que iba a hacer el día siguiente, dejaría a Candy, volvería a casa, llamaría a Albert, supervisaría el trabajo del jardín e iría al corporativo a visitar a Archie, a pesar de los años que tenía de amistad con los Ardlay y como miembro de familia no consideró que fuera a necesitar nuevamente la ayuda de ellos. Todavía tenía esa deuda moral con Albert por haberlo rescatado del Colegio en donde lo tenía confinado su padre, ahora, doce años después requeriría nuevamente de su ayuda. Creyó que sería fácil establecerse en Londres a pesar de que estaba consciente de que regresar a su tierra natal sería como uno más que empieza de cero a pesar de tener sus ahorros, el cual, si no administraba bien se le terminaría en poco tiempo y su esposa no dudaría en solventar los gastos de la casa mientras él se estabilizara económicamente. De solo pensarlo se le revolvía el estómago, no debía permitirse tener pensamientos pesimistas, él era un Granchester y no se rendiría.


-¡Terry, Terryy!- El grito de Candy a la distancia lo sacó de sus pensamientos y preocupaciones, inmediatamente se levantó de la banca para abrir sus brazos y recibirla mientras ella se cuelga sobre su cuello. Cómo amaba su expresividad y espontaneidad, no le importaba perder el glamur y comportamiento de una dama para manifestarle su amor. Un breve beso y un te extrañé fue el saludo que se dieron. Terry tomó el bolso y maletín mientras Candy iba de su brazo platicando entusiasmada sobre su primer día de clases.


No sintieron el regreso a casa, los dos se pusieron al día. Candy le había notificado que empezaría sus prácticas escolares los fines de semana por la mañana y saldría en la tarde, le contaba que había tenido demasiada suerte contar con ese privilegio para ser la nueva del grupo. También, le mencionó sobre sus compañeros de clases, no era la única mujer del grupo, había dos más, y que todos eran muy respetuosos, las clases en tiempo y forma, trabajos para el siguiente día y que habría ocasiones que tendría que hacer uso de la biblioteca.


Comieron, se asearon y se dirigieron al despacho, primero para llamar al hogar de Pony, En breve les platicó su estadía en Londres y lo bien que la estaba tratando para luego darles la noticia que sería madre, prometió llamarles cada quince días y escribirles cada semana, se despidió no sin antes recordarles que las seguiría apoyando con los gastos del hogar.  Luego, una llamada a Albert y Becky, después de preguntar por Antony y la tía abuela les dio las buenas nuevas, Becky los felicitaba a los gritos, Terry aguantaba la risa de escuchar tanta algarabía del otro lado de la línea. Les mencionó que ya se habían estabilizado y que estarían en contacto con ese medio, y con la correspondencia. No tuvo el valor de preguntarle por la salud de Neal, lo mejor era seguir con su vida. Le recordó a Albert que no olvidara enviar la mensualidad al hogar de Pony, se despidió de ellos no sin antes mandarle muchos besos a su hermanito. Otra llamada para Patty y Stear, Candy entre risitas imaginaba a su primo todo adormilado dirigiéndose al teléfono para contestar. Patty respondió al llamado, -“Hasta que te acuerdas de nosotros”- era el reclamo que le hacía su amiga. Candy se disculpó y las dos comenzaron a platicar, el carraspeo de Terry le recordó que ya había alargado la conversación. –“Bueno Patty, te llamaré cada quince días y te escribiré cada semana, ahí nos pondremos al día, nos vemos, un abrazo a la familia”- La última llamada fue para Eleonor, su suegra preguntaba por Terry y por el embarazo de Candy, un ¿qué? Se escuchó del otro lado de la línea cuando la rubia le notificó que había retomado sus estudios por ese semestre. Eleonor inmediatamente se excusó y justificó su preocupación. Su nuera terminó de platicarle los planes que tenían en mente y ella estaba incluida en ellos. Eleonor estaba más que feliz, ya tenía una fecha probable de parto, entonces, era hora que ella empezara a organizar sus tiempos para estar con ellos y acondicionar la recámara de su nieto. Platicó un momento con Terry, cuando le preguntó sobre la compañía teatral, este le contestó que estaban en pláticas y negociaciones. Terry no ahondó en la información, se despidieron con la promesa de que Eleonor les llamaría cada semana.  


-¿Qué pasa Terry? No me habías comentado que estaban en pláticas, me dijiste que estabas en la lista y con el protagónico. Amor, he sido una egoísta, me ha ganado la emoción de estar nuevamente en la escuela que no te he dejado hablar completamente de tu día.-


-No es eso Candy, deseo que estés enfocada en tus estudios, no quiero distraerte con nimiedades. Haremos esto, si terminas temprano con tus actividades escolares te contaré lo que hice en el día mientras te doy un masaje, debes estar cansada.- Candy aceptó, y con la ayuda de Terry estudió e hizo sus trabajos.


Como habían quedado, se dejó consentir mientras él le contaba paso a paso lo que había hecho. Candy lo escuchó, cuando finalizó, ella lo abrazó y le dijo lo que pensaba. –Terry, me siento orgullosa de ti, has dado un gran paso en ir al castillo de tu padre, aunque no lo hayas buscado. Sé que tarde o temprano lo harás, nuestro hijo te motivará en hacerlo, incluso, debes pensar en la posibilidad que se encontrarán en algún evento público e incluso en el teatro, eres una figura pública amor y así como tú, él intentará buscarte, eres su hijo y no tardando será abuelo. Lo que importa es que abran sus corazones, expongan sus sentimientos, se perdonen y retomen la relación fraternal que debió existir desde un inicio. Nunca es tarde mientras haya vida Terry.- El castaño terminó con su labor, le dio un beso en la mejilla a su esposa, apagó la lámpara y se acostó acomodando a Candy en su pecho, ella lo abrazó y entrelazó su pierna con la de su esposo e inmediatamente se durmió mientras él le acariciaba su larga cabellera.


Otro día de actividad, la rubia entraba a la universidad a las siete de la mañana, los malestares matutinos ya no eran tan intensos ni frecuentes, los casi tres meses de embarazo parecía darle una tregua a la futura mamá. Terry le preparó el desayuno y su lunch para que no se malpasara. Abordaron el automóvil, la dejó en la facultad y regresó a su casa a hacer las llamadas que tenía planeadas.
-Buenas noches, Albert, no es que te extrañe amigo, ¡jajaja! Antier invitamos a los Conrwell a inaugurar nuestro hogar, en lo que Candy y Annie estaban ocupadas en la cocina Archibald y yo nos encerramos en el despacho a platicar… No pude evitar preguntarle por los Leagan, necesito que me confirmes que Neal falleció y que el resto de su familia ha cambiado de residencia.


-Sí Terry, desafortunadamente mi sobrino falleció de influenza, al menos se fue en paz… le dije que Candy lo había perdonado cuando preguntó por ella, pareciera que solo me esperaba para darle el recado… fue velado y enterrado en Lakewood, imaginarás que su familia está destrozada, Elisa se puso mal, tuvieron que administrarle unos sedantes, al mes de su funeral, se marcharon a Florida, solo mantenemos una relación de negocios. No les avisé antes por el bien de Candy, ya sabes cómo es ella y ahora en su estado… si lo consideras necesario informárselo, por mí no hay inconveniente.-


-No, tampoco creo pertinente hacerlo, ha estado ocupada con la casa, la escuela, el bebé, no deseo mortificarla, más adelante se lo diré, no me preguntes cuando. Quería comentarte también… pedirte un favor… si pudieras recomendarme a un abogado de tu confianza en Londres o de la empresa. Sabes que soy muy discreto en mi vida personal y pues la compañía teatral en donde metí solicitud me ha aceptado a pesar de mi reputación que los medios crearon acerca de mí, más, sin embargo, tuve que poner ciertas condiciones también, así que, un representante legal y el de ellos redactarán los acuerdos a los que lleguemos para poder trabajar.


-Terry, puedes disponer del personal que necesites, solo es cuestión de que se lo pidas a Archie, también, están las acciones de Candy, en el momento en que desees puedes hacer uso de ello ocupando un lugar en la empresa.-


-Gracias amigo, pero no es necesario, me siento paranoico, eso es todo, he alargado mis vacaciones y no veo el momento de incorporarme al teatro. Haremos esto, si no logro instalarme en alguna compañía te pediré empleo mientras invierto en ese rubro… Hoy mismo buscaré a Conrwell, gracias nuevamente por tu apoyo.-


-Para eso está la familia Terry, para apoyarnos. Cuida de Candy por favor.-  Albert concluyó la llamada. El castaño dio una vuelta a la casa, tomó las llaves del auto y salió con rumbo al corporativo.


La secretaria de Archie se había quedado muda al ver a Terry, se acomodó los lentes, carraspeó e intentó guardar la calma, el hombre frente a ella había pedido hablar con el licenciado Conrwell con toda la seriedad que le caracterizaba. La secretaria le informaba que entraría en junta y que no iba poder atenderlo sin previa cita. Terry iba a retirarse, prefirió no insistir, más tarde le llamaría a su casa, pero en ese momento Archie salió de su oficina, se saludaron de manera cordial, le adelantó que William ya había hablado con él y que no había inconveniente alguno. Al preguntarle sobre su tiempo y contestar que en ese preciso momento le sobraba y no sabía cómo gastarlo, Archie lo invitó a pasar a la reunión de inversionistas.


-Señores, antes de empezar con la reunión, les presento al esposo de la hija de William A. Ardlay, el señor Terrence Graham, hoy nos hará el honor de acompañarnos, como bien saben, mi prima tiene un lugar en el corporativo, el cual, yo represento por el momento- Archie solicitó otro asiento. La junta se desarrolló sin contratiempos, al concluir algunos presentes cruzaron palabras con el actor, los que pertenecían al clan Ardlay sabían a qué se dedicaba Graham y los que no, le preguntaban si no dispondría de los bienes de su esposa. Una respuesta cortante acompañada de sarcasmo le había permitido quitarse de encima a aquellos viejos metiches que no entenderían el tipo de relación que tenía con su esposa…


-Archie, acabo de recordar por qué no me gusta estar en medio de tanta hipocresía, créeme, intenté de ser lo más educado y diplomático posible, pero me estaban sacando de mis casillas haciéndome preguntas y comentarios que no les incumbe.- Terry suspiró y continuó. -Si no logro acomodarme en alguna compañía teatral que se ajuste a mis tiempos y necesidades vendré a pedirte trabajo. Creo que me sirvió estar aquí… -


-No debes de preocuparte, te entiendo, así estaba cuando venía en camino Stephanie, a pesar de que estaba establecido sentía que me hacía falta dar más de mí para que a ella y a Annie no les hiciera falta nada. Todo cambió cuando nació de manera prematura, creí que las perdería y me di cuenta de que también debía estar con ellas, dedicarles tiempo. Ahora, Annie y yo ajustamos nuestros horarios para estar en familia. Ellas son mi vida, el motor por el cual debo ser mejor persona. Me he de oír cursi Granchester, aunque no me lo digas no te quedas atrás, siempre has estado con Candy y ella contigo, no conciben la idea de otra separación.-


Ellos eran unos libros abiertos, sus amigos conocían muy bien la historia de los dos. Archie había acertado en su comentario, tenía razón, debía guardar la calma, su hijo nacería en un hogar lleno de amor, sin carencias y sin un pasado.


-Lord Granchester, espere un momento por favor- Terrence paró en seco su camino cuando se dirigía al estacionamiento. ¿Quién carajos conocía los orígenes de él en el Corporativo Ardlay? Sintió un momento de tensión, si alguien lo identificaba su padre lo sabría de inmediato, esperaba que ese momento llegara cuando actuara, no como producto de la casualidad.


-¿Qué le hace pensar que soy un lord?- Esa pregunta la dijo al aire cuando volteó a ver a su interlocutor.


-Al menos no ha negado su apellido. Déjeme presentarme, soy el conde Patrick Chesterfield, amigo de su padre el duque de Granchester. Por su expresión, veo que no me recuerda, era muy pequeño cuando nos conocimos, fueron pocas las ocasiones que coincidimos, no ha cambiado nada, solo que ahora es un hombre. Richard me confió que se había casado con la hija de William Ardlay originario de Escocia…


Terry lo dejó con la palabra en la boca antes de que fuera a cometer alguna imprudencia por su impulsividad. En ese momento tenía más preguntas que respuestas. Aceleró el paso para abordar su automóvil y marcharse a la universidad.


Candy parloteaba en todo el camino, ella notaba su distracción, algo le preocupaba, le preguntaría antes de dormir en caso de que él no le contara en el inter de la tarde. No hubo necesidad de esperar tanto tiempo. Los señores Smith ya no estaban en casa. En cuanto cerraron la puerta Terry soltó el bolso de Candy para acorralarla, levantarle los brazos sobre su cabeza, besarla como si fuera la última vez y pedirle que hicieran el amor. Él la necesitaba, ella era su todo, la que le daba esa paz y serenidad cuando se sentía en medio de una tormenta.
CONTINUARÁ

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