Parte II aquí
Recostada sobre las sábanas blancas, Candice recibe las caricias en su cuerpo. Monsieur X devora la fruta que está sobre su abdomen mientras que Albert la masturba con un dildo eléctrico y saborea su excitación. La rubia extiende su mano y acaricia los glúteos para luego acercarse a los labios íntimos de una mujer que está en cuatro proporcionándole sexo oral un hombre de cabellos rucios y mirada azur claro.
Candice intenta por todos los medios concentrarse en el momento y lo que hace… pero a su mente vienen los recuerdos de las declaraciones de Anthony Brower en el jardín. Se muerde el labio ante la imagen de su jefe sin camisa… sus pectorales, brazos fornidos… simplemente provocador. La joven se siente para acercar su torso al de Monsieur X… el roce de sus pieles juega con su fantasía… creyendo que es la de Anthony… sus manos acarician su falo el cual palpita al tacto.
Albert se acomoda a la rubia en su regazo de espaldas a él y la penetra… se mueve un par de veces en su interior antes de recostarse para luego abrirle las piernas exponiendo su sexo ante el castaño ofreciéndola para que él también la empale. Monsieur X la embiste con rudeza, siente claramente como esa vagina rodea su pene y le amaga cuando alcanza el orgasmo; desliza su diestra vientre hasta coger un pezón y le oprime, Fleur d’argent gime del gustazo, entonces el otro hombre se acerca y le ofrece su pene y ella lo sorbe… la mujer de cabellos rojizos y ojos color miel le lame los pechos
-Mmm… Michael… Mich cambiemos
Utiliza el diminutivo la pelirroja para indicarle a su pareja lo que desea, él accede y agarra a Fleur d’argent para acomodarla horcajadas sobre sí, para introducir su verga en su sexo caliente. Entonces la mujer se posiciona tras la rubia y la acaricia y besa los hombros y cuello; ésta se deja mientras siento los pezones que se presionan en su espalda. Albert decide ser quien le proporcione placer a la pelirroja pues a Monsieur X le cuesta tomar la iniciativa, así que por unos minutos se limita a observar
-¿Te gusta así Eliza?
-Oooh… sí… sí… sigue
Gimotea la pelirroja cada que siente como el pene entra y sale de sus entrañas. Para Monsieur X le pareció haber entrado una vorágine de lascivia y desenfreno, Fleur d’argent lo pone como una moto y verla como disfruta del sexo le hace sentir que puede reventar. Tras pasar del vórtice de sexo, morbo, lujuria y orgía, el castaño se desploma sobre el colchón exhausto. Cuando se despierta ya todos se han marchado nuevamente, se sienta y ve a su amigo leyendo el periódico mientras bebe zumo de naranja… recuerda el cuerpo desnudo de su hada de plata… y por un momento se arrepintió de que todos hubiesen llevado las máscaras, ya hace más de seis meses que tienen esos encuentros, y aún no le ha visto el rostro.
-Qué bueno que despiertas bello durmiente… vístete, hemos quedado para almorzar
-Odio que siempre amanezcas de tan buen humor
-Y muy relajado, te faltó decir… después de lo de anoche ¿No entiendo porque tú no estás feliz?
-Porque en vez de amanecer con una hermosa mujer a mi lado, te veo a ti sentado tan pancho… ¡Cielos! Eso me hace sentir que todo fue una fantasía
-Es sólo sexo ¿Recuerdas?
-Eres un idiota
-Y tu colega… así que vístete
El lunes por la mañana Candice se encuentra en la cafetería tomando el desayuno con su amiga Patty, ambas beben y charlan sobre su fin de semana. Es entonces que hace acto de presencia su jefe, viste como un pincel y sonríe abiertamente, el corazón de la rubia le dio una punzada intensa al reconocer su figura, estaba por sonreír como una boba cuando cae en cuenta… ésta vez no viene solo. Cualquier expresión que pudiese haber reflejado su rostro desapareció cuando lo ve a él
-Buenos días Candice, Patricia
-Buenos días señor Brower
Le saludo escuetamente la rubia, su amiga solo hizo un asentimiento de cabeza
-Quiero presentarte a mi tío Albert Ardlay, ha venido desde Escocia por unos negocios y se ha dignado en visitarnos el día de hoy
Dice a la vez que señala el rubio alto de ojos azules a su izquierda
-Sí… ya nos conocemos, el señor Mc’Gregor tenía varios negocios con las oficinas de los Ardlay’s en Escocia
-Me alegro de volver a verte Candice
-Lo mismo digo
Recibe el abrazo muy gustosa, para un par de ojos una punzada de celos los atravesó
-Ejem, ejem… también, quiero que saludes a Terrence Grandchester, es quien está interesado en hacer negocios con la compañía
-Mucho gusto señor Grandchester
Fue lo único que dijo fríamente, él recibe su mano para darle un apretón, aunque le hubiese gustado recibir un abrazo al igual que su amigo, pero ella parecía muy decidida en poner un muro, por lo que quiso provocarla con un saludo más informal
-Hola Candy
-Señor, si no necesita nada en estos momentos… me gustaría ir a preparar los documentos que me pidió
Se dirigió a su jefe, no tenía intenciones de discutir, o gastar energías en Grandchester
-¿Estás segura? Me hubiese gustado que nos acompañaras un momento
-Lo siento señor Brower, pero ya terminé… además tengo muchas cosas que hacer y de seguro ustedes tienen que ponerse al día con vuestras cosas
-Está bien… no insistiré… ve a preparar todo para la junta
-Gracias
La rubia hizo un gesto de despedida de los otros caballeros quienes no le quitaban ojo de encima, ella estaba deseosa por marcharse; casi lo había conseguido hasta que su jefe se disculpó con sus visitas y la detuvo, se acercó a ella para hablarle. Anthony acerca su diestra para acariciar el antebrazo de la joven de una manera muy íntima
-Candice… espera
-¿Necesita algo señor?
-¿Puedes parar con eso de señor?
-Es que usted es mi jefe
-Pues no quiero que me veas sólo de esa manera… además quiero que sepas que ya lo hice
-¿Perdón? ¿El qué?
-Ya hice lo que te prometí
Repitió añadiendo un movimiento de cejas, con lo que la rubia terminó entendiendo. No sabía qué decir, por lo que se limitó a salir de ese lugar. Albert se cruza de brazos y le mira suspicaz
-¿Qué le has prometido a tu asistente Anthony? Se oyó muy perverso
-No es de tu incumbencia tío
-Sea lo que sea, quiero saberlo
-¡No necesito que vigilen, no soy un crío!
-¿Andas en malos pasos? ¿Tienes alguna adicción? ¿Te gusta hacer apuestas?
-¡Tío Albert! ¿Por quién me tomas? No tiene nada que ver con eso
-Escúchame bien Anthony, esa mujer es muy valiosa… vale el doble que las acciones de William Mc’Gregor… ha sido una suerte que antes de que él falleciera accediera en pasar su empresa con nosotros ¡No la cagues!
-¡Tu desconfianza me ofende!
Tras cruzar un par de miradas, su sobrino le hizo ver que se refería a un tema que prefería comentarlo cuando no estuviese un extraño presente, por lo que Albert decidió dejar el tema de lado, por el momento. Grandchester ignoraba completamente lo que sobrino y tío se decía… pues estaba recordando los hechos de hace más de cinco años.
CONTINUARÁ...
"FLEUR D'ARGENT"
PARTE III
Recostada sobre las sábanas blancas, Candice recibe las caricias en su cuerpo. Monsieur X devora la fruta que está sobre su abdomen mientras que Albert la masturba con un dildo eléctrico y saborea su excitación. La rubia extiende su mano y acaricia los glúteos para luego acercarse a los labios íntimos de una mujer que está en cuatro proporcionándole sexo oral un hombre de cabellos rucios y mirada azur claro.
Candice intenta por todos los medios concentrarse en el momento y lo que hace… pero a su mente vienen los recuerdos de las declaraciones de Anthony Brower en el jardín. Se muerde el labio ante la imagen de su jefe sin camisa… sus pectorales, brazos fornidos… simplemente provocador. La joven se siente para acercar su torso al de Monsieur X… el roce de sus pieles juega con su fantasía… creyendo que es la de Anthony… sus manos acarician su falo el cual palpita al tacto.
Albert se acomoda a la rubia en su regazo de espaldas a él y la penetra… se mueve un par de veces en su interior antes de recostarse para luego abrirle las piernas exponiendo su sexo ante el castaño ofreciéndola para que él también la empale. Monsieur X la embiste con rudeza, siente claramente como esa vagina rodea su pene y le amaga cuando alcanza el orgasmo; desliza su diestra vientre hasta coger un pezón y le oprime, Fleur d’argent gime del gustazo, entonces el otro hombre se acerca y le ofrece su pene y ella lo sorbe… la mujer de cabellos rojizos y ojos color miel le lame los pechos
-Mmm… Michael… Mich cambiemos
Utiliza el diminutivo la pelirroja para indicarle a su pareja lo que desea, él accede y agarra a Fleur d’argent para acomodarla horcajadas sobre sí, para introducir su verga en su sexo caliente. Entonces la mujer se posiciona tras la rubia y la acaricia y besa los hombros y cuello; ésta se deja mientras siento los pezones que se presionan en su espalda. Albert decide ser quien le proporcione placer a la pelirroja pues a Monsieur X le cuesta tomar la iniciativa, así que por unos minutos se limita a observar
-¿Te gusta así Eliza?
-Oooh… sí… sí… sigue
Gimotea la pelirroja cada que siente como el pene entra y sale de sus entrañas. Para Monsieur X le pareció haber entrado una vorágine de lascivia y desenfreno, Fleur d’argent lo pone como una moto y verla como disfruta del sexo le hace sentir que puede reventar. Tras pasar del vórtice de sexo, morbo, lujuria y orgía, el castaño se desploma sobre el colchón exhausto. Cuando se despierta ya todos se han marchado nuevamente, se sienta y ve a su amigo leyendo el periódico mientras bebe zumo de naranja… recuerda el cuerpo desnudo de su hada de plata… y por un momento se arrepintió de que todos hubiesen llevado las máscaras, ya hace más de seis meses que tienen esos encuentros, y aún no le ha visto el rostro.
-Qué bueno que despiertas bello durmiente… vístete, hemos quedado para almorzar
-Odio que siempre amanezcas de tan buen humor
-Y muy relajado, te faltó decir… después de lo de anoche ¿No entiendo porque tú no estás feliz?
-Porque en vez de amanecer con una hermosa mujer a mi lado, te veo a ti sentado tan pancho… ¡Cielos! Eso me hace sentir que todo fue una fantasía
-Es sólo sexo ¿Recuerdas?
-Eres un idiota
-Y tu colega… así que vístete
El lunes por la mañana Candice se encuentra en la cafetería tomando el desayuno con su amiga Patty, ambas beben y charlan sobre su fin de semana. Es entonces que hace acto de presencia su jefe, viste como un pincel y sonríe abiertamente, el corazón de la rubia le dio una punzada intensa al reconocer su figura, estaba por sonreír como una boba cuando cae en cuenta… ésta vez no viene solo. Cualquier expresión que pudiese haber reflejado su rostro desapareció cuando lo ve a él
-Buenos días Candice, Patricia
-Buenos días señor Brower
Le saludo escuetamente la rubia, su amiga solo hizo un asentimiento de cabeza
-Quiero presentarte a mi tío Albert Ardlay, ha venido desde Escocia por unos negocios y se ha dignado en visitarnos el día de hoy
Dice a la vez que señala el rubio alto de ojos azules a su izquierda
-Sí… ya nos conocemos, el señor Mc’Gregor tenía varios negocios con las oficinas de los Ardlay’s en Escocia
-Me alegro de volver a verte Candice
-Lo mismo digo
Recibe el abrazo muy gustosa, para un par de ojos una punzada de celos los atravesó
-Ejem, ejem… también, quiero que saludes a Terrence Grandchester, es quien está interesado en hacer negocios con la compañía
-Mucho gusto señor Grandchester
Fue lo único que dijo fríamente, él recibe su mano para darle un apretón, aunque le hubiese gustado recibir un abrazo al igual que su amigo, pero ella parecía muy decidida en poner un muro, por lo que quiso provocarla con un saludo más informal
-Hola Candy
-Señor, si no necesita nada en estos momentos… me gustaría ir a preparar los documentos que me pidió
Se dirigió a su jefe, no tenía intenciones de discutir, o gastar energías en Grandchester
-¿Estás segura? Me hubiese gustado que nos acompañaras un momento
-Lo siento señor Brower, pero ya terminé… además tengo muchas cosas que hacer y de seguro ustedes tienen que ponerse al día con vuestras cosas
-Está bien… no insistiré… ve a preparar todo para la junta
-Gracias
La rubia hizo un gesto de despedida de los otros caballeros quienes no le quitaban ojo de encima, ella estaba deseosa por marcharse; casi lo había conseguido hasta que su jefe se disculpó con sus visitas y la detuvo, se acercó a ella para hablarle. Anthony acerca su diestra para acariciar el antebrazo de la joven de una manera muy íntima
-Candice… espera
-¿Necesita algo señor?
-¿Puedes parar con eso de señor?
-Es que usted es mi jefe
-Pues no quiero que me veas sólo de esa manera… además quiero que sepas que ya lo hice
-¿Perdón? ¿El qué?
-Ya hice lo que te prometí
Repitió añadiendo un movimiento de cejas, con lo que la rubia terminó entendiendo. No sabía qué decir, por lo que se limitó a salir de ese lugar. Albert se cruza de brazos y le mira suspicaz
-¿Qué le has prometido a tu asistente Anthony? Se oyó muy perverso
-No es de tu incumbencia tío
-Sea lo que sea, quiero saberlo
-¡No necesito que vigilen, no soy un crío!
-¿Andas en malos pasos? ¿Tienes alguna adicción? ¿Te gusta hacer apuestas?
-¡Tío Albert! ¿Por quién me tomas? No tiene nada que ver con eso
-Escúchame bien Anthony, esa mujer es muy valiosa… vale el doble que las acciones de William Mc’Gregor… ha sido una suerte que antes de que él falleciera accediera en pasar su empresa con nosotros ¡No la cagues!
-¡Tu desconfianza me ofende!
Tras cruzar un par de miradas, su sobrino le hizo ver que se refería a un tema que prefería comentarlo cuando no estuviese un extraño presente, por lo que Albert decidió dejar el tema de lado, por el momento. Grandchester ignoraba completamente lo que sobrino y tío se decía… pues estaba recordando los hechos de hace más de cinco años.
CONTINUARÁ...