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"FLEUR D'ARGENT"
PARTE VI
La velada en el restaurante se desarrolló sin tantos aspavientos, Brower se limitaba a ser él mismo y disfrutar de su acompañante. Era la primera cita que tenían después de un mes de haberle confesado sus sentimientos. Candice había estado renuente en aceptar nada parecido a un cortejo pues no estaba segura, tenía miedo… pero no de amar, sino de salir lastimada, no deseaba en lo más mínimo repetir la misma historia de hace seis años.
Se esperaba ver a esa mujer irrumpir en algún momento en el despacho de su jefe y armar tremendo alboroto, rogarle que volviera… pero nada de ello había sucedido, por lo que finalmente había aceptado en salir con él. No se imaginaba que Annie Brither tenía prohibido el ingreso al edificio por orden de Anthony, pues deseaba evitarle un mal rato a su asistente. Por lo que cada tarde que llegaba del trabajo se la encontraba en la mansión.
La joven Brither se negada rotundamente en dar por finalizada la relación, le exigía explicaciones, razones y de todo pues no lograba comprender… y cuando le preguntaba si había alguien más y que él se negaba a contestar eso, estallaba como un basilisco. Le recordaba que ya le había dicho que se arrepentía de su “desliz” con Neil, estaba segura que no lo volvería a hacer, que lo mejor era seguir juntos, casarse y tener hijos como lo habían acordado, porque eso esperaban que hicieran sus padres. Estaba dispuesta a pararse en un altar y gritar a los cuatro vientos que lo quiere y que sólo juntos pueden ser felices.
Esas habían sido las palabras que le había dicho esa vez y con la cual había logrado convencerle de comprometerse, pues recordaba las palabras de su tía abuela, mujer que lo había criado desde pequeño, que la señorita Brither era la mujer adecuada para formar un hogar, descendencia y consolidar negocios, pues pertenecen a su mismo rango social. Pero no, Anthony ya no estaba dispuesto a seguir los convencionalismos sociales ni lo que le dijese otra persona para su vida. Tomaría las riendas y tomaría sus propias decisiones, y una de ellas era, estar con Candice hasta envejecer.
Al terminar con la cena fueron a la mansión, estuvieron un par de horas en su jardín privado… el aroma de las flores, la luz de la luna y las estrellas, y la compañía de ella hacía que todo pareciera mágico. Como si el tiempo se detuviese, en ocasiones le pareció ver que Candice había envejecido, pero a su lado, como su mujer y habían tenido un matrimonio feliz. A la rubia también le pasaba algo similar.
Disfruta de la compañía y atenciones de Brower, como si lo que hacen ahora pudiese repetirse todos los días y terminar siendo viejos y felices juntos. No necesitaban tanta algarabía, solamente ser ellos mismo para sentirse bien y completos. Por esa razón estaba convencida que haber dejado los encuentros con Monsieur X y demás desde hace un mes, valía la pena sólo para poder estar junto a Anthony. Bajo el encanto mágico de ese lugar creía ahora con más convicción que se merece ser feliz, una oportunidad junto a él.
El rubio también se sentía como bajo el influjo de un hechizo que lo llevó a tomar de la mano a Candice y acercarla a su cuerpo. Se observan fijamente, un nudo se forma en su garganta y miles de campanillas suena a su derredor… es entonces que él decide dar el primer paso; inclina su rostro poco a poco para poder besar esos labios. La rubia no se mueve ni un ápice, desea con ansias esa caricia… hacía muchos años que nadie lo hacía… y sentir la boca de él sobre la suya la hizo estremecer. Se devoran, sus lenguas juguetean y se entregan en ese gesto.
Las manos del joven acarician la piel desnuda de su espalda, mientras que ella se sujeta con fuerza de su chaqueta; todo a su derredor da vueltas y su corazón corre a lo loco. Al sentir que se quedan casi sin aire se separan… se vuelven a observar a los ojos, estos dicen más que mil palabras y que no hacen falta pronunciar… puede que hayan perdido la razón, pero sólo quieren poder amarse. Por lo que finalmente Anthony la envuelve en un cálido abrazo, como haciéndole ver que, de ahora en adelante, él la cuidaría.
Estuvieron así por un rato más, hasta que la invito a descansar en una de las habitaciones de invitados. Frente a la puerta la da otro beso cargado de deseos que tenga un buen sueño. Para ambos les fue difícil pegar ojo pues se sentían arrollados por todas las emociones. A la mañana siguiente, Anthony le pidió a su mayordomo que consiguiera ropa de cambio para Candice, también le indicó que le llevaran el desayuno a la cama, mientras él se encargaba de sacar a Annie de la mansión, esperando correr con la suerte de conseguirlo antes de que la rubia se diese cuenta de lo que estaba pasando.
A media mañana se encontraba la pareja en la terraza disfrutando del sol dominguero y una limonada, cuando llegan los primos Corwell como siempre. Estaban tan absortos en su conversación y bromas que no se dieron cuenta que había otros recién llegados… todos giraron los rostros para ver a quien había dado los buenos días, grande fue la sorpresa de Candice al reconocer a Albert Ardlay y Terrence Grandchester, de presto todo su gozo se fue a un pozo. Intentó en la medida de lo posible parecer estoica por un rato más… pero cuando el servicio les comunicó que todo estaba listo para la comida, ella se disculpó con los presentes alegando que debía marcharse. Brower creyó que quizás se había sentido apabullada por compartir con sus primos y tío, y era algo que necesitaba digerir, por lo que dulcemente le ofreció a su chofer para que la llevase a su apartamento; excusándose con los presentes sube a la alcoba para recoger sus pertenencias
Estaba tan deseosa por marcharse de ahí que cuando vio a Grandchester bajo el marco de la puerta se sorprende y sus cosas se caen al suelo; él se acerca para ayudarle a recogerlas cuando reconocer el vestido de fiesta y la máscara plateada
-Tú… ¿Tú eres Fleur d’argent?
-¡¿Q-qué?!
Automáticamente da un respingón de sorpresa a la vez que tartamudea su pregunta, no podía creer que él supiese ese nombre… salvo… salvo que…
-¿Monsieur X?
El rostro de Terry cambió completamente a uno de cólera… se sentía utilizando, engañado, frustrado y muchas cosas más. ¡Quería tirarse de los pelos! Su mente trabajaba rápidamente hilando los hechos. La primera vez que se vieron, ella amiga de Albert. Las veces que habían quedado y follado en seis meses, ella se había negado a darle besos y se marchaba como una furtiva. Llevaba rechazando verle por un mes, y cuando al final accede es para llevarlo a una fiesta y meterlo con otra mujer… ¿Por qué?
-¿Por qué haces ésto? ¿Es que acaso quieres jugar conmigo porque me crees un imbécil?
-Estás muy equivocado… nada de lo que hago tiene que ver contigo, no te hagas el importante
-¡Eres una furcia!
-¡No te permito que critiques la forma en cómo he repuesto lo que tú rompiste!
-¿A qué estás jugando Candy? Eres una pérfida retorcida manipuladora… ¿Saben ellos que eres una vulgar cualquier…?
La rubia no le permitió terminar la frase pues le cruzó la cara con una bofetada, gesto que el mismo Albert presenció
-¿Qué carajos está pasando?
Ellos se vuelven a verlo, Candice tiene los ojos abnegados en lágrimas que retiene, no dice nada, sólo se limita a recoger sus cosas. Sin embargo, su amigo no se cohíbe en reproches
-Tú ¡Tú sabías todo ésto y lo permitiste!
-¿De qué estás hablando?
-¿También quieres verme la cara de tonto Albert?
-Lo siento… me tengo que marchar
Intentó excusarse la rubia, pero su amigo la detuvo, quería saber lo que pasaba… ella lo observó con esos ojos que le decía claramente que ese no era el momento, por lo que la soltó y le dijo el mensaje por el cual se había acercado hasta ahí
-Anthony te está esperando en la entrada principal
-Gracias
-¡Anda, vete! ¡Vete! Que eso es lo que sabes hacer muy bien ¡Largarte!
Le espetaba furioso Grandchester, el rubio lo observa confundido.
Se esperaba ver a esa mujer irrumpir en algún momento en el despacho de su jefe y armar tremendo alboroto, rogarle que volviera… pero nada de ello había sucedido, por lo que finalmente había aceptado en salir con él. No se imaginaba que Annie Brither tenía prohibido el ingreso al edificio por orden de Anthony, pues deseaba evitarle un mal rato a su asistente. Por lo que cada tarde que llegaba del trabajo se la encontraba en la mansión.
La joven Brither se negada rotundamente en dar por finalizada la relación, le exigía explicaciones, razones y de todo pues no lograba comprender… y cuando le preguntaba si había alguien más y que él se negaba a contestar eso, estallaba como un basilisco. Le recordaba que ya le había dicho que se arrepentía de su “desliz” con Neil, estaba segura que no lo volvería a hacer, que lo mejor era seguir juntos, casarse y tener hijos como lo habían acordado, porque eso esperaban que hicieran sus padres. Estaba dispuesta a pararse en un altar y gritar a los cuatro vientos que lo quiere y que sólo juntos pueden ser felices.
Esas habían sido las palabras que le había dicho esa vez y con la cual había logrado convencerle de comprometerse, pues recordaba las palabras de su tía abuela, mujer que lo había criado desde pequeño, que la señorita Brither era la mujer adecuada para formar un hogar, descendencia y consolidar negocios, pues pertenecen a su mismo rango social. Pero no, Anthony ya no estaba dispuesto a seguir los convencionalismos sociales ni lo que le dijese otra persona para su vida. Tomaría las riendas y tomaría sus propias decisiones, y una de ellas era, estar con Candice hasta envejecer.
Al terminar con la cena fueron a la mansión, estuvieron un par de horas en su jardín privado… el aroma de las flores, la luz de la luna y las estrellas, y la compañía de ella hacía que todo pareciera mágico. Como si el tiempo se detuviese, en ocasiones le pareció ver que Candice había envejecido, pero a su lado, como su mujer y habían tenido un matrimonio feliz. A la rubia también le pasaba algo similar.
Disfruta de la compañía y atenciones de Brower, como si lo que hacen ahora pudiese repetirse todos los días y terminar siendo viejos y felices juntos. No necesitaban tanta algarabía, solamente ser ellos mismo para sentirse bien y completos. Por esa razón estaba convencida que haber dejado los encuentros con Monsieur X y demás desde hace un mes, valía la pena sólo para poder estar junto a Anthony. Bajo el encanto mágico de ese lugar creía ahora con más convicción que se merece ser feliz, una oportunidad junto a él.
El rubio también se sentía como bajo el influjo de un hechizo que lo llevó a tomar de la mano a Candice y acercarla a su cuerpo. Se observan fijamente, un nudo se forma en su garganta y miles de campanillas suena a su derredor… es entonces que él decide dar el primer paso; inclina su rostro poco a poco para poder besar esos labios. La rubia no se mueve ni un ápice, desea con ansias esa caricia… hacía muchos años que nadie lo hacía… y sentir la boca de él sobre la suya la hizo estremecer. Se devoran, sus lenguas juguetean y se entregan en ese gesto.
Las manos del joven acarician la piel desnuda de su espalda, mientras que ella se sujeta con fuerza de su chaqueta; todo a su derredor da vueltas y su corazón corre a lo loco. Al sentir que se quedan casi sin aire se separan… se vuelven a observar a los ojos, estos dicen más que mil palabras y que no hacen falta pronunciar… puede que hayan perdido la razón, pero sólo quieren poder amarse. Por lo que finalmente Anthony la envuelve en un cálido abrazo, como haciéndole ver que, de ahora en adelante, él la cuidaría.
Estuvieron así por un rato más, hasta que la invito a descansar en una de las habitaciones de invitados. Frente a la puerta la da otro beso cargado de deseos que tenga un buen sueño. Para ambos les fue difícil pegar ojo pues se sentían arrollados por todas las emociones. A la mañana siguiente, Anthony le pidió a su mayordomo que consiguiera ropa de cambio para Candice, también le indicó que le llevaran el desayuno a la cama, mientras él se encargaba de sacar a Annie de la mansión, esperando correr con la suerte de conseguirlo antes de que la rubia se diese cuenta de lo que estaba pasando.
A media mañana se encontraba la pareja en la terraza disfrutando del sol dominguero y una limonada, cuando llegan los primos Corwell como siempre. Estaban tan absortos en su conversación y bromas que no se dieron cuenta que había otros recién llegados… todos giraron los rostros para ver a quien había dado los buenos días, grande fue la sorpresa de Candice al reconocer a Albert Ardlay y Terrence Grandchester, de presto todo su gozo se fue a un pozo. Intentó en la medida de lo posible parecer estoica por un rato más… pero cuando el servicio les comunicó que todo estaba listo para la comida, ella se disculpó con los presentes alegando que debía marcharse. Brower creyó que quizás se había sentido apabullada por compartir con sus primos y tío, y era algo que necesitaba digerir, por lo que dulcemente le ofreció a su chofer para que la llevase a su apartamento; excusándose con los presentes sube a la alcoba para recoger sus pertenencias
Estaba tan deseosa por marcharse de ahí que cuando vio a Grandchester bajo el marco de la puerta se sorprende y sus cosas se caen al suelo; él se acerca para ayudarle a recogerlas cuando reconocer el vestido de fiesta y la máscara plateada
-Tú… ¿Tú eres Fleur d’argent?
-¡¿Q-qué?!
Automáticamente da un respingón de sorpresa a la vez que tartamudea su pregunta, no podía creer que él supiese ese nombre… salvo… salvo que…
-¿Monsieur X?
El rostro de Terry cambió completamente a uno de cólera… se sentía utilizando, engañado, frustrado y muchas cosas más. ¡Quería tirarse de los pelos! Su mente trabajaba rápidamente hilando los hechos. La primera vez que se vieron, ella amiga de Albert. Las veces que habían quedado y follado en seis meses, ella se había negado a darle besos y se marchaba como una furtiva. Llevaba rechazando verle por un mes, y cuando al final accede es para llevarlo a una fiesta y meterlo con otra mujer… ¿Por qué?
-¿Por qué haces ésto? ¿Es que acaso quieres jugar conmigo porque me crees un imbécil?
-Estás muy equivocado… nada de lo que hago tiene que ver contigo, no te hagas el importante
-¡Eres una furcia!
-¡No te permito que critiques la forma en cómo he repuesto lo que tú rompiste!
-¿A qué estás jugando Candy? Eres una pérfida retorcida manipuladora… ¿Saben ellos que eres una vulgar cualquier…?
La rubia no le permitió terminar la frase pues le cruzó la cara con una bofetada, gesto que el mismo Albert presenció
-¿Qué carajos está pasando?
Ellos se vuelven a verlo, Candice tiene los ojos abnegados en lágrimas que retiene, no dice nada, sólo se limita a recoger sus cosas. Sin embargo, su amigo no se cohíbe en reproches
-Tú ¡Tú sabías todo ésto y lo permitiste!
-¿De qué estás hablando?
-¿También quieres verme la cara de tonto Albert?
-Lo siento… me tengo que marchar
Intentó excusarse la rubia, pero su amigo la detuvo, quería saber lo que pasaba… ella lo observó con esos ojos que le decía claramente que ese no era el momento, por lo que la soltó y le dijo el mensaje por el cual se había acercado hasta ahí
-Anthony te está esperando en la entrada principal
-Gracias
-¡Anda, vete! ¡Vete! Que eso es lo que sabes hacer muy bien ¡Largarte!
Le espetaba furioso Grandchester, el rubio lo observa confundido.
Continuará...
