Mi reflejo en el espejo no es mi vestimenta de Hamlet, de Romeo, ni la máscara del fantasma de la ópera.
Mi verdadero reflejo está en el espejo, es mi alma. Está rota en mil pedazos. La primera fisura empezó con el rechazo de mi padre, después el de mi madre; aunque haya pedido perdón el daño estaba hecho. Algunos sueños se cumplieron como este, el de verme disfrazado y actuar, el poder ser un rey o tal vez un mendigo. Unos más sólo fueron dulces y gloriosos anhelos; al final se desvanecieron como arena entre mis manos.
Y al final de todo, no soy más que un bufón que alegra la vida de otros y la mía está más que rota en mil pedazos, demasiadas fisuras hay en el espejo.
Primero una caída, dónde aparentemente no pasa nada, solo se quiebra una pequeña parte, viene un golpe más y todo el espejo se convierte en varios pedazos; ya no hay forma de deshacer lo hecho.
Después trato de recoger unos pedazos que han caído al piso y cortó los dedos de mis manos, en el intento de repararlo podría decir:
— ¡¿Tal vez mi alma?!
Veo la pequeña pintura que brota de mis dedos y empiezo a maquillarme, la función está apunto de comenzar.
—¡Me escuchaste! Si tú, el que está ahí parado como estúpido viéndome al otro lado del espejo, ¿haz escuchado lo que dije?
Volteo al suelo y en cada uno de los pedazos en el piso tengo a mi gran público.
—¡Me escuchan! ustedes también están listos para la función. Pues que empiece la obra.
A lo lejos la escucho otra vez gritando mi nombre.
—¡Maldita sea, callen a esa mujer! Nunca me deja estar solo, y menos permite que me vea en este espejo. Dónde siempre está mi público perfecto.
—Señor Grandchester, por fin lo encontramos.
¡No! Otra vez lo ha hecho, ¿Cómo encontró un espejo y otra vez se ha maquillado con su sangre —le dijo al verlo en aquel estado—. Enfermero sujétalo, debo de sedar al paciente una vez más.