Y en respuesta al reto lanzado por la bella Cherry Cheddar aquí la respuesta de The Society of the Devil. Esperamos lo disfruten.
Feliz fin de semana.
Y es que en su mente existía algo más importante que esos documentos que ahora revisaba. Se reconocía débil ante sus encantos, no lo podía negar. No pudo esperar más, las ansias de estar en otro lugar le hicieron abandonar rápidamente lo que hacia en ese momento y salir a toda velocidad.
Llegó al lugar que tanto placer le daba, podía sentir la emoción que lo invadía con tan solo oler ese espacio; quien le abrió la puerta le sonrío y le dirigió al lugar que ya tenía reservado para él. Ahí estaba, nuevamente cayendo en la tentación de probar ese néctar prohibido en sus labios. Sabía que no estaba bien, se había prometido así mismo que no volvería a hacerlo, pero era algo más fuerte que él.
Jamás imagino que la felicidad llegaría de esta manera a su vida. No se lo esperaba, pero eso no significaba que iba a rechazarla, después de todo nadie tenia porque enterarse, ¿o sí?
Dejo de hacerle caso a su mente cuando la puerta se abrió y él embobado siguió lo que acababa de entrar por esta. Todo lo demás desapareció, pues en ese momento su mundo se reducía a la felicidad que le brindaba eso que estaba dispuesto para el sobre la mesa.
—Llevo todo el día esperando este momento —confesó extasiado mientras atacaba esa fruta roja que se mostraba dispuesta a recibirlo.
Mordió, lengüeteo y saboreo hasta quedar saciado de placer, amaba que ese dulzor quedara impregnado en sus labios, porque le hacían volver a recordar vívidamente ese momento tan sublime.
Poco a poco fue quitando aquello que cubría lo que él más anhelaba, su vista embelesada no sabía que parte mirar y sus labios se relamían al ver la exquisitez que quedaba al desnudo.
No pudo más y se abalanzó sobre ese par de nubes que lo recibieron con suavidad, eran tersas y no dudo ni un segundo en saborearlas con su lengua una y otra vez. Él se sentía en el mismo paraíso.
Sus manos parecían serpientes, recorriendo, tocando, pellizcando todo a su paso, mientras que sus dedos se introducen una y otra vez en esa melcocha que posteriormente lleva hasta sus labios para saborearla gustosamente.
De pronto la puerta se abre de un solo portazo, una pelinegra observa la escena con los ojos casi saliéndose de sus cuencas.
—¡Archie! ¿Qué significa esto?
El susodicho aun perdido en su éxtasis no alcanzaba a comprender lo que estaba pasando.
Annie con una cara de impacto le observa desde la puerta. Ve como su esposo se encuentra totalmente embarrado de merengue, chocolate y fresas por todos lados. Sonríe tristemente, sabia que había hecho mal al prohibirle los postres a Archie «por su bienestar», pero es que ella jamás pensó que lo llevaría al extremo.
Ingresó lentamente hasta quedar frente a él. Lo observó por un momento para luego tomarlo de la mano y dirigirse ambos a la salida. Ya pensaría como resolvería esta situación después, lo primero era sacarlo de ese lugar.
—Vamos amor, hay que irnos a casa.