Ajeno a su malhumor, Terry apoyó una mano bajo su barbilla.
-- Esta noche pareces una reina.
-- ¿Tu inversión ha merecido la pena? -- preguntó Candy con ironía.
-- Sólo el tiempo lo dirá. Pero no hay duda de que eres un auténtico trofeo. Todos los hombres que han venido a la fiesta se han fijado en ti
.
-- Estoy encantada -dijo Candy en tono aburrido. Una sensual sonrisa curvó la expresiva boca de Terry.
-- Ahora no, pero lo estarás más tarde. Pretendo aprovechar al máximo el hecho de que eres mía y luego te voy a llevar a casa.
Con su equipo de seguridad actuando como filtro, un constante fluido de personas trataba de acercarse a Terry. Algunos eran amigos, la mayoría interesados en hablar de negocios, pero también había oportunistas dispuestos a aprovechar la oportunidad para conocer a uno de los hombres más ricos del mundo. Candy, que se estaba dedicando a observar cómo reaccionaban las otras mujeres con Terry, no dejaba de asombrarse por el descaro con que coqueteaban con él, incluso estando ella a su lado.
- -Bailemos -- dijo Terry, que aburrido de tanta charla social, tomó a Candy de la mano y la condujo hacía la pista de baile.
Era la primera vez en más de una hora que reconocía su existencia. Apenas acababan de llegar a la pista cuando el móvil de Candy sonó de nuevo. A pesar de la mirada de exasperación que le dedicó Terry, salió al pasillo para hablar con Nancy.
El doctor había visto a Tyler y había confirmado que tenía amigdalitis. La medicación empezaba a hacer efecto y la fiebre había bajado. Más animada, Candy fue en busca de Terry, preguntándose si merecía escuchar la buena noticia.
Mely la interceptó un momento en el camino para charlar. Cuando Candy se alejaba, su móvil volvió a sonar. Se quedó asombrada al escuchar una voz que había temido no volver a escuchar nunca más.
-- Candy... ¿eres tú? -- Preguntó Diana --Tu amiga Annie me ha dado tu teléfono.
-- ¿Mamá? -dijo Candy, conmocionada.
- -¿Dónde estás?
-- En París.
-- ¿Con él? Tengo entendido que ha aparecido una foto tuya en la prensa con Terry Grandchester. No he creído que eras tú hasta que me lo han confirmado. ¿Qué haces con él?
-- Vivo con él y me ocupo del niño -- admitió Candy, reacia.
-- ¿Te has vuelto loca? ¿No quisiste casarte con él y cinco años después decides convertirte en su fulana?
Aquella horrible palabra fue como una bofetada para Candy.
-- No es así, mamá...
-- Claro que lo es. No podría ser de otro modo con un Grandchester en el papel principal. Estamos todos avergonzados y asqueados por tu comportamiento. ¿Qué crees que va a suponer esto para nuestra reputación? ¿Cómo puedes haber sido tan egoísta?
-- Las cosas han cambiado para las mujeres desde la Edad Media, mamá -- protestó Candy. -- Que tenga una relación con Terry no significa que me haya convertido en una fulana.
-- Lucas dice que por tu culpa ya no vamos a poder visitar a Tyler --protestó Diana con un sollozo --.Dice que, si lo hiciéramos, sería como aprobar la situación.
- -Eso es falso y nada razonable -- dijo Candy, pálida --.Eres la abuela de Tyler y tu derecho a verlo no tendría que verse influido por mi relación con Terry.
-- El mes pasado Terrance Grandchester estaba con otra mujer, una entre una larga lista de otras mujeres. Ahora, de pronto, vistes trajes de diseño y llevas unos diamantes que jamás habrías podido permitirte por tu cuenta. ¡Tú me dirás si eso no te convierte en una fulana! -espetó Diana, y colgó, negando a Candy la oportunidad de defenderse.
Aturdida, dolida, y con las acusaciones de su madre aun resonándole en los oídos, Candy guardó el teléfono en su bolso. Una fulana. Aquélla era una palabra que jamás había oído en labios de su madre. Pero ya sabía quién había pronunciado aquella palabra en primer lugar: su padrastro. Lucas habría gritado hasta disgustar a su esposa lo suficiente como para hacerle llamar a su hija para trasladarle la opinión oficial de la familia sobre el asunto. No sería la primera vez que utilizaba a su madre como portavoz.
Mely Ardley se acercó a Candy con una tensa expresión en su encantador rostro.
-- Creo que será mejor que vayas a rescatar a Terry antes de que se produzca una pelea de gatas por su causa.
Distraída tras la inquietante conversación con su madre, Candy siguió a la morena y vio a Terry sentado en actitud indolente en un sofá. Tres preciosas mujeres lo tenían literalmente rodeado. No paraban de reír, de parlotear, de tocarlo, de dar indicios de descaradas invitaciones sexuales. Candy sintió náuseas sólo de contemplar la escena, y esperó a que Terry reaccionara. Si había algún hombre capaz de cuidar de sí mismo sin ayuda de nadie, ése era él pero no hizo nada por liberarse de sus admiradoras, y cuando una de ellas se puso en pie, la acompañó a la pista de baile.
--Lleva solo casi toda la tarde -murmuró Mely, frenética -- No está acostumbrado a ser desatendido.
-- ¿Estás diciendo que lo he desatendido? -- preguntó Candy mientras observaba a Terry y a la sensual pelirroja con la que estaba bailando salsa. Verle sonreír y permitir que su cuerpo entrara en contacto íntimo con otra mujer le dolió como una puñalada.
-- No pretendía criticarte -- replicó Mely, incómoda.
--No te preocupes por eso. Terry tiene mucho carisma y las mujeres siempre lo excusan cuando se porta mal -- dijo Candy, que había sido testigo de aquella reacción femenina hacia Terry en muchas ocasiones cinco años atrás-. Pero me temo que yo no.
Desafortunadamente, Terry sólo estaba siendo él mismo, un mujeriego incorregible dispuesto a divertirse. Pero Candy no estaba dispuesta a soportar aquello, especialmente después de la conversación que acababa de tener con su madre.
-- No puedo quedarme, Mely. ¿Te importa decirle a Terry que me he ido? Pero no te precipites en hacerlo -añadió antes de girar sobre sí misma, dispuesta a encaminarse hacia la salida.
-- No te vayas. Candy. Me caes muy bien, y sé que Terry se pondrá furioso si te vas -- protestó la otra mujer -- Estoy segura de que tienes razón, pero Terry sólo esta coqueteando.... eso no significa nada para él. Las mujeres de esa clase lo abordan a diario. Pero tú eres diferente; no sólo porque lleves el collar de zafiros de los Grandchester, sino porque también pareces tener cerebro.
Candy volvió la mirada hacia Terry y la pelirroja. Se sentía enferma de rabia y dolor, y la intensidad de su reacción la asustó
.
Una vez fuera, el portero de la casa pidió un taxi para ella. Los flashes de las cámaras destellaron mientras se marchaba sola, consciente de que huía tanto de sus propios sentimientos como de la humillante escena pública a la que acababa de asistir. Pero estaba horrorizada por su exceso de sensibilidad y por las emociones que la estaban devorando. ¿Por qué le importaba tanto lo que hiciera Terry? ¿Acaso era incapaz de desconectar sus respuestas emocionales hacia él? Le daba igual el acuerdo que hubiera firmado. Se negaba a comportarse como una prostituta dispuesta a seguir la corriente a Terry al margen del comportamiento de éste.
De regreso en casa, fue directamente al cuarto del niño. Tyler dormía profundamente mientras Nancy hacía lo mismo en la habitación contigua, con la puerta entreabierta. Candy miró al niño con una mezcla de alivio, amor y dolor. Se recordó que Tyler se las había arreglado bien antes de que ella apareciera, que apenas la echaría de menos y que mientras ella siguiera allí su madre se negaría a visitar a su nieto. ¿Cómo podía permitir que sucediera algo así?
Continuará...