El corazón de Candy latió emocionado, pues no se le ocurrió pensar entonces que la oferta de Terry llevara implícitos ciertos sacrificios, como una especie de pregunta trampa que acabaría rompiéndole el corazón. Candy asumió que se comprometería y que Terry iría a visitarla a menudo a New York mientras ella acababa sus estudios. Cuando Terry se levantó para decir unas palabras en honor a su abuelo, anunció su compromiso... junto con la noticia de que Candy iba a renunciar a sus estudios de diseñadora.
La realidad hizo estallar la burbuja de felicidad en que estaba inmersa Candy. Tras una feroz discusión, Terry la dejó y minutos después retiró el anuncio de boda que había hecho. Los padres de Candy se la llevaron de la fiesta muy enfadados, incapaces de creer que se hubiera negado a casarse con un Grandchester.
Terry le hizo volver al presente cuando la estrechó contra su musculoso cuerpo. Mientras contemplaba sus intensos ojos azules, Candy tuvo que reconocer que aquel hombre ya tenía el poder de hacerle sentirse amargamente celosa y de hacerle comportarse de un modo irracional. Y aquélla era una amenaza muy peligrosa para su paz mental.
—Con una vez no basta —murmuró Terry sensualmente—. Aún te deseo,
Candy experimentó un instintivo regocijo ante su poder sexual sobre él. En aquel instante, con el corazón desbocado, se convirtió en una esclava de la promesa del placer que Terry iba a darle, y no tuvo tiempo para preocuparse por la etiqueta con que otras personas pudieran calificar la posición que ocupaba en su vida
Diez días después.
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Candy aún estaba en la cama, devorando los periódicos británicos, varios de los cuales contenían artículos sobre ella. Era una experiencia extraordinaria verse por primera vez retratada en la prensa como una celebridad. Sin embargo, en su caso la fama le había llegado debido a su asociación con Terrt. La describían como «la nueva compañía del Ingles millonario», la «tía sexy de Tyler » y «la oveja negra de la Familia». Su fascinación sólo se desvaneció cuando leyó un inquietante párrafo que sugería que su familia le había dado la espalda por su comportamiento promiscuo.
Terry entró vestido con un traje oscuro que le sentaba como un guante. Se decía que tenía la capacidad de electrizar una habitación cuando entraba en ella, y Candy no era precisamente inmune a aquel efecto.
—Llevo cuatro horas trabajando, pero me basta mirarte una vez para desear volver de cabeza a la cama —dijo Terry con voz ronca mientras se acercaba a ella.
Candy sintió un cosquilleo de anticipación por todo el cuerpo. Pero sólo se trataba de sexo, se recordó por enésima vez. Con un murmullo de impaciencia, Terry tomó los periódicos de la cama.
— ¿Aún no has aprendido? Nunca se leen las noticias que aparecen sobre uno mismo. Pago a mis abogados para que la lean por mí —arrojó los periódicos al suelo—. No me ha gustado nada lo de tu comportamiento «promiscuo». Algún periodista debe haberte confundido con tu hermana karen, y la próxima semana aparecerá publicada una disculpa oficial.
Candy se quedó boquiabierta.
— ¿Estás diciendo que has presentado una queja?
Terry se encogió de hombros y se quito la chaqueta. Luego se sentó en el borde de la cama, se quitó los zapatos y se volvió a mirar a Candy con una expresión ligeramente burlona.
—Sigo convencido de que esa faceta tuya sólo la conozco yo.
—Pues te equivocas —protesto Candy.
—Hablas mucho —dijo Terry sin dejar de mirarla—. ¡Pero en la cama no sabes hacer nada hasta que yo no lo hago primero!
Colorada como un tómate, Candy le dedicó una mirada furiosa.
Pues te equivocas —protesto Candy.
—-Supongo que pensarás que esa clase de comentarios me hacen gracia, ¿no?
—No, pero es muy entretenido comprobar que, mientras otras mujeres se esfuerzan por minimizar el número de amantes que han tenido en el pasado, tú te empeñas en engordar la cifra...
— ¿Por qué te estás desvistiendo? —preguntó Candy de repente al hacerse consciente de que.Terry seguía quitándose la ropa.
—Veo que, a pesar de tu promiscuo pasado, tu mente sigue tan virgen como la nieve. ¿Acaso no he conseguido corromperte en ningún aspecto? —dijo Terry burlonamente a la vez que se quitaba los calzoncillos en una maniobra que dejó rápidamente en evidencia porque se había desnudado.
—Oh... —Candy sintió de inmediato un revelador y cálido cosquilleo entre las piernas.
—Oh... —repitió Terry a la vez que se tumbaba junto a ella y la atraía hacia sí.
Cuando los esbeltos dedos de Candy encontraron y rodearon su poderosa virilidad, dejó escapar un ronco gemido de aprecio.
—Oh, sí. .Sin duda superas al descanso para el café, pecosa.
Aquel comentario hizo dudar un instante a Candy, pero lo cierto era que encontraba irresistible la espontaneidad y la potencia sexual de Terty. Su sensual boca sobre la de ella era como una marca que ardía para crear una llama que nunca llegaba a apagarse del todo. Por mucho que la besara nunca tenía bastante.
Cuando Terry deslizó la lengua entre sus labios, una ardiente respuesta recorrió de inmediato su enfebrecido cuerpo.
Una sensación dulce como la miel que expresó su placer con un delicado y sensual gemido. Terry Luego se situó sobre ella con una urgencia que alentó aún más el deseo de Candy. . La penetró rápida y profundamente, y el anhelante cuerpo de Candy se irguió para recibirlo. Estaba tan excitada que temió sufrir una combustión espontánea.
Terry le dio placer con poderosos y profundos empujones. Cuando alcanzó la cima del éxtasis, dejó escapar un prolongado grito de liberación.
Continuará.....