Cuando sus miradas se encontraron, Candy sintió que se le secaba la boca al hacerse inevitablemente consciente de su intensa masculinidad.
—Voy a salir —dijo él en tono desenfadado.
Candy estuvo a punto de decir que ella también. Verle irse solo no le hacía precisamente gracia. Ninguna mujer en su sano juicio alentaría a Terry a salir solo... pero ninguna mujer con un poco de orgullo lo acompañaría después del día que acababa de pasar y las palabras que habían intercambiado.
Cuando Tyler se quedó dormido, Candy bajó y tomó una cena ligera sin apenas apetito mientras miraba el reloj y se preguntaba cuánto tiempo estaría fuera Terry... y con quién. . Decidió acostarse pronto y, tras tomar un baño, llamó a su amiga Annie y por fin le contó todo lo que hasta entonces le había ocultado.
— ¡Ese tipo es un completo miserable! —siseó Annie, asqueada.
Sorprendentemente, Candy sintió que, a pesar de todo, la opinión de su amiga no era de su agrado.
—A veces supone un auténtico reto relacionarse con él...
—No puedo creer lo que estoy escuchando. ¿Estás excusándolo?
—Eso no era una excusa —protestó Candy, incómoda.
—A lo largo del tiempo que ha durado nuestra amistad nunca había comprendido tu aparente indiferencia hacia los hombres, pero acabo de entender lo que pasaba. ¡Estás perdida y enfermizamente enamorada de Terry Grandchester !
— ¡No estoy enamorada de él! —Protestó Candy—. No tenemos nada en común. Es un hombre frío, egoísta y arrogante, y nunca podría enamorarme de alguien así.
—Por otro lado —dijo Terry, que entró en aquel momento en el dormitorio sin previa advertencia—, soy muy rico, muy listo y muy bueno en la cama... una mezcla de rasgos que parece mantenerte muy bien entretenida.
Candy quedó momentáneamente paralizada con el teléfono en la mano.
—He escuchado lo que te ha dicho —dijo Annie—. Creo que acabas de encontrar la horma de tu zapato, Candy. Llámame cuando puedas.
Candy colgó el teléfono y miró a Terry.. Sintió que sus mejillas se acaloraban bajo el escrutinio de Terry. El ambiente pareció crepitar entre ellos. Cerró los ojos con fuerza y se acurrucó bajo la sábana cuando él se tumbó en la cama.
—.. Te deseo —murmuró Terry con voz ronca mientras la tomaba entre sus brazos.
—Suponía que volverías más tarde —replicó Candy con toda la frialdad que pudo.
—No contigo en mi cama esperándome.
— ¡No te estaba esperando! —protestó Candy.
Terry le apartó el pelo a un lado para besar la esbelta columna de su cuello, y Candy no pudo evitar estremecerse bajo la erótica caricia de sus labios.
—Claro que me estabas esperando. ¿Crees que no sé cuándo me desea una mujer?
—Cuac —replicó Candy.
Terry dejó escapar una ronca risa.
— ¿Qué quiere decir eso?
—Que es inútil tratar de mantener una conversación normal con un tipo tan arrogante y creído como tu —contestó Candy.
Terry le quitó el camisón sin aparentar necesitar en lo más mínimo su ayuda.
Demostró que era más que capaz de asimilar sin problemas las críticas negativas de su carácter. Mordisqueó seductoramente el lóbulo de la oreja de Candy mientras le acariciaba el cuerpo con mano experta hasta detenerse en la reveladora y cálida humedad que rezumaba entre sus muslos. Candy apretó los dientes para tratar de resistir la tentación, pero cuando Terry encontró el femenino centro de su deseo, todas sus barreras se desmoronaron.
Unos momentos después, sin saber bien cómo había sucedido, se encontró a horcajadas sobre él, con su poderoso y palpitante miembro profundamente enterrado en ella.
—Mientras no olvides que aún te odio... — logró murmurar con voz temblorosa antes de dejarse llevar por las sensaciones de placer que había desatado Terry en ella.
—Me encanta tu forma de odiarme —dijo él mientras la tomaba por las caderas para controlar el ritmo de sus movimientos.
Unos segundos después Candy dejaba escapar un gemido de placer a la vez que echaba la cabeza atrás mientras las poderosas convulsiones del éxtasis se adueñaban de ella. Terry la siguió un instante después. Jadeantes, permanecieron abrazados sobre la cama.
-- Creo que no voy a dejarte salir de la cama en una semana. Me vuelves insaciable,
Cuando el cerebro de Candy volvió a entrar en funcionamiento sintió un profundo desprecio por sí misma por haberse rendido tan completamente a la pasión.
—Mantengo todo lo que te he dicho —dijo en tono obstinado.
—Menudo genio tienes —murmuró Terry en tono totalmente despreocupado.
Candy se apartó de él para retirarse al rincón más alejado de la cama.
—No —dijo Terry , y la atrajo de nuevo sin miramientos contra su poderoso cuerpo — Hay que cosechar lo que se siembra, y aún no he terminado.
— ¡Pero yo sí! —replicó Candy, que un instante después se sobresaltaba al escuchar el sonido de su móvil.
—Ignóralo —dijo Terry—. Es más de medianoche.
Candy estaba acostumbrada a reaccionar con urgencia a las llamadas que recibía durante la noche, y se apartó de él sin miramientos para responder a la llamada. Un instante después se levantó y encendió la lámpara de la mesilla de noche. Aunque no lograba entender lo que le estaba diciendo su madre, comprendió que estaba llorando y que algo iba mal.
—Cálmate, mamá. No puedo entender lo que dices. ¿Qué ha pasado? ¿Te ha pegado? —Preguntó, y sintió que Terry se erguía de inmediato en la cama a sus espaldas—. ¿Sigues en la casa? ¿Dónde está Lucas? Pase lo que pase, no vuelvas ahí —advirtió a su llorosa madre—. Quédate dónde estás y enseguida paso a recogerte. No, claro que no es ningún problema. No seas tonta, mamá. Te quiero y me preocupo por ti.
En cuanto colgó se volvió hacia Terry.
—Necesito un coche.
Continuará...