—Candy —murmuró el elegante anciano cuando la besó en ambas mejillas—. Resulta duro reconocer que, a pesar de que estoy encantado de volver a verte, lamento que sea en estas circunstancias.
—Es duro e innecesario, Nick—replicó Terry por ella, —. ¿A qué circunstancias te refieres?
El viejo empresario Ingles mantuvo con firmeza la retadora mirada de su nieto.
—No te hagas el obtuso, Terry —aconsejó secamente.
Terriblemente avergonzada, y deseando escapar de una posible discusión, Candy se agachó para recibir a Tyler, que corría hacia ella por el salón para saludarla. Sonriente, tomó en brazos al niño. Tyler, adorable con su trajecito azul, se mostraba ya mucho más comunicativo y confiado con ella que los primeros días. Al cabo de un rato, el niño pidió el conejito de juguete que llevaba consigo a casi todas partes y Candy había ido con el en busca de Namcy para averiguar dónde estaba cuando oyó unas voces procedentes de una habitación que daba al recibidor. Comportándose como si no estuviera sucediendo nada indecoroso, la niñera tomó a Tyler en brazos y subió a buscar el conejito
—Si, como dices, Tyler es hijo de Candy —estaba bramando Nick en francés —, ¡dáselo y deja que ambos se vayan!
—No estoy dispuesto a permitir que se vayan —dijo Terry en un tono tan bajo que parecía que estuvieran en la iglesia. Su calma contrastó intensamente con el enfado de su abuelo—. Hice redactar un acuerdo que a Candy a mí nos va muy bien...
— ¿Un acuerdo legal? ¿Para eso es para lo que te crié y eduqué? ¿Para corromper a una joven que sólo quiere tener acceso a su hijo? ¿Es eso lo que hace falta ahora para saciar tus hastiados apetitos, Terry? ¡Si te quedara un mínimo de decencia, te casarías con ella, porque has destruido su reputación!
—Hace tiempo que han pasado los días en que las mujeres necesitaban ser más puras que la nieve, Nick. Afortunadamente, vivo en un mundo con muchas oportunidades sexuales —replicó Terry con crudeza—. Lo creas o no, Candy es feliz conmigo....
—Merece más que cualquiera de las caza fortunas en que estás especializado, ¡y la estás tratando peor que a cualquiera de ellas! Lo único que veo en ti es un afán de venganza... algo indigno de ti.
Con la sangre helada en las venas, Candy se retiró de la puerta entreabierta antes de que alguien la atrapara espiando. Las palabras de Nick la habían dejado terriblemente conmocionada, porque conocía bien a Terry; de hecho, mucho mejor que ella. Al parecer había descartado con demasiada rapidez la posibilidad de que Terry estuviera actuando así por un afán de venganza. Había preferido creer que el secreto de su atracción residía en ser una femme fatal a la que Terry se estuviera vengando por el hecho de que lo hubiera rechazado unos años atrás. Le había hecho abandonar su profesión, su casa... e incluso sus principios. Le había hecho disfrutar de su cautividad en la jaula dorada de su vida. Aunque en realidad no la había obligado a hacer nada, reconoció, tratando de ser sincera consigo misma: ella había tomado las decisiones que había tenido que tomar para estar con Tyler, el hijo de su corazón, y lo cierto era que Terry había cumplido sus promesas
A pesar de todo, la explicación más lógica del comportamiento de Terry era el afán de venganza. ¿Por qué si no, pudiendo tener a las mujeres más experimentadas del mundo, se conformaba con una diseñadora sin experiencia que se sentía incómoda con su sofisticado estilo de vida? Terry nunca habría sacrificado sus propios deseos y preferencias en beneficio de Tyler. De hecho, lo más probable era que hubiese utilizado a la niño como arma para presionarla.
El estado en que se encontraba no era precisamente el ideal para ver a su familia por primera vez en cinco años. Su padrastro, un hombre fuerte y enorme de pelo gris, se hallaba de pie en la terraza con una bebida en la mano. Su madre, una mujer esbelta y rubia vestida de rosa, estaba a su lado. Tras ellos se hallaba su hermanastro, que durante aquellos años se había convertido en hombre. Candy se puso pálida cuando Lucas miró directamente a través de ella. Con gesto de dolorosa turbación, su madre apartó la mirada para evitar ver a la única hija que le quedaba. Pero su hermano no disimulo y la miro en actitud beligerante.
A Candy le irritó que Terry hubiera incluido a su familia en la lista de invitados sin decírselo. Consciente de que no era la única persona presente capaz de notar que su familia le estaba dando la espalda, se obligó a dirigirse a su padrastro con un superficial saludo antes de volverse hacia su madre para decir:
— ¿Te gustaría venir a ver a Tyler?
—No, no le gustaría —Lucas dedicó una mirada de profundo desagrado a Candy a la vez que contestaba por su esposa, una costumbre que Candy recordaba con auténtica repulsión—. Tu presencia aquí hace que eso resulte imposible.
Candy no respondió. Conocía lo suficientemente bien a su padrastro como para saber que aprovecharía cualquier oportunidad de avergonzarla en público. Aunque necesitó hacer acopio de casi todo su coraje, siguió sonriendo e hizo un gesto a un camarero para que se asegurara de atender a unos recién llegados. Nancy bajó a Tyler, con su conejito firmemente sujeto bajo el brazo, corrió junto a Candy y aferró posesivamente su falda.
Candy tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para seguir haciendo de anfitriona y charlar y sonreír como si nada hubiese pasado. De vez en cuando se agachaba para acariciar la cabecita de Tyler y recordar lo que había ganado y por qué había aceptado pasar por lo que estaba pasando.
Lo cierto era que Terry sólo le había dicho la verdad a su abuelo: ella era feliz con él. ¿Significaba eso que tenía corazón de fulana? Compartir la cama de Terry y estar con él era más un placer que un castigo. Le conmocionó reconocer aquello. Terry prácticamente la había chantajeado utilizando a una criatura inocente y sin embargo ella estaba a su disposición cuando le apetecía. ¿Qué revelaba aquello de ella? La vergüenza y la confusión que sentía le produjeron un intenso remordimiento. Terry había utilizado a Tyler para forzarla a acudir a su lado, y ella la había utilizado como excusa para ceder.
Cuando Terry la tocaba, se incendiaba. Lo que había comenzado como un sacrificio se había convertido en Amor.
Candy vio que Terry se encaminaba hacia ella con su elegancia y atractivo habituales. Nada en su expresión revelaba ningún indicio de enfado debido a su reciente discusión con su abuelo. Cuando estuvo a su lado y apoyó una mano en la parte baja de su espalda, sintió que su corazón latía más rápido y que se le secaba la boca.
— ¿Por qué no estás con tu familia
Candy lo miró con gesto incrédulo.
— ¿Por qué has invitado a mi familia si sabes que estamos peleados? —espetó, furiosa por el hecho de que hubiera alentado aquella confrontación a pesar de que le había dicho que hacía años que su familia no quería saber nada de ella.
Continuará......