Hola, hola de nuevo. Ya sé, ya sé..., ¡qué falta de constancia! Se suponía que la Semana Santa iba a ser mi semana tranquila, pero no. Me tocó chambear más duro que otras semanas =S pero aquí estamos de vuelta.
Para quienes no han leído las partes anteriores:
Aquí la INTRODUCCIÓN
Aquí el Capítulo UNO
Aquí el Capítulo DOS
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Aquí el Capítulo UNO
Aquí el Capítulo DOS
Korolsson: la leyenda del corazón y la noche
TRES
William siguió siendo Korol por otros ocho años más. Hasta que finalmente, durante un viaje que hacía con Priscilla, el carruaje en el que se transportaban se accidentó. Él murió al instante. Todo el reino lo supo de inmediato. El cielo nocturno se los gritó apagándose durante unos minutos. Priscilla vivió un par de días más, el Korolsson y Rose no dejaron su lado hasta que respiró su último aliento. Estaban destrozados. Albert era muy pequeño por aquel entonces y, para sorpresa de muchos, permaneció estoico al lado de su hermana durante los funerales. Toda una semana de tortura. Recibiendo condolencias sin poder llorar, porque un gobernante no llora frente a la muchedumbre. Recibiendo consejos no solicitados, con una sonrisa fingida de agradecimiento. Y aparentando una paz que no sentía. Únicamente se permitió la osadía de soltar una lágrima en público, una sola, cuando las cenizas de las piras funerarias se mezclaron con la nieve que caía..., muestra clara de que el Universo daba la bienvenida a las almas de sus padres. Tenía únicamente ocho años cuando conoció el significado de la palabra: huérfano. Y sufrió en silencio por ello.
Todo el reino sabía que él era el Korolsson, el próximo soberano, pero aún era un niño, así que los concejeros más cercanos de sus padres, siguiendo las últimas indicaciones de la Koroleva aceptaron la decisión de esperar unos años más para garantizar que su reinado fuera bueno. Querían educarlo mejor…, prepararlo mejor. Eso le dijeron a su pueblo. Sin embargo, Priscilla, en realidad, quería que él siguiera disfrutando de su inocencia infantil un poco más, pero…, ¡ay!, los soberanos no pueden permitirse sentimentalismos, así que su educación fue el mejor pretexto que sus guardianes encontraron. No lo dejaron salir jamás de Belyynot. Sin ningún otro hijo varón de William, era demasiado riesgoso. Nunca antes el reino se había enfrentado a algo así. Él era demasiado importante para que se les perdiera o muriera. ¿Se lo imaginan? Era un niño travieso, eso se los concedo, pero también era sensato. Aun así, todos temían que en algún momento se le ocurriera que quería ser un niño de verdad, como cualquier otro, que corre, juega y se despelleja las rodillas en la tierra. Les aterraba pensar que, en un arranque de euforia, huyera de alguna de sus lecciones, saliera volando, se trepara a un árbol, resbalara con la nieve y se rompiera el real pescuezo al caer. ¡Tragedia! ¡Drama! ¡Horror! Así que lo guardaron con celo en el Castillo de Hielo. Generalmente rodeado de adultos y fuertemente custodiado. Le enseñaron todo lo que debía saber. Lo protegieron. Lo aislaron. Seamos honestos, quisieron controlarlo. Pero un día, cuando tenía casi quince años, sin que nadie se lo esperara, comenzó a tomar las riendas del reino. Nadie supo cómo demonios lo había hecho. Fue tan paulatino, sin ningún tipo de intriga o trampa. Simplemente, mientras crecía, se presentaba a las audiencias, a sus clases y a las reuniones del consejo. Y una mañana, se despertó y comenzó a trabajar como lo hacía su padre. Nadie dijo nada…, a excepción de un osado que intentó manipularlo, pero fracasó estrepitosamente. Albert era hijo del mejor Korol que había existido y sabía perfectamente lo que William deseaba para su pueblo. Y lo que Priscilla, quería para él. Sin embargo, aunque tomó las riendas del reino, siguió siendo el Korolsson. Era muy bueno en lo que hacía, lo decían todos, pero seguía siendo casi un niño. Casi. Darle el título de su padre no era conveniente para muchos y, para él, no era necesario. Al menos no aún. Y, entonces, cuando su hermana estuvo segura de que Albert podía y sabía valerse solo, dejó Belyynot. Quería una vida propia y la consiguió. El cielo se opacó un poco después de su partida, pero una vez que Albert hizo las paces con su soledad, el firmamento volvió a su habitual brillo nocturno.
William siguió siendo Korol por otros ocho años más. Hasta que finalmente, durante un viaje que hacía con Priscilla, el carruaje en el que se transportaban se accidentó. Él murió al instante. Todo el reino lo supo de inmediato. El cielo nocturno se los gritó apagándose durante unos minutos. Priscilla vivió un par de días más, el Korolsson y Rose no dejaron su lado hasta que respiró su último aliento. Estaban destrozados. Albert era muy pequeño por aquel entonces y, para sorpresa de muchos, permaneció estoico al lado de su hermana durante los funerales. Toda una semana de tortura. Recibiendo condolencias sin poder llorar, porque un gobernante no llora frente a la muchedumbre. Recibiendo consejos no solicitados, con una sonrisa fingida de agradecimiento. Y aparentando una paz que no sentía. Únicamente se permitió la osadía de soltar una lágrima en público, una sola, cuando las cenizas de las piras funerarias se mezclaron con la nieve que caía..., muestra clara de que el Universo daba la bienvenida a las almas de sus padres. Tenía únicamente ocho años cuando conoció el significado de la palabra: huérfano. Y sufrió en silencio por ello.
Todo el reino sabía que él era el Korolsson, el próximo soberano, pero aún era un niño, así que los concejeros más cercanos de sus padres, siguiendo las últimas indicaciones de la Koroleva aceptaron la decisión de esperar unos años más para garantizar que su reinado fuera bueno. Querían educarlo mejor…, prepararlo mejor. Eso le dijeron a su pueblo. Sin embargo, Priscilla, en realidad, quería que él siguiera disfrutando de su inocencia infantil un poco más, pero…, ¡ay!, los soberanos no pueden permitirse sentimentalismos, así que su educación fue el mejor pretexto que sus guardianes encontraron. No lo dejaron salir jamás de Belyynot. Sin ningún otro hijo varón de William, era demasiado riesgoso. Nunca antes el reino se había enfrentado a algo así. Él era demasiado importante para que se les perdiera o muriera. ¿Se lo imaginan? Era un niño travieso, eso se los concedo, pero también era sensato. Aun así, todos temían que en algún momento se le ocurriera que quería ser un niño de verdad, como cualquier otro, que corre, juega y se despelleja las rodillas en la tierra. Les aterraba pensar que, en un arranque de euforia, huyera de alguna de sus lecciones, saliera volando, se trepara a un árbol, resbalara con la nieve y se rompiera el real pescuezo al caer. ¡Tragedia! ¡Drama! ¡Horror! Así que lo guardaron con celo en el Castillo de Hielo. Generalmente rodeado de adultos y fuertemente custodiado. Le enseñaron todo lo que debía saber. Lo protegieron. Lo aislaron. Seamos honestos, quisieron controlarlo. Pero un día, cuando tenía casi quince años, sin que nadie se lo esperara, comenzó a tomar las riendas del reino. Nadie supo cómo demonios lo había hecho. Fue tan paulatino, sin ningún tipo de intriga o trampa. Simplemente, mientras crecía, se presentaba a las audiencias, a sus clases y a las reuniones del consejo. Y una mañana, se despertó y comenzó a trabajar como lo hacía su padre. Nadie dijo nada…, a excepción de un osado que intentó manipularlo, pero fracasó estrepitosamente. Albert era hijo del mejor Korol que había existido y sabía perfectamente lo que William deseaba para su pueblo. Y lo que Priscilla, quería para él. Sin embargo, aunque tomó las riendas del reino, siguió siendo el Korolsson. Era muy bueno en lo que hacía, lo decían todos, pero seguía siendo casi un niño. Casi. Darle el título de su padre no era conveniente para muchos y, para él, no era necesario. Al menos no aún. Y, entonces, cuando su hermana estuvo segura de que Albert podía y sabía valerse solo, dejó Belyynot. Quería una vida propia y la consiguió. El cielo se opacó un poco después de su partida, pero una vez que Albert hizo las paces con su soledad, el firmamento volvió a su habitual brillo nocturno.
Como siempre, sus comentarios son súper bienvenidos y agradecidos. Espero que estén teniendo una Fiesta Florida maravillosa.
De nuevo gracias por leer, comentar, por la paciencia. Buen sábado, disfruten el finde y nos leemos cuando nos leamos :)
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