❄❄Albertmanía❄❄ Fic: Korolsson. La leyenda del Corazón y la Noche. Capítulo 6 ❄❄ by Aleth

SEIS


Después de aquella velada, en el Castillo de Hielo se desplegó una comitiva enorme para los preparativos de la coronación del nuevo Korol, que se celebraría unos días antes del matrimonio. Casi todos los organizadores de aquel evento eran hombres, serios, estirados, malhumorados y necios. Albert estaba acostumbrado a tratar con todos y cada uno de ellos, sin embargo, al salir de esas reuniones, tenía que tomar largas caminatas por los jardines nevados para serenarse. Y, también, se formó el grupo encargado de los esponsales, en su mayoría mujeres, lideradas por la futura Koroleva y su madre, ambas increíblemente dulces y amables. Las caminatas del Korolsson eran mucho más prolongadas después de atender detalles con ellas.

En esas semanas el pobre Albert se la pasaba día y noche atendiendo asuntos de Estado, de coronación y matrimonio. Y estaba comenzando a perder la paciencia, aunque caminara más de diez mil pasos diarios. Porque: «¡Sí! Se tenía que mandar ayuda a la ciudad más cercana a Belyynot». El invierno había sido particularmente duro ahí y la gente se estaba quedando sin comida. «¡No! Los estandartes de la coronación no podían ser de otro color que no fuera blanco». Aunque la futura Koroleva insistiera en que un detalle en el borde, rojo como su cabello, los haría lucir más regios. «¡Sí! Las únicas flores que estaban autorizadas para el matrimonio y la coronación eran las rosas blancas del Palacio». Aunque su futura suegra dijera que podían darse el lujo de comprar rosas rojas al otro lado del mundo. «¡No! No era tacaño». Pero, el dinero que estaban gastando en coronarlo y desposarlo, podían aprovecharlo para enviar víveres a los más necesitados. «¡Sí! Estaba cansado». Y, «¡No! No tenía el más remoto ápice de emoción por ninguna de las dos ceremonias». La primera la hacía por obligación. Y la segunda por necesidad…, o ambas por necedad. Me es difícil decirlo.

Sin embargo, así como es la vida de inesperada, una bella y blanca noche, después de un par de eternas semanas de preparativos, un Albert exhausto, fastidiado y renuente, fue llevado casi a rastras al Teatro Real de Belyynot. La Compañía de Ballet de la Koroleva, regresaba a la ciudad, con bombo y platillo. O fue por obligación y coacción, decídalo usted. Cuento corto: cuando Priscilla murió, la CBK quedó bajo la protección de Rose, la hermana del Korolsson. Y cuando ella se fue a seguir sus sueños fuera de Belyynot, la compañía se fue tras ella. Pero ahora, su futura suegra, tan amable y bien educada ella, había demandado que los bailarines regresaran a la Ciudad de las Noches Blancas y presentaran un Ballet especial para el futuro Korol y su prometida. Y rindieran pleitesía a su nueva Señora. De más está decir que una vez que la nueva Koroleva fuera coronada, la CBK pasaría a servirle a ella. Una noble y amable señora, más claro ni el agua. Ya se habían hecho todos los arreglos pertinentes para alojar a los integrantes de la compañía en un ala del Castillo de Hielo, para que la nueva Familia Real pudiera interactuar con ellos cuando lo desearan. ¡Horror! Al menos para los bailarines.

Albert amaba las artes, eso era innegable. Su talento en la pintura y la música eran maravillosos, pero el ballet…, a ese, nunca le había encontrado el chiste. Sin embargo…, era la Compañía de Ballet de la Koroleva, la que estaba presentándose especialmente para él y su futura esposa. Y, seguramente, con la gentileza con la que habían demandado su presencia en Belyynot, Rose habría dado instrucciones precisas para ofrecer un espectáculo inolvidable. Así que, con todo el agotamiento del mundo, se enfundó su traje de gala, de un blanco impecable. Metió un brazo en el saco, y soltó una protesta. El otro brazo, un reclamo. Cruzó la banda plateada que anunciaba su título sobre su pecho, y profirió una maldición entre dientes. Acicaló su barba y cabello, y refunfuñó otro tanto. Se colocó las medallas de plata y diamante que marcaban su rango, lanzó un largo y abrumado suspiro, y salió de su habitación. Fingiendo estar más feliz que nunca, se dirigió al carruaje que lo llevaría al teatro y procuró sonreírle a todo aquel que se cruzaba en su camino. Durante el inicio del trayecto se permitió otro par de lamentos. Y luego comenzó a ver a Belyynot, a través de su ventana, y se sintió profundamente orgulloso de aquella tierra que tanto amaba. Con la nívea nieve compitiendo con la blancura del cielo nocturno.

El teatro estaba abarrotado por su corte, todos enfundados en sus mejores galas. Solo él de un blanco impoluto. Su prometida resaltaba entre la concurrencia con un vestido rojo intenso. El Korolsson y la futura Koroleva fueron guiados a su palco. Se dio la tercera llamada. Las luces se apagaron en el auditorio. El telón se abrió. La música silenció cualquier murmullo externo. El escenario se iluminó. Y, entonces, enfundada en un tutú negro, la Bailarina Principal se lanzó a los aires con un Grand Jetè perfecto. Y el corazón del Korolsson, por vez primera, se saltó un latido. Se quedó maravillado, emocionado, conmovido…, y sin aliento. Sintiendo en un único segundo, todo aquello que no había sentido durante las horas que había pasado al entrevistarse con las candidatas a compartir su vida. Lo que no había sentido en una vida entera.