CAPÍTULO 4
La rueda de prensa estaba próxima a comenzar. Robert hubiera preferido no llevarla a cabo, porque deseaba guardarle unos días de luto a Susana. De verdad no quería parecer un hombre despiadado e irrespetuoso, pero Julia Marlowe hizo de aquel deseo, un absoluto imposible.
Era muy evidente que ya no podían esperar para aclarar la situación. Permanecer callados, era algo que no podían permitirse; la obra de “Romeo y Julieta”, lo era todo para él y defender a Terry, era lo único que le quedaba por hacer.
Odiaba la idea de montar un show alrededor del penoso suceso, pero acaso, ¿tenía otra opción? No, no la tenía. El primer actor estaba siendo públicamente difamado y su deber, era sacarlo del linchamiento mediático del que estaba siendo objeto. El prestigio del grupo teatral estaba en entredicho.
—Señor Hathaway, los periodistas ya están reunidos dentro del salón —le hizo saber Ryan, su asistente.
Robert respiró profundamente y después exhaló con tranquilidad, la hora de la verdad había llegado.
—¿Terry ya está preparado? —cuestionó el director, dándose un último vistazo en el espejo.
—Sí, él ya está esperando en el corredor.
—Perfecto, entonces debemos atender a los buitres cuanto antes —Robert caminó a través del camerino y abrió la puerta de este, para poder salir.
Ryan siguió los pasos de su jefe, haciéndole una última advertencia:
—Señor, debe saber que son más reporteros de los que esperábamos y que de verdad, se encuentran ávidos de que usted y el joven Terrence aparezcan.
Robert asintió, mostrándose tranquilo y dando a entender que todo estaba bien, invitó a su asistente a qué siguiera caminando. El experimentado actor se detuvo a unos cuantos pasos de donde se encontraba Terry e hizo una señal para que el muchacho se acercara.
—¿Estás listo? —cuestionó Robert, analizando el aspecto de su joven pupilo.
—Nunca estoy preparado para enfrentarme a la prensa, sabes lo mucho que detesto tener que hablar con ellos —contestó Terry, al tiempo que miraba hacia el final del corredor siendo consciente de que, detrás de esa puerta, se encontraba su destino. Todo su futuro dependía de lo que sucediera allí.
—Mantén la calma, responde tranquilamente a sus preguntas y estaremos bien —advirtió Robert, antes de encaminar a Terry hacia el recinto.
El corazón del chico latía con tanta fuerza, que comenzó a sentir que el aire le faltaba, sin embargo, logró sobreponerse y mostrando una actitud tranquila, se presentó ante los hombres que más que reporteros, parecían auténticas aves de rapiña, mismas que esperaban a que alguien cayera muerto para poder devorarlo.
—Caballeros, necesitamos orden aquí —advirtió el asistente de Robert, al tiempo que se aseguraba de que los actores, estuvieran en sus asientos—. Cada uno tendrá la oportunidad de hacer una pregunta.
Momentáneamente, los reporteros, guardaron silencio y aceptaron hacer sus preguntas de manera ordenada. Claro que un poco de orden no les impidió afilar la lengua, para formular las interrogantes más agresivas…
—Thomas Mason, del New York Herald —se presentó el reportero, mirando directamente hacia Terry —Señor Graham, seré muy con usted, ¿puede decirnos por qué la Señora Julia Marlowe, le vincula con la muerte de su hija?— preguntó el hombre, con interés.
—Señor Mason, gracias por estar aquí. Respondiendo a su pregunta, le informo que desconozco el motivo, por el cual, la Señora Marlowe está haciendo esas declaraciones —contestó Terry en tono relajado—. El reporte de las autoridades es más que claro, yo no tengo nada qué ver con la desgracia que ocurrió. Quien desee tener acceso a dicho reporte, puede acercarse con Ryan y pedirlo.
—¿Es verdad que Susana sufrió un accidente previo, a causa suya? —cuestionó el mismo reportero.
Aquella pregunta trastocó los pensamientos de Terry y le hizo sentir una desagradable sensación en el estómago. Sabía que no podía romperse en ese momento, así que contestó con seguridad.
—Hubo un accidente aquí, en el teatro. Eso ya se les explicó hace unos días —recordó Terry—. No fue a causa mía, de hecho, cualquiera de mis compañeros pudo haber resultado herido, un accidente es algo que simplemente sucede.
—Caballeros les recuerdo la dinámica, cada uno tiene derecho hacer una pregunta, solo una. Por favor respeten esa petición —dijo Robert, en tanto que le ofrecía la palabra a otro reportero.
—Alan Weiss, del New York Times —se presentó y enseguida dijo—. La Señora Marlowe ha comentado que usted y su hija, tenían una relación pero que, con el accidente de la Señorita Susana, todo cambió y usted presentó a otra chica como su novia… ¿Qué puede decirnos sobre eso?
Darse cuenta de que tan pronto estaban metiendo a Candy en todo ese embrollo, hizo que la sangre de Terry ardiera, él no iba permitir que pusieran en entredicho su relación con la chica a la que amaba, por lo tanto, dio una respuesta al instante:
—La Señora Marlowe está mintiendo. Yo jamás tuve una relación con su hija y eso lo pueden constatar todos los que trabajan en esta compañía. La señorita, a quien ustedes han identificado como mi novia, es en realidad mi prometida, por lo tanto, les pido que la respeten y le dejen fuera de este vulgar chismorreo.
—Pero, ¿por qué la llevaron a estación de policía?—quiso saber un reportero al que ni siquiera le habían dado la palabra.
—Fue a dar su testimonio, al igual que lo hicieron: las enfermeras, el médico y uno de los intendentes del hospital. Ella estaba de visita en el lugar cuando sucedió el hallazgo del cuerpo.
—¿En la noche de estreno? ¿Por qué ella no estaba aquí, viéndolo actuar?, aquella interrogante surgió desde los asientos traseros, Terry no podía ver al reportero.
El actor se tomó un respiro. Esos hombres estaban sacándolo de sus casillas y lo peor era que en parte tenían razón en cuestionarlo; la Señora Marlowe los había envenenado con sus palabras y no ayudaba el hecho de que Candy, hubiera estado en el hospital.
Calmándose, retornó al camino de la paciencia y respondió:
—Eso fue mi culpa y es por lo único de lo que me siento avergonzado. Mi prometida no vive aquí, así que no se enteró sobre al accidente… Yo, en un intento por protegerla de los chismes y de la mala voluntad de la Señora Marlowe, le oculté lo sucedido con Susana. No obstante, ella se enteró de todo mientras estaba en el intermedio de la obra. Mi prometida posee un gran corazón, así que cuando supo sobre eso, no pudo seguir aquí en el teatro y se dirigió al hospital. Se sintió verdaderamente alarmada por la situación de Susana... De cualquier forma, les reitero que ella ya rindió testimonio ante la autoridad, así que vuelvo a pedirles, que la dejen fuera de sus preguntas por favor.
—Winston Reynolds, del New York Tribune —se presentó otro reportero—. Señor Hathaway, ¿sabía que usted también fue señalado por la Señora Marlowe? Ella ha dicho que usted no ha querido ayudarla con los gastos del hospital y que no se interesó por el bienestar de la señorita Susana después del accidente
—Caballeros, Julia Marlowe es una mujer que, en estos momentos, se encuentra psicológicamente incapacitada para hacer declaraciones. Por supuesto, yo me hice cargo de todo y definitivamente, estaba preocupado por el bienestar de Sussie, no se le iba dejar desamparada. Lo que Julia ha dicho es mentira y pueden corroborrar con mis abogados, ellos estarán dispuestos a otorgar la información que ustedes necesiten, todo estaba listo para indemnizar a nuestra Sussie y ayudarla con una pensión de por vida.
Las preguntas siguieron haciéndose entorno a Susana y su muerte, Robert y Terry siguieron respondiendo, hasta que todo comenzó a ser repetitivo. Al ver que seguían preguntando lo mismo, el asistente dio por terminada la conferencia. Los reporteros, no deseaban renunciar a su cruel interrogatorio, mas, no les quedó otra opción que quedarse con las ganas de preguntar.
Terry fue el primero en retirarse por lo que, sin demora, se dirigió hacia su camerino para buscar un poco de tranquilidad.
—¿Ya se acabó la conferencia? —cuestionó una voz femenina, en cuanto él atravesó el corredor.
—Sí —respondió Terry, sin observar a la muchacha, quien a pesar de haber sido ignorada añadió:
—Tienes que conseguirte un abogado, no puedes permitir que esa infernal mujer te trate así.
—Karen, ahora no quiero hablar de eso…
—¿Y qué hay de Candy?, es que, ¿no te importa lo que pasa con ella? ¡Está siendo difamada por esa arpía!
Terry sabía que el odio de Karen por las Marlowe, era muy fuerte, sin embargo, también era consciente de que ella tenía razón. No podía permitir que Candy saliera lastimada y debía hacer lo que fuera para protegerla.
—Haré lo pertinente, ¿de acuerdo? Mira, agradezco tu preocupación, pero te pido que no cuestiones la manera en la que protejo a mi prometida.
Él no esperó a que Karen le respondiera, simplemente entró a su camerino y cerró la puerta, para evitar seguir escuchando a la actriz.
La Señora Hathaway era una mujer muy amable, sin embargo, Candy no se sentía del todo cómoda con sus atenciones.
Sí, la mujer tenía toda la razón. Un cambio de peinado le sentaría bien, pues tenía que verse un poco más madura ante la prensa. Sin embargo, no dejaba de pensar en que era muy extraño seguir con ese juego de presumir una relación que Terry y ella no tenían.
Tal vez podrían engañar a esos odiosos hombres y quizás ellos la verían como una señorita comprometida, en cambio, sus amigos en Chicago y sus madres en Indiana, verían muy raro todo lo que estaba pasando. Daba gracias a Dios que Stear se encontraba con ella, porque de otra forma se volvería loca.
Stear, por su parte, se mostró contrariado ante la propuesta del jefe de Terry, pero, conforme reflexionó sobre los acontecimientos, supo que esa era la mejor opción. Además, para él era más que obvio que Terry se casaría con Candy algún día… ¿O por qué solo le había enviado un pasaje de ida? Terry amaba demasiado a Candy, solo que tal vez estaba muy presionado y eso lo hacía comportarse así.
—Te ves muy bien —mencionó el joven Cornwell, acercándose hacia Candy, quien parecía estar dudando de los cambios que le habían hecho a su peinado.
Ella dejó de tocarse el cabello y dijo:
—Mi apariencia es lo de menos, ojalá no estuviera metida en este embrollo… Dios mío, Stear, ¿qué es lo que va decir el tío abuelo?
—Vas a casarte con el hijo de un duque, eso es más de lo que cualquier mujer Ardlay ha hecho… él no va enojarse, Candy.
—Pero, yo no voy a casarme con Terrence… solo vamos a fingir que estamos comprometidos —expresó ella, mostrando su tristeza.
—Terry te ama, estoy seguro de que no le costará mucho trabajo dar ese paso contigo, Candy, no debes dudar ahora. Tienes todo a tu favor —recomendó Stear, sentándose a un lado de la chica—. Tú crees que estás metida en un embrollo, pero, ¿y qué piensas de mí? ¿Qué dirán todos cuando regrese a Chicago? —Stear se mostró afligido—. Soy un rotundo fracaso. Me han rechazado de manera definitiva. Soy inservible para el ejército, imagínate, los Ardlay dirán que soy una vergüenza.
—Estoy segura de que nadie quería que te fueras a Francia… Por lo tanto, nadie se sentirá decepcionado —Candy tomó la mano de su primo y la apretó con fuerza—. Yo estoy feliz porque estás aquí. No sabes cuánto agradezco el que no te hayas ido. Stear tú tienes mejores cosas que hacer, ¡eres el mejor inventor que yo conozco! Tu nación y la familia agradecerán que te hayas quedado aquí.
Stear observó a Candy y lleno de entusiasmo, besó el dorso de la mano de la chica.
—Tus palabras me ayudan Candy, de verdad, no sabes lo que significa recibir apoyo en estos instantes —Stear se mostró más animado y dijo—. No temas por nada. Yo voy a permanecer contigo… voy a protegerte, hasta que regresemos a Chicago.
Candy asintió, sin embargo, al escuchar la palabra «Chicago» súbitamente recordó a Albert, «¿Qué estará haciendo él ahora?», se preguntó, sintiéndose triste por haberlo dejado solo.
Estaba segura de que el pobre estaría muy preocupado cuando se enterara de lo que había pasado.
—¿Pasa algo? —preguntó Stear.
—A decir verdad, estoy algo preocupada por Albert.
—Archie iba estar al pendiente de él… Al igual que Annie y Patty. Albert estará bien.
—Sí lee el periódico en estos días, estará muy preocupado.
—Los chicos sabrán que hacer, confía en ellos.
Stear echó un vistazo a su alrededor, apenas, podía creer que estuviera, en un lugar como ese. Cuando pensaba en el teatro y sus estrellas, pensaba en que los camerinos debían ser interesantes, más, para su sorpresa, eran espacios pequeños y sin ningún chiste.
—¿Crees que ya se haya acabado la conferencia? —preguntó Candy.
—No lo sé, ¿quieres que lo averigüe?
—Terry dijo que vendría aquí, pero, me siento algo intranquila.
Stear asintió y a continuación se dirigió a la puerta, para asomarse hacia el corredor. Justamente en ese momento, Terry ingresó al camerino.
—Lo siento —se disculpó con Stear, porque estuvo a punto de golpearlo con la puerta.
—No pasa nada —mencionó el joven Cornwell, dirigiéndole una sonrisa—. Entra por favor, yo esperaré afuera.
Terry desvió su mirada y posó los ojos en Candy, quien se encontraba parada a unos cuantos pasos de ellos. Verla, allí, esperando por él, hizo que su corazón latiera más a prisa, solo Dios sabía, cuantas veces se había imaginado encontrándose con ella, en el teatro.
La miró detenidamente y pronto se dio cuenta de que su cabello lucía distinto.
—La Señora Hathaway, piensa que me veía demasiado joven con mi anterior peinado, así que lo cambiamos… Ya sabes, por lo del compromiso. Dice que lo más seguro es que, gente de la prensa, esté afuera, esperando por nosotros y dado que debemos salir juntos, pues…
—Comprendo…—contestó Terry, mientras llevaba los dedos de su mano, hasta los rizos que colgaban de la coleta de Candy—. Te sienta bien, te ves preciosa —añadió, mirando las mejillas de ella de sonrojaban.
—Gracias… —dijo dándose la vuelta rápidamente, para buscar el abrigo y su bolso, mismos que estaban sobre una mesa que se encontraba a un lado del sofá.
«Tendrías que ser galante más seguido, Terrence», le recriminó su conciencia, al ver que Candy se había puesto nerviosa con su cumplido.
—¿A dónde vas? —le preguntó él a la chica, quien se disponía a ponerse el abrigo.
—Pensé que ya nos iríamos…
—No, aún no vamos a ningún lado —él se acercó hasta el sofá y se sentó—. Siéntate Candy —le pidió, en tanto que ella aceptaba su invitación y dejaba sus cosas sobre la mesa.
—¿Cómo te fue en la conferencia? —preguntó la chica, como para aligerar la tensión que había entre ellos.
—Fue exactamente como la esperaba —replicó él, dejando libre un suspiro—. Quiero hablarte sobre eso… Yo, les he dicho que eres mi prometida y les he pedido respeto hacia ti. confío que eso ayude para que no te molesten. No saben tu nombre, pero, si enteran de que eres una Ardlay, van a ponerse más locos.
—No soy una Ardlay —dijo Candy, convencida—. Pero igual, es mejor que lo crean. Porque si se enteran de mi verdadero origen, van a ponerse peor.
—Tu origen no es de la incumbencia de nadie, ninguno tiene derecho a juzgarte por eso, quien se atreva hacerlo se las verá conmigo —Terry apretó los puños con fuerza y enseguida añadió—. Fuiste adoptada por los Ardlay y ese es tu apellido, quieras o no. Como sea, te pido que no te preocupes, yo lo tengo todo bajo control, sin embargo, voy a tener que hablar con tu tío abuelo, así que, espero poder hacerlo cuando tenga un tiempo libre en el teatro, ¿sabes dónde está él ahora?
—No lo sé… Pero… ¿Por qué vas hablar con él? —preguntó Candy, mostrando un gesto de confusión.
—¿Como qué por qué? Tú y yo vamos a casarnos. Lo más lógico es que yo hable con él.
Candy no podía creer lo que escuchaba, Terry estaba dispuesto a seguir con el montaje de su falso compromiso, ¿quería casarse con ella? ¿Hasta donde iban a llegar con esa mentira?
—Ahora sí, ponte tu abrigo —recomendó él—. Voy a llevarlos a Stear y a ti, a casa de mi madre.
—¿Cómo dices?
—El hotel no es seguro para ustedes, ese lugar ya debe estar siendo asediado por los reporteros y además, el personal no es capaz de garantizar tu seguridad, ni la de tu primo… Candy, ustedes son de una familia muy importante en este país. No pueden, ni deben estar desprotegidos. Esta ciudad es peligrosa.
—¿Eleanor está de acuerdo? —preguntó Candy, interesada en saber si la madre de Terry era consciente de los planes de su hijo.
—Ella me lo sugirió. Anda, salgamos —pidió Terry, extendiendo su mano, para tomar la mano de Candy—. Daremos de que hablar, pero recuerda que eso es parte de ser la prometida de un actor —él le sonrió y ella bajó su mirada. Terry usó su mano libre para con sus dedos, elevar la barbilla de la chica—. Todo va estar bien, te lo prometo… Voy a cuidarte —añadió, mientras sus ojos se perdían observando los hermosos ojos verdes de Candy.
—Confío en ti, siempre lo haré… —respondió ella, sonriéndole y mirándolo de una forma que Terry no pudo evitar sentirse excitado.
Tenía ganas de besarla y de alzarla en brazos para acomodarla sobre el sofá y comenzar a desnudarla… deseaba hacerla suya, en ese preciso instante.
«¡Demonios, Grandchester! ¡No es tiempo de pensar en eso!», se recriminó, desechando las visiones que su creativa mente el arrojaba.
—¿Nos vamos? —preguntó Candy, alejándose un poco de él.
—Sí, vámonos. —contestó él, al tiempo que intentaba apagar su fuego interior. Ya habría tiempo para hacer todo lo que él quería… Sería paciente e iría de a poco con Candy, la amaba y estaba dispuesto a sufrir cualquier penuria por quedarse con ella. Si los reporteros se metían con ella, buscaría la maneras de sacarla del ojo público. Incluso, si eso significaba hacer un sacrificio y abandonar el mundo de la actuación para siempre.
«¿Cómo estará Candy», se preguntó Albert, en tanto que terminaba de asear la cocina.
—Tiene que estar bien…
Murmuró, dirigiéndose hacia la habitación de ella, para tomar una hoja y un poco de tinta. Ese día había sido uno de esos días en los que algunas «visiones» se le presentaban de forma insistente. No entendía por qué, no sabía si eran recuerdos o solo fantasías que guardaba en la mente.
«Apunta todo aquello que recuerdes», le dijo el primo de Candy, ese chico, llamado Stear… El joven de gafas cuya presencia le hacía sentirse algo extraño, no solo él, sino también el otro muchacho: Archie.
Albert negó con un movimiento de cabeza.
¡Estaba loco! ¿Cómo podría sentirse cercano a esos muchachos? Eran hijos de familia acomodada y él no conocía a gente de esa clase social.
Buscó en los cajones del escritorio de Candy y sacó un par de hojas, luego tomó la tinta y comenzó a escribir sobre el papel. ¿Serviría o no ese método?, él no tenía la menor idea, sin embargo, estaba resuelto hacer cualquier cosa para ayudarse a recordar.
Tenía claro que le gustaba el bosque y estar rodeado por la naturaleza, porque muchos recuerdos tenían que ver con eso, además Candy le dijo que él adoraba a los animales y vivía en el bosque, protegiéndolos. Desvió la mirada para observar a Puppet, quien atenta le veía. Sonrió y le regaló una caricia, adoraba a esa linda mofeta. Después siguió escribiendo.
En su cabeza, resonaba una melodía, un sonido peculiar que no podía descifrar qué era, pese a ello, también lo anotó
A continuación, escribió la visión que no lo había dejado en durante ese día, se trataba del mar, le parecía estar viendo el océano desde un barco, Candy dijo que él viajó a Inglaterra, así que era obvio que esa visión era real. Lo raro estaba que al tener esa visión, notó que una pequeña mano se movía frente a sus ojos y era como si esa mano le perteneciera.
Cerró los ojos por algunos segundos y se concentró nuevamente, para ver si recordaba alguna otra cosa…
«Bert, querido... ¿Qué estás haciendo? ¡Bájate de allí!»
Albert sacudió la cabeza y abrió los ojos de inmediato, aquella voz fue tan clara que no pudo evitar sentirse asustado.
«Pequeño Bert, no hagas más travesuras, por favor»
La voz volvió a escucharse y entonces él pudo ver el rostro de una joven rubia, cuyos ojos verdes brillaban con tal familiaridad que de inmediato supo quién era ella.
— Rosemary... —susurró él, al tiempo que experimentaba un mareo—. Rosemary… —repitió, sin poder controlar ese incómodo movimiento que lo aquejaba.
Albert quiso levantarse de la silla y moverse hacia la cama para recostarse, mas al final, nada de eso fue posible, porque al ponerse de pie, él se tambaleó y cayó al suelo, desplomándose de una forma muy aparatosa.
Continuará…
Infinitas gracias por haber sido parte de la lectura. Lamentablemente el evento está llegando a su fin y hay que irse despidiendo.
Bandoleras, chicas ha sido un placer participar con ustedes, gracias Rossy Castañeda por haberme invitado. Regresar a este evento ha sido una bonita experiencia.
Quienes estén interesadas en seguir leyendo esta historia y la serie de "Eso que llaman romance" pueden hacerlo en mi cuenta de Wattpad, por allá estaré publicando.
Gracias por regalarme un poco de su tiempo, para leerme: Amaya Graham, Ambar Graham, Azul Pequeña, Beatriz, Ceci Lagunes, Chapis Bentacourt, Clint Andrew, DTG Evelyn Rivera, Honey Graham, Jennyellyzu, Lady Lore, Letty, Leztabeth, Marlene, Maxine Winters, Nancy G, Parisa21, Pecas TG, Susana Ibarra y Shalova.
Era muy evidente que ya no podían esperar para aclarar la situación. Permanecer callados, era algo que no podían permitirse; la obra de “Romeo y Julieta”, lo era todo para él y defender a Terry, era lo único que le quedaba por hacer.
Odiaba la idea de montar un show alrededor del penoso suceso, pero acaso, ¿tenía otra opción? No, no la tenía. El primer actor estaba siendo públicamente difamado y su deber, era sacarlo del linchamiento mediático del que estaba siendo objeto. El prestigio del grupo teatral estaba en entredicho.
—Señor Hathaway, los periodistas ya están reunidos dentro del salón —le hizo saber Ryan, su asistente.
Robert respiró profundamente y después exhaló con tranquilidad, la hora de la verdad había llegado.
—¿Terry ya está preparado? —cuestionó el director, dándose un último vistazo en el espejo.
—Sí, él ya está esperando en el corredor.
—Perfecto, entonces debemos atender a los buitres cuanto antes —Robert caminó a través del camerino y abrió la puerta de este, para poder salir.
Ryan siguió los pasos de su jefe, haciéndole una última advertencia:
—Señor, debe saber que son más reporteros de los que esperábamos y que de verdad, se encuentran ávidos de que usted y el joven Terrence aparezcan.
Robert asintió, mostrándose tranquilo y dando a entender que todo estaba bien, invitó a su asistente a qué siguiera caminando. El experimentado actor se detuvo a unos cuantos pasos de donde se encontraba Terry e hizo una señal para que el muchacho se acercara.
—¿Estás listo? —cuestionó Robert, analizando el aspecto de su joven pupilo.
—Nunca estoy preparado para enfrentarme a la prensa, sabes lo mucho que detesto tener que hablar con ellos —contestó Terry, al tiempo que miraba hacia el final del corredor siendo consciente de que, detrás de esa puerta, se encontraba su destino. Todo su futuro dependía de lo que sucediera allí.
—Mantén la calma, responde tranquilamente a sus preguntas y estaremos bien —advirtió Robert, antes de encaminar a Terry hacia el recinto.
El corazón del chico latía con tanta fuerza, que comenzó a sentir que el aire le faltaba, sin embargo, logró sobreponerse y mostrando una actitud tranquila, se presentó ante los hombres que más que reporteros, parecían auténticas aves de rapiña, mismas que esperaban a que alguien cayera muerto para poder devorarlo.
—Caballeros, necesitamos orden aquí —advirtió el asistente de Robert, al tiempo que se aseguraba de que los actores, estuvieran en sus asientos—. Cada uno tendrá la oportunidad de hacer una pregunta.
Momentáneamente, los reporteros, guardaron silencio y aceptaron hacer sus preguntas de manera ordenada. Claro que un poco de orden no les impidió afilar la lengua, para formular las interrogantes más agresivas…
—Thomas Mason, del New York Herald —se presentó el reportero, mirando directamente hacia Terry —Señor Graham, seré muy con usted, ¿puede decirnos por qué la Señora Julia Marlowe, le vincula con la muerte de su hija?— preguntó el hombre, con interés.
—Señor Mason, gracias por estar aquí. Respondiendo a su pregunta, le informo que desconozco el motivo, por el cual, la Señora Marlowe está haciendo esas declaraciones —contestó Terry en tono relajado—. El reporte de las autoridades es más que claro, yo no tengo nada qué ver con la desgracia que ocurrió. Quien desee tener acceso a dicho reporte, puede acercarse con Ryan y pedirlo.
—¿Es verdad que Susana sufrió un accidente previo, a causa suya? —cuestionó el mismo reportero.
Aquella pregunta trastocó los pensamientos de Terry y le hizo sentir una desagradable sensación en el estómago. Sabía que no podía romperse en ese momento, así que contestó con seguridad.
—Hubo un accidente aquí, en el teatro. Eso ya se les explicó hace unos días —recordó Terry—. No fue a causa mía, de hecho, cualquiera de mis compañeros pudo haber resultado herido, un accidente es algo que simplemente sucede.
—Caballeros les recuerdo la dinámica, cada uno tiene derecho hacer una pregunta, solo una. Por favor respeten esa petición —dijo Robert, en tanto que le ofrecía la palabra a otro reportero.
—Alan Weiss, del New York Times —se presentó y enseguida dijo—. La Señora Marlowe ha comentado que usted y su hija, tenían una relación pero que, con el accidente de la Señorita Susana, todo cambió y usted presentó a otra chica como su novia… ¿Qué puede decirnos sobre eso?
Darse cuenta de que tan pronto estaban metiendo a Candy en todo ese embrollo, hizo que la sangre de Terry ardiera, él no iba permitir que pusieran en entredicho su relación con la chica a la que amaba, por lo tanto, dio una respuesta al instante:
—La Señora Marlowe está mintiendo. Yo jamás tuve una relación con su hija y eso lo pueden constatar todos los que trabajan en esta compañía. La señorita, a quien ustedes han identificado como mi novia, es en realidad mi prometida, por lo tanto, les pido que la respeten y le dejen fuera de este vulgar chismorreo.
—Pero, ¿por qué la llevaron a estación de policía?—quiso saber un reportero al que ni siquiera le habían dado la palabra.
—Fue a dar su testimonio, al igual que lo hicieron: las enfermeras, el médico y uno de los intendentes del hospital. Ella estaba de visita en el lugar cuando sucedió el hallazgo del cuerpo.
—¿En la noche de estreno? ¿Por qué ella no estaba aquí, viéndolo actuar?, aquella interrogante surgió desde los asientos traseros, Terry no podía ver al reportero.
El actor se tomó un respiro. Esos hombres estaban sacándolo de sus casillas y lo peor era que en parte tenían razón en cuestionarlo; la Señora Marlowe los había envenenado con sus palabras y no ayudaba el hecho de que Candy, hubiera estado en el hospital.
Calmándose, retornó al camino de la paciencia y respondió:
—Eso fue mi culpa y es por lo único de lo que me siento avergonzado. Mi prometida no vive aquí, así que no se enteró sobre al accidente… Yo, en un intento por protegerla de los chismes y de la mala voluntad de la Señora Marlowe, le oculté lo sucedido con Susana. No obstante, ella se enteró de todo mientras estaba en el intermedio de la obra. Mi prometida posee un gran corazón, así que cuando supo sobre eso, no pudo seguir aquí en el teatro y se dirigió al hospital. Se sintió verdaderamente alarmada por la situación de Susana... De cualquier forma, les reitero que ella ya rindió testimonio ante la autoridad, así que vuelvo a pedirles, que la dejen fuera de sus preguntas por favor.
—Winston Reynolds, del New York Tribune —se presentó otro reportero—. Señor Hathaway, ¿sabía que usted también fue señalado por la Señora Marlowe? Ella ha dicho que usted no ha querido ayudarla con los gastos del hospital y que no se interesó por el bienestar de la señorita Susana después del accidente
—Caballeros, Julia Marlowe es una mujer que, en estos momentos, se encuentra psicológicamente incapacitada para hacer declaraciones. Por supuesto, yo me hice cargo de todo y definitivamente, estaba preocupado por el bienestar de Sussie, no se le iba dejar desamparada. Lo que Julia ha dicho es mentira y pueden corroborrar con mis abogados, ellos estarán dispuestos a otorgar la información que ustedes necesiten, todo estaba listo para indemnizar a nuestra Sussie y ayudarla con una pensión de por vida.
Las preguntas siguieron haciéndose entorno a Susana y su muerte, Robert y Terry siguieron respondiendo, hasta que todo comenzó a ser repetitivo. Al ver que seguían preguntando lo mismo, el asistente dio por terminada la conferencia. Los reporteros, no deseaban renunciar a su cruel interrogatorio, mas, no les quedó otra opción que quedarse con las ganas de preguntar.
Terry fue el primero en retirarse por lo que, sin demora, se dirigió hacia su camerino para buscar un poco de tranquilidad.
—¿Ya se acabó la conferencia? —cuestionó una voz femenina, en cuanto él atravesó el corredor.
—Sí —respondió Terry, sin observar a la muchacha, quien a pesar de haber sido ignorada añadió:
—Tienes que conseguirte un abogado, no puedes permitir que esa infernal mujer te trate así.
—Karen, ahora no quiero hablar de eso…
—¿Y qué hay de Candy?, es que, ¿no te importa lo que pasa con ella? ¡Está siendo difamada por esa arpía!
Terry sabía que el odio de Karen por las Marlowe, era muy fuerte, sin embargo, también era consciente de que ella tenía razón. No podía permitir que Candy saliera lastimada y debía hacer lo que fuera para protegerla.
—Haré lo pertinente, ¿de acuerdo? Mira, agradezco tu preocupación, pero te pido que no cuestiones la manera en la que protejo a mi prometida.
Él no esperó a que Karen le respondiera, simplemente entró a su camerino y cerró la puerta, para evitar seguir escuchando a la actriz.
*~*~*
La Señora Hathaway era una mujer muy amable, sin embargo, Candy no se sentía del todo cómoda con sus atenciones.
Sí, la mujer tenía toda la razón. Un cambio de peinado le sentaría bien, pues tenía que verse un poco más madura ante la prensa. Sin embargo, no dejaba de pensar en que era muy extraño seguir con ese juego de presumir una relación que Terry y ella no tenían.
Tal vez podrían engañar a esos odiosos hombres y quizás ellos la verían como una señorita comprometida, en cambio, sus amigos en Chicago y sus madres en Indiana, verían muy raro todo lo que estaba pasando. Daba gracias a Dios que Stear se encontraba con ella, porque de otra forma se volvería loca.
Stear, por su parte, se mostró contrariado ante la propuesta del jefe de Terry, pero, conforme reflexionó sobre los acontecimientos, supo que esa era la mejor opción. Además, para él era más que obvio que Terry se casaría con Candy algún día… ¿O por qué solo le había enviado un pasaje de ida? Terry amaba demasiado a Candy, solo que tal vez estaba muy presionado y eso lo hacía comportarse así.
—Te ves muy bien —mencionó el joven Cornwell, acercándose hacia Candy, quien parecía estar dudando de los cambios que le habían hecho a su peinado.
Ella dejó de tocarse el cabello y dijo:
—Mi apariencia es lo de menos, ojalá no estuviera metida en este embrollo… Dios mío, Stear, ¿qué es lo que va decir el tío abuelo?
—Vas a casarte con el hijo de un duque, eso es más de lo que cualquier mujer Ardlay ha hecho… él no va enojarse, Candy.
—Pero, yo no voy a casarme con Terrence… solo vamos a fingir que estamos comprometidos —expresó ella, mostrando su tristeza.
—Terry te ama, estoy seguro de que no le costará mucho trabajo dar ese paso contigo, Candy, no debes dudar ahora. Tienes todo a tu favor —recomendó Stear, sentándose a un lado de la chica—. Tú crees que estás metida en un embrollo, pero, ¿y qué piensas de mí? ¿Qué dirán todos cuando regrese a Chicago? —Stear se mostró afligido—. Soy un rotundo fracaso. Me han rechazado de manera definitiva. Soy inservible para el ejército, imagínate, los Ardlay dirán que soy una vergüenza.
—Estoy segura de que nadie quería que te fueras a Francia… Por lo tanto, nadie se sentirá decepcionado —Candy tomó la mano de su primo y la apretó con fuerza—. Yo estoy feliz porque estás aquí. No sabes cuánto agradezco el que no te hayas ido. Stear tú tienes mejores cosas que hacer, ¡eres el mejor inventor que yo conozco! Tu nación y la familia agradecerán que te hayas quedado aquí.
Stear observó a Candy y lleno de entusiasmo, besó el dorso de la mano de la chica.
—Tus palabras me ayudan Candy, de verdad, no sabes lo que significa recibir apoyo en estos instantes —Stear se mostró más animado y dijo—. No temas por nada. Yo voy a permanecer contigo… voy a protegerte, hasta que regresemos a Chicago.
Candy asintió, sin embargo, al escuchar la palabra «Chicago» súbitamente recordó a Albert, «¿Qué estará haciendo él ahora?», se preguntó, sintiéndose triste por haberlo dejado solo.
Estaba segura de que el pobre estaría muy preocupado cuando se enterara de lo que había pasado.
—¿Pasa algo? —preguntó Stear.
—A decir verdad, estoy algo preocupada por Albert.
—Archie iba estar al pendiente de él… Al igual que Annie y Patty. Albert estará bien.
—Sí lee el periódico en estos días, estará muy preocupado.
—Los chicos sabrán que hacer, confía en ellos.
Stear echó un vistazo a su alrededor, apenas, podía creer que estuviera, en un lugar como ese. Cuando pensaba en el teatro y sus estrellas, pensaba en que los camerinos debían ser interesantes, más, para su sorpresa, eran espacios pequeños y sin ningún chiste.
—¿Crees que ya se haya acabado la conferencia? —preguntó Candy.
—No lo sé, ¿quieres que lo averigüe?
—Terry dijo que vendría aquí, pero, me siento algo intranquila.
Stear asintió y a continuación se dirigió a la puerta, para asomarse hacia el corredor. Justamente en ese momento, Terry ingresó al camerino.
—Lo siento —se disculpó con Stear, porque estuvo a punto de golpearlo con la puerta.
—No pasa nada —mencionó el joven Cornwell, dirigiéndole una sonrisa—. Entra por favor, yo esperaré afuera.
Terry desvió su mirada y posó los ojos en Candy, quien se encontraba parada a unos cuantos pasos de ellos. Verla, allí, esperando por él, hizo que su corazón latiera más a prisa, solo Dios sabía, cuantas veces se había imaginado encontrándose con ella, en el teatro.
La miró detenidamente y pronto se dio cuenta de que su cabello lucía distinto.
—La Señora Hathaway, piensa que me veía demasiado joven con mi anterior peinado, así que lo cambiamos… Ya sabes, por lo del compromiso. Dice que lo más seguro es que, gente de la prensa, esté afuera, esperando por nosotros y dado que debemos salir juntos, pues…
—Comprendo…—contestó Terry, mientras llevaba los dedos de su mano, hasta los rizos que colgaban de la coleta de Candy—. Te sienta bien, te ves preciosa —añadió, mirando las mejillas de ella de sonrojaban.
—Gracias… —dijo dándose la vuelta rápidamente, para buscar el abrigo y su bolso, mismos que estaban sobre una mesa que se encontraba a un lado del sofá.
«Tendrías que ser galante más seguido, Terrence», le recriminó su conciencia, al ver que Candy se había puesto nerviosa con su cumplido.
—¿A dónde vas? —le preguntó él a la chica, quien se disponía a ponerse el abrigo.
—Pensé que ya nos iríamos…
—No, aún no vamos a ningún lado —él se acercó hasta el sofá y se sentó—. Siéntate Candy —le pidió, en tanto que ella aceptaba su invitación y dejaba sus cosas sobre la mesa.
—¿Cómo te fue en la conferencia? —preguntó la chica, como para aligerar la tensión que había entre ellos.
—Fue exactamente como la esperaba —replicó él, dejando libre un suspiro—. Quiero hablarte sobre eso… Yo, les he dicho que eres mi prometida y les he pedido respeto hacia ti. confío que eso ayude para que no te molesten. No saben tu nombre, pero, si enteran de que eres una Ardlay, van a ponerse más locos.
—No soy una Ardlay —dijo Candy, convencida—. Pero igual, es mejor que lo crean. Porque si se enteran de mi verdadero origen, van a ponerse peor.
—Tu origen no es de la incumbencia de nadie, ninguno tiene derecho a juzgarte por eso, quien se atreva hacerlo se las verá conmigo —Terry apretó los puños con fuerza y enseguida añadió—. Fuiste adoptada por los Ardlay y ese es tu apellido, quieras o no. Como sea, te pido que no te preocupes, yo lo tengo todo bajo control, sin embargo, voy a tener que hablar con tu tío abuelo, así que, espero poder hacerlo cuando tenga un tiempo libre en el teatro, ¿sabes dónde está él ahora?
—No lo sé… Pero… ¿Por qué vas hablar con él? —preguntó Candy, mostrando un gesto de confusión.
—¿Como qué por qué? Tú y yo vamos a casarnos. Lo más lógico es que yo hable con él.
Candy no podía creer lo que escuchaba, Terry estaba dispuesto a seguir con el montaje de su falso compromiso, ¿quería casarse con ella? ¿Hasta donde iban a llegar con esa mentira?
—Ahora sí, ponte tu abrigo —recomendó él—. Voy a llevarlos a Stear y a ti, a casa de mi madre.
—¿Cómo dices?
—El hotel no es seguro para ustedes, ese lugar ya debe estar siendo asediado por los reporteros y además, el personal no es capaz de garantizar tu seguridad, ni la de tu primo… Candy, ustedes son de una familia muy importante en este país. No pueden, ni deben estar desprotegidos. Esta ciudad es peligrosa.
—¿Eleanor está de acuerdo? —preguntó Candy, interesada en saber si la madre de Terry era consciente de los planes de su hijo.
—Ella me lo sugirió. Anda, salgamos —pidió Terry, extendiendo su mano, para tomar la mano de Candy—. Daremos de que hablar, pero recuerda que eso es parte de ser la prometida de un actor —él le sonrió y ella bajó su mirada. Terry usó su mano libre para con sus dedos, elevar la barbilla de la chica—. Todo va estar bien, te lo prometo… Voy a cuidarte —añadió, mientras sus ojos se perdían observando los hermosos ojos verdes de Candy.
—Confío en ti, siempre lo haré… —respondió ella, sonriéndole y mirándolo de una forma que Terry no pudo evitar sentirse excitado.
Tenía ganas de besarla y de alzarla en brazos para acomodarla sobre el sofá y comenzar a desnudarla… deseaba hacerla suya, en ese preciso instante.
«¡Demonios, Grandchester! ¡No es tiempo de pensar en eso!», se recriminó, desechando las visiones que su creativa mente el arrojaba.
—¿Nos vamos? —preguntó Candy, alejándose un poco de él.
—Sí, vámonos. —contestó él, al tiempo que intentaba apagar su fuego interior. Ya habría tiempo para hacer todo lo que él quería… Sería paciente e iría de a poco con Candy, la amaba y estaba dispuesto a sufrir cualquier penuria por quedarse con ella. Si los reporteros se metían con ella, buscaría la maneras de sacarla del ojo público. Incluso, si eso significaba hacer un sacrificio y abandonar el mundo de la actuación para siempre.
*~*~*
«¿Cómo estará Candy», se preguntó Albert, en tanto que terminaba de asear la cocina.
—Tiene que estar bien…
Murmuró, dirigiéndose hacia la habitación de ella, para tomar una hoja y un poco de tinta. Ese día había sido uno de esos días en los que algunas «visiones» se le presentaban de forma insistente. No entendía por qué, no sabía si eran recuerdos o solo fantasías que guardaba en la mente.
«Apunta todo aquello que recuerdes», le dijo el primo de Candy, ese chico, llamado Stear… El joven de gafas cuya presencia le hacía sentirse algo extraño, no solo él, sino también el otro muchacho: Archie.
Albert negó con un movimiento de cabeza.
¡Estaba loco! ¿Cómo podría sentirse cercano a esos muchachos? Eran hijos de familia acomodada y él no conocía a gente de esa clase social.
Buscó en los cajones del escritorio de Candy y sacó un par de hojas, luego tomó la tinta y comenzó a escribir sobre el papel. ¿Serviría o no ese método?, él no tenía la menor idea, sin embargo, estaba resuelto hacer cualquier cosa para ayudarse a recordar.
Tenía claro que le gustaba el bosque y estar rodeado por la naturaleza, porque muchos recuerdos tenían que ver con eso, además Candy le dijo que él adoraba a los animales y vivía en el bosque, protegiéndolos. Desvió la mirada para observar a Puppet, quien atenta le veía. Sonrió y le regaló una caricia, adoraba a esa linda mofeta. Después siguió escribiendo.
En su cabeza, resonaba una melodía, un sonido peculiar que no podía descifrar qué era, pese a ello, también lo anotó
A continuación, escribió la visión que no lo había dejado en durante ese día, se trataba del mar, le parecía estar viendo el océano desde un barco, Candy dijo que él viajó a Inglaterra, así que era obvio que esa visión era real. Lo raro estaba que al tener esa visión, notó que una pequeña mano se movía frente a sus ojos y era como si esa mano le perteneciera.
Cerró los ojos por algunos segundos y se concentró nuevamente, para ver si recordaba alguna otra cosa…
«Bert, querido... ¿Qué estás haciendo? ¡Bájate de allí!»
Albert sacudió la cabeza y abrió los ojos de inmediato, aquella voz fue tan clara que no pudo evitar sentirse asustado.
«Pequeño Bert, no hagas más travesuras, por favor»
La voz volvió a escucharse y entonces él pudo ver el rostro de una joven rubia, cuyos ojos verdes brillaban con tal familiaridad que de inmediato supo quién era ella.
— Rosemary... —susurró él, al tiempo que experimentaba un mareo—. Rosemary… —repitió, sin poder controlar ese incómodo movimiento que lo aquejaba.
Albert quiso levantarse de la silla y moverse hacia la cama para recostarse, mas al final, nada de eso fue posible, porque al ponerse de pie, él se tambaleó y cayó al suelo, desplomándose de una forma muy aparatosa.
Continuará…
Infinitas gracias por haber sido parte de la lectura. Lamentablemente el evento está llegando a su fin y hay que irse despidiendo.
Bandoleras, chicas ha sido un placer participar con ustedes, gracias Rossy Castañeda por haberme invitado. Regresar a este evento ha sido una bonita experiencia.
Quienes estén interesadas en seguir leyendo esta historia y la serie de "Eso que llaman romance" pueden hacerlo en mi cuenta de Wattpad, por allá estaré publicando.
Gracias por regalarme un poco de su tiempo, para leerme: Amaya Graham, Ambar Graham, Azul Pequeña, Beatriz, Ceci Lagunes, Chapis Bentacourt, Clint Andrew, DTG Evelyn Rivera, Honey Graham, Jennyellyzu, Lady Lore, Letty, Leztabeth, Marlene, Maxine Winters, Nancy G, Parisa21, Pecas TG, Susana Ibarra y Shalova.