Art.Betty Graham.
Esta era mi oportunidad, tenía que salir de aquí cuanto antes, salí y Corri, Corrí por una larga calle, con lágrimas cayendo por mis mejillas. La sal hacía que ardieran mis heridas, pero no me detuve a limpiarlas. Tenía que huir-tan lejos como me fuera posible.
Me quedé en las sombras, cubriéndome con mi chaqueta, enterrando mi rostro en mi bufanda. Mi bolsillo contenía lo único que agarré antes de huir. Mi pequeña cartera con los ochocientos dólares que había robado.
Una concurrida intersección se acercaba. No quería arriesgarme, y corté por un callejón oscuro, a pesar del miedo que sentía decidi adentrarme, a esas alturas, ya no importaba. Si alguien me agarraba. Si me quedaba, estaba muerta, y decidí que preferiría morir huyendo que quedarme y permitir que él avisará y acabara conmigo.
Escuché gritos, y sentí una opresión en mi pecho. Sin importarme a dónde me dirigía. Corrí hasta que quedé sin aliento, de callejón en callejón hasta que no escuche sonidos salvo mi pesada respiración.
Recargándome en un deteriorado muro de ladrillo, traté de recuperar el aliento y dejar que mi corazón se calmara. Miré alrededor, sin tener idea dónde había terminado. Me asomé a la vuelta de la esquina hacia las tranquilas calles. El vecindario era industrial, los edificios una mezcla de negocios en ruinas y bodegas clausuradas.
Tomé una respiración temblorosa, quitando el cabello de mi rostro. Hice una mueca cuando mis dedos tocaron mi frente, y al retirarlos, vi que estaban mojados con sangre. Más lágrimas cayeron por mi rostro. Sin saber qué hacer, empecé a caminar, tratando de poner en orden mis pensamientos. No podía ir a un hotel ya que se requeriría una tarjeta de crédito. Él la rastrearía. Necesitaba un motel barato que aceptara efectivo y no hiciera preguntas. Miré alrededor -era el tipo de área en la que podría encontrar uno, pero tendría que ser pronto. Mis piernas estaban temblando, y mi cabeza dolía.
Un coche pasó despacio, y mi pánico regresó. También podría encontrarme ahí. Cuando el coche se detuvo unas cuadras adelante y se quedó con el motor encendido, mi corazón dio un vuelco. Había un espacio estrecho entre edificios, y me deslicé entre ellos. Estaba oscuro, y utilicé mi mano para tocar el muro. Encontré el pomo de una puerta y cuando giró, contuve el aliento. La puerta se entreabrió en el pequeño pasaje. Podía escuchar el coche que me asustó y rápidamente, me deslicé por la puerta, cerrándola detrás de mí.
El aire estaba húmedo y mohoso, con polvo picando en mi nariz. Estaba rodeada de oscuridad y un silencio sobrecogedor. Podía escuchar voces afuera. Contuve el aliento a medida que las voces se acercaban. El pomo se movió, pero el seguro evitó que se abriera. "¿Estás seguro que entró aquí?"
"Eso creo. Ah, a quién le importa. Podemos encontrar otro pedazo de trasero."
Las voces se alejaron y el coche se marchó. Me estremecí, sosteniendo mi cabeza adolorida. No me estaban buscando a mí específicamente, pero aun así estaba agradecida por la puerta que había encontrado.
Pasaron unos momentos, y supe que tenía que tomar una decisión. Irme por donde entré, o explorar lo que podría ser un lugar en el que podría descansar un rato, recuperar mis fuerzas y decidir mi siguiente movimiento -por limitadas que fueran mis opciones.
Con cuidado, avancé, topándome con otra puerta. La abrí, entrando a una habitación grande. Por lo que podía ver por las ventanas parcialmente cubiertas con tablas, estaba en un edificio de oficinas abandonado. La luz tenue ayudó, e investigué hasta que encontré una oficina con paredes de cristal que tenía muebles viejos. Me senté frente a un escritorio desgastado. La silla estaba dura, fría, y húmeda, pero era lo bastante grande para acurrucarme en ella. Subí mis piernas temblorosas, envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas y descansé mi cabeza. el sentimiento de agradecimiento por un edificio abandonado y una vieja silla desvencijada abrumándome.
Las lágrimas comenzaron de nuevo, y las dejé correr. Mis sollozos eran estrangulados e intensos, y el dolor en mi cabeza se intensificó. La oscuridad empezó a envolverme, y la resistí. Tenía el presentimiento que si sucumbía, no despertaría. Pero era inútil, y gradualmente, el mundo se apagó.
Nadé hacia la conciencia, mi cabeza dando vueltas. No me moví, pero miré a través de los vidrios sucios, confundida. La gran habitación por la que había pasado estaba iluminada y un grupo de hombres estaban de pie en un círculo, discutiendo. Sus brazos se movían, sus manos hacían gestos, y sus voces estaban enojados.
Con cuidado, empujé la silla hacia atrás tanto como pude. La pequeña oficina en la que estaba seguía en oscuridad, y no creía que pudieran verme, pero no iba a arriesgarme. Faltaba un panel de cristal y al estirar mi cuello, tenía una clara vista de ellos.
Eran cinco hombres altos, todos con abrigos negros. Uno de ellos era más alto que el resto. Se movieron y vi a otras dos personas. Estaban sentadas en el suelo, golpeadas y sangrando atadas de espaldas.
Me encogí, aterrorizada. Escuché el sonido de una puerta azotándose, y otro hombre entró en la habitación. Era alto, delgado, con hombros anchos, su abrigo era largo y se balanceaba a su alrededor al caminar. Su rostro tenía ángulos definidos, su mirada era intensa y furiosa. Comandaba la atención de todos los hombres en la habitación. Se irguieron a toda su altura, con sus hombros hacia atrás-casi en posición de firmes. Él se detuvo, mirando con desdén a los hombres en el suelo.
Un ataque de palabras en un idioma que yo no entendía salió de su boca. Haciendo eco en el vacío lugar. Más de una vez abofeteó a los indefensos prisioneros, gritándoles en la cara. Sus guantes de cuero brillaban bajo la tenue luz, el rojo de la sangre contra el negro, húmedo y goteando, su rostro sombrío, malvado y retorcido. Era como un ángel vengador. -directamente del infierno. Él extendió su mano, y uno de los hombres colocó un arma en ella.
Se les quedó mirando, frío y despiadado, luego asintió. Todo el círculo de hombres sacó sus armas y apuntó.
Tapé mi boca con mi mano, conteniendo mi grito, al saber lo que estaba por presenciar.
"Ardan en el infierno," escupió.
Se escucharon disparos.
Los hombres en el suelo se sacudieron, sus cuerpos arqueándose y zarandeándose, entonces se desplomaron. La sangre corrió.
No pude controlarme. Me lancé hacia adelante, vaciando el escaso contenido de mi estómago. Mi cabeza dio vueltas por el repentino movimiento. Hubo más maldiciones y pasos apresurados en mi dirección.
"¿Qué demonios?" Una voz baja gruñó al mismo tiempo que fuertes manos sujetaron mis brazos, forzándome a enderezarme.
Levanté la vista, encontrando un par de intensos ojos azules. Se abrieron y luego se entrecerraron, llenos de furia. De cerca su rostro era hermoso-el tipo de belleza que fácilmente se distorsionaba en fiera malevolencia. Un demonio disfrazado.
"¿Quién demonios eres tú?"
Continuará.....