Art.Betty Graham
"¡Candy!"
Pisadas retumbaron en los escalones y me apresuré al pasillo. "¿Terry?"
Se detuvo, girándose en las escaleras. Se me quedó mirando, luego bajó los escalones dos a la vez, y me tomó en sus brazos. Estaba temblando y tenso. Me apretó a su pecho, levantándome del suelo.
"Oh, Candy, Candy," susurró.
Me estaba aterrando. "Terry," le imploré. "Estoy aquí. ¿Qué pasa?"
No dijo nada, pero se dio la vuelta y subió corriendo los escalones, conmigo aún sujeta en sus brazos. Archie y Stear estaban en la entrada observándonos, no lo detuvieron. Los dos se veían serios, lo que solo me asustó más.
En nuestra habitación, Terry se sentó en la cama, abrazándome, con tanta fuerza que sabía me dejaría marcas. Conseguí echarme hacia atrás, tomando su rostro entre mis brazos.
"Terry, dime."
Me apretó con más fuerza. "Te necesito."
"Estoy aquí."
Se puso de pie, llevándome al baño. Estiró su mano, abriendo la ducha, sin siquiera quitarnos la ropa. Fue solo después de estar dentro del anexo de vidrio que me puso en el suelo, y me permitió quitarle la camiseta y los pantalones. Dejó caer su cabeza en mi hombro, sus labios apenas rozando mi oído. "Tu brazalete te queda bien."
"Es hermoso. Me gustó mucho."
"Me encanta que traigas puesta mi camisa."
"Me hace sentir cerca de ti."
Necesito estar cerca." Tiró de la tela, arrancándola y la dejó caer al suelo. Agarró mis bragas con un puño arrancando el pequeño trozo de tela. Me levantó, cubriendo mi boca y besándome. Sus acciones eran enérgicas, casi desesperadas. Sus labios magullaron los míos, sus caricias determinadas e implacables. Sentí su erección dura contra mi piel.
"Por favor, Terry," le supliqué. "Dime qué está mal."
"Te necesito. Necesito estar dentro de ti."
Mi voz vaciló cuando empujó su pierna con rudeza entre las mías. "Me estás - lastimando," susurré.
Se congeló. Luego, retrocedió despacio, dejando que mis pies tocaran el suelo. Aflojó su agarre, pero no me miró.
"Lo siento, pecosa."
Tomé su rostro entre mis manos, forzándolo a mirarme a los ojos. "No te pido que te detengas, pero tienes que dejarme entrar." Acaricié su rostro. "¿Fue terrible?"
"Sí."
"¿Peor de lo que temías?"
Tragó saliva, luego asintió. "Sí."
"¿Necesitas perderte en mí?"
"Por favor."
"Entonces, tómame. Pero sé mi Terry."
Con un gemido, me volvió a tomar en sus brazos, su boca en la mía. Pero esta vez, sentí su ternura, su anhelo. Mientras acariciaba mi lengua con la suya, mi pasión aumentaba. Sus manos acariciaron mi cuerpo, persuasivas y gentiles. Me esforcé por acercarme, mi propio deseo aumentando. Acaricié su espalda, agarré su trasero y pasé mis manos por los tensos músculos de su cuello hasta que lo sentí perderse en el momento.
Finalmente, me levantó y envolví mis piernas alrededor de su cintura.
"Sí," murmuré.
Se deslizó en mi interior, enterrando su rostro en mi cuello cuando empezó a moverse. Me me tomó contra la pared de la forma en que esperaba. Sus caderas se movieron en círculos, manteniéndonos juntos. Se mecía y entraba a un ritmo fluido hasta que los dos jadeábamos. Grité su nombre y me acercó, mi nombre cayendo de sus labios al llegar a su clímax. Me estremecí a su alrededor, sintiendo su cuerpo sacudirse por los espasmos. Luego se detuvo, abrazándome con fuerza, sin moverse.
Besé su cabeza. "Déjame cuidar de ti."
Me puso de pie y me permitió empujarlo bajo el agua caliente. Se agachó para que pudiera lavar su cabello, dejándome enjabonar su cuerpo y limpiarlo. Luego, él hizo lo mismo conmigo. No se dijeron palabras, pero compartimos besos tiernos, y sentí su amor en sus caricias.
Después, nos secamos, y lo llevé a la cama. Se veía exhausto. No protestó cuando lo tapé con las mantas. Pero me alcanzó, acurrucándose a mi pecho con un prolongado suspiro. Su cabeza descansó bajo mi barbilla, sus brazos como prensas a mi alrededor.
"No te vayas. Prométemelo. No puedo descansar si te vas."
"Estaré justo aquí."
Su aliento cálido pasó sobre mi piel.
"Te amo, Candy ."
Besé su cabeza y pasé mis dedos por su espalda hacia arriba y hacia abajo. Lo sentí sucumbir al sueño, su cuerpo más pesado cuando se rindió. Cerré mis ojos exhausta, preguntándome qué me diría cuando despertara.
~oOo~
Se despertó abruptamente, al instante tensó y llamándome.
"Estoy aquí, Terry," lo tranquilicé, atrayéndolo de nuevo a mi pecho. "Solo estaba leyendo."
Exhaló, sus brazos eran una jaula de acero a mi alrededor.
"¿Volverás a dormir? Solo has descansado por un poco más de una hora."
"No," respondió con honestidad.
"¿Vas a contarme?"
"Aquí no. No en nuestra cama."
"Entonces, déjame prepararte algo de comer. Podemos hablar en la cocina."
"Está bien."
Sentí sus ojos sobre mí todo el tiempo mientras preparaba su desayuno. Comió en silencio y solo la mitad de su plato antes de alejarlo con un suspiro. Levantó su café, bebiendo.
"Terry," le di entrada.
"Era una red de esclavitud sexual." Su cabeza cayó en sus manos. "Niños, adolescentes. Muchachos, muchachas. Los bastardos más perversos vendiendo niños por dinero. Enviándolos a una vida tan depravada que muchos de ellos se suicidarían en vez de soportarlo." Estrelló su mano sobre la mesa. "Algunos ya demasiado dañados como para ayudarlos."
Cubrí su mano. "Cuéntame."
"No puedo, Candy. Por favor, no me pidas compartir lo que vi. No puedo hablar de eso contigo."
"Necesitas hablar de ello con alguien, Terry."
"Lo haré. Lo hago. Albert tiene un equipo para nosotros."
"¿Les permites ayudarte?"
Me miró a los ojos. "Lo haré esta vez. Lo prometo."
"Muy bien." Lo tranquilicé al pasar una mano por su cabello. "Los salvaste, Terry. A muchos de ellos."
Le dio vuelta a su mano, tomando la mía. "Hay más, Candy. Algo mucho peor."
Asentí, el miedo visible en sus ojos aterrándome.
"Atrapamos a los cabecillas." Pasó saliva, teniendo problemas para expresarse. "A todos menos a uno."
"¿Quién?"
"La mente maestra. Estaba preparado. Estaba acorralado, pero huyó. Tenía rutas de escape planeadas."
"Lo siento. Sé que seguirás buscándolo."
Se puso de pie, paseándose de un lado al otro, tirando de su cabello. "No entiendes. Tengo que hacer más que eso. Tengo que enviarte a alguna parte. A un lugar secreto. A un lugar seguro."
"¿De qué estás hablando? ¡No puede haber lugar más seguro que aquí contigo!"
"¡Ya no más!" Rugió.
"¡Lo que dices no tiene sentido!" Mi voz se quebró. "¿Por qué me alejas de ti, Terry?"
"Tengo que asegurarme que estés segura y protegida."
Sacudí mi cabeza. "No sé qué está pasando, Terry. Pero preferiría morir a estar alejada de ti."
Se dejó caer frente a mí, sosteniendo mi rostro. "No quiero dejarte ir, pero tengo que hacerlo. No tengo opción."
"¿Por qué?" Le supliqué, con lágrimas empezando a acumularse en mis ojos. "No entiendo."
Su voz sonó ronca. "Candy, él me conocía. Dijo mi nombre. Me dijo que me arrepentiría de lo que había hecho. Dijo que le había quitado todo lo valioso que tenía, y que me iba a hacer lo mismo."
Nuestros ojos quedaron fijos.
"Me dijo que iba a alejarte de mí. La última cosa que me dijo fue que nunca te encontraría, y que se aseguraría de que tú pagaras por mi interferencia."
Mi aliento se atoró en mi garganta al ver la desolación y tormento en su expresión.
"No tengo opción, Candy. Tengo que dejarte ir."
Continuará....