Art.Betty Graham
~Candy ~
Terry entró a nuestra habitación, sonriendo. "¿Qué estás haciendo?"
"Desempacando y separando la ropa sucia para mañana."
"La señora Grey va…" Se detuvo. "¿Estás segura que no quieres que contrate a alguien?"
"Soy perfectamente capaz de lavar ropa."
Se acercó detrás de mí, colocando sus manos en mis caderas, atrayéndome a su pecho. "Estoy consciente de lo capaz que eres, amor." Subió sus manos por mi torso, tomando mis pechos, tentando delicadamente mis pezones. Dejó caer su rostro en mi cuello, su aliento caliente en mi piel. "Estoy consciente de ti… de todo sobre ti."
Mi cabeza cayó hacia atrás, concediéndole libre acceso a mi cuello. "¿Oh?" Lloriqueé.
"Estoy consciente que te duchaste sin mí. Estoy consciente que traes puesto uno de los camisones más sexies que he visto en mi vida." Sus manos tiraron de la orilla del atuendo de encaje.
"En este momento estoy consciente que te importa una mierda lavar la ropa, los quehaceres de la casa o cualquier otra cosa, todo menos yo arrojándote a la cama, nuestra cama, y tomarte." Chupó la curva de mi cuello, haciéndome jadear cuando me mordió.
"¿Es eso un hecho?" Murmuré, tratando desesperadamente de conservar algún tipo de control.
Con una risa baja, subió más mi camisón. "Estoy consciente," dijo entre su aliento, "que no tienes nada debajo de esto." Agarró mi trasero, de forma suave y provocadora. "Estoy consciente de lo mucho que me deseas. Justo ahora."
Sin advertencia, tocó el punto que me vuelve loca. Grité cuando empezó a bombearlos rápidamente. Me arqueé hacia sus caricias, mi orgasmo viniendo intenso y veloz. Antes que siquiera me recuperara, me arrojó a la cama y me tomó. Nuestras bocas se fundieron, nuestros cuerpos se fusionaron, y nos unimos en una llamarada de pasión.
Terry se vino sobre mí. "Bienvenida a casa, señora Grandchester ."
Le sonreí. "Te amo."
Su rostro se iluminó, con asombro y alegría en sus ojos.
"Te amo."
Terry estuvo callado durante el desayuno. Vació su taza y se puso de pie. "¿Cuáles son tus planes para esta mañana?"
"Tengo que hacer una lista para el supermercado, ir de compras, y averiguar el programa de la señora Grey."
"Felix te llevará al supermercado."
Fruncí el ceño. "¿Es necesario? Sé cómo conducir y puedo leer un mapa."
"Es necesario."
"La señora Grey iba al supermercado por su cuenta. Me parece una pérdida de tiempo para Felix que me acompañe de compras. Estoy segura que tiene cosas más importantes de qué hacerse cargo."
Se apoyó sobre la encimera, encerrándome. Su voz era baja, su mirada fiera. "La señora Grey no es mi esposa. No hay nada más importante que tu seguridad. Nada. Felix te acompaña, o no vas. ¿Entendido?"
"Sí."
Su beso fue intenso. "Excelente."
Dejó la cocina.
Limpié, revisé el contenido de la despensa, el refrigerador, y el congelador, para luego hacer mi lista. Acababa de terminar cuando Felix entró a la cocina.
"¿Está usted lista, señora Grandchester ?"
Titubeé, luego cogí mi bolso. "Necesito ver a Terry antes de irme."
Asintió, indicándome que lo siguiera. En la puerta de la oficina de Terry cerca del frente de la casa, tocó y esperó hasta que Terry gritó que entrara.
"La señora Grandchester desea un momento."
"Por supuesto. Déjanos solos."
Entré, y Felix cerró la puerta detrás de mí. Terry estaba sentado en su enorme escritorio, con computadoras y archivos rodeándolo. Ya se veía exhausto. Sin embargo, me sonrió, su expresión cordial.
"Hola, esposa mía ."
Me acerqué al escritorio, sin saber cómo hacer mi pregunta.
"Una vez más, tus posesiones sufren por tus nervios," observó.
Miré mi bolso. Estaba retorciendo el asa.
Se puso de pie, y rodeó el escritorio, recargándose en él y abriendo sus brazos. "Ven aquí."
Di un paso al frente, y me abrazó, con fuerza. "¿Qué pasa, mi amor?"
"N-no sé cómo pagar los comestibles, y no tengo dinero…"
"Candy, me disculpo." Dejó un beso en mi cabeza, y levantó mi barbilla. "Tenía la intención de discutir eso contigo anoche, pero estaba, ah, distraído." Mordisqueó la punta de mi nariz juguetonamente, luego volvió a su escritorio y rebuscó en el cajón superior. Sacó un sobre.
"Aquí están tus nuevas tarjetas de banco. Tu contraseña es la fecha de nuestro matrimonio." Dijo los números lentamente. "Hay una tarjeta Visa, una tarjeta débito, y tu cuenta será reabastecida según sea necesario." Sacó un sobre grueso de otro cajón y sacó unos billetes, ofreciéndomelos. "Aquí tienes quinientos dólares."
Lo miré boquiabierta, y me frunció el ceño. "¿Eso no es suficiente? Tienes diez mil en tu cuenta, pero si necesitas más…"
Sacudí mi cabeza, atónita. "Terry, quería veinte dólares y algo de dinero para comestibles."
Se rio entre dientes y vino a mí, deslizando el dinero y las tarjetas en mi cartera. "Esa ya no es tu vida. Compra lo que creas que necesitamos, y lo que es más importante, lo que sea que tú quieras."
Miré mi gruesa cartera. "¿Hay algo que tú quieras?"
"Te quiero en casa y a salvo." Sonrió. "Y tal vez algunas galletas, si tienes tiempo después."
"Puedo hacerlas."
Su beso fue prolongado y posesivo. "Excelente, mi esposa. Eso es excelente."
Fue en la tienda de comestibles que empecé a acercarme a Felix. Mientras miraba los paquetes de pasta, él sacudió su cabeza. "El señor Gradchester prefiere su pasta hecha en casa."
Sorprendida al escuchar sus palabras, sacudí mi cabeza. "No sé cómo hacer pasta."
"Puedo enseñarle. La señora Grey tiene la máquina de hacer pasta. Yo también le enseñé."
"Está bien. Me gustaría eso. Gracias, Felix." Le di una sonrisa radiante.
Él me la devolvió. "Al señor Grandchester no le gustan los frutos secos en sus galletas." Hizo una pausa. "Tampoco a mí."
"Eso nos hace tres."
"Bien."
Continuará...