Art.Betty Graham
A sabiendas que Terry me quería protegida, elegí un sofá en la esquina de su enorme oficina, lejos de las computadoras y los archivos esparcidos por todas partes. Me senté, dejando la bandeja sobre la mesita de café. "Te traje la cena. Por favor, come."
Se sentó junto a mí, y le di el humeante tazón. Se puso cómodo, colocando una servilleta sobre su regazo. Traté de no mirar boquiabierta lo increíblemente sexy que se veía, pero fue imposible no notarlo. Tenía las mangas de su camisa remangadas, mostrando sus brazos tonificados; la corbata suelta con los dos botones de su camisa desabrochados. Su cabello era un desorden, lo que significaba que pasó sus dedos repetidamente por él. Me miró a los ojos, sonriéndome con suficiencia.
"¿Te gusta lo que ves, esposa?"
"Muchísimo."
Su sonrisa volvió, dejándome saber que estaba complacido.
Probó un bocado, masticando despacio, degustando el sabor. Cogí mi tazón más pequeño, metiendo mi pierna debajo de mí y tomando un bocado. Terry no habló por un rato, pero tampoco me había echado. Comió en silencio por unos minutos, luego se aclaró la garganta.
"Esto está delicioso."
"Gracias."
"Inesperado, pero delicioso."
Levanté mi vista, mirándolo a los ojos. No estaba segura cómo reaccionaría a mi movimiento inesperado, pero me complació ver un brillo seductor en su mirada.
"Qué atrevida estás siendo esta noche, señora Grandchester. Comiéndome con los ojos, seduciéndome con comida. Desafiando al león en su guarida, por así decirlo."
Mordí mi labio.
Masticó otro bocado, limpiando sus labios con su servilleta. "Entrando a mi oficina, diciéndole a mi equipo que vaya a cenar lo que preparaste para ellos. Sin pedir mi permiso para hablar con ellos. Luego demandando que coma. Muy osado de tu parte." Arqueó su ceja, dejándome saber que de ningún modo estaba enojado. "Muy inesperado."
"Eres mi esposo. Es mi trabajo cuidar de ti. Sin importar lo mucho que te resistas."
Sacudió su cabeza. "No deseo resistirme." Se inclinó hacia adelante, presionando sus labios en los míos. "De hecho, estoy encantado con tu muestra de valentía."
"¿Oh?"
Me besó otra vez, está vez con mucho más fuerza. "Estoy bastante excitado por este lado tuyo, mi Candy "
"Oh," repetí.
Le echó un vistazo a la bandeja. "¿Trajiste postre?"
"No. La bandeja estaba muy llena."
Frunció sus labios y asintió sabiamente. "Muy bien, supongo que tendré que improvisar." Sus ojos se oscurecieron mientras me observaba. "Come tu cena, amor. Necesitarás energía para lo que tengo en mente después."
"¿Después?" Susurré, de pronto sin hambre.
"Tengo antojo de postre. Uno que solo tú puedes facilitar."
"¿Y tu equipo?" Dije entre mi aliento, con el deseo recorriéndome al escuchar sus palabras encubiertas.
"No volverán hasta que les diga que lo hagan." Se inclinó hacia adelante, presionando sus labios en mi garganta. "Creo que les permitiré disfrutar de una prolongada"— beso— "y relajada" – beso—"comida."
Se echó hacia atrás, con una sonrisa pecaminosa en su rostro.
Iba a dejar mi tazón sobre la mesa, pero él me detuvo con una sonrisa. "Come, amor. Créeme, lo necesitarás."
Se levantó y fue al bar en un rincón. Sirvió un poco de brandy en un vaso, y se acercó a mí, girando el contenido mientras me miraba. Terminé mi tazón, dejándolo sobre la mesa. Sin decir nada, me ofreció el vaso corto y bebí el licor, luego se lo devolví. Él se bebió el resto y se puso de cuclillas frente a mí. Tiró de su corbata, sacándola por encima de su cabeza.
"Creo que deberíamos intentar algo diferente."
Mi corazón se aceleró. "Está bien."
"¿Confías en mí?"
No titubeé. "Sí."
"Cierra tus ojos."
Hice lo que me pidió, luego lo sentí deslizar su corbata sobre mis ojos, ciñendo la sedosa tela a mi cabeza. Presionó su boca en la mía. "Cómo me complaces, Candy," murmuró contra mis labios.
Lloriqueé cuando deslizó sus dedos debajo del frente de mi blusa, desabotonando poco a poco la tela. "Me encanta desvestirte. Es como desenvolver un precioso obsequio." Abrió mi blusa, delineando el encaje de mi camisola con su dedo y haciéndome estremecer. "Nunca sé qué voy a encontrar."
Había confesado su amor por la lencería cuando estábamos en nuestra luna de miel. Cuando regresamos, gasté una pequeña fortuna en finas piezas de encaje que le encantaba arrancar de mi cuerpo. Ya había remplazado varias piezas. Esta noche, sin embargo, bajó las copas, empujando mis pechos por la parte superior. Rodeada de oscuridad, grité suavemente cuando sus labios se cerraron en mi pezón, tirando con fuerza.
"Me encanta lo sensible que eres."
Enganchó sus dedos en la cintura de mis pantalones, y me los quitó junto con la tanga de encaje, con un veloz movimiento. Sus manos agarraron la parte superior de mis muslos, separándolos dejándome desnuda. Lloriqueé cuando su aliento caliente llegó hasta mi ansioso centro.
"El postre," murmuró. "Miel con sabor a Candy goteando por mi garganta. Mi favorito."
Gemí cuando su mano llegó a mi parte intima. Mientras su lengua jugaba con mi pezón manteniendo un intenso placer.
Deslizó sus manos por mis piernas, preparándome para entrar en mi, con rápidos movimientos me llevo a la cima. Sin poder ver, todo lo que pude hacer fue sentir. la forma en que se movia dentro de mí.
Exploté, tapando mi boca con mi mano para contener los gritos. Antes de que tuviera oportunidad de recuperarme, Terry me jaló hacia adelante y, Me llevó de vuelta a la cima, y con solo unas estocadas él me siguió. Su agitada respiración se escuchaba con fuerza en mi oído.
"Lo que me haces, esposa. Solo tú."
Acaricié la parte de atrás de su cuello. "Bien."
Me quitó su corbata de mis ojos, y parpadeé, mirándolo a los ojos. "No tienes idea lo mucho que necesitaba eso. Que te necesitaba a ti."
Le sonreí con timidez. "Me alegra haberte ayudado."
"Creo que enviaré a mis hombres a casa. Podemos volver a reunirnos por la mañana."
"No tienes que hacerlo…"
Me silenció con su boca. "Pero quiero hacerlo. No he terminado todavía contigo. Ni por asomo. Voy a llevarte arriba."
"Bueno, entonces, por favor."
Nos separamos y nos vestimos, intercambiando sonrisas y largas miradas.
Él recogió la bandeja. "Tú ve a tomar un baño. Los despediré y subiré a acompañarte en seguida."
"La cocina…"
"Te aseguro que en cuanto probaron tu estofado, devoraron todo lo que preparaste, y conociendo a Felix, la cocina ya está limpia." Echó un vistazo a su reloj con una risita. "No me sorprendería si encuentro que ya se han ido."
"¿Harían eso?"
Acarició mi mejilla. "Candy, somos hombres. Nunca he tomado un descanso para cenar. La primera vez que tomé un descanso para almorzar fue por ti. Creo que debido a la cantidad de tiempo que he tenido la puerta cerrada, se dieron cuenta por qué, y Felix debe haberles dicho que se fueran."
Mis mejillas se sonrojaron, y Terry sonrió con suficiencia.
"No te avergüences, pecosa. Mantén tu cabeza en alto y muéstrales quién eres." Llevó mi mano a sus labios. "Mi todo, mi valiente ovejita."
Consideré sus palabras, luego pasé junto a él y subí las escaleras. Su suave risa me siguió hasta que di la vuelta en la esquina del rellano, entonces empecé a reír.
Me apresuré a nuestra habitación y empecé a preparar un baño, ya planeando el acto de valentía de mañana.
Continuará...