Mientras comían, Terius aprovechó en preguntar sobre las empresas en general, pues debido a la pandemia por el Covid-19, y su impacto negativo en la economía mundial, la central y algunas de sus sucursales, atravesaron una crisis que por poco los lleva a la quiebra. Por lo que Terence al ser el presidente de GAQUIM, estaba trabajando mucho más de lo requerido, pues él, junto a la directora ejecutiva, estaban probando nuevas estrategias comerciales, debido a la inestabilidad comercial del momento que requería de mayores desafíos.
—Puedo decirte que logramos salir de la peor parte, sin embargo, cuando quiero dar un respiro, surge otro problema o algo se complica—. Terry contempló el líquido carmesí de su copa, y lo bebió. Su hijo le sirvió más—. Parece que esta siempre será la historia de nunca acabar—. Puntualizó.
—No sabes cómo quisiera poder ayudarte.
—Por ahora sigue preparándote y disfruta, porque cuando llegue tu tiempo, créeme que querrás tomarte unos diez años sabáticos—. Le advirtió, a manera de broma.
Su hijo se carcajeó— Por cierto, cuando veas a mamá, cuéntale que vamos a empezar un proyecto, y me será complicado venir por un tiempo, quizás sea cuestión de dos o tres meses.
—Ok, yo le digo. Solo no olvides de llamarla, ella siempre se preocupa por ti.
—Está bien—. El muchacho se lo prometió. Su celular sonó, notificándole un nuevo mensaje, deslizó la pantalla, y al ver de quién se trataba, los ojos se le iluminaron y sonrió, olvidando que estaba siendo observado por su papá.
—¿Es tu novia? — Le preguntó Terry, al contemplar su emoción.
—Eso quisiera, ella es muy agradable y me gusta, pero…
—¿Pero? —Su papá lo interrumpió, alzando una ceja.
—Está muy lejos y ya sabes, eso así no funciona—. Respondió el menor Granchester, encogiéndose de hombros. Le mostró unas cuantas fotografías de la muchacha, y Terry la reconoció de inmediato, pues cuando Terius Alexander estuvo de viaje, en varias fotos se les veía muy cercanos. La chica realmente era muy bonita.
—Antes te gustaban las inglesas, y decías que te irías a vivir con tu bisabuelo a Londres, para casarte con alguna de ellas. Pero tu nuevo gusto por las latinas, me agrada—. Alzó su copa y bebió más vino.
—¡Uf!, en ese entonces no sabía nada, solo me gustaban por su acento inglés…—se río y negó con la cabeza—Pero ahora, las latinas me vuelven loco—. finalizó.
—Ella es de… ¿Guatemala? —Terry achicó los ojos tratando de recordar el lugar que su hijo tanto mencionaba en sus viajes.
—Así es, y me alegra que lo recuerdes. Es de una ciudad colonial y sabes algo, creo que eso no te lo había dicho antes… Ella es pariente de Ricardo Arjona.
—¿En serio? ¡Pues, tienes que conseguirme un autógrafo para tu mamá!
—Quizás algún día, el viaje para allá es muy económico, aunque por ahora lo que no tengo es tiempo—. Dijo y dejó el móvil en la mesa. Terminaron sus alimentos, y siguieron bebiendo, pues aún les quedaba media botella de vino.
—¿Has hablado con tus abuelos? — Terry le preguntó.
—Sí, la última vez fue hace como tres días. Piensan venir para el cumpleaños de Mía.
—Ok, y gracias por recordarme el cumpleaños de tu hermana, haré lo posible por no faltar.
—¡Papá por favor! ¿Cómo qué harás lo posible por no faltar? Dile de una vez a Michael que te lo agende para que no se te pase. Pobre la Mía, casi nunca has estado presente en sus cumpleaños —. Terminó el regaño, haciendo sentir miserable a Terry; él sabía que, en su papel de padre, era un desastre.
—Tienes razón, lo haré de una vez—. Tomó su celular y le envió un mensaje a su asistente.
—Bueno papá, ya va siendo hora de que me vaya.
—Yo también me voy, quiero descansar un poco.
Terence canceló la cuenta y salieron al parqueo. Terius se despidió de su papá y en seguida subió al Porsche plateado, que fue obsequio de Candice en su vigésimo cumpleaños; Terry condujo a su casa, en el Bugatti Divo 5. Detrás de él, casi imperceptible, lo seguía una camioneta negra, con sus hombres de seguridad.
Entró a la lujosa casa y dejó el auto en uno de los garajes. En la sala de estar, encontró a sus adoraciones, Ellie y Mía. La hija mayor, al verlo entrar corrió a abrazarlo y pegó su cabeza en el amplio pecho de él, Terence no necesitó preguntar sobre la exposición de las obras de arte, porque su parlanchina hija empezó a contarle todo con lujos y detalles. Juntos caminaron hacia Mía, quién hizo un horrendo esfuerzo en dejar la laptop para saludarlo, y en cuanto lo hizo, volvió a recostarse en el sofá, colocándose los audífonos para seguir en su mundo.
—Oye niña mal educada, no ignores así a papá—. Ellie la regañó.
—No empieces cariño—. Terry le habló con voz suave, pues lo menos que quería era escuchar una pelea entre ellas. Entonces, les preguntó —¿Ya comieron? —Ambas asintieron, y él se quedó tranquilo. Preguntó por Dorothy y la nana Pony, Mía le recordó que los domingos, ellas se tomaban el día libre.
Después de seguir escuchando por un largo rato a Ellie, le dijo que quería dormir. La chica le dio un beso en la mejilla, y él empezó a subir los escalones a su habitación. Estaba por llegar a la segunda planta, cuando Mía le gritó preguntando— ¿Cuándo vuelve mamá?
Él detuvo sus pasos en el último escalón, y se giró para responderle —Mañana.
—Me alegra saberlo, descansa papi—. Ellie se entrometió, recibiendo departe de Mía una mirada asesina.
Terence entró a su recámara, y se dejó caer sobre la enorme cama con dosel, y antes de cerrar sus ojos, pasó sus manos sobre el lado que ocupaba su esposa, inhaló la tenue fragancia que le recordaba a ella… «Dios, ¡cuánta falta me haces!» Dijo al vacío, y de esa manera se quedó dormido.