CAPÍTULO IV INCERTIDUMBRE
La señora Marlow se encontraba en la sala de espera del hospital Monte Sinaí, el más lujoso de Manhattan, aun no tenía noticias de Susana, estaba sola y así se sentía, porque a pesar de hacer todo lo posible para ser incluida en la alta sociedad o dentro del universo artístico, lo cierto era que en ninguno de los dos mundos eran aceptadas. No contaba con una verdadera amiga, dado que su interés siempre estuvo orientado a acercarse a personajes famosos o con renombre. Las relaciones entabladas con algunas personas, fueron fugaces, ya que el castaño sólo las llevaba a alguna cena de gala obligado por ella.
La mujer sabía que los compañeros de su hija tenían opiniones divididas, unos la consideraban una mártir por salvar a la promesa de Broadway, para otros no era más que una manipuladora, que no se dio por vencida hasta atrapar al taciturno actor, valiéndose del accidente para lograrlo; por otra parte, su interés por mezclarse con la crema y nata de Nueva York no le había arrojado resultados satisfactorios, ya que los eventos, donde eran agasajados los actores de la compañía Stratford, ellas solo podían asistir si eran invitadas por Terrence, quien harto de sus exigencias las llevaba a regañadientes, pero sí él no estaba presente, simplemente, eran ignoradas, esto aunado a que el actor acostumbraba a hacer solo acto de presencia para después desaparecer, les impidió estrechar lazos con alguien.
Prácticamente, sin el inglés no tenían un lugar en ningún lado, a todos los sitios a los que acudían, ella se encargaba de hacer saber a las personas que su hija era la prometida de Terrence Graham, lo que les abría las puertas ya sea en las exclusivas tiendas de la Quinta Avenida, las joyerías más lujosas, y en finos restaurantes, en todos eso lugares el trato que recibían era preferencial con solo mencionar al actor de moda. De la misma manera, logró que el hospital no cobrara el ingreso de Susana, utilizando el nombre del famoso histrión, aludiendo a que él personalmente iría a pagar la cuenta de todos los gastos de hospitalización. Para todo anteponía la fama del ex prometido de su hija. Mientras esperaba, su cabeza daba vueltas y vueltas a todo lo que estaba por venir, peor aún si no se localizaba al muchacho, quien era el único que podría hacer frente a los gastos y seguir haciéndose cargo de ellas. Sin embargo, era consciente de que esta vez había llegado muy lejos al acusarlo de intentar asesinar a su hija. Le preocupaba el destino que tendrían, porque si algo había conocido ese día Carolina Marlow era el temperamento de Eleanor Baker, con quien horas antes sostuvo una acalorada discusión, cuando junto con la policía llegó a la residencia de la diva, quien de inmediato le mostró su apatía mirándola con recelo, recordó cómo fue tratada. — ¿A qué debo tan desagradable visita señora? ¡Señores oficiales, buenas noches! — Saludó la rubia con una deslumbrante sonrisa. — ¿Les ofrezco algo de tomar? — No, gracias, nuestra visita es breve. — Respondió el sargento responsable de la indagatoria. — ¡Estamos buscando al Sr. Terrence Grandchester o mejor conocido como Terrence Graham, acusado de intento de homicidio en contra de Susana Marlow!, sabemos que es su hijo y que tal vez se encuentre escondido aquí. — Reveló el uniformado — Pues no, ¡Él no está aquí! — Indicó la actriz sin inmutarse. — ¡Mentira! ¡Está mintiendo! ¿Qué más podría esperarse? ¡Si es su madre! — Reparó la señora Marlow. — ¡Por favor señora! — Expresó la rubia con un dejo de molestia en la voz, no obstante, la ignoró y se dirigió a los policías. — ¡Señores si quieren revisar mi casa adelante!, sólo esperen a que llegue mi abogado, que no tarda en hacerlo. — ¡Ven! ¡Ella sabe dónde está ese delincuente! — Gritó Carolina jalando al sargento de la chaqueta con desesperación. — ¡Cálmese señora! ¡Suélteme! — Decía el agente, mientras separaba las manos de la mujer de su uniforme. Haciendo esfuerzos para no golpear a la señora Marlow, Eleanor volteó a ver a los oficiales conminándolos con un ademán a que tomaran asiento. — ¡Gracias Madame!, pero… — ¡Lo sé sargento!, ¡Le pido por favor que espere un poco! ¡Mi abogado tiene que estar presente! — Se aventuró a decir interrumpiendo al policía.
Momentos antes de reunirse con los recién llegados, Eleanor intuyó que las intenciones de la madre de Susana no eran las mejores, por lo que ordenó a su mayordomo, que fuera de inmediato por el abogado entregándole la tarjeta que le diera Terry. Ella trataría de ganar tiempo hasta que llegara con él, en tanto, mantenía una actitud pasiva, pero se levantó para anunciar que se había terminado la espera. — ¡Vea! ¡Ha llegado! — Indicó la actriz mirando como el letrado entraba en la habitación. — ¡Caballeros!, buenas noches — Saludó un hombre maduro ataviado con un traje gris oscuro y portafolios en mano. — ¡Pase señor Barton!, le estamos esperando, parece ser que la señora aquí presente ha tenido la osadía de denunciar a Terrence de intento de homicidio en contra de su hija; ¡Les ha dicho a las autoridades que mi hijo se encuentra aquí, escondido en mí casa!, ¿O me equivoco?, Sargento; — Cuestionó la diva. — ¡En efecto madame!, es por ello nuestra presencia aquí, ahora que ya llegó su abogado procedemos a revisar el interior de su residencia, ¡Si usted no tiene inconveniente! — Apuntó el guardia. — ¡No!, en efecto ¡Mi cliente no tiene inconveniente!, sólo que antes permítame aclararle que, necesita una orden para revisar el domicilio, además de que el señor Graham no ha sido notificado de ninguna demanda en su contra, ¡Ahora que si insiste en hacerlo! ¡Le diré que están atentando contra la monarquía británica!, ¡El joven al que ustedes buscan es hijo del duque de Grandchester!, a quien seguramente no le gustará lo que está pasando, ¡Esto se podría convertir en un problema de índole diplomático! — Argumentó Barton. Los agentes se miraron entre sí y con un poco de nerviosismo comentaron. — En ese caso, como ya se le había comentado a la señora, ¡Es necesario realizar una investigación!, así que será mejor que el delegado atienda el asunto y nos dé instrucciones, ¡Nosotros nos retiramos! — Con una sencilla reverencia, los oficiales se dirigieron a la salida. Carolina con grandes ojos que destellaban furia detuvo a uno de los uniformados con las manos en su pecho y reclamó, — ¡¿No pueden irse?!, ¡No han revisado la casa!, ¿No ve que los están intimidando? ¡Cumpla con su trabajo! — Alegaba la mujer con las mejillas rojas como un tomate, mientras que los policías la hicieron a un lado y salían del lugar. Carolina, al verse sola intentó salir, pero Eleanor la retuvo hablando con un elevado y severo tono de voz. — ¡Ahora si hablaremos usted y yo! — ¡Pero yo…! — Intentó contradecirla Carolina dirigiéndose a la puerta, sin embargo, la experimentada actriz no reparó en su intento de escapar y enfurecida le ordenó. — ¡Claro que hablaremos! y ¡Ahora mismo! ¡Así que tome asiento! — La señora Marlow con un gesto altivo refutó. — ¡Esta bien! ¡Hablemos de la irresponsabilidad del delincuente de su hijo! — Apenas terminó de decir eso cuando… ¡Plaf! — ¡Es la última vez que se expresa de Terry de esa manera! ¡¿Entiende?! — Vociferó la actriz, después de asestarle una bofetada a la altiva mujer. — ¡Usted se ha encargado de hacer de la vida de Terrence un infierno! ¡A base de chantajes, exigencias!, ¡Atribuyéndole una decisión que fue la propia Susana, quien la tomó! ¡Culpándolo una y otra vez!, ¡Responsabilizándolo de una mujer que no ama! ¡Cómo madre! ¡¿No le ha importado rebajar a su propia hija a mendigar amor?!, ¡Por Dios! ¡¿Qué clase de madre es usted?! — Reprochó Eleanor con una interrogante en su rostro.
Carolina Marlow con la mano en la mejilla no daba crédito a todo lo que oía, sentía el ardor y calor recorrer su cara, la boca la tenía amarga como amarga era la verdad que escuchaba de los labios de la que pudo haber sido su consuegra. Intentó hablar, pero antes de decir palabra alguna. La dueña de la casa se le adelantó. — ¡Ahórrese sus palabras! ¡No me interesa lo que tenga que decir! ¡Todo lo que tengan que decirle a mi hijo, ¡Desde ahora lo arreglarán conmigo y con el padre de Terry! Así que vaya pensando ¿Cómo comprobará la acusación que ha lanzado en contra de Terrence? De la misma manera en ¿Qué hará para detener el poder de la monarquía inglesa! ¡Ahora váyase! ¡Pronto tendrá noticias mías! — Profirió esto último llamando al mayordomo a quien le ordenó; — ¡Arthur! ¡Acompañe a la puerta a esta mujer y asegúrese de que no vuelva a entrar! — El hombre obedeció instando a la llorosa Carolina a salir intentando tomar del codo a la mujer, quien con el rostro pálido seguía sin creer que la estuvieran corriendo. De momento reaccionó y al caminar rumbo a la salida se atrevió a gritar, — ¡Hace muy mal en tratarme así! ¡Mi hija salvó a su hijo! ¡Es usted una vulgar actriz que no tiene clase! ¡Haré que Terrence pague sus ofensas! ¡Se lo aseguro! — Lo último que dijo ya no fue escuchado, porque Arthur cerró el portón de golpe. Eleanor recompuso el rostro para excusarse con el abogado, quien sin decir nada se mantenía de pie, atento por sí tendría que ayudar a la bella mujer. — ¡Discúlpeme por favor, señor Barton!, pero ¡Era algo que necesitaba hacer! — Comentó la diva dirigiéndose al letrado. — ¡Están por demás las disculpas, madame! Ahora es imprescindible que me dirija a investigar qué cargos le fueron imputados al joven Terrence para iniciar la defensa, ¡Así que es mejor que me retire! — Apuntó el hombre haciendo una reverencia a la diva para dirigirse a la puerta.
Eleanor Baker no se arrepentía de su comportamiento al enfrentarse a la madre de Susana, ya que solo era una pequeña parte de lo que quería hacerle a esas arpías, quienes muchas veces maltrataron a su hijo. Ya lo traía en mente, pero lo había evitado hasta que fuera el momento adecuado. En ese instante, sentía que por fin estaba en el camino correcto para defender lo que más amaba, su hijo. Sin embargo, tenía un pendiente, no sabía cómo le diría a Terrence que desde hacía tiempo mantenía contacto con el duque, quien al tanto de todo lo acontecido no tardaría en llegar a la ciudad para ayudar, pero también con el interés por arreglar las diferencias que años atrás habían separado a padre e hijo en Inglaterra. Oraba para que se lograra una conciliación entre ellos y porque Terry llegara a tiempo para hablar con Candy.
A kilómetros de distancia el castaño bajaba del tren, era la madrugada del viernes, tenía que investigar el por qué Candy estaba decidida a casarse con el elegante, en su interior una idea lo atormentaba, quería que ella fuera feliz y si el matrimonio con Archie era producto del amor, él no se interpondría, se alejaría para no perturbar esa felicidad, no obstante, necesitaba saber; y sería Annie a la que buscaría primero para que le dijera el por qué había terminado su noviazgo con el elegante. Antes de salir de la estación mandó un telegrama a su madre avisándole que ya estaba en Chicago y que en cuanto pudiera se comunicaría con ella. Saliendo abordó un carruaje para ir a un hotel, quería descansar, el día había sido complicado, además era necesario asearse para iniciar la búsqueda de la tímida, conversación que le permitiría definir su siguiente paso.
En la mansión Ardlay los preparativos para la fiesta de compromiso mantenían a la tía abuela Elrroy atareada, hacía tiempo que no molestaba a Candy, desde que Albert le anunciara que se casaría con Archie se había resignado, si bien la chica no le agradaba, también pensaba que era mejor que la herencia de la familia quedara en manos de uno de sus miembros. Albert, por su parte, estaba ansioso, en diferentes ocasiones había hablado con Candy para hacerla desistir de su enlace con Archie, sabía perfectamente que ella no amaba a su sobrino y no es que el menor de los Cornwell fuera un mal partido, sino que sabía que el corazón de la rubia seguía prendado de Terry, el chico rebelde del colegio San Pablo. Él como amigo de la rubia, era su confidente, pero desde que Archie terminara su relación con Annie de forma intempestiva, algo extraño sucedió, dado que, ambos jóvenes estaban renuentes a contar los motivos diferentes al amor, que los llevó a comprometerse, sólo se limitaban a decir que era por el bien de la fortuna familiar. Él más que nadie conocía a su hija adoptiva, que más bien consideraba su hermana, el tiempo los convirtió en eso, hermanos, después de que ella, lo cuidara con esmero cuando él perdió la memoria. El convivir con la chica, sin saber quién era él, aceptando el rechazo y el señalamiento de la sociedad, hicieron que valorara la calidad humana de Candy, su empeño para cuidarlo, su ánimo inquebrantable ante las vicisitudes que le tocaron enfrentar durante toda su vida, no hicieron más que despertar en el patriarca un enorme sentido de protección para ella, no quería verla sufrir, anhelaba que ella realmente fuera feliz y sabía que eso no lo lograría casándose con su sobrino. No podía dejar de pensar en ¿Qué era lo que motivaba a la chica a tomar una decisión así?, ¡Tan precipitada!, peor aún, intuía que Archibald no se daba cuenta o no quería darse cuenta de que la chica no lo amaba. Tenía que idear una forma de obtener la verdad, solo conociéndola podría hacer algo para evitar que su hermana de alma cometiera un error del que se arrepentiría toda su vida. Cavilaba en ello, cuando entró George a su despacho. — ¡William! — Saludó el siempre serio George Villers. — ¿Sigues pensando en los motivos de la señorita Candice para comprometerse con el joven Archie? — ¡Sí! No logro entender ¿Por qué lo hace?, tampoco entiendo el comportamiento de mi sobrino. — Respondió el todavía pensativo Albert. — ¿Qué podemos hacer, George? ¿Cómo podemos saber qué ha pasado? He intentado hablar con Annie, pero se niega rotundamente a recibirme. Algo me dice que ella sabe todo. — ¡Tal vez! Pero como lo comentas no hay forma de que alguien de la familia se acerque a ella. — Pudiera investigar por otros medios, contratar investigadores privados para que sigan a la señorita Annie, posiblemente sus pasos nos den alguna respuesta. — ¡Hazlo! — ¡Esta bien! Por cierto, ¡El señor Grandchester podría ser de mucha ayuda! ¿Has intentado buscarlo? — ¡No! ¡No sé cómo está su situación ahora!, ¡Parece que el compromiso con la actriz se ha retrasado!, no obstante, ¡Sigue con ella!, por rumores me enteré que viven en la misma casa. ¡Eso ha lastimado a Candy! Aunque, ella se muestra contenta, yo sé que le ha dolido enterarse de ello. — ¿No crees que sea por eso por lo que aceptó la propuesta de Archie? — ¿A qué te refieres? — ¡A que posiblemente sea por decepción que la señorita a aceptó casarse! — ¡Pudiera ser! Pero no me queda claro. ¡La presencia de Terry haría que Candy se replanteara su decisión! Creo que entre las indagatorias que tienes se suma la de conocer cómo va el compromiso de Terrence con Susana Marlow. — Perfecto, ¡Me abocaré a ello! — Aseveró la mano derecha de Albert.
Continuará…