Art. Cici Grandchester
— Aunque mi amor, para ese momento, todos nos habrá tomado tanto cariño (porque seremos la pareja del momento), que todos nos gritarán frases de bienvenida y apoyo. Y nosotros los saludaremos, y luego nos iremos a nuestra enorme casa con treinta hectáreas de jardines y diez perros a crear a nuestra docena de hijos.
Terry concluyó, con tono terminante, y permaneció en silencio, satisfecho, con los brazos cruzados y la vista fija en la chimenea, sonriendo marcadamente. Candy parpadeó.
— Cuán... constructivo... —dijo. Terry la miró y sonrió aun más.
— Será una hazaña que se recordará por años... —afirma
— Se hablará de nuestra huída incluso hasta que mi preciosa Atanea se case con un buen muchacho aprobado directamente por mi y por Dylan. Si... Nuestra escapada también será conocida como 'La melodía de Terry y Candy
— Para que sea melodía debe tener música... —apuntó Candy
— Pues alguien hará una canción contando nuestras aventuras... Pueden poner la anécdota de cuando nos sorprendió un guía haciendo cosas sucias tras un tapiz...
— Grandchester, eso nunca... ¡Argh! Olvídalo... — gruñó resignada — ¿Y por qué 'La melodía de Terry y Cand, y no 'La melodía de Candy y Terry?
— Orden alfabético, amor...
Candy rodó los ojos.
— Bueno, Grandchester, ya te divertiste suficiente. Ahora, vamos a tratar de borrar esta atroz conversación de nuestras mentes, y tú te irás a dormir, como habías dicho en un principio...
— Y tú vendrás a arroparme y te quedarás conmigo seleccionando lo que serviremos de comida en nuestra boda... ¿Sabes? No me decido si invitar a Elisa y Neal... Podrían arruinar la fiesta... son muy brutos, no sé si lo habrías notado...
—¡Ya basta! Grandchester, creo que dejé que esto fuera muy lejos... Vete de una vez...
Terry abrió la boca y se llevó una mano al pecho, sorprendido y dolido.
—¿Así van a ser las cosas? —preguntó con voz fingidamente — En realidad no me amas... Sólo me utilizas como juguete sexual ¿verdad? Sólo soy tu objeto de procreación...
— Gradchester....
—Sólo quieres usarme...
—Mira, yo...
—¡Yo no soy un trozo de carne! — gritó dramático. Candy resopló.
— Ya sé que tú...
— Luego de esto, no sé si quiero casarme contigo. — sentenció cruzándose de brazos. Candy estaba apunto de replicar algo, pero de se quedó sin habla al oír aquello último.
— Bien...—balbuceó. — Bien... yo... yo tampoco quiero casarme contigo... de todas formas... —Terry alzó la cabeza con dignidad, ofendido. — Sabes qué, Terry, eres un idiota... ¿Tú no quieres casarte conmigo? Te estoy diciendo desde que comenzó esta absurda conversación que yo no quiero casarme contigo...
— Hablas desde el despecho —dijo Terry entornando los ojos.
— Si claro... di lo que quieras, pero jamás encontrarás una mejor pretendiente que yo... —dijo Candy, perdiendo la paciencia.
— Si, bueno... Y tú jamás encontrarás a alguien con el cabello tan hermoso y reluciente como el mío... — Candy sonrió mordaz.
— Prefiero toda la vida el cabello de mi perro antes que el tuyo —afirmó maliciosa. Terry abrió su boca y sus ojos en desconcierto e indignación.
—¡Se acabó! — declaro — ¡Quiero el divorcio! — Candy parpadeó confundida.
—¡Pides el divorcio sólo por una estúpida pelea de cabellos?—preguntó furiosa — Pues ya veo cuánto te importa que nuestro matrimonio fun... —se paró en seco. — ... ¿qué estoy diciendo? Terry, NO ESTAMOS CASADOS Y JAMÁS LO ESTAREMOS!
— No después de tu amoroso comentario — dijo Terry, aun dolido. Candy se tapó la cara con las manos.
— Mira... No sé qué demonios te sucede hoy... pero creo que ya fue suficiente de.....
— Entiendo lo que quieres decir... —interrumpió Terry sonriendo — Y por supuesto que te disculpo, amor... — Candy volvió a rodar los ojos.
— No te pedí disculpas —dijo exasperada.
— Porque eres muy orgullosa... pero sé que es lo que querías decir...
— No quería decir eso... —dijo Candy lastimeramente.
— Muy bien, amor... si te hace bien creer eso... —susurró Terry con dulzura. Candy volvió a ahogar un grito.
— Eres la única persona que logra agotarme sólo hablando—dijo.
—Si, lo sé... — acordó Terry petulante mientras se corría el pelo de la frente — soy asombroso...
— Eres tan insoportable... —dijo Candy cansinamente mientras se recostaba contra el respaldo del sillón. Terry soltó una risa y se acercó a ella.
— Pero me amas... ¿verdad, pecosa? — preguntó entornando los ojos y sonriéndole irresistiblemente. Candy, ya resignada, suspiró.
— Si, Terry ... — le dijo en tono monótono — Te amo y vamos a casarnos y a tener una docena de hijos... — Terry alzó una ceja.
— No necesitas ser tan sarcástica... — dijo molesto. Candy resopló.
—¿Y qué quieres entonces?
— preguntó harta. Terry sonrió.
—¿Esa pregunta significa que cumplirás todos mis deseos? Porque, a decir verdad, siempre he tenido esta fantasía en la que estamos en la biblioteca y tu estás desnuda, pero tienes un libro en las manos que te cubre los.....
—¡Terry..! Es que... ¿es qué piensas seguir así toda la noche?
— Solo hasta que aceptes que tu y yo formamos la pareja ideal, lo que pase primero — respondió Terry sonriendo. Candy frunció el entrecejo.
— Bien... Tú y yo... formamos la pareja ideal. — dijo a regañadientes. Terry asintió complacido.
— Excelente. — dijo —. luego miró su reloj—. Será mejor que me vaya a dormir, amor... Mañana tengo entrenamiento de ....Vendrás a alentarme, preciosa?
— Terry.... Dijiste que pararías... —se quejó Candy desesperada.
—Iba a hacerlo... —se excusó Terry encogiéndose de hombros— Pero entonces dijiste que tú y yo formamos la ideal....¿Y quién soy yo para contradecir a Candy White, la mujer más inteligente de la universidad?
—¡Pero lo dije para que te detuvieras!
—Ah... Lo irónico que es el destino... ¿verdad? —preguntó Terry con aire soñador.
—Mira, Terry...He sido muy indulgente contigo todo este tiempo, pero creo que ya fue suficiente. Si no dejas de decir estupideces y de llámarme amor.
—¿Vas a invitar a los compañeros a nuestra boda?
—Si. ¡NO! Terry, no va a haber...
Candy debió interrumpirse de súbito cuando los labios de Terry aprisionaron los suyos. Se quedó absolutamente congelada, demasiado sorprendida como para actuar. Terry subió una mano y la posó con gentileza sobre una mejilla de la chica. Candy intentó separarse, pero notó que sus brazos no le respondían, y advirtió, con horror, que sus ojos se cerraban en respuesta al placer. Terry corrió su mano y la metió bajo el pelo de Candy, colocándola ahora en su nuca, atrayendo más su cabeza. Ella se dejó llevar, y accedió a las repentinas súplicas de la lengua del castaño para que la dejara entrar a su boca. Entonces Terry gimió suavemente, y Candy se vio por completo perdida...
Terry se alejó y contempló el rostro de Candy, con los ojos aun cerrados, las mejillas sonrosadas, los labios húmedos, muriéndose por un poco más. Ella abrió suavemente los ojos y lo miró. Se sonrojó aun más y se limpió la saliva que había quedado en sus labios. Respirando con agitación, abrió la boca para tratar de decir algo, de gritarle, quizá... pero halló que no podía articular palabra. Terry sonrió al verla en ese estado. Se acercó una vez más a su rostro, y depositó un dulce y tierno beso en la comisura de los labios de la rubia. Candy sintió un escalofrío.
—Eso fue un adelanto de lo que te espera el resto de tu vida —dijo Terry sonriente mientras se levantaba del sillón—. Dulces sueños, amor —le deseó mientras subía la escalera hacia el dormitorio.
Fin
Gracias por léeme..