Art.Cici Grandchester
- No. – respiró un poco más tranquilo el interpelado – No lo soy. Le propuse matrimonio, no una sino tres veces y siempre me rechazó. Le puedo asegurar que no entiendo el motivo por el cual… - él pareció pensar por un segundo mientras que una expresión sombría embargaba su cara. - ¿Acaso es usted Terry Grandchester ?
Si. Era el asombrado y atónito Terry Grandchester. El que escapó del lado de la mujer a quien amaba con la esperanza de que siguiera con su vida y por lo visto se había equivocado.
- Si…... - balbuceó aun incrédulo de lo que había escuchado - ¿Por qué?
Porque la misma Marquesa de Salisbury me explicó los motivos por los cuales no me aceptaba. Y el motivo fue usted, caballero. Aunque creo que el título le queda grande. – dijo El Conde Jack en tono mordaz.
- Me gustaría saber el porqué de vuestras suposiciones, Conde. – dijo Terry a sabiendas de que se merecía eso y más.
- Me explicó en más de una ocasión que era por vuestra causa que no podía contraer nupcias conmigo puesto que estaba enamorada de usted; pero claro; Se largo dejándola sola y triste. Espero que se haya recuperado y que haya rehecho su vida; pues ninguna mujer merece ser tirada como usted la dejó a ella. – voz era tan amenazante como filosa. Terry comprendió que aun sentía aprecio por ella y no le sorprendió los celos que eso le causó.
- ¡Dejarla fue lo más difícil que he hecho en mi vida! No tiene idea de lo que está hablando y lo prevengo…no le permitiré que me juzgue. No conoce el motivo de mis actos. – le gruñó entre dientes, tratando de luchar con las lágrimas que pugnaban por salir.
No lo juzgo; eso le corresponde hacerlo a Candice. Y sinceramente espero que no le perdone. Hasta nunca, Caballero de Acero. – y por primera vez en su vida, Terry odió su sobrenombre. Y luego se dio cuenta de que realmente su fama lo precedía.
El Conde Jack se largó con su acompañante que miraba con una mezcla de asombro y reproche cada tanto al hombre que se había quedado en la acera decidiendo que hacer con su miserable existencia.
- Dorothy, dile a Richard que necesito verlo. Que traiga los últimos informes tanto de mi contador como de mi abogado. – musitó Candy tal cual en la mujer oscura en que se había convertido desde hacía tres años atrás.
La doncella asintió, hizo una reverencia antes de salir y cerró la puerta tras ella. Candy miró hacia un lado de la ventana de su despacho. Y aunque veía hacia los jardines no notaba absolutamente nada.
Nada. Eso era en lo que se había transformado. Era un simple cuerpo que por dentro no tenía nada; al menos que dolor se considerara algo.
La puerta se abrió y ella se irguió para recibir a su fiel y amado capataz Richard.
Pero no fue él quien entró. Sin siquiera pedir permiso Terry Grandchester entró en la estancia con su candencia sensual habitual pero con una súplica muda en los ojos.
La Marquesa se reprochó a sí misma por temblar ante la presencia que tenía delante; ¿pero como no hacerlo, si aun lo seguía amando con la misma pasión de hacía tres años atrás? Aun así volvió sus facciones arrogantes demostrando que su orgullo no estaba hecho para ser pisoteado. Porque aun quedaba algo de él.
- Candy yo… - dijo él con el alma en vilo.
Sal de aquí Terry, antes de que llame a los mozos para que te saquen a rastras de mi vista.
- Sabes bien que no deseas hacer eso. Primero que nada quieres una explicación de mis acciones y yo deseo dartelas. Segundo tienes toda la potestad para echarme pero solo accederé a irme luego de haberme explicado. – expresó seguro de sí mismo. Pero eso era solo en apariencia; pues por dentro rogaba a la corte celestial que pudiese disculparlo. Si no lo hacía…él ya no sabía de que sería capaz.
- No pretendas conocerme a estas alturas del partido. Caballero de acero. No soy la misma niña ilusa que dejaste luego de usarla. No conoces en lo que me he convertido.-- agregó Candy con una sonrisa tan carente de alegría que le heló las venas.
- Pues lo intentaré nuevamente; tal cual lo hice un tiempo atrás. Y confío que si fui capaz de conquistarte en ese entonces. Hoy frente a frente y con la verdad en mano sé que aunque no me quieras a tu lado, entenderás mis razones.
- No estés tan seguro de ello.
- Ya veremos; Marquesa mía. Ya veremos...
FIN.....
CUENTENME QUE CREEN USTEDES? LA MARQUESA LO PERDONÓ Ó LO ECHO DE AHI? TAL VEZ LES REGALE OTRO