Art.Betty Graham
Seguí haciéndole preguntas. Sus respuestas eran cortas y evasivas. Las repetí, y ella nunca titubeó. Su mirada nunca se desvió de mi rostro. Mi determinación creció, el indicio de una idea anterior, se solidificó.
"-Tengo un problema, Candy."
-"Yo."
"- Sí. Sin importar lo que digas, viste todo.."
"- Lo sé."
"-No puedo dejarte ir."
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. "- ¿Puedo pedirte solo una cosa?"
Contuve una sonrisa de suficiencia. Ella aprendía rápido. - "Sí."
-"Solo mátame. No dejes que nadie…"
Me incliné hacia adelante, descansando mis brazos en mis muslos. -"¿Por qué estás tan dispuesta a morir?"
"-No me queda nada. Incluso si me dejas ir, Neal me encontraría y me golpearía hasta matarme o peor."
"-¿Peor?"
Ella solo asintió. Sin explicación, sabía a qué se refería.
Me impresionó cuando estiró su mano, descansándola sobre la mía. Podía sentir los temblores recorriéndola, y curiosamente no me molestó su toque. -"Por favor, hazlo rápido, y regala el dinero. No dejes que nadie más se me acerque." Una lágrima cayó por su rostro. "Por favor, jefe."
"-No puedo hacer eso, Candy."
Empezó a sacudir su cabeza, preparándose para suplicar. La interrumpí.
"-No puedo matarte."
"Y -Yo no entiendo. ¿No puedes dejarme ir?."
Me puse de pie. -"No, no puedo." Elevé mi voz. "¡Felix!"
Apareció en la puerta, sus masivos hombros casi llenaron el espacio.
-"¿Está el coche aquí?"
-"Sí, jefe."
"-Vamos a la casa."
-"Entendido."
-"Llama a Donald y al padre Leonard. Quiero que los dos nos encuentren ahí. Nos iremos en cinco minutos."
Él ocultó su sorpresa. "Hecho." Se dio la vuelta y se alejó.
Candy se me quedó mirando.
-"No entiendo qué está sucediendo."
-"Donald es mi médico personal. Él te examinará, así sabré que estás bien."
-"¿Y tu padre?"
Me eché a reír. -"No mi padre. Mi sacerdote."
Su ceño se frunció. -"¿Vas a asegurarte que estoy bien, entonces me darás los últimos sacramentos?"
Sacudí mi cabeza. -"No. Él va a casarnos."
~Candy~
Después de hacer su anuncio, miré boquiabierta al hombre parado frente a mí.
-"¿Qué?" Balbuceé.
-"No puedo dejarte ir; no puedo matarte, así que no tengo otra opción."
Miré por encima de su hombro hacia la habitación detrás de él, recordando lo que había presenciado.
-"Mataste a esas personas —te vi hacerlo."
Levantó un hombro. -"Sí."
-"Tus hombres esperan que me mates." Inhalé profundamente. "Yo espero que me mates."
-"No matamos inocentes. Jamás. Pero necesito tu silencio."
Señalé detrás de él. -"¿Ellos-ellos no eran inocentes?"
-"No," dijo con brusquedad.
-"No entiendo."
"-Ante la ley, no pueden forzarte a testificar contra tu esposo. Ya sé que eres una persona leal. Te casarás conmigo por la protección que te ofrezco; yo me casaré contigo por tu silencio, y…" Su voz se apagó. "Estarás a salvo," repitió.
-"Pero esas personas…"
Me puso de pie, sujetando mis brazos cuando me tambaleé. -"Te lo explicaré cuando esté listo. No cuestionarás lo que hago. Cómo lo hago. Tienes que aceptar esto." Me sacudió suavemente. "No hay opción."
Su voz fue baja, y me miró a los ojos fijamente, sin mostrar emoción.
Tenía razón. ¿Qué opción tenía?
-"¿Me lastimarás?" Susurré.
Su rostro se enterneció, pero se irguió en toda su altura, con convicción. "No. Protegeré lo que es mío."
La luz tenue mostró el verde de sus ojos. Mientras estudiaba mi rostro se volvieron líquidos, y cálidos. Su expresión cambió, el estrés dejó su rostro. Se veía guapo, casi accesible. Levantó una ceja inquisitivamente. "¿Bueno?"
"-No sé tu nombre."
Sonrió; fue leve, pero cambió sus rasgos. Dio un paso hacia atrás, quitándose el abrigo, cubriendo con él mis hombros. - - Mi nombre es Terrence."
-"¿Por qué?" Dije entre mi aliento. "¿Por qué no solo me matas? No me conoces. No significo nada para ti."
Inclinó su cabeza, estudiándome. "No puedo matar a alguien tan hermoso e inocente, y cuyo único error fue entrar a un lugar dónde no debía. Ya has sido castigada." Pasó su dedo por mi mejilla. "Y estás equivocada. Sí significas algo. El tiempo nos dirá qué."
Sacudí mi cabeza, todavía confundida. "-Pero… ¿por qué?"
Me tendió su mano, su tono sin dejar lugar para argumentos. -"Porque puedo." Esperó mientras yo miraba a su palma extendida. -"Tú decides, Candy. Te sugiero que elijas sabiamente."
Le permití que me sacara del edificio.
El coche corrió por la carretera, el sonido rítmico de las llantas era casi relajante. Junto a mí, como un silencioso centinela, estaba Terry. Había estado ocupado al teléfono, escupiendo órdenes en el mismo idioma extranjero que utilizó antes y ahora miraba por la ventana.
-"¿Eso es italiano?" Pregunté valientemente.
-"Sí."
-"Ah."
-"Cuando lleguemos, no harás preguntas. No lucharás. Espero que muestres respeto y actúes como una dama. ¿Entendiste?"
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. -"Sí."
Me sorprendió cuando su gran mano cubrió la mía. -"No te dejaré sola, a menos que sea necesario. Te ayudaré a lo largo de la noche. Sé que estás lastimada y exhausta. Te prometo, Candy, que no se te maltratará. Pero necesito que me prometas que harás lo que te pida."
Sus ojos eran serios, su toque gentil, y su voz baja. En ese momento, solo era un hombre reconfortándome. Mi miedo disminuyó al escuchar su promesa.
-"Lo prometo."
Apretó mi mano. -"Buena chica."
Esas dos palabras me dieron un consuelo inexplicable. La extraña sensación de querer complacerlo me sorprendió.
Cuando el coche se detuvo, Terry me ayudó a salir y me acompañó dentro. La casa era grande y elegante, y me sentí abrumada. Me tropecé, y el brazo de Terry se disparó, estabilizándome. No se detuvo, levantándome en sus brazos y subiendo los escalones. Me puso de pie en un cuarto espacioso, deslizando su abrigo de mis hombros. Luego me instó a caminar hacia una puerta.
"El baño está ahí. Toma una ducha y aséate. Volveré con Donald ."
-"Mi ropa…"
-"Mi bata está detrás de la puerta. La ropa vendrá pronto."
"B-bien," susurré.
-"Puedes hacerlo, Candy. Tengo confianza en ti."
Solo pude asentir. No tenía opción.
Salí del baño, limpia y envuelta en la larga bata de Terry. Él estaba hablando con otro hombre; sus voces bajas. Cuando me vio, me tendió su mano, y fui a su lado.
-"Candy, él es Donald."
Donald dio un paso adelante, tendiendo su mano. Su cabello castaño brillaba, y sus ojos eran gentiles. "Candy."
-"Hola."
Terry se adelantó, quitando el cabello mojado de mi mejilla. "Fue atacada, Donald. Por favor, revísala."
-"¿Puedo?" Preguntó, dirigiéndose a mí, no a Terry. "No voy a lastimarte."
-"Sí."
-"Entonces, empecemos."
Mi mente daba vueltas. Dos horas después, estaba frente a un extraño, un hombre al que había visto asesinar tres personas, y con el cual me habia casado con él.
El padre Leonard era un hombre muy apuesto . Parecía contento, y ni siquiera se inmutó al casarnos. En vez de eso, sonrió al pronunciarnos marido y mujer. Terry se veía alto y guapo, con un traje negro, la expresión de su rostro sombría. Yo traía puesto un vestido color hueso que la esposa de Donald, me había traído. Era sencillo, con mangas largas, para cubrir mis moretones. Mi cabello estaba suelto, y mis pies descalzos. No tenía zapatos.
Me asombró cuando Terry deslizó un pesado anillo de diamantes en mi dedo, luego deslizó su mano bajo mi barbilla, levantó mi rostro hacia el suyo y me besó. Sus labios eran suaves y su toque sorprendentemente gentil. Cuando me sonrió, sus ojos eran cálidos, y deslizó un largo dedo por mi mejilla.
-"Para siempre," murmuró. "Ahora eres mías para siempre."
Continuará...