Capítulo XI¿Quién soy sin ti?Art. Betty GrahamPOV Terry
Estoy de pie, al inicio de la escalera, con mi traje sastre en color negro y mi cabello recogido en una coleta, esperando por Candy. Me esmeré en mi arreglo, la ocasión lo amerita. Toco el bolsillo de mi saco, para cerciorarme en llevar el estuche que me ha acompañado, desde hace un tiempo, cuando fue mi presentación en el teatro, en el papel de Romeo.
El duque y Eleonor bajan juntos la escalera, tomados por el brazo ¡Demasiados juntos pienso! Me sonríen, al pasar junto a mí y se adelantan para tomar su lugar en el comedor.
Segundos después mi pecosa viene bajando las escaleras lentamente, y sonriendo al verme.
Luce espectacular en ese vestido, color verde, con destellos dorados, que combinan con su largo cabello, el cual cae en cascadas sobre su espalda.
Me adelanto para tomar su mano, y darle un beso fugaz en los labios. No quiero incomodar a mi pecosa, con mis muestras de afecto, ante su respingada familia.
- ¡Estas hermosa pecosa! - Le digo, colocando su mano por debajo de mi brazo, para escoltarla hasta el comedor.
- ¡Tú también mi amor! Me gusta esa coleta, en tu cabello, aunque lo prefiero suelto, para enredar mis dedos en él- Comenta descaradamente mi pecosa. Siento una corriente electrizante en todo mi cuerpo y me dan ganas de arrastrarla a mi habitación y demostrarle lo que ocasionan sus palabras en mi cuerpo. Pero me contengo, ya me las pagará todas en nuestra noche de bodas.
Al llegar al comedor, ya están todos en su lugar, incluyendo a Annie la tímida, al lado del elegante, excepto el patriarca de los Ardley.
Nos quedamos tranquilos, cuando nos enteramos de que los Leagan residen en Florida. Por lo menos ese par de víboras no nos causarían conflictos.
-Es un gusto tenerlos reunidos a todos aquí, y es un honor contar con su agradable presencia. Duque de Grandchester ¡Bienvenido sea usted y su apreciable familia! -Pronuncia la matriarca de los Ardley, al mismo tiempo, se levanta levemente de su silla, y hace una leve inclinación hacia mi padre, tomando al instante de nuevo su lugar.
-Y como veo que ya estamos todos reunidos. Es momento de presentarles al patriarca de los Ardley, el Señor William Albert Ardley - Prosigue Elroy, y apareciendo al instante ¡Albert! Con una sonrisa en el rostro, luciendo un traje sastre blanco impecable, hecho a su medida. ¿Dónde quedó mi amigo vagabundo?
Todos quedamos sorprendidos. ¿Qué hace Albert aquí?
Candy se levanta de su lugar sin importarle los modales que debe seguir, y se acerca para abrazar efusivamente a Albert.
-Albert ¿Dónde has estado? He estado muy preocupada por ti ¿Por qué te fuiste sin decir nada? - Candy le pregunta a Albert ocultando sus lágrimas en su pecho.
-Es una larga historia pequeña, que a continuación les contaré- Albert besa la coronilla de Candy, y dándole un último abrazo, nos indica que tomemos asiento y prosigue a explicarnos el motivo de su ausencia.
Albert nos explica que, desde muy pequeño, quedó como el único heredero, destinado a tomar el cargo de jefe del clan de los Ardley. Y dado a su corta edad, tuvieron que esconderlo, para evitar que, por ser un niño, no se tomarán en cuenta sus decisiones. Quedando como representante, George el administrador de los Ardley. Y conforme fue creciendo, George, junto con la tía Elroy, lo fueron instruyeron en el cargo.
Después de que Albert, perdió la memoria, debido al accidente que tuvo, al explotar el vagón en el que viajaba desde África. Nadie supo de él en ese tiempo. Pero que, gracias al destino y con la ayuda de Candy, logró recuperar la memoria, y regresó a tomar por completo su cargo como jefe del clan Ardley.
Cuando la tía Elroy se entera de lo que Candy había hecho por Albert, sin saber de quien se trataba. Agradece a Candy y se disculpa, por el mal trato que recibió por parte de ella en el pasado. Candy asiente con la cabeza y le corresponde con una sonrisa.
- ¡Albert, estoy muy feliz de que estés bien y que seas mi tío abuelo! – Candy extiende su mano, para tomar la de Albert, sin ocultar sus lágrimas de alegría.
- ¡Yo también pequeña! – Gracias por todo lo que hiciste por mí, sin saber quién era.
- ¡Bueno no es momento de lágrimas! Disfrutemos de una rica cena, en tan agradable compañía. - Prosigue Albert.
Nos dispusimos a cenar, todos estamos muy contentos, contando anécdotas compartidas, incluyendo las del colegio San Pablo.
Después de las explicaciones y alegrías por tantas buenas noticias, pasamos todos juntos a seguir conversando en la sala.
Creí que era el momento para hablar. Ya tenía frente a mí a el tutor de Candy, y junto a ella sus seres queridos.
-Si me permiten- Me pongo de pie, para que todos me presten su atención.
Como ya todos se habrán dado cuenta, estoy enamorado de Candice White Ardley. Y no hay nada que me haría más feliz, que pasar el resto de mi vida a su lado.
Tomo la mano de Candy para que se levante, y me inclino frente a ella, con una rodilla recargada en el piso, sacando de la bolsa de mi saco, una caja roja aterciopelada, que contiene un anillo con una con una esmeralda rodeada de pequeños zafiros al lado.
-Candice White Ardley ¿Me harías el honor de ser mi esposa? –
Candy asiente llevándose ambas manos, para cubrir su boca y con lágrimas corriendo por sus mejillas. Tomo su mano y deslizo el anillo en su dedo anular izquierdo.
Me pongo de pie y Candy me rodea la cintura con sus brazos, para fundirnos en un fuerte abrazo. Me separo un poco de ella, para buscar sus labios y le doy un tierno beso. Deseaba besarla, más profundamente, pero no lo creí apropiado, estando toda la familia presente.
Los aplausos no se hicieron esperar y nuestro abrazo se ve interrumpido, para ser felicitados por nuestros acompañantes.
Después de seguir conversando y disfrutando el momento. Albert, el duque, Candy y yo, nos retiramos a la biblioteca, para platicar sobre los detalles de nuestra futura boda.
Acordamos casarnos en 6 meses. Por mi hubiese querido casarnos el día siguiente, pero dado a mi presentación próxima en los ensayos y después el estreno de la obra. Lo mejor era, preparar todo con calma. Mi pecosa se merece una gran boda y así tendríamos tiempo de buscar el lugar que sería, nuestro futuro hogar.
Albert y el duque nos piden dejarlos solos en biblioteca. Tienen asuntos que tratar, en relación a las alianzas que formarán los Ardley con nuestro futuro enlace.
Continuará..........
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