Capítulo XII
¿Quién soy sin ti?
Art. Betty Graham
POV Terry
Mi pecosa y yo, aprovechamos para salir a caminar por el jardín, y nos ocultamos, detrás de un árbol, para no ser vistos, por los demás. Nos urgía un tiempo a solas, solo estaría con ella dos días más.
Candy se quedaría en Chicago un tiempo, para arreglar sus asuntos. Iría a platicar con sus madres del hogar de Pony, a despedirse del Doctor Martín y con la ayuda de Albert, arreglarían lo de su aceptación de nuevo en los hospitales de Chicago, para después tramitar su traslado a New York.
Me pego a el cuerpo de Candy, recargándola en el tronco de un árbol. Beso sus labios y hago un camino de besos húmedos, hasta llegar a su cuello. Sigo bajando hasta encontrar el inicio de sus senos, al mismo tiempo mi mano se desliza por debajo de su vestido y mi mano acaricia suavemente su muslo izquierdo. Muevo un poco mi mano, hasta que mis dedos rosan su zona intima, por encima de su ropa interior. Candy da un respingo, me retira la mano y me separa un poco de su cuerpo.
- ¡No amor, aquí no! No es el momento, alguien podría vernos- Candy sonríe nerviosa, con las mejillas rojas, acalorada por el momento.
- ¡Pecosa solo déjame tocarte! Muero por tenerte solo para mí.
- ¡Yo también amor! Pero será mejor esperar. Anda será mejor entrar, alguien podría preguntar por nosotros.
Resignado nos retiramos del jardín y nos reunimos con los demás en la sala.
Al llegar la noche, me encuentro dando vueltas en mi cama, no lograba conciliar el sueño.
De pronto una idea surge en mi mente, a hurtadillas salgo de mi habitación. La habitación de Candy se encuentra en el segundo piso, justo debajo de la mía. Con cuidado de no ser descubierto, llego a la habitación de Candy. Doy unos cuántos golpes a su puerta y a los pocos segundos Candy entreabre, para asomarse y ver de quien se trata.
- ¡Terry! Pero ¿Qué haces aquí? ¡Alguien podría verte! -
-Pecosa déjame entrar, tengo algo que decirte, prometo no tardarme, solo serán unos minutos, y me iré de nuevo a mi habitación. -
- ¡Terry esto puede ser riesgoso! -
-Si sigo aquí afuera, podría ser más riesgoso ¡Anda pecas déjame entrar! –Insisto.
Candy abre la puerta y me da acceso, no muy convencida.
Me quedo embobado al verla en ese camisón, de seda blanco, que hace translucir su espigada figura.
Me acerco a ella como una polilla a la luz.
- ¡Eres tan hermosa Candy! ¡Muero por tocarte! ¡Hacerte mía!- La beso apasionadamente, ansioso por tenerla y que al fin sea mía.
El beso se vuelve más profundo cuando nuestras lenguas se encuentran. Lentamente la llevo hacia la cama, y la recuesto suavemente, para colocarme encima de ella, bajo lentamente los tirantes de su camisón, hasta que sus pechos quedan al descubierto. Los aprisiono suavemente con mis manos y acaricio uno a uno, sus botones rosas con mi lengua.
Candy gime de placer y arquea su espalda, pero cuando estoy a punto de quitarle por completo el camisón, Candy pide que pare.
- ¡Terry no! No es, que no desee esto, solo que, no quiero que nuestra primera vez sea así.
Me pongo en pie y llevo mis manos a la cabeza, Candy tiene razón, ella no se merece esto.
Me giro y veo como los ojos de Candy se llenan de lágrimas.
- ¡Perdón pecosa! Me deje llevar por la pasión. Lo haremos hasta que tu estés lista, y si lo que quieres, es esperar hasta nuestra noche de bodas, así será.
- ¿De verdad Terry? ¿No estás enojado conmigo? -
- Por supuesto que no, mi amor, yo te amo y sabré esperar. ¡Tranquila, no llores! -Vuelvo a su lado para abrazarla.
- ¡Gracias mi amor! ¿Te quedarás conmigo hasta que me duerma? - Candy me mira con su rostro apenado.
- ¡Si amor! Duerme tranquila yo cuidaré de ti ¡Siempre lo haré! ¡Nunca lo dudes! - Me acuesto a su lado y la abrazo. Amo demasiado a mi pecosa y nunca haría algo para hacerla sentir mal, aún en contra de mis deseos. Cuando veo que se queda dormida, me retiro a mi habitación a descansar y tomar un baño de agua fría.
Los dos días siguientes pasaron demasiado rápido. Acordamos que nuestra boda sería en la mansión Ardley.
Candy quiso complacer a su tía Elroy, quien desde se enteró los cuidados que tuvo con su sobrino Albert, durante su amnesia, la trataba diferente y se ofreció ayudarle con los preparativos de la boda, convenciéndola que, siendo una Ardley, se merecía una gran fiesta.
Mi partida a New York, fue muy triste, para mí y para Candy, pero con la esperanza que, pronto nos reuniríamos de nuevo y esta vez, sería para no separarnos más.
Unas semanas después de mi regreso a New York. Empecé a notar, que las visitas del duque eran muy continúas. Yo seguía hospedándome en casa de mi madre.
Mi padre y yo habíamos hecho las paces, logramos tener una relación cordial, más no amorosa, tal vez eso se daría con el tiempo.
Una noche mis padres pidieron hablar conmigo, intuía de que se trataba, sus caras felices los delataban.
-Hijo tenemos algo que decirte- Dijeron mis padres al unísono.
-Terrence, tu madre me ha dado una segunda oportunidad. Hemos decidido recuperar nuestro amor- Dijo mi padre besando una de las manos de mi madre.
Qué remedio me quedaba, no me quedo más que aceptar, yo solo deseaba ver a mi madre feliz, y al parecer mi padre era ese motivo.
Esperarían un tiempo prudente, para formalizar su compromiso, seis meses más. Mi padre guardaría luto a su exesposa. El no regresaría a Londres hasta después de mi boda.
Continuará.....
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