Capítulo XIV
¿Quién soy sin ti?
Art. Betty Graham
POV Terry
Las representaciones de la obra seguían siendo un éxito. Robert estaba muy complacido con mis actuaciones, que cuando se enteró de mi próxima boda, no dudo en darme dos semanas de descanso, para disfrutar mi enlace y posteriormente mi luna de miel.
La boda sería un sábado y mi última presentación antes de mi boda, un miércoles.
Llegué a Chicago un viernes anterior al día de la boda, mi pecosa, había viajado una semana antes, junto con mi madre.
La señorita Pony y la hermana Lane, pasarían ese día, acompañando a Candy, junto con algunos niños del hogar, los de mayor edad.
Los más pequeños se quedarían en el hogar de Pony, con una enfermera, contratada por Albert.
Yo tuve que hospedarme en un hotel. Los familiares de Candy, no me dejaron ver a mi pecosa, por eso de las costumbres “Es de mala suerte ver a la novia, un día antes”. No me quedó más remedio que aceptar. Mi padre llegó al día siguiente, y se hospedó en el mismo hotel que yo.
Karen también había sido invitada a mi boda, pero ahora como la novia de Albert. Ella viajó un día antes que yo, había convencido a Robert de darle unos días descanso. Robert solo accedió darle cinco días, ya que él también era uno de los invitados.
El día de la boda llegó y me encuentro en la habitación, parado frente al espejo, vistiendo un smoking negro y batallando con el nudo de mi corbata.
Decido no recoger mi cabello en una coleta, para dejarme acariciar por esas dulces manos de mi pecosa. Me fascina cuando enreda sus pequeños dedos entre mi castaña y larga cabellera. Enseguida escucho que tocan a mi puerta, es mi padre.
- ¿Te ayudo con eso hijo? - Pregunta mi padre acercándose, para hacer el nudo de mi corbata.
Sin responderle me dejo ayudar.
- ¿Me permites darte un abrazo hijo? – Dice mi padre, su rostro refleja emoción.
Asiento con la cabeza. La verdad necesito ese abrazo, en este día, mis emociones están a flor de piel.
-Estoy muy orgulloso de ti Terrence, deseo que la vida te siga recompensando, y seas muy feliz con tu bella esposa- Me dice mi padre, apretándome en un fuerte abrazo.
Siento que sus palabras son sinceras, y sin dudar le correspondo el abrazo.
- ¡Gracias Papá! - Contesto aún abrazado a mi padre, y aplica más fuerza en el abrazo.
Unos segundos después se nos une mi madre.
- ¡Te ves muy guapo hijo! - Dice mi madre al verme, y se acerca para dejar un dulce beso en mi mejilla.
Sus ojos están llenos de lágrimas. Mi padre la abraza, y ambos me miran con ese amor de padres, que tanto he anhelado.
-Es hora de marcharnos- Digo de repente, antes que mis emocionen me delaten.
El jardín de la mansión Ardley, se encuentra bellamente decorado, para la ocasión.
El padre accedió a realizar la boda en el jardín.
Una bella alfombra roja, adornada con flores blancas por doquier. Forma un pasillo largo, para desfilar, hacia el altar; la cual es rodeada de sillas para nuestros acompañantes y testigos de nuestra unión, ante Dios.
Estoy listo, parado frente al padre, que ofrecerá la misa, con los nervios de punta, esperando que Candy aparezca.
Cuando la música del piano, comienza a ser tocada por Annie. Mis ojos se deslumbran al ver ese bello ángel, caminando hacía a mí, del brazo de Albert.
- ¡Te entrego a mi adorada hija! ¡Hazla muy feliz! - Me dice Albert colocando una mano de Candy sobre la mía, para entregármela. Sonriéndome y dando una palmada en mi brazo.
- Así será, no tienes ni qué dudarlo- Contesto sin apartar la mirada de mi pecosa. Y nuestras manos se unen, entrelazando nuestros dedos y susurrándonos entre labios un ¡Te amo!
La ceremonia transcurre Candy y yo no dejábamos de sonreír y mirarnos extasiados de felicidad, con nuestras manos entrelazadas.
Cuando llegó el momento de pronunciar nuestros votos, no pudimos evitar derramar unas cuantas lágrimas de felicidad.
-Te acepto a ti Candice White Ardley, como mi fiel esposa, para amarte, respetarte y adorarte cada instante de mi vida, y prometo amarte, hasta que llegué el final de mis días.
-Y Yo te acepto Terrence Graham Grandchester Baker, como mi amado y fiel esposo, y prometo, que te amaré por siempre y no me cansaré de decirte todos los días, lo mucho que te amo.
Antes de que el padre dijera: ¡Puedes besar a la novia! Yo ya estaba devorando los labios de mi pecosa, nos tuvimos que separar al escuchar los aplausos de nuestros invitados.
Después de recibir abrazos y buenos deseos de nuestros queridos amigos, nos dirigimos, al lugar dispuesto para la pista de baile.
Candy y yo nos colocamos en la pista, para bailar, nuestro primer vals como esposos.
- ¡Te ves tan hermosa mi amor! - Le digo a Candy, apretando su cuerpo junto al mío, para bailar nuestro vals.
Candy luce un bello vestido blanco, estilo princesa, que hace resaltar su bella figura y con un escote que muestra su blanco cuello, el cual es adornado con un collar de perlas, obsequio de mi madre.
Su peinado, solo es sostenido por una bella diadema de pequeños diamantes. El cuál es herencia de los Grandchester. Mi padre le hizo saber a Candy, que era la diadema que uso mi abuela, y que debe pertenecer a la esposa del primogénito Grandchester y así sucesivamente.
Cuando pongo sus manos en su espalda, siento los miles botones que sostienen ese vestido. Muero por ir desabrochando uno a uno y tener el placer de que sea mía.
- ¡Tú también amor! Eres irresistiblemente guapo ¡Te amo! – Me dice Candy, sacándome de mis pensamientos. Y beso sus labios rosados que me vuelven loco, extasiado de felicidad.
Al terminar el vals, continuamos bailando con nuestros invitados.
Así seguimos festejando con nuestros amigos, brindaron con nosotros por nuestra felicidad, partimos el pastel, y nos tomamos la foto del recuerdo.
La hora de aventar el ramo llegó, y Eleonor fue la afortunada.
Sonriendo con el ramo en sus manos, busca la mirada de mi padre, quien, desde su mesa, le lanza un beso al aire.
Horas más tarde, Candy se encontraba platicando con sus amigas Annie y Patty, fui hacía ella y amablemente, pedí permiso para llevarme a mi esposa.
- ¿Qué pasa Terry? - Pregunta Candy, mientras con mi mano la alejaba de la fiesta.
- Es hora de irnos esposa mía-
- ¿Pero amor y los invitados?
- Ten por seguro que lo entenderán pecosa- Respondo guiñándole un ojo.
El auto dispuesto para nuestra partida, ya estaba listo, con nuestras maletas incluidas.
Pasaríamos nuestra noche de bodas, en una cabaña dispuesta especialmente para nosotros, regalo de Eleonor y el Duque.
Continuará.....
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