Capítulo XIII
¿Quién soy sin ti?
Art. Betty Graham
POV Terry
Las semanas pasaron muy rápido, los ensayos en el teatro cada vez iban mejorando.
Un mes antes para el estreno de la obra, fui a recibir muy emocionado a mi pecosa a la estación. Esta vez venía acompañada por Albert, Annie y Archie.
Candy se hospedaría con ellos en la mansión Ardley de New York. No puse objeción, los ensayos cada día eran más extenuantes, por la proximidad del estreno, que apenas me daba tiempo, para descansar.
Candy aprovechó para buscar su vestido de novia en New York, junto con Annie y Eleonor. Patty la gordita, se les uniría en unos días más.
Y así pasaron los días. Cuando salía temprano de los ensayos, me reunía con Candy, en la mansión Ardley y salíamos de paseo.
Ya no volvimos a tocar el tema de lo que pasó en Chicago, aquella noche en su habitación, respetaba a Candy, sabía que cuándo llegara el día de hacerla mía, sería un momento inolvidable, para los dos, sin prisas y amándonos sin culpa.
Un día estando en casa de los Ardley, Albert se acercó para hablar con nosotros.
-Esto es para ustedes- Nos extendió un sobre.
Candy abrió el sobre, en él se encontraban unas llaves y unos papeles.
- ¿Qué es esto Albert? - Pregunté confundido
-Es mi regalo de bodas, ya que no quisiste aceptar la dote de Candy, por favor acepta este regalo. El dinero de Candy está a su nombre en una cuenta del banco, ella sabrá qué hacer con él. - Continuó Albert.
-No Albert, no puedo aceptar esto-
- ¡Por favor, Terry, acepta! Sé que ahorita no puedes comprar una casa. Candy y tú se lo merecen, saben que los quiero a ambos, y lo hago con mucho cariño.
- ¡Amor! Acéptalo, Albert, lo hace de corazón- Candy me tomó del brazo, mirándome con esos suplicantes ojos verdes, que tanto adoro.
Después de que esos dos rubios tercos me convencieron, no me quedo más remedio que aceptar ¡Todo sea por ver feliz a mi pecosa!
Enseguida fuimos a ver la casa, ya estaba amueblada. Es doble planta, tres habitaciones, un estudio, demasiado espaciosa.
Mi pecosa se encontraba en el balcón de la que sería, nuestra recamara principal, mirando hacía el jardín. Me acerqué a ella, para rodear su cintura por detrás, y le susurré al oído:
- ¿Te gusta pecosa? -
- ¡Es hermosa Terry! Estoy tan feliz de que pronto seré tu esposa- Se giró para rodearme el cuello con sus brazos y depositar un beso en mis labios.
- Y yo muero por hacerte mía ahí- Le señalé la cama, montada en una base de cedro, con un bello dosel, adornado con una túnica de gasa blanca.
- ¡Yo también muero por ser tuya amor!- Dijo volviéndome a besar.
Decidimos marcharnos antes de que nuestros instintos nos traicionaran, ya faltaban tres meses para nuestra boda, no deseaba, que mi pecosa luciera su vestido de novia, con un vientre abultado.
Un hijo es lo que más deseo, pero ya llegaría el momento de trabajar arduamente en eso.
Una semana antes del estreno, Candy consiguió trabajo en un hospital de New York.
Comenzaría a trabajar, después de nuestra luna de miel.
Candy estaba muy feliz de trabajar en lo que más le gustaba. Disfrutaba ayudar a las personas. Mi pecosa es un gran ser humano, y yo me siento muy orgulloso de ella.
El día del estreno llegó. Los Ardley tenían reservado un palco solo para ellos, y mi madre y el duque se unirían a ellos.
Mi actuación fue un rotundo éxito. El público me ovacionó de pie y yo me sentí renacer. El teatro es mi pasión, después de Candy, y ahora que los tengo a los dos, me siento completo.
Al terminar la obra, asistimos a una recepción, en honor a el estreno de la obra “Hamlet”.
- ¿Te he dicho lo orgullosa que estoy de ti, mi mocoso engreído?,- Me dice Candy al oído, nos encontrábamos en la pista bailando.
- No, pero ya lo sabía- Contesto en modo arrogante.
- No esperaba otra respuesta, digna de mi bello arrogante inglés. - Candy suspira resignada.
- ¡Te amo pecosa! - La aprieto más a mi cuerpo, y giramos felices al ritmo de la música.
Una vez en la mesa, brindamos todos por el éxito de la obra.
Karen compartió la mesa con nosotros. Albert y ella, habían quedado flechados y no hacían otra cosa, más que lanzarse miradas coquetas.
- Creo que alguien acudirá más seguido al teatro- Me susurra Candy sonriendo, mirando a Albert y a Karen.
- Tienes toda la razón mi amor - Contesto besando la mejilla de mi pecosa.
La música volvió a sonar, y en parejas, nos paramos a bailar.
Mi pecosa y yo, Karen con Albert, Annie con Archie, el Duque y Eleonor, y hasta Patty, con su prometido, un compañero de la universidad, de la gordita.
Continuará.....
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