Room Zero Parte 8
by
Lady Graham
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El reloj colgado en una pared blanca frente a un mostrador marcaba las dieciocho horas de otro día.by
Lady Graham
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Con esa señal se indicaba era hora de alimentar a unos pacientes. En cambio, para los otros era tiempo de tomar medicamentos.
De eso, Candy era la encargada por tenerlos bajo resguardo. Pero cinco minutos antes, tuvo que ir a atender al paciente de la habitación 103.
El señor Ritz padecía de un avanzado cáncer en el estómago. Y el dolor de esa tarde noche, él lo calificaba de insoportable, aunado el que sentía en el corazón debido a la ausencia de su amada amiga.
Con sumo cariño y cuidado, Candy trataba de calmarlo mientras le administraba morfina, que era lo más sutil en esos casos. Sin embargo, debido al dolor reflejado en un rostro y la mirada suplicante que le dedicaban, ella, —sabiendo lo que se arriesgaba—, aplicó una dosis mayor.
En lo que la sustancia opiosa corría por unas venas haciendo efecto, la rubia White miraba precisamente cómo el hombre iba cayendo en la inconsciencia, y al estarlo haciendo mencionaba balbuceante a su reciente amor perdido.
Al ver los ojos cerrados del señor Ritz y su cuerpo inmóvil, Candy se acobardó y derramó unas lágrimas.
Honestamente, su corazón no lo soportaba. No obstante, ¿qué más podía hacer ella por ellos si no darles amor, dedicación y consuelo?
Una vez que la respiración del paciente volvió a la normalidad, la enfermera se levantó de su lugar para ir a atender a los demás.
Con una apariencia de que todo lo tenía bajo control, Candy salió a reunirse con su grupo de trabajo para dar indicaciones.
— Nelly, en las próximas dos horas, cada treinta minutos vigila al señor Ritz. Esta noche puede adelantársenos.
— Sí, Candy.
— Margaret, cubre el área mientras voy a saber de Eliza. Neil debe estar aquí en cualquier momento — lo que indicaba que su permiso de licencia ya había vencido.
— Entendido, señorita White.
— ¿Cooper sigue apoyando a los de ambulancia?
— Sí.
— Bien. Enseguida vuelvo.
— Ah, señorita Candy.
— Dime, Margaret.
-- El paciente de la habitación 102 me pidió le dijera que cuando tenga el modo vaya a verlo.
— Lo haré. Gracias, Margaret.
Al primer paso que Candy diera, el grupo de enfermeras se esparció a realizar sus actividades.
El camino que la rubia tomó indicaba tendría que dejar el hospicio para ir al hospital, ese que por la familia Ardley era sostenido.
Curiosamente, la habitación de Eliza era la misma que hubiera sido ocupada por el viejo y también finado señor MacGregor: el primer paciente que tuvo Candy y falleciera bajo su cuidado.
Su recuerdo, el de la compañera Franie, —que como Alistar—, tampoco volviera de la guerra fueron indicios a decidirse por los pacientes terminales.
Eliza era una de ellos; pero su posición y el esfuerzo de Neil no la mezclaron con el resto. La pelirroja merecía lo mejor aún en esa condición.
Dos enfermeras la atendían. Una en el turno del día, y otra por la noche.
Sobre el pasillo, Candy se la topó; y ahí aprovechó para preguntar por la paciente.
— Se me reportó que por la tarde, presentó algo de actividad.
— ¡¿Quiere decir…?!
— No albergue esperanzas. Es normal.
— Entiendo — dijo Candy que se llevara una mano al pecho para sentir el latido rápido de su corazón. — Bueno, la dejo. Tengo otro paciente que visitar. No olvide comunicarme cualquier cosa.
— Así lo haremos, enfermera Candy.
Sin ver a su prima, la rubia emprendió el regreso a su área de trabajo. Pese a muchas cosas, Candy no asimilaba lo sucedido con Eliza, por ende, le pedía disculpas, optando por conservar el recuerdo de cuando era mala, no importando cuán imposible le hiciera la vida.
Ella también acordaba que no había sido justo dejarla así; pero en Neil estaba la solución, y mientras no quisiera cambiar de parecer, así seguiría.
Al menos la señora Elroy no lo soportó y prefirió irse a Escocia aprovechando los negocios que tenían muy ocupado a Albert que por medio de cartas se comunicaba con Candy y le contaba de cómo les iba por allá.
“Espero algún día puedas venir” dijo él en su carta.
— Sí; yo también lo espero, Albert. Tengo tantos recuerdos en Edimburgo que…
El barullo que había en la recepción cortó de tajo el pensamiento de la rubia White que tuvo que acelerar el paso y preguntar enérgicamente:
— ¡¿Qué sucede aquí?! ¡¿Acaso no saben que esta área y cualquiera otra de todo hospital debe ser respetada y guardar absoluto silencio?!
— ¡Señorita White, este hombre llegó exigiendo ver al paciente de la habitación 102! — reportó una asustada Margaret que había sido amenazada.
— ¿Y quién es usted? — demandó la rubia.
— No hablaré si no es una autoridad con la que lo haga.
— ¡Está hablando con una! — dijo Candy sin cambiar su enérgico tono de voz. Además, su mirada era dura y fría al señalar: — ¡Yo estoy al frente de este lugar; y por lo mismo, exijo se presente e informe a qué se debe la visita cuando no es la hora de hacerla o llamo a la policía en este momento para que lo saquen de aquí por venir a escandalizar e inquietar a mis pacientes! — ya que unos paseaban en el pasillo y se mostraban nerviosos ante la escena.
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ROOM ZERO PARTE 9 TERRYFIC
Última edición por Citlalli Quetzalli el Dom Abr 16, 2023 1:24 pm, editado 1 vez