Room Zero Parte 9
by
Lady Graham
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A dos horas que la noche cubriera los cielos, un auto particular se paraba bruscamente a la entrada del hospicio, bajando del vehículo en color rojo: dos humanidades, las cuales, con paso veloz, se dispusieron a ingresar al hospicio. by
Lady Graham
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El tercer ocupante, —encargado de haber manejo por horas hasta ahí—, todavía en su asiento, se aferraba fuertemente del volante. A su izquierda estaba la entrada del Hospicio San José, y el miedo de toparse con su prima Candy lo tenía con la cabeza gacha, los ojos cerrados y totalmente paralizado.
Hubo sido cosa del destino que Alistar, —luego de saber que su amigo Terruce lo había visitado durante el tiempo que estuvo en crisis—, se propuso devolverle la visita. Un rico almuerzo estaba dispuesto a invitarle.
Sin embargo, el militar andaba por la avenida, pero eso sí a metros del teatro, cuando vio a un trajeado hombre salir de ahí corriendo.
— Sí que lleva prisa — bromeó el moreno de gafas y en su guapo rostro se dibujó una suave sonrisa.
Por minutos, ahí la sostendría. Al cabo del segundo siguiente, desaparecería y él con gusto con ella.
Terruce, a pasos de la entrada, estaba acompañado; y creyendo que era compañero de trabajo, el hombre de gafas se le acercó muy confiado.
Su voz saludando amigablemente a Terruce fue peor que si hubiera estallado un trueno a centímetros de Neil. El rostro del que un día pasado se burlara de su prima, él lo tenía en ese momento.
Alistar estaba frente a él, y Neil palideció brutalmente.
Por supuesto, Alistar tuvo una reacción similar. Aunque, en él brotó la sensación de echarse a correr.
Eso no pudo ser posible gracias a la mano que se apoderara de su antebrazo.
Los ojos de Alistar suplicaban ante los de Terruce que le decía:
— Ha sido lo mejor.
— Tú… ¿me descubriste? — preguntó Stear al considerarlo una traición.
— ¡No! — gritó Neil y quiso explicar la razón de su presencia. — Yo… ¡Alistar estás vivo! — fue lo que se escuchó.
Seguidamente, el trigueño se lanzó a los brazos del militar, diciendo:
— ¡Harás muy feliz a la tía Elroy! — que con la desgracia de Eliza había quedado más que devastada. — ¡A tu hermano! ¡A Candy!
— Yo…
— Caballeros, los dejaré solos para que hablen. Debo ir a atender mis asuntos.
— Terruce, recuerda no decir nada —, Neil, habiéndose separado de su primo, aconsejó. — Tu padre está en peligro.
— No te preocupes. Trataré de localizar a Tremor para cancelar nuestra cita.
— Tu abogado acaba de irse — enteró Stear.
— ¡¿Cómo dices?! — inquirieron dos.
— Sí. Lo acabo de ver. Iba corriendo.
— ¡Demonios! — espetó Neil. — ¡¿Nos habrá oído?!
Factiblemente, sí.
A cierta distancia, Tremor seguía a Terruce como se le recomendara.
Éste, luego de hacer su visita cotidiana matutina a su deuda, se dirigió al teatro donde siempre citaba al licenciado para seguir hablando de la desaparición de su padre.
A este punto de la historia, dejemos más que claro, que el interés de uno solo era para despistar, y a la vez saber qué tanto sabía el actor.
Tremor, al ver a Terruce entrar al teatro, haría lo mismo; no obstante, la presencia de Neil lo hizo retroceder, esconderse y efectivamente oír la conversación.
Con los datos: Hospicio San José en Chicago, Tremor salió corriendo en busca de una oficina de correos para enviar un telegrama urgente a quien se hallaba por aquellos lares.
Sabiéndose descubiertos no había de otra que partir a Chicago.
El primero en rechazar la invitación fue Alistar. Sin embargo, Terruce, tomando ventaja de cierta información proporcionada, se comportaba astutamente al decirle:
— Yo sí debo ir allá. Lo escuchaste. La vida de mi padre está en peligro. Lo que indica que no podrás verme en los siguientes días. ¿Estarás bien sin mí?
— ¿Será por mucho tiempo?
— ¡El que sea! ¡porque ahora no podemos desperdiciarlo! — puntualizó Neil que ya iba hacia una salida.
— Tengo mi auto en un garaje dos cuadras de aquí — indicó Terruce.
— Voy con la condición de que yo maneje.
— ¡Está bien! — contestó un apurado Neil.
El dueño, por su parte, no le quedó de otra más que sonreír, acordar y mantenerse mayormente silente durante el viaje. Y es que Legan, desde que subieron al auto, comenzó a contar a Alistar lo que había sido de sus vidas a partir del momento que los informaran de su muerte.
En la conversación, él tuvo que contar su tragedia y lo que sucedió antes de, lo que conllevó las siguientes palabras gritadas:
— ¡¿Cómo te atreviste a siquiera pensarlo?!
Es decir, el casarse con Candy.
— ¡Porque la amaba! — se defendió Neil. — ¡Yo también me enamoré de ella!
— ¡Imbécil! — lo llamó Terry con deseos de golpearlo.
Legan tampoco se dejaría al contestar:
— No creo lo haya sido más que tú. La dejaste ir. Te quedaste con otra.
— Eso… tú no lo entenderías.
— Pero sí su dolor, ese que tuve que vivir para comprenderla y valorarla.
Finalizada la última palabra, en el auto imperó el silencio, envolviéndose los tres en sus propios pensamientos y excusándose miles de veces.
Para romper el tenso ambiente, Stear quiso saber de su hermano Archivald.
— Como estaba fijado, se casó con Annie; y hoy toda la familia vive en Escocia. Los únicos que estamos en Chicago somos Candy, Eliza y yo. Ah, y ahora tú.
Con otros temas de interés, se envolvieron los primos. Terruce, por su parte, se dedicó a pensar.
Nada en él había cambiado pese a la presencia de Susana, que por mucho que hacía, no lograba adquirir la mínima atención del castaño hablando en el plano sentimental. Sí lo conseguía cuando se enfermaba, o en las cuestiones materiales, pero nada más.
Tal le parecía a ella que el corazón de Terry se había vaciado para amar jamás.
Más eso no era así, y él pudo sentirlo latir con mayor fuerza cuando apenas la distinguió en el escritorio de recepción escribiendo unas notas.
Su gesto fruncido, él mejor que ninguno lo conocía; e interiormente sonrió al acordarse de la mona pecosa que posada en jarras le demandaba llamarla Candice White Ardley.
Terruce con gusto volvería a pronunciar su nombre; en cambio, Neil ganó al decir:
— Jefe, ya llegué. ¿Hay alguna novedad?
— ¡Las hay, Neil! — espetó una molesta rubia sin dejar de hacer su actividad. — ¡Y tú no estás cuando verdaderamente te necesito!
— Perdón. Ya estoy aquí. ¿Qué pasó?
— ¡Que pensé, que en lo que me quedaba de vida, volvería a toparme con un odioso Granchester!
— ¿Richard te dio problemas? — preguntó un Neil angustiado.
— ¡Eso hubiera sido mucho más sencillo!
— ¿Entonces?
— ¡Se presentó aquí su hijo, y de mil maneras intentó llevárselo!
— Pero no lo consiguió, ¿cierto?
Cabe aclarar que lo dicho, salió varonil y seriamente de la boca de Terruce; y Candy, al reconocerla, dejó caer la pluma; y su mirada, en cámara lenta, comenzó a levantarse hasta toparse con la indigosa de él.
ROOM ZERO PARTE 9 TERRYFIC
Última edición por Citlalli Quetzalli el Lun Abr 17, 2023 6:12 pm, editado 2 veces