Room Zero Parte 10
by
Lady Graham
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Lady Graham
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En el preciso instante que Candy reconociera al duque de Granchester supo que sus pesadillas se le harían realidad. El día exacto lo ignoraba, pero mientras tanto, ella comenzó a sentirse secretamente muy nerviosa. Volvería a verlo sin duda alguna. ¡Pero no en ese momento que estaba sumamente enojada y no pudo controlar lo que saliera de su boca!
No siendo la improvisación su fuerte, ella saldría triunfante al decir:
— Sí reconoces que eras bastante odioso en el colegio, ¿verdad? ¡Pero nunca me dijiste que tu parentela era igual o peor que tú! — volvía a gritar la rubia ¿excusándose?
— Yo… — apenas dijo el también nervioso Terry que no sabía si sería correcto echarse a reír ante la molestia de su adorado pecosa, la cual frente a sus ojos se veía tiernamente hermosa. — Lo siento.
— ¡Ah! ¡Pero te aseguro que tu hermanito va a pensarlo dos veces si quiere regresar aquí!
— ¿Puedo saber qué exactamente te dijo?
— ¡Me demandó! ¡Me exigió que le entregara a tu padre!
— Y repito, no lo consiguió, ¿cierto?
— ¡Absolutamente no! — contestó una altanera ella que se volvía contra Neil, — y aunque tú nunca me dijiste adónde precisamente irías, lo impedí porque no fueron los modos de solicitarlo. ¡Vaya con los caballeros británicos! A mí, al menos los pocos meses de instrucción en Londres, me sirvieron para convertirme en una dama americana.
La cara contrariada de Neil y la impactada de Terruce consiguieron las carcajadas de Candy, que en sí, eran sus nervios ante tal reencuentro con éste último, el cual, empezó a relajarse y contagiarse con la histeria de la rubia, misma que seguía riendo y viendo ahora el gesto molesto de Neil que decía:
— ¡Qué modos de recibimiento! Hasta espantas a uno.
— Perdón, pero es que… ahora que me acuerdo, la cara del gordito se puso peor que la de ustedes.
— ¡Candy! — Neil la reprendió. Bien o mal, ya llevaba dos insultos hacia el hermano de Terry, que no importándole, solicitaba ver a su papá.
Para que gozara a solas de su nerviosismo, Legan se hacía a cargo de llevar a Terruce a la habitación 102. Eso sí, siendo seguidos por la mirada verde de la rubia, que había recibido con antelación una reverencia muy aristocrática y el permiso de retirarse por parte del castaño.
— No sé cuándo haya sucedido el milagro entre padre e hijo, pero éste, por más que lo haya intentado, nunca dejará de ser un Granchester.
Y en lo que dos humanidades masculinas se alejaban por el pasillo, otra, del lado contrario hacía “finalmente” su aparición.
Sus pasos no sólo eran pausados, sino sigilosos. Su cuerpo pegado a la pared impedía que la enfermera dejada en la recepción, lo alcanzara a ver. Lo que él sí, viéndola, con una amplia sonrisa en su lindo rostro pecoso, tomar la pluma y escribir.
Posteriormente de señalar un lugar, Neil dejó a Terruce en la puerta, para que él, Legan, partiera a ver a su hermana.
Porque debía tomar el mismo pasillo, el trigueño pudo divisar la figura del temeroso Alistar; y calculó los metros de distancia que lo separaba de Candy.
Cuando Neil llegó a ella le indicó adónde se dirigiría esta vez. La rubia, por su parte, quiso saber:
— ¿Qué fue lo que hablaste con Richard?
— Nada en especial. Solo me pidió que fuera a su hijo y lo trajera.
— ¿Te costó trabajo hacerlo?
— Para nada. ¿Cómo se comportó Eliza durante mi ausencia?
— Ella sigue… bien — contestó Candy dudando en decirle lo que la otra enfermera al cuidado de la pelirroja le comentara.
— Ha estado teniendo actividad. ¿Te enteraste?
— Sí. Eso me han informado — la rubia se sintió mejor al saber que él lo sabía también.
— Me han dicho no albergue esperanzas, pero…
— No dejemos de confiar, Neil. Un día tendremos los resultados que queremos.
— Sí. Sería grandioso ver… otro milagro — dijo un incitador Neil que era escuchado por Stear que comprendía se refería a él.
— ¿Otro? — inquirió la pecosa.
— Yo fui uno, ¿no te parece?
— ¡Oh! — exclamó Candy reconociendo: — Sí, Neil. Tienes razón.
— Bueno, enseguida vuelvo. No te espantes si llegas a ver… fantasmas.
— ¡Gracioso! Aquí no hay.
— Yo… solo lo sugiero.
Un gesto burlón dibujó Neil y emprendió su andar. A cierto punto, el trigueño se detuvo para presionar a Alistar y presentarse ante ella que veía a su primo ¿hablándole a la pared?
— Neil, ¿estás bien?
— Sí, Candy. Estoy hablando con un paciente.
— ¿Quién? — quiso saber ella que a nadie había visto salir.
La respuesta no dada por el enfermero que en silencio peleaba con Alistar, consiguió en la enfermera plantarse la duda.
Con ella, la rubia dejó nuevamente su actividad para ir a cerciorarse per sé.
Divertidamente, Neil, —detrás de Stear—, empujaba a éste que seguía yaciendo con la cabeza gacha.
Candy veía eso y la negra cabellera. Además, el militar, —debajo de su traje—, portaba, aunque ligero, un largo abrigo negro que lo cubría en su totalidad.
— ¿Quién es, Neil? — ella volvió a cuestionar. — ¿De quién se trata? ¿Y por qué lo empujas así?
Entre los pasos de ella y los dados por ellos, se acortó la distancia. Una que le permitió a Candy buscar el rostro que se escondía.
Las gafas se hicieron conocidas, y el corazón de la rubia empezó a bombear aceleradamente, a un punto, que al escuchar la voz del moreno y mirar a Neil que asentía con la cabeza a modo de confirmación que se pedía, las piernas de la enfermera flaquearon alcanzándose a sostener de las solapas de un abrigo y ella por los brazos de Stear en los cuales preguntó ¿por qué? y se puso a llorar.
ROOM ZERO PARTE 11 TERRYFIC
Última edición por Citlalli Quetzalli el Miér Abr 19, 2023 2:10 pm, editado 1 vez