Art.Betty Graham
La puerta de la cocina se abrió, y Terry entró. Sus pasos eran rápidos, su rostro todo sonrisas al acercarse a mí. Antes de que pudiera reaccionar, me levantó del suelo, besándome con intensidad. Envuelta en sus brazos, sentí su adoración irradiando del beso, estaba atrapada en su pasión, devolviéndole el beso con tanta ferocidad como me lo daba.
Se apartó, pegando su frente a la mía. "Candy, mi pecosa, eres una chica maravillosa. Te amo."
"¿Por qué?" Susurré, mis labios aún sintiendo el toque posesivo de los suyos.
"Lo que hiciste. De ir a ver a Annie. Hacer un esfuerzo." Se echó hacia atrás, sus ojos resplandeciendo de placer. Gracias."
"Quería intentarlo. Tú lo hiciste anoche, así que era mi turno hoy."
"No te merezco."
"Sí, me mereces."
Tocó mi mejilla. "De nuevo, tan valiente. Me gusta."
"Voy a ir a ver a la señora Grey esta tarde."
Una ligera mueca frunció su frente. "¿Puedes hacerlo la próxima semana?"
"¿Quieres decir después del miércoles?"
Su mueca se hizo más pronunciada.
"Te escuché anoche, Terry. Me gustaría verla hoy, pero si prefieres que espere, lo haré."
"No, Felix te acompañará. Ya hay alguien apostado junto a su habitación, así que está bien. Es solo que odio dejarte fuera de mi vista."
"Seré cuidadosa. No me separaré de Felix."
"Todavía no puedes irte."
Fruncí el ceño. "Pero te envié el almuerzo; ¿Felix no te lo dio?"
"Sí, lo hizo."
"¿Todavía tienes hambre? Puedo prepararte algo más."
Me subió a la encimera, metiéndose entre mis piernas. "Definitivamente tengo hambre. Quiero mi postre." Deslizó su mano por mi muslo. "Te quiero a ti como postre."
Rodeé sus hombros con mis brazos, sintiendo una oleada de deseo. "Oh."
Sus labios se arrastraron por mi mejilla, apenas rozando mi oreja. "Estoy hambriento de ti."
Mordió mi lóbulo, tirando de la piel sensible con sus dientes. "Dilo, Candy,. Dime lo que quiero escuchar."
"Te deseo," le supliqué, empujando su chaqueta.
"¿Qué quieres que haga?"
Sabía que todavía era tímida, pero le encantaba cuando le hablaba .
"Quiero que me… ames."
Bajó mis bragas por mis piernas, separándolas.
"¿Y luego?"
"Tomame, Terry. Quiero que me hagas el amor, aquí mismo." Inhalé. "Con fuerza."
Se inclinó hacia mí . "Me encanta cuando te pones mandona."
Mi cabeza cayó hacia atrás cuando su boca cubrió uno de mis senos.
Me encantaba ser mandona.
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La señora Grey me sonrió, todavía viéndose pálida y débil.
"Candy, querida, te ves bien."
Besé su mejilla, dejando las flores que le había comprado sobre la mesita de noche.
"Estoy bien. Terry le envía su amor."
Suspiró. "Los extraño a los dos—muchísimo."
Palmeé su mano. "Lo sabemos. Pero lo importante es que se recupere."
"No estoy segura si alguna día podré volver."
"Shhh," le dije tranquilizándola. Terry ya sabía cuál era la opinión de su doctor sobre su recuperación. Nunca volvería a trabajar. "Pensaremos en algo." Me puse de pie y esponjé sus almohadas. "¿Qué le parece un poco de té?"
"Me encantaría. Puedes contarme todo lo que me he perdido."
Pasé algo de tiempo contándole historias divertidas sobre cosas de la casa. Le encantaron las que le conté de cómo aprendí a hacer pasta con Felix, y el desastre que hice cuando dejé caer la bolsa de harina. Cuando se cansó, me levanté de mi silla.
"La dejaré descansar, pero volveré la próxima semana. Tal vez Terry pueda venir conmigo."
Palmeó mi mejilla. "Eres una muchacha adorable." Levantó su mano. "Oh, espera. Necesito mi bolso."
Abrí el cajón y se lo di. Metió la mano y sacó un juego de llaves y un transpondedor . "Las llaves de mi coche y de la casa y el pase para entrar por la reja. Estoy segura que el señor Gradchester necesita que se las devuelva."
Las tomé, dando vuelta al transpondedor, pasando mi dedo sobre el pedazo de cinta.
"Oh," susurró. "No les digas. Nunca pude recordar el código para volver a entrar, así que lo escribí en ese pedazo de cinta. Quítaselo antes de entregárselo a él."
Riéndome entre dientes, besé su mejilla. "Lo haré."
Suspiró y cerró sus ojos. "Gracias por venir, querida."
"De nada."
Deslicé las llaves y el transpondedor en mi bolso y luego salí al pasillo.
Felix se puso de pie. "¿Estás lista, Candy?"
"Sí. Necesito hacer una parada, si te parece bien. Solo una rápida."
Asintió. "Claro, el señor Gradchester dijo que te llevara a dónde quisieras." Me guiñó un ojo. "Siempre y cuando volvieras pronto a él."
Le devolví su sonrisa.
Más tarde esa noche, me relajé en la bañera, el vapor se arremolinaba a mi alrededor. El sonido de la puerta de nuestra recámara abriéndose hizo que me incorporara. El rostro cansado de Terry apareció detrás de la puerta.
"¿Hay lugar para uno más?"
"Siempre."
Entró, quitándose la camisa. Desabrochó su cinturón, permitiendo que sus pantalones cayeran al suelo, dejándolo con solo su bóxer. Vi cómo los bajó por sus muslos y dejó la pila de ropa en el suelo. Se detuvo a quitarse el reloj en su muñeca y me atrapó observándolo en el espejo.
"¿Te gusta lo que ves, amada esposa?"
Me deslicé hacia el frente, dejando lugar para él. Sonreí mientras caminaba hacia la bañera.
"Mucho."
Se metió, rodeándome con sus brazos, apretándome a su pecho. Dejó caer su rostro en mi cuello.
"Has estado muy osada estos días."
Solté una risita mientras él tentaba mi piel con su lengua.
Con un suspiro, se echó hacia atrás, llevándome con él.
"He estado anhelando estar cerca de ti todo el día, Candy."
Acaricié sus manos, jugando con su anillo. "¿Estás bien, Terry?"
"Lo estaré."
Sabía lo que me estaba diciendo sin palabras. Mañana era el día en que iban a actuar en contra de su último objetivo. No sabía nada, imaginaba que era importante, y que Terry estaba muy preocupado por ello. No le gustaba hablar de lo que hacía, y no intenté presionarlo.
"¿Te irás por mucho tiempo?"
"Dos días, tal vez tres." Sus brazos me abrazaron con fuerza. "Candy, debes prometerme que te quedarás aquí mientras no esté. Pony, Annie, y Patty se quedarán aquí. Archie las acompañará cuando no esté trabajando. Habrá seguridad y estarás a salvo, pero debes prometerme que no te saldrás."
Pony ya me había advertido que eso ocurriría. Dijo que cada vez que se iban por un periodo de tiempo más largo de lo normal, todas se quedaban en la seguridad de la casa. "Lo sé, Terry. Me aseguraré que tengamos todo lo que necesitaremos. No me saldré, lo prometo."
Dejó un beso en mi cabeza. "Gracias."
"También necesito que me prometas algo."
"¿Oh? ¿Qué promesa es esa?"
Me di la vuelta y encontré su azul mirada.
"Que volverás a salvo a casa conmigo, Terry. Te necesito. Te amo."
Sus ojos se enternecieron y tocó mi mejilla. "Lo haré, Candy. Estamos listos, y una vez que detengamos a esa escoria, volveré a casa contigo. Volveré tan pronto como pueda."
"Lo sé."
"Nunca tuve a alguien a quien regresar, hasta ahora. Hasta que apareciste tú."
"Siempre estaré aquí."
Me besó, su boca firme y posesiva. Después de unos momentos se levantó, llevándome con él. Salió de la bañera, con el agua deslizándose en cascada por nuestra piel, cayendo al piso como gotas de lluvia. Me acostó en nuestra cama, cerniéndose sobre mí.
"Te amo," murmuró.
Lo alcancé, atrayéndolo hacia mí, necesitando sentir su peso sobre mí. Necesitando sentirlo a él.
"Te amo, Terry."
Continuará....