]SI ELLA SUPIERA
CAPÍTULO 13
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Terry
De repente, los recuerdos de su juventud , como un lienzo de imágenes: cuando los dos iban juntos, caminando, ; los días ociosos junto al río, hablando de cualquier tonteria; cuando recortaban las fotos de cómo sería su casa de las revistas…
No obstante, pese a nuestra familiaridad, me sentía bastante raro llevando a cabo aquella velada. Aunque no había ningún galanteo de por medio, era algo que no me habría imaginado hacer esa noche.
En realidad, de vez en cuando la observaba, extrañado de que hubiera podido ser tan estúpido. Y también, por supuesto, de que yo mismo hubiera podido ser tan estúpido unos años atrás. Al final sentí que no merecía haber tenido alguna ves el amor de una mujer como Candy. Observaba cada detalle de ella, y me sorprendí al ver que no era la misma mujer que había tenido entre sus brazos casi cinco años atrás. Ni si quiera en la apariencia. Eran los mismos ojos, y los rasgos que definen su belleza. Pero su forma de moverse, su manera de hablar y algo más que no se podía ocultar, era su manera de vestir. De repente me invadieron los celos. Seguramente se había casado. Una mujer como ella y con su apariencia no estaba sola. Lo siguientes minutos surgieron cómo una nube negra.Todo en cámara rápida.
Cuando se levantó de pronto no supe reaccionar, cuando lo hice recorde que estaba mi hija. Albert se levantó.
—Creo que será mejor que vaya con ella —Se disculpó — Pero me gustaría platicar contigo. — Sacó una tarjeta de su bolsillo y me la entrego —Llama, necesitamos hablar. Se marchó.
Me encontraba viajando en coche con mi hija atrás, sin experimentar el vago sentimiento de culpabilidad que preveía al principio.
Cuando volví del trabajo, enseguida noté que Susan estaba de mal humor, y cuando le pregunté cómo le había ido el día, empezó a contarme que la directora de escena había presentado su preaviso de dimisión con dos semanas de antelación, lo cual provocaba un gran trastorno en la gira.
—Rob estaba furioso —explicó mientras se dirigía al dormitorio. Empezó a juntar maletas llenas de ropa—. La verdad es que tiene toda la razón. La semana pasada, había dado su conformidad para la gira. Incluso aprovechó para negociar un adelanto de traslado, que ya ha cobrado, y de repente nos informa de que ha aceptado un nuevo trabajo. ¿Qué te parece? La gente siempre intenta aprovecharse de Rob, lo veo continuamente. Me tiene asqueada. Otra vez Rob, pensé recordando la infinidad de veces que lo pronunció . Y no una vez, sino dos.
—Seguro que hace lo que considera mejor— dije, pero Susan me interrumpió.
—No me has dejado acabar. Y claro, para mí representa que, seguramente tendré que pasar aún más tiempo en la gira, por lo menos durante una temporada. Aquello lo escuché bien claro.
—¿Más tiempo? Susan levantó las ojos con fastidio.
—Por favor, ya he tenido un día largo. Ya sé que no entraba en los planes de trabajar. Déjame solo está ves, puede que no sea tan difícil como ha ido el primer día, dame un respiro, relajarme y tomarme una copa de vino, ¿de acuerdo?
Pense a que ya era un poco tarde, para hablar del día. Me fui a la sala de estar, pensativo. Todo lo que había ocurrido me había desmoralizado. Candy ocupaba mis pensamientos. Quería hablar con ella, pero por otro lado no era justo para ella.
De pronto, oí unos gritos en la parte de arriba. Subí corriendo y me paré delante de la puerta de la habitación de Katherine. Susan sostenía un vestido en la mano; Katherine, en pijama, tenía las mejillas empapadas de lágrimas.
—¿Cuántas veces te he dicho que no agarres mi ropa? —preguntó Susan—. ¡Y este vestido no hay forma de ponerlo con esa mancha!
—¡Ya he pedido perdón! —contestó Katherine a gritos—. ¡No lo he hecho a propósito!
—Ahora todo va a oler a pintura y las manchas no se irán.
—¡Perdón!
—¿Qué pasa? —pregunté. Susan se volvió hacia mí, demudada.
—Lo que pasa es que el vestido nuevo y tu hija me lo ha echado a perder, el que tenía que llevar el domingo.
—¡No lo he hecho a propósito! —repitió Katherine, con la cara descompuesta.
Nunca había visto a Susan y a Katherine gritándose de esa manera. Sobre todo por qué Susan no solía hablar con Katherine con frecuencia y lo que estaba sucediendo ahora era una revelación de que no era la primera vez. De que yo ignoraba algo
— Habéis tenido una discusión anterior?
—¡No se trata de eso, ! ¡No tiene ningún derecho a tocar las cosas que me comprado, por más veces que se lo diga!
—¡Ya he pedido perdón! —chilló Katherine. Saltaba a la vista que Susan estaba demasiado enfadada y Katherine demasiado cansada para prolongar aquella discusión.
—Susan creo que tú trabajo es... —No me dejó terminar.
—No, por favor. Me has estado tanteando desde que volví a trabajar —dijo—. Pero bueno. — Comenzó a caminar hacia el dormitorio, pero luego se volvió un momento, y miro fijamente a Katherine.
—Estoy muy decepcionada porque no te importa como se siente mamá, para que te molestes en arruinarme mi ropa —dijo llevándose las manos al pecho. En cuanto Susan se marchó, percibí la angustia en el rostro de Katherine y me pregunté cómo era posible que le hablara con tanta crueldad. Estaba a punto de replicado algo, pero ya se había ido, Katherine estaba llorando, así que fui con ella y la lleve a su cuarto, me senté en la cama.
—Ven aquí, princesa —susurré, abriendo los brazos. Katherine acudió y yo la abracé y la estreché, notando como temblaba todavía.
—Yo no quería estropear el vestido —gimió.
—Ya lo sé. No nos preocupemos más por eso ahora.
—Pero mamá está enfadada conmigo y no me perdonará.
— Ha tenido un mal día en el trabajo y claro que te perdonará.
—Mamá no me quiere.
—Claro que sí. Ella siempre te va a querer.
—¿Entonces por qué se va a vivir a otra parte?
—No se va a vivir a otra parte —dije, confundido por las palabras de Katherine.
Cuanto más pensaba en la situación, más crecía mi sospecha. Cuanto más reflexionaba, más entraba en mí la conciencia de que no tenía ni idea de lo que pasaba con mi mujer, tanto como la idea de que ella no era capaz de entender que era madre como saber cómo criar a Katherine . A pesar de los años que llevábamos juntos, se había convertido en una desconocida. Aunque hacíamos el amor algunas noches, no estaba seguro de que fuera porque me quería, quizás por pura cuestión de hábito, una especie de obligación de los años que habíamos compartido, de carácter más físico que emocional. Por más increíble que me resultara aceptarlo. Quise convencerme de que aquello no era verdad, de que sus sentimientos hacia mí fueran sinceros, ante todo siempre antepondría el bien de la familia.
continuará...
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CAPÍTULO 13
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Terry
De repente, los recuerdos de su juventud , como un lienzo de imágenes: cuando los dos iban juntos, caminando, ; los días ociosos junto al río, hablando de cualquier tonteria; cuando recortaban las fotos de cómo sería su casa de las revistas…
No obstante, pese a nuestra familiaridad, me sentía bastante raro llevando a cabo aquella velada. Aunque no había ningún galanteo de por medio, era algo que no me habría imaginado hacer esa noche.
En realidad, de vez en cuando la observaba, extrañado de que hubiera podido ser tan estúpido. Y también, por supuesto, de que yo mismo hubiera podido ser tan estúpido unos años atrás. Al final sentí que no merecía haber tenido alguna ves el amor de una mujer como Candy. Observaba cada detalle de ella, y me sorprendí al ver que no era la misma mujer que había tenido entre sus brazos casi cinco años atrás. Ni si quiera en la apariencia. Eran los mismos ojos, y los rasgos que definen su belleza. Pero su forma de moverse, su manera de hablar y algo más que no se podía ocultar, era su manera de vestir. De repente me invadieron los celos. Seguramente se había casado. Una mujer como ella y con su apariencia no estaba sola. Lo siguientes minutos surgieron cómo una nube negra.Todo en cámara rápida.
Cuando se levantó de pronto no supe reaccionar, cuando lo hice recorde que estaba mi hija. Albert se levantó.
—Creo que será mejor que vaya con ella —Se disculpó — Pero me gustaría platicar contigo. — Sacó una tarjeta de su bolsillo y me la entrego —Llama, necesitamos hablar. Se marchó.
Me encontraba viajando en coche con mi hija atrás, sin experimentar el vago sentimiento de culpabilidad que preveía al principio.
Cuando volví del trabajo, enseguida noté que Susan estaba de mal humor, y cuando le pregunté cómo le había ido el día, empezó a contarme que la directora de escena había presentado su preaviso de dimisión con dos semanas de antelación, lo cual provocaba un gran trastorno en la gira.
—Rob estaba furioso —explicó mientras se dirigía al dormitorio. Empezó a juntar maletas llenas de ropa—. La verdad es que tiene toda la razón. La semana pasada, había dado su conformidad para la gira. Incluso aprovechó para negociar un adelanto de traslado, que ya ha cobrado, y de repente nos informa de que ha aceptado un nuevo trabajo. ¿Qué te parece? La gente siempre intenta aprovecharse de Rob, lo veo continuamente. Me tiene asqueada. Otra vez Rob, pensé recordando la infinidad de veces que lo pronunció . Y no una vez, sino dos.
—Seguro que hace lo que considera mejor— dije, pero Susan me interrumpió.
—No me has dejado acabar. Y claro, para mí representa que, seguramente tendré que pasar aún más tiempo en la gira, por lo menos durante una temporada. Aquello lo escuché bien claro.
—¿Más tiempo? Susan levantó las ojos con fastidio.
—Por favor, ya he tenido un día largo. Ya sé que no entraba en los planes de trabajar. Déjame solo está ves, puede que no sea tan difícil como ha ido el primer día, dame un respiro, relajarme y tomarme una copa de vino, ¿de acuerdo?
Pense a que ya era un poco tarde, para hablar del día. Me fui a la sala de estar, pensativo. Todo lo que había ocurrido me había desmoralizado. Candy ocupaba mis pensamientos. Quería hablar con ella, pero por otro lado no era justo para ella.
De pronto, oí unos gritos en la parte de arriba. Subí corriendo y me paré delante de la puerta de la habitación de Katherine. Susan sostenía un vestido en la mano; Katherine, en pijama, tenía las mejillas empapadas de lágrimas.
—¿Cuántas veces te he dicho que no agarres mi ropa? —preguntó Susan—. ¡Y este vestido no hay forma de ponerlo con esa mancha!
—¡Ya he pedido perdón! —contestó Katherine a gritos—. ¡No lo he hecho a propósito!
—Ahora todo va a oler a pintura y las manchas no se irán.
—¡Perdón!
—¿Qué pasa? —pregunté. Susan se volvió hacia mí, demudada.
—Lo que pasa es que el vestido nuevo y tu hija me lo ha echado a perder, el que tenía que llevar el domingo.
—¡No lo he hecho a propósito! —repitió Katherine, con la cara descompuesta.
Nunca había visto a Susan y a Katherine gritándose de esa manera. Sobre todo por qué Susan no solía hablar con Katherine con frecuencia y lo que estaba sucediendo ahora era una revelación de que no era la primera vez. De que yo ignoraba algo
— Habéis tenido una discusión anterior?
—¡No se trata de eso, ! ¡No tiene ningún derecho a tocar las cosas que me comprado, por más veces que se lo diga!
—¡Ya he pedido perdón! —chilló Katherine. Saltaba a la vista que Susan estaba demasiado enfadada y Katherine demasiado cansada para prolongar aquella discusión.
—Susan creo que tú trabajo es... —No me dejó terminar.
—No, por favor. Me has estado tanteando desde que volví a trabajar —dijo—. Pero bueno. — Comenzó a caminar hacia el dormitorio, pero luego se volvió un momento, y miro fijamente a Katherine.
—Estoy muy decepcionada porque no te importa como se siente mamá, para que te molestes en arruinarme mi ropa —dijo llevándose las manos al pecho. En cuanto Susan se marchó, percibí la angustia en el rostro de Katherine y me pregunté cómo era posible que le hablara con tanta crueldad. Estaba a punto de replicado algo, pero ya se había ido, Katherine estaba llorando, así que fui con ella y la lleve a su cuarto, me senté en la cama.
—Ven aquí, princesa —susurré, abriendo los brazos. Katherine acudió y yo la abracé y la estreché, notando como temblaba todavía.
—Yo no quería estropear el vestido —gimió.
—Ya lo sé. No nos preocupemos más por eso ahora.
—Pero mamá está enfadada conmigo y no me perdonará.
— Ha tenido un mal día en el trabajo y claro que te perdonará.
—Mamá no me quiere.
—Claro que sí. Ella siempre te va a querer.
—¿Entonces por qué se va a vivir a otra parte?
—No se va a vivir a otra parte —dije, confundido por las palabras de Katherine.
Cuanto más pensaba en la situación, más crecía mi sospecha. Cuanto más reflexionaba, más entraba en mí la conciencia de que no tenía ni idea de lo que pasaba con mi mujer, tanto como la idea de que ella no era capaz de entender que era madre como saber cómo criar a Katherine . A pesar de los años que llevábamos juntos, se había convertido en una desconocida. Aunque hacíamos el amor algunas noches, no estaba seguro de que fuera porque me quería, quizás por pura cuestión de hábito, una especie de obligación de los años que habíamos compartido, de carácter más físico que emocional. Por más increíble que me resultara aceptarlo. Quise convencerme de que aquello no era verdad, de que sus sentimientos hacia mí fueran sinceros, ante todo siempre antepondría el bien de la familia.
continuará...
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