SI ELLA SUPIERA
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 15
Ya no hay vuelta atrás.
Candy.
Con Terry cerca ni siquiera se atrevía a hablar, aún menos sobre su reciente compromiso laboral.. Albert seguía todo.. Pasaba largas horas en su estudio, que a veces parecía que no estaba allí. Tras esperar la explicación que Albert no me dió del motivo por qué Terry estaba cerca, lo que si me dió fue una responsabilidad. Iba a representar todo lo legal en la empresa de Terry, iba ser yo quien se encargaría de eso Cuando lo dijo me había impresionado tanto que casi me iba de culo al suelo.Iba a estar compartiendo con el amor de mi vida mayor parte del día, Como iba a fingir que ya no me importaba, que ahora lo veía simplemente como su abogada legal, y no como la mujer que lo amo y que lo ama.
—Necesito las declaraciones que presentaste —dije—. ¿Las presentaste antes de la declaración que hice para ti?
—Las presenté. Los ingresos eran solamente suficientes para cubrir el pago , seguro y unas pocas cosas más. A mis acreedores les pago con cheque.
—Deberías estar bien entonces.
—Eso espero.
—Lo manejaré. No te preocupes por eso.
—Candy, gracias. Me quitas una gran carga.
—Quizá tengamos que presentar declaraciones postergadas. Veamos qué buscará el IRS.
—¿Cómo sé cuánto gané?
—Estimamos. No estás solo, Terry, Muchos tienen este problema. — Le di una sonrisa antes de acordarme que no debía hacerlo, Esto era solo trabajo.
— Te apetece si vamos a cenar a..
—Lo enviaré por correo en la mañana. Hoy estaré ocupada.—Dije de pronto, interrumpiendo a lo que fuera que diría.
Terry
Era conciente de que mientras pasaban los días Candy se mantenía alejada de él, por más intentos que hiciera. No podia ocultar aunque le costara reconocerlo, la extraña alegría que le había inundado al verla, se evaporó de inmediato. Candy tenía planes para aquella noche, y a juzgar por su impresionante atuendo, no sería una noche cualquiera. Sabía que Candy no confiaba en él, y no podía culparla y todas eso le producían un ardor en el pecho. Bajo la cabeza disimulando su decepción.
— Iba a decir que estamos invitados a cenar en casa de Albert .
Candy
Candy abrió la boca para decir algo pero la mente se le había quedado bloqueada por completo. El silencio resultaba incómodo. Tenía que buscar algo que decir, lo que fuera.
—Mira que es difícil que pierda —dijo con rapidez. Y mira que soy imbécil. Menuda estupidez acabo de decir. Bajó la mirada hasta el zapato. Ay, madre. Que me ha pillado pareciendo una idiota . Enseguida su móvil comenzó a emitir sonidos. No lo habría oído ya. Vio como a Terry no se le escapaba el detalle.
—Viéndote trabajando es difícil imaginarte derrotada —le respondió él. Candy se apartó de él mordiéndose el labio inferior.
—Seguramente será la cara de Albert que aparece recordándome mi trabajo —añadió ella asintiendo con una mueca. Vio a Terry sonreír. Joder, qué expresivo está hoy. Hasta parece encantador.
—Estaba buscándolo precisamente —dijo—. Tienes el resto de la tarde libre. — Voy a cenar con Albert y mi hija . Candy arqueó las cejas, sorprendida.
—Aunque si quieres, puedes cenar con nosotros. —Candy arqueó aún más las cejas, sin importarle que Terry se diera cuenta.
Si digo que sí, me voy a poner colorada. Si digo que no, puedo parecer una estúpida. Y si digo que ya estaba invitada, los dos vamos a parecer idiotas. Exhaló aire. Los coloretes nunca me sentaron mal. Asintió.
—Estupendo. —Terry se dirigió hacia su oficina. Ella le sonrió con agradecimiento. En cuanto lo perdió de vista, resopló. Salió hacia el elevador llevando a Katherine a su lado .
Cinco días habían sido suficientes para que la niña se ganara un hueco en su interior. Un interior vacío desde hacía un tiempo en que los sentimientos ocupaban un tercer plano en su vida. Casi cinco años sin pareja estable. El único amor que conservaba era el de sus madres, aquel incondicional que se profesaban entre otros niños . Para todo lo demás, había fabricado un enramado de espinas como el que había producido Maléfica alrededor del castillo donde dormía la princesa Aurora, película que vio dos días atrás en la casa de Albert con Terry y su hija. Ahora conocía el nombre de la pequeña. Katherine Grandchester. Y ahora habían irrumpido en su vida una pequeña criatura huérfana de figura maternal como podría darse cuenta, no era tonta y tenía la sospecha de que algo ocurría en el matrimonio de Terry o, al menos, lo que ella conocía, y habían abierto aquellas zarzas sin esfuerzo para llegar hasta ella. Resopló Necesitaba algo que le subieran moral y no había muchas cosas que lo consiguiera.
Candy lograba levantar la empresa de Terry a grandes pasos. El contador llamaba con frecuencia por el progreso de la auditoría. Terry presentó declaraciones de impuestos en mora con ganancias estimadas por trabajos que no había informado.
Bajo al lobby y vio que había una mujer esperando a la recepcionista . No conocía a todo el personal que trabajaba en la empresa, pero esa mujer era muy elegante para ser una trabajadora de la empresa, sus modales sugerían que no era una empleada, pero obviamente tenía suficiente altivez cómo para darse el lujo de tener una oficina y una recepcionista en la empresa. Ella estuvo mirando a la recepcionista todo el tiempo que estuve allí. El área de recepción tenía seis areas y ninguna ventana, así que no podía ver con claridad su rostro pero no parecía contenta. Todo lo contrario estaba impaciente.
—¿El señor está en su oficina? —preguntó la rubia despampanante. la recepcionista la miró como si hubiese dicho una impertinencia. Sí, solo pregunto por Dios.
—¿Está?
Candy resopló ante la parsimonia de la mujer.
—Está ocupado —le respondió la recepcionista. Candy iba a continuar con su camino pero Katherine se había detenido de golpe
—Necesito hablar con él —le respondió la rubia.
—Le he dicho que está ocupado. —La recepcionista corrió y adelantó a la rubia que ya iba por el pasillo de camino al elevador.
— Señorita Candy ayúdeme a detener a esta mujer.
Lo que yo no puedo hacer. A ver qué pinto yo aquí.
—Soy la señora Grandchester —se presentó con arrogancia. Entonces miro a Katherine.
— Mi cielo— corrió hacia Katherine. Lo que no se imaginaba que haría Katherine era que se escondiera detrás de Candy.
Candy abrió la boca pero no fue capaz de responder. Sabía que en algún momento esto iba a pasar pero no esperaba que fuera precisamente hoy y de esa manera.
—He tratado de hablar con tu padre pero no le ha sido posible atenderme —añadió la mujer como si Katherine fuera la responsable .— Katherine por que te escondes, Soy tu madre
Y lo dijo. Lo que Candy no quería escuchar.
Continuará...
Candy.
Con Terry cerca ni siquiera se atrevía a hablar, aún menos sobre su reciente compromiso laboral.. Albert seguía todo.. Pasaba largas horas en su estudio, que a veces parecía que no estaba allí. Tras esperar la explicación que Albert no me dió del motivo por qué Terry estaba cerca, lo que si me dió fue una responsabilidad. Iba a representar todo lo legal en la empresa de Terry, iba ser yo quien se encargaría de eso Cuando lo dijo me había impresionado tanto que casi me iba de culo al suelo.Iba a estar compartiendo con el amor de mi vida mayor parte del día, Como iba a fingir que ya no me importaba, que ahora lo veía simplemente como su abogada legal, y no como la mujer que lo amo y que lo ama.
—Necesito las declaraciones que presentaste —dije—. ¿Las presentaste antes de la declaración que hice para ti?
—Las presenté. Los ingresos eran solamente suficientes para cubrir el pago , seguro y unas pocas cosas más. A mis acreedores les pago con cheque.
—Deberías estar bien entonces.
—Eso espero.
—Lo manejaré. No te preocupes por eso.
—Candy, gracias. Me quitas una gran carga.
—Quizá tengamos que presentar declaraciones postergadas. Veamos qué buscará el IRS.
—¿Cómo sé cuánto gané?
—Estimamos. No estás solo, Terry, Muchos tienen este problema. — Le di una sonrisa antes de acordarme que no debía hacerlo, Esto era solo trabajo.
— Te apetece si vamos a cenar a..
—Lo enviaré por correo en la mañana. Hoy estaré ocupada.—Dije de pronto, interrumpiendo a lo que fuera que diría.
Terry
Era conciente de que mientras pasaban los días Candy se mantenía alejada de él, por más intentos que hiciera. No podia ocultar aunque le costara reconocerlo, la extraña alegría que le había inundado al verla, se evaporó de inmediato. Candy tenía planes para aquella noche, y a juzgar por su impresionante atuendo, no sería una noche cualquiera. Sabía que Candy no confiaba en él, y no podía culparla y todas eso le producían un ardor en el pecho. Bajo la cabeza disimulando su decepción.
— Iba a decir que estamos invitados a cenar en casa de Albert .
Candy
Candy abrió la boca para decir algo pero la mente se le había quedado bloqueada por completo. El silencio resultaba incómodo. Tenía que buscar algo que decir, lo que fuera.
—Mira que es difícil que pierda —dijo con rapidez. Y mira que soy imbécil. Menuda estupidez acabo de decir. Bajó la mirada hasta el zapato. Ay, madre. Que me ha pillado pareciendo una idiota . Enseguida su móvil comenzó a emitir sonidos. No lo habría oído ya. Vio como a Terry no se le escapaba el detalle.
—Viéndote trabajando es difícil imaginarte derrotada —le respondió él. Candy se apartó de él mordiéndose el labio inferior.
—Seguramente será la cara de Albert que aparece recordándome mi trabajo —añadió ella asintiendo con una mueca. Vio a Terry sonreír. Joder, qué expresivo está hoy. Hasta parece encantador.
—Estaba buscándolo precisamente —dijo—. Tienes el resto de la tarde libre. — Voy a cenar con Albert y mi hija . Candy arqueó las cejas, sorprendida.
—Aunque si quieres, puedes cenar con nosotros. —Candy arqueó aún más las cejas, sin importarle que Terry se diera cuenta.
Si digo que sí, me voy a poner colorada. Si digo que no, puedo parecer una estúpida. Y si digo que ya estaba invitada, los dos vamos a parecer idiotas. Exhaló aire. Los coloretes nunca me sentaron mal. Asintió.
—Estupendo. —Terry se dirigió hacia su oficina. Ella le sonrió con agradecimiento. En cuanto lo perdió de vista, resopló. Salió hacia el elevador llevando a Katherine a su lado .
Cinco días habían sido suficientes para que la niña se ganara un hueco en su interior. Un interior vacío desde hacía un tiempo en que los sentimientos ocupaban un tercer plano en su vida. Casi cinco años sin pareja estable. El único amor que conservaba era el de sus madres, aquel incondicional que se profesaban entre otros niños . Para todo lo demás, había fabricado un enramado de espinas como el que había producido Maléfica alrededor del castillo donde dormía la princesa Aurora, película que vio dos días atrás en la casa de Albert con Terry y su hija. Ahora conocía el nombre de la pequeña. Katherine Grandchester. Y ahora habían irrumpido en su vida una pequeña criatura huérfana de figura maternal como podría darse cuenta, no era tonta y tenía la sospecha de que algo ocurría en el matrimonio de Terry o, al menos, lo que ella conocía, y habían abierto aquellas zarzas sin esfuerzo para llegar hasta ella. Resopló Necesitaba algo que le subieran moral y no había muchas cosas que lo consiguiera.
Candy lograba levantar la empresa de Terry a grandes pasos. El contador llamaba con frecuencia por el progreso de la auditoría. Terry presentó declaraciones de impuestos en mora con ganancias estimadas por trabajos que no había informado.
Bajo al lobby y vio que había una mujer esperando a la recepcionista . No conocía a todo el personal que trabajaba en la empresa, pero esa mujer era muy elegante para ser una trabajadora de la empresa, sus modales sugerían que no era una empleada, pero obviamente tenía suficiente altivez cómo para darse el lujo de tener una oficina y una recepcionista en la empresa. Ella estuvo mirando a la recepcionista todo el tiempo que estuve allí. El área de recepción tenía seis areas y ninguna ventana, así que no podía ver con claridad su rostro pero no parecía contenta. Todo lo contrario estaba impaciente.
—¿El señor está en su oficina? —preguntó la rubia despampanante. la recepcionista la miró como si hubiese dicho una impertinencia. Sí, solo pregunto por Dios.
—¿Está?
Candy resopló ante la parsimonia de la mujer.
—Está ocupado —le respondió la recepcionista. Candy iba a continuar con su camino pero Katherine se había detenido de golpe
—Necesito hablar con él —le respondió la rubia.
—Le he dicho que está ocupado. —La recepcionista corrió y adelantó a la rubia que ya iba por el pasillo de camino al elevador.
— Señorita Candy ayúdeme a detener a esta mujer.
Lo que yo no puedo hacer. A ver qué pinto yo aquí.
—Soy la señora Grandchester —se presentó con arrogancia. Entonces miro a Katherine.
— Mi cielo— corrió hacia Katherine. Lo que no se imaginaba que haría Katherine era que se escondiera detrás de Candy.
Candy abrió la boca pero no fue capaz de responder. Sabía que en algún momento esto iba a pasar pero no esperaba que fuera precisamente hoy y de esa manera.
—He tratado de hablar con tu padre pero no le ha sido posible atenderme —añadió la mujer como si Katherine fuera la responsable .— Katherine por que te escondes, Soy tu madre
Y lo dijo. Lo que Candy no quería escuchar.
Continuará...