Art.Betty Graham
"Terry. Detén esta locura. Estás asustando a Candy."
Terry se puso de pie de un salto, girando, con sus brazos abiertos en un gesto protector. Donald estaba de pie en la puerta, con Albert detrás de él. Donald levantó sus manos en súplica.
"Relájate, Terry. Solo somos nosotros."
Terry dejó caer sus brazos. "¿Qué están haciendo aquí?"
Entraron a la habitación sin responder. Me puse de pie y les ofrecí café, el que aceptaron. Se sentaron, indicándole a Terry que también debería de hacerlo. Antes de que yo pudiera tomar asiento, Terry me puso en su regazo, sujetándome con fuerza.
Donald bebió de su café.
Albert frunció el ceño. "Sé que lo que ocurrió es preocupante, pero alejar a tu esposa no es la respuesta, Terry." Señaló la casa con un movimiento de su mano. "No podría estar más protegida de lo que está aquí."
"¿Preocupante?" Terry siseó. "¿Preocupante? Esa maldita escoria sabía mi nombre. ¡Sabía de mi esposa! Me dijo que venía tras ella. Haré todo lo que pueda por protegerla. Ni siquiera puedo imaginar lo que él haría si…" Su voz se apagó y un escalofrío lo atravesó, sus brazos tensándose. "No puedo arriesgarla."
"No va a suceder," Albert le aseguró. "Hasta que lo atrapen—y lo atraparán, Terry —te vas a quedar aquí con Candy. Toda tu gente está en guardia—estarán rodeados. Neal está solo. Bloqueamos sus finanzas. A su gente. Su red. No va a llegar a Candy , o a ti."
Bebió de su café. "No quiero decir que no lo va a intentar. Pero lo estaremos esperando. Separarte de Candy, le daría ventaja. Haz que venga por ti. Dividir no es conquistar aquí."
Terry estaba en silencio.
Me volví hacia él. "Por favor, escucha a Albert. No puedo estar lejos de ti, Terry. No puedo."
Donald habló. "Sugiero que todos nos quedemos aquí. Entre más seamos, mejor. Seguimos con nuestras vidas como es habitual, pero todos seremos muy cautelosos." Suspiró, mirándome a los ojos. "Sin embargo, te sugiero quedarte cerca de la casa y de Terry, Candy. Sé que es difícil y que odias estar encerrada, pero por ahora, es el curso de acción más prudente."
"¿Incluso si Felix va conmigo?"
Terry suspiró, su aliento caliente en mi cuello. "Incluso entonces, amor."
"¿Qué hay de los comestibles y las demás cosas?"
"Haremos que mis hombres las compren."
"¿Qué hay de la señora Grey?"
Donald sonrió. "Le van a dar de alta. Terry ha dispuesto una encantadora habitación en una villa de retiro. Pony y yo la visitaremos hasta que esto pase. Ella estará bien."
Me volví de nuevo hacia Terry. Su ceño se frunció, líneas de preocupación se dibujaban alrededor de sus ojos.
"Por favor, Terry," murmuré. "Preferiría morir a estar lejos de ti."
Su expresión se enterneció al escuchar mis palabras. "No quiero que te vayas, Candy."
"Entonces, ¿no me alejarás?"
Gimió, el sonido bajo y torturado. "No."
"Bien. Nos protegeremos el uno al otro."
Él me abrazó. "Está bien."
~oOo~
Gruñí en frustración, cerrando la puerta de la alacena. Me había quedado sin la mantequilla de maní favorita de Terry, y sabía que él desaprobaría que enviara a alguien a la tienda por una sola cosa. Apenas ayer los envié por comestibles, pero olvidé revisar el tarro. Terry comía mucha mantequilla de maní.
Caminé por el pasillo hacia la oficina de Terry, entrando después de tocar a la puerta, sin esperar a que Terry me dijera que entrara. Terry levantó la vista de su computadora, mirándome con el ceño fruncido al ver mi expresión molesta.
"Candy, ¿qué pasa?"
"Se nos acabó la mantequilla de maní."
"Sobreviviré sin ella."
Respiré hondo y cuadré mis hombros. "Puedo ir a comprarla a la tienda con uno de tus hombres. También hay más cosas que quiero."
Sus ojos se entrecerraron y levantó su mano. "Todos salgan."
Escuché la puerta cerrarse detrás de mí, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda por el miedo, pero me negué a permitir que Terry viera mi temor.
"El propio Albert cree que Neal ha estado muy ocupado tratando de permanecer con vida y por delante de ellos para pensar en venir aquí. Hemos estado atrapados por tres semanas en esta casa, sin poder hacer nada." Elevé mi voz. "Lo odio. ¡Necesito salir—incluso si es solo para el viaje a la maldita tienda de comestibles!"
Las cejas de Terry se dispararon hacia arriba, y me observó mientras se acariciaba la barbilla. "Una vez más, me sorprendes, Candy. Nunca te habría creído capaz de atreverte a desafiarme."
Levanté mi barbilla. "Prometí que permanecería cerca y te permitiría velar por mi seguridad. No deseo desafiarte, pero me estás volviendo loca." Mi voz se quebró. "Todo lo que quiero es… es comprar un poco de maldita mantequilla de maní y comprar unas cuantas cosas personales. Envía a tus hombres conmigo si quieres, pero por favor, déjame salir de esta maldita casa."
Su rostro se suavizó. "Solo deseo tu seguridad. Te tengo aquí porque te amo."
Me atreví a cruzar la habitación y pararme frente a él. Toqué su mejilla, y él se inclinó hacia mi caricia, girando su cabeza para besar mi palma.
"Odio que te sientas miserable," murmuró. "Odio tenerte enjaulada y viviendo con miedo."
"¿En quién confías más para protegerme?"
"En mí," respondió al instante.
"¿Y para protegerte?"
"En Felix."
"Entonces, ven conmigo y trae a Felix. Agrega otro coche de hombres si quieres."
Podía ver que estaba vacilando.
Continuará..