LEGADO GRANCHESTER.
CAPÍTULO 8.
PARTE 2
Al entrar a presidencia, Terius le recriminó a su abuelo su falta de amabilidad, hacia la asistente contable. Al final, con el portero se había portado amable, pero con Yuliani, fue todo lo contrario, y el muchacho estaba molesto o confundido, ya no lo sabía. Michael, que había empezado a ordenar los documentos regados en el escritorio, deseó no haber escuchado el reclamo del joven Granchester, y prefirió hacerse el de oídos sordos; pues temía la reacción del hombre mayor.
—¿Crees que los Granchester hemos llegado hasta dónde estamos, por estar haciendo payasadas? —Richard lo encaró.
—… No, pero…
—Debes meterte en la cabeza que un Granchester, merece respeto y nunca se rebaja ante los empleados, porque eso solo demuestra tu debilidad.
—Abuelo, ser amable no es muestra de debilidad, además gracias a los empleados—hizo énfasis en “empleados”—, la empresa marcha bien. Ellos necesitan respeto, y todos son importantes, desde el portero, hasta los ejecutivos.
Richard negó con la cabeza y le sonrió con ironía—Tienes mucho que aprender. Y a partir de este momento, dentro de la empresa soy el ingeniero Richard, no te dirijas a mí de otra manera—. Sentenció.
Los empleados antiguos recordaban a Richard Granchester como un tirano explotador, y el apelativo con el que se referían a él, le quedaba como anillo al dedo: "El dictador".
Terius se quedó de una pieza. ¿Qué le pasaba a su abuelo? No lo entendía ni una pizca. Esperó órdenes, mientras su abuelo se acomodaba en la silla de su papá.
—Ferguson dígame qué pendientes tenemos—. Demandó al asistente, y él, de inmediato, le pasó la tableta con el cronograma.
—Como puede ver, esa es la agenda que veníamos manejando con el ingeniero Terence—. Michael habló con seguridad al momento de señalar con su dedo índice, y deslizar la agenda electrónica.
—No me gusta este aparato. Terius, pídale a la secretaria que le imprima esto.
—Como ordene… Ingeniero—. El joven castaño recibió la tableta.
—Puedo hacerlo yo—. Se ofreció Michael, pues no quería estar a solas con el dictador.
—¡Por un demonio! —Richard gritó, golpeando con su puño el escritorio —Acaso no fui claro en dar una orden— enfrentó a Ferguson.
—Sí, ingeniero, disculpe—. Fue la respuesta rápida del asistente, quién volvió a ocuparse con unas pólizas de importación.
Terius salió con cara de pocos amigos, no sabía hasta cuánto iba a tolerar a su abuelo—Sandra, por favor me puede imprimir esto, le urge a mi abue... Al ingeniero Granchester—.
—Con gusto joven, mándelo a mi correo, ahí aparece en contactos, es secretariapresidencia@gaquim.com —. Él envió los documentos y en cuestión de dos minutos ya estaban impresas las hojas.
El castaño estaba por entrar a presidencia, cuando la puerta se abrió de par en par. Richard salió en dirección al elevador y Michael detrás. Terius se quedó con las hojas en mano, sin saber qué hacer, así que, supuso que debía acompañarlos.
En el ascensor, Richard y Ferguson afinaban detalles de lo que tratarían en la reunión a la que se dirigían. Así mismo acordaron la hora en que seguirían visitando a sus clientes potenciales, para evaluar los resultados del producto, que vino a impulsar el técnico francés.
Entre ir y venir, se les pasó el día; Michael y Terius, terminaron totalmente exhaustos ante tanta exigencia déspota de parte de Richard.
Un par de días pasaron, y Ferguson se volvió un fiel devoto, rezaba todas las noches, para que su jefe se recuperase pronto, y volviera a presidencia. Porque más que ser el asiste de “El dictador", era su esclavo. Pues él no tenía memoria, de cuándo Terry lo había enviado a Starbucks a traerle café, y lo peor de todo, era que lo mandaba a pie; logrando con esto, golpear su ego como nunca antes.
Pero lo que Michael desconocía, era que dicho mandato, era con doble propósito. Ya que, durante su ausencia, Richard recibía a la señorita Villers, quién le daba el informe diario sobre sus avances de investigación. Ya habían descartado a los principales sospechosos, y eso complicaba las cosas; por lo que Lizzi, determinó en cambiar su estrategia, y optó por crearse un perfil bajo, para mezclarse con los empleados de menores rangos.
En cuanto a Terius, seguía tan sorprendido por la bipolaridad de su abuelo, hasta lo creyó demente. Extrañaba a su abuelito, ese que lo hacía reír con sus chistes, y sus anécdotas de juventud, al hombre relajado, amable y sabio. Para Terius, él había sido su segundo héroe, porque el primero, era su papá, naturalmente. Desconocía a ese ogro dentro de la empresa, que, en lugar de inspirar y motivar a sus colaboradores, los ahuyentaba. De vez en cuando, al muchacho, ganas no le hacían falta, para querer golpearlo en la cabeza, con ese bastón que eventualmente usaba. Sin embargo, pese a su pésimo carácter, debía reconocer que el hombre, sabía lo que hacía; porque las decisiones, y su manera de conducirse, eran respetables. Sin duda, tendría que aprender mucho de él, pues los Granchester llevaban el liderazgo en la sangre.
Terius llegó al campus retrasado, por lo que sólo se cambió el traje, por ropa y calzado cómodos, corrió esperando llegar a tiempo para la primera clase, y lo logró. Se desplomó sobre el escritorio cansado y agitado por la carrera, una vez que su respiración volvió a la normalidad, no pudo concentrarse en la clase, ya que las últimas palabras de su abuelo lo tenían cabreado.
—Mañana te quiero con el cabello recortado y bien peinado. No puedo dejar que sigas presentándote con esas greñas, y no me veas así, porque ya te diste cuenta de que en nuestro entorno, solo hay gente importante y de negocios. Además, saldrás tres horas antes que yo, para que no descuides la universidad. Necesito que tengas tu título y des la talla como el futuro presidente de GAQUIM. ¿Entendido?
—Como usted ordene—. Había sido su respuesta a secas, y salió ocultando su molestia.
Terius Alexander había mantenido su cabello medio largo desde que tenía memoria, atarlo en una coleta, había pensado que sería la solución, pero conociendo a su abuelo seguramente lo enviaría de vuelta; hizo una mueca de disgusto, pues no le quedaba más que acatar la orden del dictador.
Continuará...