Hola chicas, espero se encuentren bien.
La guerra esta por concluir y esta historia también, gracias por leerme y espero disfruten este capítulo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
La amistad de Candy y Terry se fue fortaleciendo, se les veía más a menudo juntos dentro de las instalaciones de la escuela, sus amigas siempre le preguntaban si ya era novia de Terry, ella respondía que solo eran buenos amigos, y eso era cierto, a pesar de sentir que Terry mostraba interés en ella, nunca le había insinuado nada, por otra parte, su amistad con Susana se vio fracturada tiempo después le reclamo por haberse fijado en el chico que le gustaba, a Candy le dolió su distanciamiento pero gracias a Terry y sus demás amigas pudo superarlo rápido.
Y así los meses fueron pasando hasta que sin darse cuenta ya tenía más de un año viviendo en Milán, su cumpleaños número diecisiete se acercaba, para ese momento Terry estaba a solo unos meses de cumplir veinte años y su cariño por Candy se había transformado en amor, solo faltaba un año para que ella alcanzara la mayoría de edad y así él pudiera pedirle que fuese su novia, sin temor a que pensaran que se solo deseaba aprovecharse por ser unos años mayor que ella. Terry lo había preparado todo para el gran día de la señorita pecosa, como a él le gustaba llamarla, había hablado con su madre y tía, pasaría muy temprano por ella pues saldrían de la ciudad y estarían a las diez a más tardar.
̶ No pensé que me fueran a dar permiso – la joven miro la urbe que dejaban atrás – pero me alegro que así fuera – sonrió.
̶ Yo también me alegro – Terry se miraba muy entusiasmado, observo a Candy de reojo, estaba convencido que se había enamorado de ella desde la primera vez que la vio en la catedral, Candy había sido muy abierta en contarle sobre su vida en los Estados Unidos, pero Terry sentía que ocultaba algún pequeño detalle, ya que en momentos la joven cortaba las conversaciones de tajo y siempre apretaba los labios, como guardando un secreto. Aun así, no dejo de cortejarla, si ella había dejado algún amor en su país, haría hasta lo imposible por ser el único en su corazón ya que estaba perdidamente enamorado de Candy.
̶ Y ¿A dónde vamos? – aun no le decía su destino.
̶ Es un lugar que te gustara – respondió el chico sin dejar de mirar hacia adelante, Candy sintió nervios – no tienes por qué asustarte – comentó el joven al ver como su acompañante jugaba con las manos – vamos a Varenna, está a poco más de una hora de la ciudad, es un poblado hermoso y está muy cerca, así que no tendremos problema en regresar a la hora permitida – trato de darle confianza a Candy pues que creía que su nerviosismo se debía a que estarían lejos de la ciudad.
̶ ¡Hay un lago! – expresó con asombro Candy cuando sus ojos lo visualizaron, alrededor montañas y pequeñas luces iluminando las casas que parecían diminutas desde esa distancia, como si fuese las luces de un árbol navideño.
Minutos después llegaron al un poblado de aspecto pintoresco y romántico, con sus edificaciones con arcos cubiertos de hiedra alrededor. Un portón automático se abrió frente a ellos, entro a un estacionamiento subterráneo, ambos bajaron del auto.
̶ Esta es la casa de verano de la familia – explico mientras subían por las escaleras al primer nivel. Cuando llegaron a la estancia
Candy se quedó asombrada, la casa no era muy grande a lo ancho, pero tenía varios pisos – la terraza es lo mejor de esta casa – Terry tomo de la mano a la joven y la llevo por la escalera hasta la parte más alta, donde estaba la habitación principal y donde había un pasillo que los llevaba hasta la terraza.
̶ ¡Dios mío! – Candy cubrió sus labios con las manos, frente a ella se encontraba una de las vistas más bellas que jamás pudo haber imaginado, resoplo y su aliento cálido salió de sus labios.
̶ En verano es mucho más hermoso – aseguro Terry – pero te fuiste de vacaciones a los Estados Unidos – reprocho – así que no pude traerte – se encogió de hombros.
̶ El desayuno está listo joven – un hombre los interrumpió.
̶ Gracias Carlo – el hombre desapareció de su vista.
Ambos bajaron al comedor, la mesa ya se encontraba puesta. Terry le explico que Carlo había servido a su familia desde que tenía memoria, que esa casa de descanso le pertenecía a su padre pero que él podía hacer uso de ella cuando quisiera.
Después del desayuno decidieron ir a dar un paseo por el centro del Varenna, las luminarias publicas seguían encendidas ya que en esa época la luz del sol duraba menos. A pesar de que llevaba una abrigadora chamarra, Candy se abrazó a sí misma, era obvio que tenía frío, Terry no dudo en abrazarla y caminaron así por los callejones y escaleras empinadas.
Al llegar al centro se encontraron con algunos restaurantes típicos con mesas al aire libre y verandas para apreciar el lago, había heladerías, pero no era algo que se les antojara probar en ese momento. Candy quiso entrar a la iglesia, los frescos decoraban todo el interior, eran de una belleza extraña y muy antigua. Después de su visita a la iglesia Terry quiso llevar a Candy a un lugar muy especial.
̶ Es muy bonito – la chica dio unos pasos sobre la estructura rojiza de metal.
̶ En verano las plantas trepadoras cubren el camino – explicó el joven – pero ahora se han secado – ambos jóvenes caminaban sobre la hojarasca.
̶ ¿Cómo se llama este lugar? – Melly pregunto con inocencia. Las mejillas de Terry se llenaron de un rojo intenso y no era debido al frío.
̶ El paseo de los enamorados – respondió en un tono de voz bajo, pero la joven alcanzó a escucharlo, de igual forma se sonrojo, Terry tomo de la mano a Candy y literalmente caminaron en el puente suspendidos sobre el lago, en silencio.
Ambos aprovecharon la oportunidad de tomarse fotos, Candy quería mostrarle a su madre y sus amigas en los estados unidos, pero sobre todo quería tener un recuerdo palpable de su paseo con Terry.
El clima fue generoso con ellos al medio día ya que el sol se asomó un poco, así que aprovecharon y fueron a una de las varias heladerías y disfrutaron un delicioso gelato sentados en una de las bancas que encontraron por el centro y siguieron platicando, por largo rato.
̶ Parece que lloverá – Candy miro las grises nubes que una hora más tarde cubrió el sol, la temperatura había vuelto a bajar.
̶ Creo que lo mejor será irnos, nos hemos alejado un poco de la casa – comentó Terry, más tardaron en ponerse de pie e irse cuando la lluvia los sorprendió, corrían por las estrechas y empinadas calles, tuvieron que resguardarse en la entrada de una casa, junto al portón de madera.
̶ Soy ave de mal agüero, atraje la lluvia – Candy titiritaba.
̶ Pues según el estado del clima hoy no habría lluvias – ambos estaban empapados, el agua les escurría por la cabeza.
Terry miro a Candy, las gotas de lluvia se deslizaban por su cabello, sus mejillas estaban sonrojadas y temblaba. Por más que quiso no pudo seguir conteniendo su voluntad, sus deseos.
̶ Esto es divertido… – Candy sonrió, cuando volteo a ver a su amigo. sus ojos se abrieron como grandes lunas llenas.
Terry la abrazo y empujo hacia el portón, el estupor la invadió al sentir los labios del joven sobre los suyos, «¡No lo estoy soñando!», cerró los ojos y respondió el afecto del chico, se aferró a su abrazo.
El sol solo duraba pocas horas en esa época del año y las bajas temperaturas en el exterior no opacaron el amor que sentían Candy y Terry, el fuego abrazador hacía crujir los leños de la chimenea danzando e iluminando tenuemente la habitación, en la cual dos corazones ardían en un solo tiempo, dos jóvenes almas se congraciaban al amor y al deseo de fundirse en una sola.
Cuando iban de regreso a la ciudad, Candy no pensaba en el regaño de su tía y su madre, por ahora en su mente solo cabía la felicidad, la dulzura y ternura con la que Terry la había tratado, jamás pensó que a sus apenas cumplidos diecisiete años conocería tan hermosa experiencia, no tenía dudas, estaba enamorada de Terence y ahora estaba segura que él también la amaba, juntos enfrentarían lo que fuera.
Casi eran las cinco menos veinte de la mañana, cuando ella se atrevió a mirar el celular, tenía una cantidad de llamadas y mensajes que prefirió no ver por el miedo a que su burbuja de ensueño se rompiera, las luces de los faros del auto rompían con la neblina de esa mañana, siendo apenas perceptibles, Candy imagino que su tía estaría esperándola.
̶ Vamos, te acompañare – Terry no quería que la joven recibiera sola el regaño.
̶ No te preocupes todo estará bien – levanto la vista, las luces de las habitaciones estaban apagadas.
̶ Siento mucho haberte metido en problemas – se disculpó el chico.
̶ Yo no lo siento – respondió Candy – jamás me arrepentiría de lo que paso – lo miro a los ojos. Terry le sonrió y después le dio un beso en los labios.
̶ Pase lo que pase, lo afrontaremos juntos ¿cierto? – el muchacho quería brindarle toda la confianza a su pecosa.
̶ Prometo que te diere todo lo que pase – Candy salió del auto, abrió la puerta y entro al edificio, Terry arranco y se fue.
Mientras la joven subía las escaleras tratando de no hacer ruido, empezó a armar una historia creíble para que el castigo no fuera tan cebero, cuando llego a la puerta tomo aire, metió la llave y abrió, la casa estaba casi a oscuras a excepción de la estancia, sus tíos estaban hechos un mar de lágrimas.
̶ Ya vine – apenas y podía hablar, cerró la puerta de tras de sí, al ver a su tía la culpa la invadió – lo siento, cayo una tormenta y Terry no creyó prudente manejar con ese clima en la carretera – explicó tratando de que se calmaran, su tía la volteo a ver y se soltó a llorar desconsolada, cubrió su rostro con las manos, su tío se puso de pie para acercarse a ella – por favor perdónenme – jamás imagino encontrarlos en ese estado de shock. En ese preciso instante su celular sonó, miro la pantalla, era su madre la que hablaba, Candy no dudo en contestar – hola mamá, lo siento mucho es que… - la joven se quedó callada, escuchando a su interlocutor.
La expresión en los ojos de Candy fue de la culpa al desconcierto y al final al dolor, se había quedado sin palabras y sin fuerzas, soltó el teléfono, este cayo de golpe al suelo estrellándose con fuerza, de inmediato dejo de funcionar.
̶ ¡No, no, no! – Candy se dejó caer de rodillas y comenzó a llorar.
Todo había pasado tan rápido, tuvo que hacer maletas y partir antes de las once de la mañana de ese día, guardo lo poco que tenía y cargo el estuche con su chelo, en ese momento no tenía cabeza para llamar a Terry y decirle que se marchaba, lo único que deseaba era llegar a los estados unidos, con su familia… con Anthony.
Mientras el avión volaba sobre el atlántico Candy pensó en como los hilos del destino tejieron un camino muy distinto al que se había imaginado, «Las historias de amor no siempre tienen un final feliz y esta no es la excepción. Hasta siempre mi amor, jamás te olvidare… Adiós Terry».
Continuará...